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jueves, 12 de abril de 2018

- EL SAMBENITO DE MARÍA MAGDALENA -


Desde que tengo recuerdos y algo de uso de razón, siempre había oído decir de María Magdalena que había sido prostituta hasta que, arrepentida, decide unirse al cortejo del Señor donde es aceptada sin reparos, como una muestra más de la magnanimidad de Jesús. Siempre lo tomé como un dicho de la ignorancia popular, hasta que, estudiando Historia me encontré con que tal creencia era general ya que desde el Renacimiento, sobre todo algo después del Concilio de Trento, se anima a los artistas a representar a la pobre chica en actitud de penitencia por sus pecados pasados. Se anima así a crear la leyenda de una pobre prostituta que no es admitida a compartir caminos, mesa y fatigas con Nuestro Señor hasta que expía sus pecados con una dura retirada penitencial al desierto y, a partir de ahí, la imaginación de nuestros antepasados se desata y se inventan las aventuras de la Magdalena penitente.

Señoras y señores. Es mentira. En la Sagrada Escritura no hay ni una palabra que ponga en entredicho el pasado de la pobre mujer. Sí se la cita por todos los Evangelistas quiénes, excepto San Mateo, nos explican que había sido curada por Jesús de una múltiple posesión demoníaca.



No obstante lo dicho, no hay que excluir la posibilidad de que una mujer algo ligera de cascos, aun sin formar parte del cortejo de Jesús era muy amiga suya. No me refiero a la Magdalena sino a María de Betania, la hermana de Lázaro que prefería quedarse sentada escuchando al Señor mientras su hermana Marta preparaba la comida y protestaba por la actitud de su hermana. En efecto: los cuatro evangelistas nos hablan de la unción en Betania, en casa de un fariseo llamado Simón, curado de la lepra por Jesús cuando invita al Salvador a comer con él y una mujer entra y unge al Señor con un carísimo ungüento de nardo que Judas Iscariote valora en unos trescientos denarios (Mt. 26:6,12 Mc. 14:3,8) San Lucas nos habla de esta mujer como pecadora (Lc. 7:38,50) y hace de su presencia un pretexto para un hermoso sermón con parábola incluida: “A quien se quiere más, se le perdona más”. Finalmente, San Juan nos la identifica como María, la hermana de Lázaro (Jn. 11:2) y, poco después, lo aclara más todavía (Jn. 12:3). Esta sospecha se acrecienta más, dado que el suceso tiene lugar en Betania, lugar de residencia de Lázaro y de sus dos hermanas.

Así que, ya saben. La pobre María Magdalena no hizo nada, que sepamos, para merecerse el sambenito de prostituta y servir luego de pretexto para que, a partir del Siglo de Oro, los artistas hicieran bellísimas pinturas y esculturas eróticas a su costa. Pero también tenemos elementos de juicio para, al menos, sospechar de la presencia en el entorno del Maestro de una mujer en esas circunstancias. Aunque no formara parte de su séquito habitual como la Magdalena.

Las referencias a María Magdalena son: Mt. 26:1, 27:56 y 27:61, Mc. 15:40, 15:47, 16:1 y 16:9, Lc. 24:10, Jn.19:24, 20:1 y 20:11,18. En ninguna se habla mal de ella ni se pone en entredicho su pasado.


sábado, 31 de marzo de 2018

- SEMANA SANTA DE SEVILLA ( y IX) -



- DOMINGO DE RESURRECCIÓN -

El entierro de Jesús se efectuó de noche, sin publicidad ni apenas testigos en la tumba sin estrenar que le cedió José de Arimatea. Por la proximidad de la Pascua no fue posible lavar ni embalsamar el cadáver como era la costumbre. La tumba fue sellada por el Sanedrín y Pilato permitió que colocaran una guardia en su puerta para evitar el robo del cuerpo y que los discípulos dijeran que había resucitado.

Pasó la Pascua; y muy de mañana, María Magdalena, María la madre de los hijos de Zebedeo y María Salomé fueron a la tumba llevando ungüentos para embalsamar a Jesús. No tuvieron que molestarse en mover la piedra porque la tumba estaba ya abierta y vacía con el sudario y el velo cuidadosamente recogido sobre la piedra y, sentado al lado, un joven vestido de blanco les dice que Jesús ha resucitado y que transmita a los discípulos que vayan a su encuentro en Galilea. Las mujeres huyen despavoridas ante la visión y callan hasta que, muy poco después, Jesús se aparece a María Magdalena. El resto es muy conocido hasta la Ascensión del Mesías a los Cielos.

Para finalizar, me fijo en las palabras de San Lucas me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos; para dar la libertad a los oprimidos.

Cautivos, ciegos, ¡libertad...! Palabras que en nuestro mundo actual tienen un significado muy especial porque para nosotros, gentes del siglo XXI, la Resurrección de
Jesús lleva un mensaje adicional que ahora veo cada vez más claro: Aquél que tenía todos los derechos se echó sobre sus propias espaldas todas las obligaciones. En nuestros tiempos, en los que ya hemos comprendido que la libertad es nuestro derecho más sagrado, tenemos que aplicarlo a nuestra vida diaria y asumir que nadie debe tener derechos sobre nadie y que todos debemos tomar como propias las obligaciones y necesidades del prójimo. Ha terminado la esclavitud entre nosotros: si Jesús nos ha liberado ¿quién será el insensato que se atreva a quitarnos esa libertad sagrada?

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Nadie pretenda imponer sus criterios caprichosos, que ya no hay amos ni esclavos sino cristianos dichosos. Se acabe la prepotencia, se acabe la tiranía, terminen los sinsabores, acabe la hipocresía, concluyan los malos tratos y la sucia villanía de cobardes insensatos que asesinan la alegría de sentirse Hijos de Dios.

Caminemos por la senda de la igualdad sin reparos y del respeto hacia todos. Nadie quiera prevalencia: no admito ningún tirano ni admito a los opresores; no admito la fuerza bruta ni admito a quien no valore el trabajo que, por ellos, realizan sus servidores; el que corta iniciativas; quien se rinde ante los celos; quien envidia facultades y desea mal por ello. No admito a quien quiera ser el primero en el reparto; no admito a aquel que se encumbra sin méritos y trepando sobre mentiras sociales y sobre prestigios falsos. Que Dios confunda a los malos y que no oculten sus rostros. Que ya no hay amos ni esclavos, que no hay dueños ni señores; sólo siervos de un Amor que nuestras almas redime y nuestras vidas trasciende: el Amor de los Amores.

