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jueves, 26 de febrero de 2015

EL CONCEPTO CATÓLICO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD



Vaya por delante mi respeto a Israel y a la religión judía porque, como dijo el Papa Benedicto, para ser cristiano hay que ser antes judío.

He leído una enternecedora y emotiva historia muy parecida a otras que conozco de judíos de Granada, relativa a una señorita de ascendencia judía y nacida cristiana quien llegó hasta ser monja de monasterio, abandonando luego el mismo al sentirse atraída por la religión de sus antepasados y ahora viviendo feliz en Israel. Hasta ahí, todo es normal y yo la felicito por sentirse tan bien en su nueva vida. Pero esta señorita cita como ejemplo de duda ante el cristianismo el asunto de la Santísima Trinidad y lo define de manera tan rudimentaria como que tenemos la idea de un Dios troceado en tres partes. Y nada más lejos de la realidad.

Ese razonamiento del Dios troceado es demasiado elemental. Por desgracia, no siempre las personas consagradas a la vida religiosa son las más adecuadas para impartir una formación seria a la persona creyente, culta y con inquietudes espirituales. Lamentablemente, en muchos casos se trata de criaturas de buena voluntad y probada vocación; pero eso no basta para saciar las inquietudes de saber de otros muchos a quienes la exposición infantil y necesariamente burda de ciertos asuntos muy trascendentales les causa vergüenza ajena y, simplemente, optan por abandonar no sólo la práctica religiosa, sino a la propia raíz de su creencia acusándola de superchería. Tal acusación no es infundada si quien predica no tiene base para hacerlo y ya podrían poner un poco de cuidado las autoridades eclesiásticas para no permitir enseñar Religión Católica a personas deficientemente instruidas por mucha vocación religiosa y de servicio al prójimo que las adorne.

La idea de un Dios troceado en tres partes repugna y abochorna por igual a todos los que leemos el Libro, cristianos y judíos o judíos y cristianos por orden de antigüedad. Pero la idea de Dios como Trinidad no es precisamente el resultado de un simplismo mental supersticioso sino que tiene sus raíces en la filosofía platónica que, sin ánimo de llevar el agua a mi molino, debo exponerla con toda la sencillez posible. Pido perdón de antemano si alguien se siente escandalizado, pero he expuesto lo que sigue dentro de los muros de una conocida iglesia en un acto público ante espectadores muy a la antigua y algún sacerdote que también tiraba a tridentino y no sólo no me han condenado sino que hasta me han aplaudido. Serenémonos los creyentes y pensemos un momento.

En su absoluta infinitud hay algo que Dios no puede hacer por el mismo hecho de serlo y es dejar de manifestarse. Así ha de ser y así se manifiesta; y entonces, Dios se reconoce en su Manifestación al formar parte de Él y, por tanto, ser también Dios. A su vez, esa Manifestación divina, reconoce al Ser que se manifiesta; y a partir de ese momento, si existe el concepto de momento a esa escala, Dios y su Manifestación o Palabra o Logos, como queráis llamarle, se aman al reconocerse. Ese Amor entre Dios y el Logos es también Dios y como tal reconoce a Dios y a su Palabra. Dios Padre, Dios Hijo o la Palabra de Dios y Dios Espíritu como el Amor que se manifiesta entre Dios y su propia Manifestación y que trasciende al universo.

Ya tenemos de una manera sencilla una pequeña explicación de ese tremendo Misterio que ha hecho hasta correr sangre en siglos pasados. Dejo a los sabios su juicio y os ruego que no me toméis a la ligera este post que dedico de corazón a mis amigos judíos. Confío en que los comentarios, si los hay, sean todo lo respetuosos que merece este asunto.

Dios os bendiga, judíos y cristianos. Dios bendiga a todas las personas de buena voluntad.

sábado, 21 de febrero de 2015

LIMPIEZA DE SANGRE

Como ocurre con todos los pecados, vicios y maldades individuales que son más criticados por los que adolecen de tales defectos que por quienes carecen de ellos -recuérdese el refrán "Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces"- también pasa lo mismo con esos defectos, pecados y vicios socilales, tal y como la propia Historia se encarga de demostrar. Véase, por ejemplo, el caso de la Inquisición Española, cuya trayectoria no exenta de infamia es un espejo de benevolencia y libertad si la comparamos con la francesa o si vemos las atrocidades que se cometieron en Centroeuropa en nombre de esta o aquella religión u ortodoxia de la fe que dejaban en pañales a las cometidas por el llamado Estado Islámico en nuestros días. Pero esta vez no voy a hablar de hogueras, sangre, tormentos y muerte sino de una costumbre que, a partir de 1450, se hizo muy común en toda España. Me refiero a la discriminación generada por la llamada limpieza de sangre.