Que no venga ningún necio con burdas imposiciones ni cobardes tradiciones de obediencias ancestrales, orígenes de los males de una humanidad esclava que ni decide ni piensa. La libertad, esa intensa llama que Dios nos ha dado; ese Dios que se ha inmolado para darnos esa inmensa sensación de ser amados. Sin dejar de ser un Hombre, nos ha enseñado el camino de la Libertad sagrada; puedo elegir mi destino al ser la criatura amada de quien nos da regalada la chispa de lo Divino: la Libertad deseada.

Gustosamente aceptamos las normas de convivencia, pero también repudiamos que fuercen nuestras conciencias -creyendo ser nuestros amos- quiénes con más diligencia por ser quienes más amamos, nos imponen exigencias abusando que les damos nuestras vidas y vivencias. Que nadie abuse de nadie ni le imponga sus criterios; que sólo el amor decida, que se destierre el desprecio. Que nunca habite en mi casa ni duerma bajo mi techo quien quiera tener esclavos, hasta que no rectifique y pida perdón por ello y pueda ser admitido a calentarse en el fuego que sólo Dios ilumina. Que sólo Dios es mi Dueño.

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¿Entienden ahora por qué la Semana Santa es una fiesta para Sevilla?

Ya termino: Domingo de Resurrección, La Virgen de la Aurora volverá a la iglesia de Santa Marina. Allí estará expuesta a nuestra veneración en una capilla cuyo techo, para quien sepa interpretarlo, también refleja una reconciliación humana. Pero esa es otra historia.

- SEMANA SANTA DE SEVILLA (VIII) -



- SÁBADO SANTO -

Sevilla es barroca, no lo olvidemos. Y el arte barroco, entre otras cosas, se caracteriza por la exaltación de hasta el más mínimo detalle y por no darle ninguna oportunidad al vacío. Se puede decir que es una representación teatral llevada al límite que fue creada y alentada para ilustrar con toda su fuerza a las personas que, por cualquier circunstancia, no tuvieran acceso a la lectura de los textos sagrados. Por algo nos acusan de exagerados y creo que, a veces, con toda la razón. Pero dejemos aquí esa procesión de procesiones que es el Santo Entierro, en la que participan representaciones de todas las demás hermandades de Sevilla más autoridades civiles, militares y de fuerzas de seguridad en un vistoso cortejo muy del gusto nuestro y para escándalo de extraños y que, para colmo, llevan sobre uno de sus pasos a una imagen de la Muerte cabizbaja y sentada sobre el mundo en actitud pensativa porque sabe que ha fracasado en su aparente triunfo. Pero no nos olvidemos de nuestro objetivo principal. Todos ustedes saben que no estoy aquí para exaltar la belleza de los pasos de tal o cual Hermandad, sino para hablar de nuestra Semana Santa y en ello sigo.

Pocos se plantean qué significa esta aparente calma del Sábado Santo. Parece como si Jesús se hubiera quedado en su tumba prestada y allí descansa y nada más. Creo que no podemos estar más equivocados si pensamos así. Ahora, si me lo permiten, dejo por un momento al Evangelista que nos ha hecho de guía y tomo prestadas las palabras que el Príncipe de los Apóstoles nos dejó en el capítulo tercero de su primera Epístola. Dice así sobre este día:

Pues también Cristo, para llevarnos a Dios, murió una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, muerto en la carne, vivificado en el espíritu. En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados

Añadiendo en el capítulo cuarto que:

Por eso hasta a los muertos se ha anunciado la Buena Nueva

Van cobrando sentido las palabras del Credo de Nicea en las que se nos dice que, tras su muerte, Jesús descendió a los infiernos. No sabemos si en el sentido que ahora le damos a la palabra maldita o en el que tenía cuando ese Concilio de Nicea que sólo se refería al “ínferos” o zonas inferiores pero, en cualquier caso, de esas frases se deduce que el Maestro no se quedó descansando tranquilo hasta la hora de su Resurrección.

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El triunfo del enemigo en derrota se ha tornado: ha muerto el Hijo del Hombre por insidias del Malvado. Mas esa muerte se ha vuelto en victoria que ha logrado un Hombre-Dios que su carne ha dado por los pecados de una humanidad caída; del Hombre ya desahuciado.

En el Reino de la Muerte, el Hombre-Dios se ha encontrado. Viene también como un Muerto, pero un Muerto señalado para sacar a los muertos de la muerte del pasado. El Enemigo se aterra con su poder fracasado: Caído en su propia trampa, la muerte lo ha derrotado. La muerte del Hombre-Dios, que siendo Dios es Humano.

Vencido su poderío, adora al Recién Llegado. Hace poco pretendía por su Dios ser adorado, cuando en figura de hombre el Hombre-Dios fue tentado para que, sin sufrimientos, fuera por siempre alabado como Rey de un pobre Mundo; pero no un Mundo salvado, sino esclavo de poderes que de Dios fueran extraños.

Hace tiempo el Enemigo, cuando el hombre fue creado, cegado por la soberbia, contra Dios se ha rebelado negándose a respetar lo que Dios hubo creado, que a los ángeles iguala y del polvo ha levantado. Un Príncipe, como era, tiene que ser respetado y será Dios el primero en respetar lo pactado. El mundo quedó en sus manos y se sintió abandonado aquel hombre desvalido que su Dios había expulsado de una tierra de delicias, condenándolo al trabajo y a sufrir las intemperies y a comenzar desde abajo. El Enemigo, contento: Sangre y sudor sin descanso atenazaban al hombre, aquel hombre tan odiado por ser obra de aquel Dios donde se ve reflejado. Pero Dios, al expulsarlo, promete a aquel desgraciado que algún día la serpiente que lo había traicionado se quedará sin poder por obra de un Ser Humano.