En efecto: Todos los gremios, hermandades, corporaciones; y no digamos el ejército, la marina y las administraciones locales o nacionales, tenían muy a gala exigir a sus nuevos miembros una documentación que acreditara la ausencia de conversos moriscos o judíos entre sus antepasados de hasta cuatro generaciones atrás. Como es natural, tal práctica documental era un campo abonado al soborno puro y duro para que el funcionario de turno hiciera la vista gorda y dejara pasar por cristianos viejos y sin sospecha de arabismo o judaísmo a cualquiera que estuviera dispuesto a pagar a tanto el expediente; expediente cuyo soborno se encarecía de manera proporcional al número de apellidos sospechosos que contuviera.

Pero seamos sinceros y reconozcamos que en aquella España que estaba acabando su Reconquista y a punto de expulsar a los judíos por el solo hecho de serlo, nadie o casi nadie estaba libre de contar entre sus antepasados con algún converso de nuevo cuño, fuera israelita o ismaelita. De hecho, hacia 1560 reinado Felipe II, el Cardenal Pedro de Mendoza y Bobadilla (no confundir con el Cardenal Mendoza, quinto hijo del Marqués de Santillana, de tiempos de los Reyes Católicos) escribe un memorial en el que demuestra e ilustra que prácticamente todos los nobles castellanos y aragoneses tienen conversos moriscos y judíos entre sus ascendientes. Este memorial fue llamado El Tizón de la Nobleza y su divulgación fue prohibida por el mismo Felipe II a causa del escándalo que se pudo organizar. Para el curioso, se puede consultar la obra en la red o bajársela completa para su mejor estudio, ya que es gratis y legal hacerlo.

Tampoco vamos a escandalizarnos por lo asegurado en el Tizón porque todos sabemos el valor que en esta España se le ha dado siempre a la fatuidad y a la ascendencia sin hacer caso de los méritos de la persona. Era y es mucho más importante descender del duque, marqués o conde, aunque fuera por línea bastarda, que descubrir la penicilina. Tenemos muchos ejemplos, incluso en la realeza, que hasta llegan a nuestros días. Sólo agregar que la exigencia del expediente de limpieza de sangre fue abolida de manera oficial por Isabel II; aunque los que ya peinamos canas aun conocimos casos de algo muy parecido para entrar en ciertos estamentos y hermandades de principios del siglo pasado, aunque las disfrazaban de otra cosa.

Pues ya podemos entrar en materia tras este largo preámbulo para descubrir, no sin sorpresa, que el asunto de la limpieza de sangre más o menos documentada, no es un invento cristiano sino la respuesta de la sociedad cristiana a prácticas idénticas que, desde tiempo inmemorial, se venían haciendo en esta España de mis desvelos por sus más antiguos y genuinos españoles, aunque también de importación. Me refiero a los judíos, presentes en nuestra vieja piel de toro, aunque suene cursi, desde la primera diáspora israelita de 586 antes de Cristo a causa de la conquista de Judá por Nabucodonosor.

No voy a extenderme sobre este asunto; tan sólo decir que los judíos habitaron España desde entonces y gozaron de una relativa paz manteniendo su religión y costumbres sin mezclarse con la población ibera de la época ni intervenir en las Guerras Púnicas. Su centro principal se ubicó en Granada y allí estuvieron viviendo en paz porque hasta fueron protegidos por el Imperio Romano hasta su caída. en otro momento hablaré de cómo se interrumpió dicha paz hacia el siglo IV y de cómo, a la postre, sus propios intentos de defenderse llevaron a la ruina a ellos y al resto de España durante casi ochocientos años. Ahora me voy a referir a un curioso documento de fines del siglo XIII, muy anterior a los expedientes cristianos que, citado por don Américo Castro que dice así:

"Sepan cuantos vieren esta carta autorizada con mi firma, que ciertos testigos han comparecido ante mi maestro Rabí Isaac, presidente de la audiencia, y han hecho llegar a él el testimonio fiel y legal de personas ancianas y venerables. Según éstos, la familia de los hermanos David y Azriel es de limpia descendencia, sin tacha familiar; David y Azriel son dignos de enlazar matrimonialmente con las más honradas familias de Israel, dado que no ha habido en su ascendencia mezcla de sangre impura en los costados paterno, materno o colateral. Jacobo Issachar."