Para Dios nada es el Tiempo, ya que es obra de sus manos. Infinitas recaídas dan razón al Adversario quien, como dueño del mundo, siembra traiciones y engaños a sabiendas que algún día su poder habrá acabado. Mientras tanto, se gloría en humillar al humano: Muerte, destrucción y miedo, sangre, lágrimas: esclavos. Así cobra su tributo quien a Dios ha traicionado vengándose en la figura que el propio Dios ha formado para ser su semejanza y que él tiene esclavizado. Cree ser dios y demuestra que su poder es malvado aplastando a la semblanza de su Dios que ve lejano.

Mas recibe la visita de un pobre Crucificado que demuestra ser quien Es sin dejar de ser Humano. Siente el poder de su Dios y se arrodilla a adorarlo ¿Qué más le puede ofrecer? ¡No ha podido sobornarlo! ¿Qué puede ofrecer ahora al Dios que lo ha derrotado? Tiemblan las puertas cerradas ante aquel Recién Llegado quien pasea por su reino como Señor que ha ganado una guerra muy antigua, sin dejar de ser Humano. ¿Qué puede ofrecerle a un Hombre que no viene encadenado? Vencido por su Poder, el Enemigo humillado tiene que reconocer que aquel Hombre tan odiado es muy superior a él y como Dios se ha mostrado. Y como Dios ha venido sin dejar de ser Humano para ser reconocido y para ser adorado.











viernes, 30 de marzo de 2018

- SEMANA SANTA DE SEVILLA (VII) -



- VIERNES SANTO  (TARDE) -

Por aquellos tiempos, Israel no era más que una minúscula nación ocupada por Roma y sin más valor para el Imperio que ser encrucijada de caminos. Por tanto, su administración dependía del gobernador romano de la provincia de Siria quien, a su vez, designaba algún ayudante o procurador para administrar los lugares más alejados de su provincia. Tan poco importante era Israel para Roma que ni siquiera podía imponer penas de muerte a sus propios reos, ya que el Imperio los consideraba unos salvajes incapaces de gobernarse a sí mismos. Pilato, en calidad de procurador, ya había sufrido una rebelión años antes de aquellos fanáticos; rebelión que reprimió con una dureza superior a la acostumbrada y que estuvo a punto de costarle su bien remunerado cargo. No nos extrañemos, pues, si estaba predispuesto a conceder algún favor a los judíos a cambio de que lo dejaran en paz.

Así las cosas, aquella mañana muy temprano se presenta en su casa una turba furiosa que lleva a Jesús maniatado y exigiendo que ordene su muerte por blasfemo. A Pilato aquella exigencia le pareció exagerada de acuerdo con las pruebas que le presentan los judíos y decide interrogar personalmente al Reo. Jesús sólo contesta a la pregunta de si era el llamado Rey de los Judíos con un lacónico: “Tú lo dices” callando al resto de las preguntas del Procurador quien no encuentra en Él motivo alguno de reproche. Para colmo su mujer, Gala, se presenta ante el tribunal porque ha tenido un sueño premonitorio que no presagiaba nada bueno y suplica a su marido que no le haga daño. Pero el pueblo se arremolinaba y Pilato sabía cómo se las gastaban aquellos fanáticos. Aparta a Jesús de allí y los soldados se lo llevan para atormentarlo con burlas y escupitajos culminando su siniestra burla coronándolo de espinas.

Intenta el Procurador salvar a Jesús haciendo que el pueblo elija entre Él y un malhechor llamado Barrabás, según costumbre de la Pascua que permitía liberar un reo de muerte. Pero el pueblo es inflexible exigiendo su muerte. Pilato lleva al extremo su maniobra y ordena azotar a Jesús a ver si el pueblo se apiadaba de Él. El Reo es atado a una columna y, de acuerdo con las marcas que han quedado en la Sábana Santa, sabemos que los soldados se emplearon a fondo. Así, en esas lamentables condiciones, presenta a Jesús sangrando y medio despellejado a la vista de todos y el grito es unánime: “Crucifícalo”. Pilato hace traer agua y se lava las manos ante todos indicando que es inocente de la sangre de Jesús y el pueblo lanza otro grito tanto o más aterrador: “Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos

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Y se dicta la sentencia: muerte de espantoso nombre; muerte propia de asesinos, ladrones y malhechores. La muerte de los esclavos, lenta y expuesta a miradas como un ejemplo siniestro para tener aterrada la población sometida a una Roma detestada
por ser poderosa y fuerte, porque puede dar la muerte a la gente desgraciada.

Carga con su cruz el Reo caminando vacilante bajo el peso del madero. Aquel cuerpo tan sangrante se cae por el camino tres veces; no puede más. Al final, el de Cirene carga su madero a cuestas y el Reo llega al lugar -Monte de las Calaveras- donde serán taladradas sus muñecas y clavadas al madero que ha llevado, para después ser izado y ser clavados sus pies a otro madero dispuesto como poste de tormento. Así fue crucificado.

A sus pies, su Madre llora y su primo la conforta. Cae el sol, y entre dos luces expira el Crucificado. Ha vencido el Enemigo ¿Ha vencido o fracasado? Cuando tocaba su triunfo en derrota se le vuelve: Ha muerto el Hijo de Dios -¡se creía victorioso!- y ha sentido en carne propia el sabor de la derrota, mas ¿quién es el derrotado? Dejó dispuesto Moisés que la sangre del cordero marcara todas las puertas en sus jambas y dinteles; pero una cruz es abierta y no una puerta cerrada. La sangre de este Cordero lava todos los rincones haciendo que el Enemigo se retire avergonzado ante tanta Majestad. ¡Y él lo había despreciado! Es víspera de la Pascua y hasta el cielo se ha nublado y hasta la tierra tembló y los sepulcros se abrieron.

Manda la ley de Moisés que el cordero sea inmolado a la hora en que las luces y las sombras se han mezclado. Así fue con el Cordero que el mismo Dios ha enviado
para librar a este mundo del yugo de sus pecados. En el Templo se rasgó el velo más sacrosanto para quedar a la vista sus rincones más sagrados. Su sangre regó la tierra en el lugar señalado donde nuestro padre Adán fuera una vez enterrado, mezclando sangre inocente con cenizas del pasado. Así lavó nuestras culpas: dejamos de ser esclavos. Un catorce de Nisán en el que fuimos salvados.