Pero también abunda en el tema con más documentos:

Una judía de Coca (Segovia} mantenía relación de amor con un cristiano hacia 1319. Sobre el nefando caso poseemos una decisión de Rabí Aser de Toledo, muy importante por el fondo social que nos descubre Yehudá ben Wakar, médico del infante don Juan Manuel, quien fue con su señor a Coca en 1319, y allá supo cómo una viuda judía se hallaba encinta, de resultas de sus amores con un cristiano, al cual había cedido además buena parte de sus bienes. Los cristianos de Coca sometieron el caso a don Juan Manuel, quien resolvió que el tribunal judío era el competente. La judía dio a luz dos mellizos; uno murió, y otro fue recogido por cristianos para ser bautizado. Yĕhudá preguntó entonces a Rabí Aser:
"cómo había de obrar para que la ley de nuestra Tora no apareciera hollada a los ojos de la gente...Todos los pueblos de los alrededores de Coca hablan de ello, y las conversaciones sobre esa perdida han corrido por todas partes, con lo cual nuestra religión se ha hecho despreciable... Se me ocurre, siendo tan notorio el caso, cortarle la nariz a fin de desfigurarle el rostro con que agradaba a su amante."
Pues ya tienen mis muy queridos lectores tarea para meditar y, de paso, para mandar callar a tanto listo que achaca a los españoles todos los males. Termino diciendo que que amo a Israel, pero al César lo que es del César.

Cubierta de la obra de don Américo Castro titulada
Limpieza de sangre e Inquisición.
Editorial Gonzalo de Berceo.








lunes, 16 de febrero de 2015

UNA VARA DE TEJO POR UN BARRIL DE VINO. EL FIN DE LA CABALLERÍA PESADA

(Dedicado a mi amigo Eneas)

- I -

¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra? Se preguntarán muchos. Igual le pasó al honrado comerciante normando de fines del siglo XII quien, dedicado a la exportación de vinos a Inglaterra, se llevó una alegría cuando las autoridades británicas le exigieron como único impuesto una vara de tejo lisa y sin nudos, recta, de siete pies de largo, una pulgada y media de ancho y una pulgada de grosor por cada barril de vino que desembarcara en la isla. "Estos ingleses están locos", debió pensar; pero se alegró porque conseguir esas varas en Francia era fácil y barato, ahorrándose así un dinero en derechos de aduana y, por muy poco precio, evitar colocar sus barriles de contrabando con el consiguiente riesgo de ser pillado. Que en aquellos tiempos y lugares no estaban para bromear con esas cosas. Nuestro honrado comerciante se limitó a embarcar tantas varas de tejo como barriles de vino pretendía vender en Inglaterra y no hizo preguntas; preguntas que quizá ni los propios aduaneros fueran capaces de responder, ya que ellos se limitaban a almacenar dichas varas y a avisar a sus inspectores para que fueran a recogerlas de vez en cuando.


- II -

Todos hemos visto en películas de ambiente medieval recreaciones de torneos y de batallas a caballo. Pero esos caballos usados en los torneos y los que comúnmente llevaban en sus lomos a caballeros de reluciente armadura, no eran la temida caballería pesada, Esta última estaba también formada por caballeros forrados con su loriga hasta más abajo de las rodillas, revestidos de la clásica armadura y protegidos, además, por su broquel o escudo. Solían usar una lanza para entrar en combate pero, esta lanza no era nada útil a cortas distancias y se deshacían de ella cuando penetraban de lleno en la formación enemiga, echando mano a la maza, el hacha o la espada.