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Varones piadosos reclaman los restos del divino Reo que estaba clavado. Un pobre cadáver tan martirizado, muerto entre ladrones, símbolos funestos que al aire y las aves estaban expuestos: Tres pobres despojos. El Reo es bajado; manos amorosas lo han amortajado sin temor a insultos, burlas y denuestos.

Muerto entre los muertos, es depositado en sepulcro nuevo. La piedra lo sella, el llanto no cesa; la noche ha cerrado con nubes el cielo. Tan sólo destella la pena y el llanto: dolor soterrado ¡Ay noche sin nada, dolor que atropella!

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Ni siquiera el cansancio del llanto puede darle a la Madre el consuelo del descanso y el sueño; su duelo más que duelo es horror ante tanto infernal resultado; y el espanto ante un Hijo llegado del Cielo y ahora muerto y envuelto en un velo como única túnica y manto.

El horror, soledad y agonía atenazan un alma sublime, inocente y sencilla: María. El dolor en su rostro le imprime ese gesto de Amor que veía en el Hijo que amando redime.
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Se acaban las procesiones de este largo día en Sevilla. La gente se retira a descansar y, algunos, a meditar en lo que han visto, oído y sentido. Porque este derroche de arte y sentimientos no deja indiferente a nadie. Algunos no habrán entendido nada, pero se han dejado llevar del entusiasmo colectivo que quizá se vuelva en rabia contra sí mismos cuando se recuperen del éxtasis y traten de volcarla después sobre los demás tachándonos de supersticiosos. Pero, para la gran Sevilla, comienza el tiempo de jubilosa esperanza porque nuestra Semana Santa aun no ha terminado ni mucho menos. Muchos, propios y extraños, harán el equipaje para salir mañana. Los extranjeros porque es viernes y el lunes tendrán que estar en su trabajo en algún país más o menos lejano; los forasteros dependen sólo de los caprichos del calendario laboral de su comunidad autónoma y se irán o no mañana. Finalmente, los sevillanos modernos que no se fijan en lo más importante, se irán a la playa. Mejor para nosotros que nos quedamos a ver y, sobre todo, sentir lo mejor de la Semana Santa. Porque en dos días se mostrará a las claras el motivo de que nuestra Semana Mayor sea una fiesta.


- SEMANA SANTA DE SEVILLA (VI) -



- VIERNES SANTO (MADRUGADA) -

Pasos en las calles de Sevilla sin solución de continuidad con la tarde del Jueves. Ya es catorce de Nisán y el sacrificio debe ofrecerse como dijeron los Profetas. Jesús vela y ora en el olivar de Getsemaní mientras sus discípulos duermen. En una de las veces que va a verlos y los encuentra dormidos, Pedro le dice que nunca lo abandonará y Jesús le responde que antes de que cante el gallo lo habrá negado tres veces. Por fin, ante sus soñolientos discípulos se desencadena la tragedia.

¡Levantaos! ¡vamos! Mirad que el que me va a entregar está cerca. - Le da tiempo a decir a Jesús inmediatamente antes que Judas se presente con un grupo de hombres armados delatando al Maestro con un beso.

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Besa Judas a Jesús en un gesto de amistad. No cabe mayor traición, bajeza y deslealtad en aquella delación encubierta de bondad. No son tropas regulares quienes van por el Maestro sino simples malhechores pagados por el siniestro sanedrín de servidores de un poder sucio que espera que Roma le recompense su bajeza tan rastrera. Odian por todos sus poros a Quién ha dicho verdades que ponen de manifiesto que sólo son delincuentes y no los dignos sirvientes del Dios que dicen ser siervos.

Los ánimos se caldean. Los doce no van inermes y una espada bien blandida por una mano enojada, corta allí mismo la oreja de un sayón que no esperaba tan audaz recibimiento. Reprende al suyo Jesús; le manda guardar su espada curando al desorejado sin ningún resentimiento. Los discípulos se marchan rendidos a la evidencia y Él se deja secuestrar por la turba sucia y necia.

Aun queda madrugada; aun queda mucha espera, pero la suerte está echada y los suyos se dispersan menos Pedro que lo sigue de lejos y sin ser visto por no levantar sospechas.

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Van a casa de Caifás, uno de los dos pontífices que se turnaban en el cargo por aquellos tiempos. Allí se reúnen con sacerdotes y ancianos que buscaban testigos para incriminar a Jesús mientras Pedro se queda en el patio con la servidumbre en espera de acontecimientos. Los siervos de Caifás reconocen a Pedro como compañero del Maestro y su acento galileo acrecienta sus sospechas, pero Pedro niega por dos veces tener nada con el Reo.

Dentro de la casa, al no hallar ninguna prueba ni testimonio sólido contra Jesús, Caifás se levanta y lo conmina a declarar de forma imposible de esquivar: Te conjuro por Dios vivo: di si eres tú el Mesías, el Hijo de Dios A lo que Jesús responde con serenidad: Tú lo has dicho. Y yo os digo que un día veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo

El hipócrita pontífice rasgó sus vestiduras llamándose a escándalo ante la blasfemia y todos los presentes se lanzaron sobre Jesús a pegarle y escupirle. Mientras tanto, en el patio, Pedro sigue importunado por los sirvientes y, acosado de nuevo, niega a su Maestro por tercera vez. La noche estaba dejando paso al alba; el resplandor del amanecer de aquel catorce de Nisán comenzaba a dejarse ver y el gallo, para vergüenza de Pedro, anunció la llegada del día y Jesús, según las leyes judías, ya era reo de muerte.

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Amanecer del día señalado. El Mal nunca se duerme y vive alerta.

La víspera de Pascua se despierta en un Jerusalén que se ha olvidado de aquella profecía del pasado que deja Dios al hombre siempre abierta la salvación que pasa por la puerta de aquello que Jesús nos ha mostrado.

Amanecer de un sol que dará un día de infamia de matar un inocente y salvación de quien tenga por guía al Cordero de Dios que va paciente al sacrificio atroz que ya se había impuesto por condena de su gente.