Pero el secreto de su invulnerabilidad no sólo estaba en su loriga y armadura, sino en su caballo. Estos eran unos animales enormes y muy fuertes, de una raza expresamente criada para este fin, que podían soportar el peso del caballero armado más una tremenda armadura que les protegía todo su cuerpo. Es natural, ya que si se conseguía herir al caballo, el caballero caído era incapaz de levantarse por sí solo(1), dado el peso de sus corazas, no quedándole más remedio que esperar a ser rescatado por los de su bando o ser rematado por el enemigo con esas terroríficas dagas cortas y finas llamadas "de misericordia" que podían colarse por los agujeros de la celada del yelmo. Para quienes tengan curiosidad para saber cómo eran esas defensas equinas, en el museo Lázaro Galdiano de Madrid o en la armería del Palacio Real pueden observar algunos ejemplares muy bien conservados y se asombrarán de la fortaleza de esos animales que dejaron de criarse y seleccionarse al no ser ya necesarios en las batallas, cosa que ocurrió a partir de la primera mitad del siglo XIV como vamos a ver a continuación.

Haciendo algo de resumen de lo anterior y partiendo de la base de que una loriga pesaba unos once kilos, una armadura humana entre veinticinco y cuarenta y cinco kilos y la propia del caballo con sus otros sesenta kilos de hierro, podemos concluir que aquellos animalitos en batalla llevaban encima, por lo bajo, más de ciento sesenta kilos incluyendo el peso de un caballero delgado de unos sesenta kilos y aun se discute sobre la raza de semejantes monstruos capaces de tal hazaña. En estas circunstancias, la caballería pesada entraba en la formación enemiga repartiendo mandobles, mazazos y hachazos a diestro y siniestro sin que las ballestas de la época hicieran demasiada mella en sus componentes. Pero un buen día, todo cambió y la armadura de caballo, así como los animales capaces de llevarla, quedaron relegados a exhibiciones propagandísticas a partir de entonces, como ya se encargaría Tiziano de inmortalizar a Carlos I.


- III -

¿Qué ocurrió para que esta caballería pesada demostrara ser poco útil en batalla? ¿Qué pintan los barriles y las varas de tejo en este relato? Pues un poco de paciencia porque ya estamos en la Guerra de los Cien Años y los reyes, príncipes y notables europeos andaban en alianzas, traiciones, emboscadas, manejos diplomáticos y resto de sus malas artes, matando a todo lo que se movía y no les cuadraba a sus intereses. Como de costumbre en aquellos tiempos, Inglaterra y Francia se llevaban a matar y cualquier pretexto era bueno para demostrarlo. El Reino de Castilla se había cuidado mucho de no intervenir mas no así Aragón quien, al igual que Francia, miraba con muy malos ojos el poderío naval de Castilla que le hacía sombra en sus aventuras mediterráneas. Si Aragón y Francia lograban contar con la fuerza naval castellana, bien podía Francia no temer gran cosa de su eterna enemiga Inglaterra. Así las cosas, Pedro IV de Aragón, llamado el Ceremonioso (2), buscaba cualquier pretexto para armar camorra con una Castilla en la que reinaba mi Rey favorito después de Fernando III: nada menos que don Pedro I. Esta ocasión le llegó servida en bandeja por el bastardo Enrique de Trastámara, quien anhelaba sobre todas las cosas usurpar el trono de Pedro al precio que fuera; pero Pedro no iba a dejarse ganar la partida sin luchar y, viendo que Enrique contaba con la ayuda de Aragón y Francia que incluía la presencia de las terroríficas Compañías Blancas del mercenario sinvergüenza Bertan Du Gesclin, acudió a su aliada Inglaterra que, también oliendo el oro y las joyas que Pedro había ganado en buena lid al reponer en su trono a Muhammad V de Granada, envió a Castilla al Príncipe de Gales, apodado el Príncipe Negro por el color de su armadura toledana pavonada.

Por ahorrar detalles innecesarios, diré que el encuentro decisivo tuvo lugar en Nájera (La Rioja) el sábado 3 de Abril de 1367. Las muy bien entrenadas tropas del Príncipe Negro se portaron como auténticos profesionales, pero el tema que nos ocupa fue que los arqueros ingleses destrozaron la caballería pesada franco-aragonesa, más la de los traidores castellanos, en un santiamén. Prescindiendo de las habituales ballestas y dotados con arcos largos de una extraordinaria precisión a distancias impensables para la época, los británicos acabaron con el macabro y teatral espectáculo del caballero invulnerable machacando cabezas tranquilamente mientras paseaba a su bien acorazado caballo. Fue un desastre para las huestes del bastardo(3) y una lección para la Historia Militar. Aquellos arcos tan temibles estaban hechos de tejo francés de primera calidad. Y ya sabemos por qué Inglaterra exigía ese impuesto de las varas de tejo a los franceses.