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A esa hora, en Sevilla, la Macarena se desvía de la calle Feria para entrar por Relator y, justo allí, recibe de frente en su cara los primeros rayos de sol.









jueves, 29 de marzo de 2018

- SEMANA SANTA DE SEVILLA (V) -




- JUEVES SANTO -

Estamos en Sevilla y este día va a ser largo, muy largo porque unirá la tarde con la madrugada del Viernes; no obstante trataremos de separar ambos días aunque los acontecimientos, tanto en la Sevilla de hoy como en la Jerusalén de entonces, se sucedieron sin apenas una pausa hasta el aparente final. Jueves Santo, trece del mes de Nisán en el calendario judío, antevíspera de la Pascua.

Con el alba sale Jesús de Betania camino de Jerusalén. Da instrucciones a sus discípulos para encontrar la casa en la que iban a celebrar la Pascua y hacia allá se adelantan algunos a cumplir el encargo de su Maestro y tenerlo todo preparado para la cena. No sabemos lo que hizo en Jerusalén esa mañana porque los evangelistas no lo han contado y yo no soy quién para hablar de cosas que desconozco. Lo que sí sabemos es que en aquella época, quizá por la influencia romana, se empezaba la cena a media tarde; más o menos a la hora en que en estos tiempos se celebra en las iglesias la misa “In coena Domini”; o sea, con la luz del día en pleno ocaso. En consecuencia, Jesús y sus discípulos se reúnen en el lugar y hora indicados. Allí, antes de empezar, lava los pies de sus discípulos ante el escándalo de Pedro y la severa llamada al orden del Maestro.

Comienza la Cena. En su transcurso anuncia que uno de ellos lo traicionará y el mismo traidor se delata. Ante ello, Jesús dice que esa traición asegura el cumplimiento de las Escrituras pero anuncia un terrible destino para el traidor. Después viene el momento de la fracción del pan y sus reparto a los discípulos mientras el Mesías -ahora sí: el Mesías- declara que en ese pan comen su cuerpo y en la copa que luego comparten beben su sangre. En definitiva, se hacen dignos y participan de esa “Unión Común” esa “Comunión” en un solo cuerpo. Pedro le promete que no lo abandonará y Jesús, serenamente, le dice que esta misma noche lo negará tres veces. Después, cantados los himnos de la Pascua, todos se dirigen a la propiedad de olivar llamada de Getsemaní. Judas se aparta de ellos ya de noche. Va a consumar su traición. Jesús se retira a orar en solitario y sus discípulos se echan a dormir. Vuelve Jesús dos veces más a donde todos estaban y les recrimina que no sean capaces de orar con Él una hora. Finalmente les da una clave: Velad y orad para no caer en la tentación. Ha llegado la media noche y con ella el Viernes Santo.

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A su estilo, Sevilla también vela y queda en oración; la noche es larga y su vela, sin ser ninguna carga es vela de oración que la desvela.

Vela y ora Sevilla; y así vuela su vela y su oración, porque la embarga saber que tanto sufrimiento no la amarga ya que el triunfo en Sevilla se revela.

Con sus cosas, su estilo, sus matices, la Pasión del Señor se hace poema sin que puedan audaces aprendices que no lleven Sevilla como lema emular ni acercarse a las raíces de la noche que Dios hace suprema.


miércoles, 28 de marzo de 2018

- SEMANA SANTA DE SEVILLA (IV) -



- MIÉRCOLES SANTO -

Hemos llegado a la víspera de los días más grandes del año. Jesús y su pequeña comitiva vuelven a Jerusalén muy de mañana. Se aparta Judas con cualquier pretexto al llegar al Templo y se entrevista con los sacerdotes para ajustar el precio de su traición. Mil años antes, treinta medidas de plata pagó Abraham por la tierra donde enterró a Sara; tres generaciones después, treinta medidas de plata pagaron a Rubén los mercaderes de esclavos por su hermano José, el soñador; hoy, treinta monedas de plata pagaron los sacerdotes a Judas por la entrega de Jesús haciendo posible el cumplimiento de las profecías. La Pascua ya estaba cerca y era el día de comprar el cordero del sacrificio para, en cumplimiento de la ley de Moisés, tenerlo un día más en observación a fin de descubrir en él algún posible defecto; porque el cordero no podía tener ninguna tara ni imperfección para ser digno de la cena pascual.

Cobró su dinero el traidor que hizo posible la Redención. Muy lejos estaba de saber hasta qué punto era también él uno de los protagonistas del mayor acontecimiento ocurrido en el mundo desde la aparición del ser humano. Con el dinero en la bolsa se incorpora de nuevo al grupo y nada hace sospechar el crimen recién cometido. Jesús, en el Templo, dicta sus últimas enseñanzas antes de regresar por última vez a Betania.

Atardecía. Jesús y con sus discípulos cenan en casa de Simón el leproso. Como de costumbre, apenas si le dejaban cenar acosándolo a preguntas. Aquella noche revela que en dos días llega la Pascua y, coincidiendo con ella, será crucificado. Allí mismo también revela que ya ha sido vendido para ser entregado a los sacerdotes y escribas. También tiene lugar allí el episodio entrañable de la mujer que derrama sobre su cabeza y sus pies un carísimo perfume y se los seca con sus cabellos. Algunos discípulos se horrorizan por el derroche expresando que con el dinero que costaba aquel dispendio se podrían socorrer a muchos pobres. Jesús les reprende y les ordena que la dejen hacer porque a los pobres siempre los van a tener a su lado, mientras que a Él apenas le quedaba tiempo.

Sevilla contiene la respiración porque sabe que el final de la vida mortal de Jesús se aproxima. Como estaba escrito, el Cordero deberá ser inmolado en la Pascua Judía en recuerdo de aquella última noche que pasó el pueblo elegido en la esclavitud de Egipto.

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Sigue su curso el tiempo; no se para. La promesa de Dios ha de cumplirse y para lo mortal ha de vivirse en la espera del bien que se prepara.

En esa fe; la fe que nos ampara que más que fe es certeza de sentirse que una vez más el Bien va a convertirse en la Verdad de Dios que Dios declara.

Miércoles, ya avanzada la semana y a punto el sacrificio del Cordero que ha de pagar por esta raza humana que Dios, el mismo Dios; el Verdadero nos va a enseñar la Vida que se gana con sólo ser humano y ser sincero.

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Sólo eso: ser humano y ser sincero ¿Es pedir demasiado? El Señor no hace trampas en su propio juego. Desde la Creación lo pretendió el Enemigo y ha tenido secuestrada a la Humanidad hasta la llegada de Jesús al mundo. A punto estamos de celebrar la liberación de todo aquel que la desee. Aun queda una lenta y dolorosa agonía porque Jesús decidió cargar con todas nuestras culpas. Pero antes debe Jesús despedirse con elegancia. Y, una vez más, Sevilla también lo sabe.

Miércoles Santo. Ecuador de la Semana. Ha llegado el momento de hacer callar al mal poeta y dejar paso por a la mente analítica, fría y aséptica en lo posible, de esta mezcla difusa de Ingeniero, Historiador e Informático. Cientos o miles de textos; unos directamente traducidos por este aficionado y otros cuya traducción dejé en manos de sabios que nos precedieron. Cientos o miles de textos sometidos a análisis críticos sin piedad ni misericordia. Cientos o miles de textos con más o menos fiabilidad. Y cientos o miles de textos que sólo diferían en lo anecdótico y en detalles más o menos superficiales. Porque la esencia siempre era la misma: Dios encarnado, nacido de mujer, muerto y resucitado por nosotros ¿Cuáles son los planes de Dios? Que cada uno responda en su conciencia. Ahora, si me lo permiten, seguiré con mi tosca literatura y mis torpes interpretaciones. Ya les advertí desde el primer momento que no iban a tener un pregón al uso sino nada más que una exaltación de la Semana Santa.

Desde antes del principio existía Dios. Pero Dios no puede existir sin manifestarse, por lo que se manifiesta de alguna forma; esa manifestación es lo que los antiguos llamaron el Logos o la Palabra, resultando que la Palabra es también Dios puesto que de Él emana sin ser creado. Dios y su Palabra se reconocen en su unidad divina y ese reconocimiento es también Dios puesto que es el Espíritu que procede del Logos y de Quien lo engendra. Espíritu de Dios que nadie sabe de dónde viene ni a dónde va pero, que al ser Dios, es igualmente adorado al inspirarnos a todos parte de Sí mismo. Tremendo misterio el de la Trinidad en cuya interpretación discurrieron en vano desde autores muy anteriores al Cristianismo, como Platón, hasta los Padres de la Iglesia. Pero sigamos porque debemos seguir hablando de la Semana Santa.


martes, 27 de marzo de 2018

- SEMANA SANTA DE SEVILLA (III) -



- MARTES SANTO -

No es rara la elección de Betania para pasar la noche. Jesús tiene allí a su amigo Lázaro, las dos hermanas de éste y hasta donde sabemos, su amigo Simón llamado el leproso porque padeció esa terrible enfermedad hasta que el mismo Jesús lo sanó y que muy posiblemente fuera su anfitrión cuando llegaba a la aldea. Los días anteriores se alojaba en Betania y salía poco antes de amanecer para Jerusalén. Por la tarde volvía a su alojamiento para pasar la noche.

Aquel Martes fue tanto o más ajetreado que el día anterior. Se notaba la prisa del Maestro. En el Templo se explaya contra escribas, fariseos y sacerdotes llamándoles de hipócritas para arriba y vaticinando contra ellos los peores males al volvérseles en contra todas sus trapacerías montadas para mantener su estatus de privilegio. Habla de la ruina de Jerusalén y de las tribulaciones que llegarían al fin de los tiempos poco antes de instaurarse su Reino en la Tierra; si bien, Mateo mezcla ambos discursos haciéndolos imposibles de distinguir. A la vuelta a Betania y acompañado sólo por los discípulos habla para ellos: explica sus últimas parábolas y vuelve a insistir en el fin de los tiempos y en la gran tribulación que sobrevendría entonces; sólo que, ante ellos introduce el matiz que esos tiempos de males serían acortados por piedad hacia los justos.

En Sevilla, bajo la capa de la fiesta y el derroche de arte puesto en la calle en esos pasos de caminar tan característico de los costaleros, toda la ciudad está alerta. Son días en espera del desenlace que tan bien conocemos y sobre el que meditamos todo el año. La ciudad no se cansa y no para. Desde el Domingo de Ramos las mañanas y una pequeña parte de unas noches que se van acortando, no son más que preparaciones para la siguiente jornada y este Martes no será una excepción ni defraudará a propios y extraños. Como todos los días se suceden los desfiles de las cofradías con el orden habitual sorprendiendo de nuevo al foráneo con la tradicional cortesía de la petición de venia al Ayuntamiento en el palquillo de la Campana para realizar el paso por la Carrera Oficial hasta llegar a la Catedral en la que todas, sin excepción, harán estación de penitencia antes de regresar a sus templos. En unas desfilan nazarenos de capa con los cirios portados horizontalmente en el interior de las filas; en otras nazarenos de túnica, quienes llevan un ancho cinturón de esparto sobre el que apoyan sus cirios que también inclinan hacia el interior de las dos filas para que la cera derramada no moleste a la multitud de espectadores. Para colmo, este Martes Santo tendremos la novedad a modo de ensayo, de hacer los desfiles procesionales por recorridos libres hasta la Catedral, para después seguir el paso ordenado por la carrera oficial. Personalmente me parece una buena idea porque así no tienen las hermandades que esperarse unas a otras en la calle con los consiguientes retrasos que también obligan a ciertos cambios en el protocolo.

Porque esa es otra. En un día como el Martes Santo pueden estar en la calle unos diez mil cofrades entre nazarenos, costaleros, auxiliares y músicos. Pues bien; eso no es nada para los cientos de miles de personas que se agolpan a lo largo de los recorridos penitenciales. No me atrevo a dar una cifra porque, aunque el casco histórico de Sevilla sea uno de los mayores de Europa, por esas calles no cabe un alfiler. Los sevillanos tenemos fama de ser exagerados pero en esto no exageramos, como decimos aquí “ni mijita


El Señor tiene prisa; ya se acaba su tiempo de mortal por esta tierra. Aconseja, predica y nunca yerra y con su Vida aquí a Dios alaba.