- IV -

Podría dejar aquí el asunto que nos ocupa porque ya se ha desvelado el misterio de las varas de tejo de Francia pero, para los aficionados a la Historia Militar, quiero darles algunos detalles técnicos del llamado arco galés, arco inglés o arco largo.

Se trataba, en efecto, de una vara de tejo de unos dos metros de larga. Tenía que ser limpia y sin nudos ni defectos y, según las crónicas, sufría un proceso de maduración a temperatura y humedad constantes dentro de lo que se podía en la época que duraba unos cuatro años. Después se les daba forma y se les realizaban las dos entalladuras en los extremos para la inserción de la cuerda.

El resultado era espectacular. El arco largo soportaba tensiones de hasta 800 Newtons o más, sin el menor problema de recuperación. Teniendo en cuenta que un arco moderno apenas aguanta unos 300 Newtons como mucho y que no hay demasiados arqueros que sean capaces de usar estas armas tan extremas, nos hacemos una idea del entrenamiento que tendrían los arqueros del Príncipe Negro. El caso es que podían acertar con precisión blancos a ciento cincuenta metros y con una cadencia de disparos de unas doce flechas por minuto, muy superior a la de las engorrosas ballestas con su difícil proceso de armado. Además, ya la tecnología de la época había desarrollado puntas de flechas en bisel o acanaladas, especialmente diseñadas para no sólo perforar armaduras sino para cortar limpiamente uno o dos de los aros de las cotas de malla incrustándolos en el cuerpo de la víctima junto con la punta arponada de la flecha, casi imposible de extraer sin provocar una herida mucho mayor. Con el tiempo, estas flechas se perfeccionarían haciendo muy débil la unión entre punta y asta, para que fuera más difícil aun la extracción al quebrarse el asta en el intento.

No es fácil estimar la energía que podían desarrollar semejantes armas al no poder calcular el tiempo exacto de liberación de esa fuerza ni saber cuánto ascendería una flecha en un tiro vertical; pero en reconstrucciones de las mismas se han lanzado flechas de 54 gramos a 320 metros de distancia y de 100 gramos a casi 250 en tiro horizontal; así que no es arriesgado aventurar la abultada cifra de casi 100 Julios suponiendo un alcance vertical de sólo 100 metros para una flecha de 100 gramos de peso (0,98 Newtons). El caso es que el "longbow" o arco largo, acabó para siempre con aquellos conceptos de caballería pesada al demostrar su inutilidad ante un buen armamento.

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(1) O, de ser lo suficientemente fuerte como para levantarse con ese peso, mal podía hacer nada en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con un infante armado con una maza.

(2) No porque lo fuera especialmente, sino porque estableció por escrito el protocolo para las ceremonias de la corte. En lo personal era un enano de metro y medio que usaba un yelmo de más de un palmo rematado en la figura de un dragón que estaba a la altura justa de los ojos de una persona normal o medio alta ¡Cosas del teatro cortesano! Podéis ver este yelmo en el Palacio de la Aljafería de Zaragoza.

(3) Una pena que no fuera masacrado allí mismo, porque terminó venciendo su guerra particular y, asesinando cobardemente a Pedro, subir al trono de Castilla para convertir la Historia de España de apasionante en aburrida con sus pasteleos con la nobleza y el clero que ya Pedro había logrado controlar.

sábado, 14 de febrero de 2015

FELIZ DÍA DE SAN VALENTÍN

Aunque sea un invento de El Corte Inglés, bendito invento que saca lo mejor de nosotros. Aquí está mi último soneto:

Sueño, porque soñar no está prohibido,
con ese amor feliz que está esperando
y es el Amor en sí quien me está dando
fuerzas para soñar sin ser rendido.

Sueño porque soñar tiene sentido
cuando el amor feliz me está rondando
y sé que para mí se está mostrando
en sueños sin mirar si estoy dormido.

Despierto y la razón no le molesta
al sueño que soñé que la sosiega
porque con él jamás me será impuesta.

Despierto y la certeza en la respuesta
es luz que alumbra todo y que no ciega
cuando el Amor así se manifiesta.