No nos pierde el respeto, no recaba su condición de Dios y no se aferra a privilegio alguno; ni se encierra en esa condición en la que estaba.

Porque el Señor es Dios no necesita hacer valer derechos inventados; ya que todo lo da y a nadie quita.

Es el Dios Redentor; por Él borrados estigmas de una raza ayer maldita de seres que por Él son rescatados.

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Vuelve a Betania y cena en casa de su amigo Simón el leproso. Ya sabe que será traicionado, vendido, apresado, torturado y muerto en la mayor ignominia. Así se lo explica a sus discípulos y a todos los presentes en la cena y también les hace saber que será en cumplimiento de las Escrituras. Intuyen los discípulos de Jesús que ese Reino que imaginaban no tiene nada que ver con el que su Maestro les está preparando ni que se levantará en armas para liberar a Israel del yugo de Roma. De hecho, ayer mismo explicó públicamente que hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, deslindando a la perfección los límites de los reinos de la tierra de lo que es su propio Reino. Ni ayer ni hoy ha caído en trampa alguna por muy sofisticada que fuera. Pero sabe cuál es el final aparente a los ojos de los mortales, como también sabe que va a triunfar.

Sevilla también lo sabe.

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Y al saberlo Sevilla se prepara corriendo a ver el triunfo del Maestro. Meditación y Amor: todo lo nuestro que Dios, el Dios de vivos nos depara.

El tiempo sigue andando y no se para ni Sevilla se para en lo siniestro y espera el Gran Final de este secuestro viendo que el horizonte se le aclara.

Por fin el ser humano liberado por otro Ser Humano que es divino, nacido de mujer y aquí encarnado.

Por fin sabemos bien a lo que vino el Hijo prometido y deseado, mostrando en su vivir nuestro camino.

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lunes, 26 de marzo de 2018

- SEMANA SANTA DE SEVILLA (II) -



- LUNES SANTO -

La rutina sigue y llega el Lunes Santo. De nuevo la gente se lanza a la calle a ver la explosión artística del día. Razones no le faltan para seguir celebrando la gran Fiesta. Ayer desfilaron muchos miles de sevillanos y foráneos bajo sus túnicas acompañando a sus sagradas imágenes en su camino de ida y vuelta a la Catedral. Hoy no puede ser menos y otros tantos miles, si no más, esperan con ansia que se abran las puertas de sus templos para hacer lo mismo que se hizo ayer. No es un día especialmente grande pero sí es grande la devoción que mueve a tantas personas a aguantar muchas horas bajo su capirote y antifaz el recorrido que les espera. Valdrá la pena. Muchos van descalzos por alguna promesa. Otros muchos acompañan a sus imágenes sin capirote que les sostenga el antifaz y cargados con una cruz con la que harán todo el recorrido; son los llamados penitentes aunque, en realidad, penitentes son todos los que forman el cortejo bajo sus túnicas con sus caras cubiertas y, en la mayoría de los casos, también sus manos enguantadas para no ser reconocidos porque la penitencia es anónima: “Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda” dijo Jesús y eso se lleva a rajatabla en las hermandades de Sevilla.

Ayer, tras la entrada triunfal en Jerusalén, no quiso Jesús pasar allí la noche y se fue a Betania, donde tenía amigos. Temprano volvió a la capital y se fue a predicar en el Templo pero se encontró con el atrio lleno de mercaderes y tuvo lugar uno de los pocos, por no decir el único, episodio de violencia que protagonizó en toda su vida. Indignado, echó de allí a aquellos rateros que se atrevían a sacar provecho de los fieles que iban a orar quizá por primera y única vez en su vida al lugar más sagrado de la tierra. Es aquí donde su Palabra es más explícita definiendo su propia divinidad cuando dice: “¿No está escrito: “Mi casa será casa de oración para todos los pueblos”? Vosotros en cambio la habéis convertido en cueva de bandidos”. Fijémonos que habla de su casa y no de la casa de ningún otro dios.

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Porque Dios sólo es Dios y es suficiente; porque en Dios todo empieza y se termina menos Dios, porque Dios nos encamina al lugar donde Dios se hace presente.

No pensemos que Dios se muestra ausente ni creamos que Dios nos examina, porque Dios ni extorsiona ni conmina ni tampoco es un Dios indiferente.

Dios es Padre, pues Dios nos ha creado y Dios mismo nos deja el albedrío de elegir ser de Dios o dar de lado a este Dios que es de todos y que es mío. Y aun creyendo que Dios me ha abandonado sigue Dios rellenando ese vacío.

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¿Con qué autoridad haces esto? Le preguntan los sacerdotes al entrar a orar y predicar en el Templo ese Lunes. Buena pregunta para hacerla en esta Sevilla y que unos días después se va a responder por sí sola. Jesús se niega a responderles y les dice claramente que no va a revelar la fuente de su Autoridad, con lo que los sacerdotes se enfurecen más aun contra Él. Para colmo se pone a enseñar ante ellos y, casi sin venir a cuento, les dice: “Os digo de verdad: los publicanos y las prostitutas van delante de vosotros hacia el reino de Dios. Pues vino Juan a vosotros por el camino de la justicia pero no lo creísteis; en cambio, los publicanos y las prostitutas lo creyeron; y vosotros, aun viéndolo, ni siquiera os arrepentisteis luego de modo que lo creyerais

El Mesías sabe muy bien que le queda muy poco tiempo de vida terrenal y no se molesta en esconderse sino, muy al contrario, provoca al enemigo. Proféticamente explica la parábola del asesinato de los servidores que envía el amo a sus tierras y que culmina con el asesinato de su propio hijo. Luego se dirige de nuevo a los sacerdotes y les dice delante de todos que “Por esto os digo: se os quitará el reino de Dios y se dará a gente que produzca los frutos del Reino. Y el que caiga sobre esta piedra se hará trizas, y sobre el que ella caiga lo triturará” Terribles palabras que no se atreven a responder porque saben que el pueblo apoya a Jesús. Agachan la cabeza pero no por humildad sino por miedo. Sienten terror ante tal cantidad de verdades soltadas en sus mismas caras.

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Sevilla sigue atenta y esperando; sabe que está muy cerca el desenlace de una Vida en la Tierra que nos hace saber muy bien los pasos que está dando.

No se esconde el Señor; sigue enseñando y no hay pregunta dura que rechace: Habla de todo aquello que le place sabiendo que el final se está acercando.

Sevilla también sabe de finales que no son los finales que aparentan a la vista común de los mortales.

La Pascua está llegando y se impacientan aquellos poderosos terrenales ante las maravillas que les cuentan.

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Aun es lunes, Lunes Santo. Tiene que enseñar y predicar; esta vez sin esconderse lo más mínimo. Es un día de una gran riqueza pedagógica en el que su Sabiduría es puesta a prueba sin hallar ningún resquicio de titubeo. Jesús está seguro y revestido de toda su autoridad. Escribas, fariseos y sacerdotes le envían emisarios para hacerle caer en respuestas que lo desacrediten ante el pueblo. Una y otra vez las responde como sólo puede hacerlo el Hijo de Dios hecho Hombre. Abandonado el temor se crece en sus enseñanzas y tiene un Lunes Santo muy fatigoso. De nuevo, de acuerdo a su costumbre, al atardecer se marcha a la cercana Betania a pasar la noche en casa de alguno de sus amigos.


domingo, 25 de marzo de 2018

- SEMANA SANTA DE SEVILLA (I) -


- DOMINGO DE RAMOS -

Sevilla, Semana Santa. No voy a decir lo que se conmemora sino cómo se conmemora y cómo se siente a nivel popular. Aunque haya sus prolegómenos por ese afán tan sevillano de celebrar un culto público a nuestras imágenes sagradas de las que, con justicia, estamos todos tan orgullosos; la verdad es que la conmemoración arranca el Domingo de Ramos, fecha en la que celebramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén a lomos de una burra prestada a la que seguía paciente su burrito recién venido al mundo.

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El Rey de reyes se ha manifestado. Exhibe su humildad como Grandeza a lomos de una burra en tal llaneza que hasta el burrito sigue confiado.

No cruza arcos triunfales aclamado por gestas ni conquistas ni fiereza; cruza exhibiendo sólo la nobleza de ser el Prometido y Esperado.

Apenas unos días le separan entre la aclamación y la condena. Los mismos que el domingo lo aclamaran ya tienen preparada la cadena para apresar a Aquel que ayer amaran y reclamar su muerte como pena.

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Domingo de Ramos. Palmas y ramas de olivos celebrando la entrada del Hijo de Dios en Jerusalén. Mantos extendidos sobre el suelo para que la pollina no pise el polvo y pueda alcanzar al Elegido. Entusiasmo general y aclamación unánime para nombrarlo Rey. Pero el Mesías no tiene destinado un reino en la tierra porque ya tiene uno donde no puede ser atacado por nadie. Al contrario; con su venida es Él quien ataca a quien, desde la caída del ser humano, fue su responsable. No lo ataca con la espada ni con terribles ejércitos bien pertrechados. Lo ataca con su sola presencia y su ejemplo; lo ataca con tres años de predicación incansable; con ayunos y oraciones; con milagros que el orden natural conocido no puede explicar sin la intervención divina. Tiene un plan trazado desde antes de su venida al mundo y ese plan ha de cumplirse hasta la última letra.

Domingo de Ramos. Palmas y ramas de olivos. Discípulos exultantes en la errada creencia de compartir la gloria de un trono terrenal. Alguno ya se veía de ministro pisoteando los derechos, las vidas y las haciendas de su prójimo ¡Qué lejos estaban aun de comprender! Faltaba poco, muy poco, para que se dieran cuenta de su error y vieran la luz del verdadero camino. Entre ellos había gente cultivada: Pedro no era precisamente de familia de ignorantes como lo demuestra que tenía un hermano llamado Andrés, cuyo nombre nos indica que la influencia de la cultura griega no era ajena a su familia de empresarios pesqueros, nada de pobres pescadores como se ha dicho sino de propietarios de barcas y gestores de un negocio nada despreciable. Mateo era un funcionario contable y de vasta cultura. El nombre de Felipe también delata una procedencia familiar culta ¿Y qué decir del joven Juan? No podemos dudar de su ilustración al leer sus escritos porque es el más elegante de todos los apóstoles. En definitiva: que no podemos tachar a los discípulos más cercanos a Jesús como una banda de pobres desharrapados sino de personas seleccionadas cuidadosamente quienes, sin ser ricas, tampoco padecían los estigmas de la pobreza y la falta de instrucción. Pero no estamos aquí para hablar de Historia, sino de la Semana Santa de Sevilla.

Empieza la Fiesta y no estoy blasfemando. La Palabra de Dios se muestra ante los hombres tal cual es y Sevilla lo sabe; como también sabe cómo acabará la semana y de ahí el festejo anticipado. Nada de sangre, nada de tormentos; sólo alegría de la Redención. Esos niños que van en el cortejo de la Borriquita, algunos tan pequeños que llevan levantado su antifaz para respirar en libertad, están aprendiendo en el corto recorrido de su hermandad que su Dios es suyo y es el único Dios. El Dios que se encarna y se hace uno más de nosotros para mostrarnos y abrirnos el camino que la ceguera humana creyó ver cerrado y el enemigo creyó también que así se abandonaría toda esperanza. Nada más lejos que esa Esperanza que vive por siempre en el corazón de Sevilla.

Se acaba el Domingo de Ramos. Quienes dicen no comprender nada se van a completar su borrachera. Los extranjeros asisten como quien va a un gran parque temático y sacan sus conclusiones sin comprender nada; hartos de mirar sin ver, como diría don Antonio Machado. Ellos se lo pierden porque,

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Ven sólo el exterior: decoraciones del tiempo de un Barroco ya extinguido; de ahí tanto interés, ya que han venido en busca de estas viejas tradiciones.

No ven el interior: los corazones de tantos que su vida han ofrecido por la Verdad que en esto han entendido aunque no puedan ver otras razones.

Muy pocos ven, pero eso es suficiente porque Sevilla es siempre generosa dando lo que se espera de su gente. Y los pocos que ven, ven “esa cosa” que hace de Sevilla diferente, insigne e inmortal: maravillosa.