I.- INTRODUCCIÓN.
Organizado por la Asociación de Prejubilados, Jubilados y Desvinculados de Telefónica de Sevilla y de la mano de Halcón Viajes, durante los días 25 al 27 de Noviembre de 2016 hemos disfrutado de un paseo por el corazón de Andalucía en el que hemos podido disfrutar de una pequeña parte del inmenso patrimonio histórico y cultural de nuestra tierra. Tierra que, como todos sabemos, es muy vieja y sobre la que se han asentado tantas culturas que sería imposible o demasiado arriesgado hacer una reseña detallada de todas las que la Historia ha guardado en sus registros, más otras de las que tenemos noticia de su existencia y muy pocos conocimientos de ellas; pero tampoco pretendemos aquí extendernos demasiado sino sólo fijar los hitos más importantes de este recorrido.
No podría dejar de citar en esta introducción el comportamiento del grupo de viajeros. Todos sabemos que cuando se viaja en grupo es muy difícil no encontrarse con algunos de sus miembros que, por la circunstancia que sea, retrasan o estorban el viaje por motivos de impuntualidad o, simplemente, caprichos personales. No ha sido este el caso: el grupo, formado por personas hechas toda la vida a una disciplina de trabajo, funcionaba como un buen reloj y sin voces discrepantes, cosa que es muy de agradecer y que contribuyó de manera decisiva al éxito del periplo respecto al provecho cultural obtenido. La cortesía y la camaradería fueron tónica dominante todo el camino y ojalá que todos los grupos de viajeros supieran comportarse como el que tuvimos la fortuna de formar entre los que proveníamos de Sevilla y los que llegaron desde Almería para unirse a nosotros ya en la provincia de Jaén.
El programa era denso y la previsión del tiempo no demasiado halagüeña. No obstante pudimos librarnos de lluvias intensas que nos estropearan la excursión y la climatología fue relativamente benévola con nosotros permitiéndonos cubrir todos los objetivos previstos, aunque bien es cierto que la inmensa riqueza patrimonial de los lugares visitados hubiera requerido mucho más tiempo para sólo visitar a fondo lo más importante y el propio programa sólo nos permitió ver pinceladas que nos siguieran despertando las ganas de profundizar. Pero pinceladas suficientes para hacernos una idea de la enorme cultura depositada por los siglos en esta tierra tan privilegiada y, al mismo tiempo, tan injustamente tratada por propios y extraños.
Pero basta ya de preámbulos y entremos en materia.
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Actual oficina de Turismo de Baeza. Antes, sede de los escribanos. |
- II.- 25 DE NOVIEMBRE -
A las ocho de la mañana del día 25 nos recogió el autocar de la Agencia de viajes en la glorieta de El Cid, en la misma puerta del Pabellón de Portugal. Una vez embarcados los equipajes y distribuidos los asientos emprendimos la marcha y tras alguna breve parada nos encaminamos directamente a la Almazara Santa María, situada en la carretera de Jabalquinto muy cerca de Linares. Allí nos atendió su propietario y responsable máximo con una gran amabilidad y quiso la climatología ser generosa con nosotros para permitirnos ver el proceso de elaboración y extracción del aceite de oliva, del que Jaén es la primera provincia de España en producción, lo que equivale a decir que supera con creces a cualquier otra unidad geográfica del mundo en cantidad y ¿por qué no decirlo? también en calidad.
Merece la pena detenernos un poco en la importancia histórica del olivar. El árbol en estado natural, el acebuche, es muy abundante en las dos laderas del Mediterráneo, pero no adquirió la importancia actual hasta que los fenicios domesticaron las variedades aptas para la explotación comercial de su fruto dando lugar al olivo que conocemos actualmente. Poco o nada sé de aquella explotación salvo que estos comerciantes trajeron a la Península los primeros plantones cultivables y aquí se cultivó con todo éxito esa variedad del extremo oriental del Mare Nostrum. Sabemos que la dominación romana propició su cultivo más o menos intensivo, sobre todo de variedades de aceituna de mesa muy apreciadas en la dieta de todas las clases sociales; variedades que se exportaban masivamente a todos los puntos del Imperio. No pensemos que este fruto era exclusivo de las clases altas porque, si bien las más selectas y caras alcanzaban precios muy elevados, existían muchas calidades que permitían su consumo para todas las fortunas. Y como me gustan mucho las cosas de la llamada Intrahistoria, o Historia dentro de la Historia, me voy a permitir ilustrar este relato con un par de curiosidades.
La primera es que la aceituna de mayor tamaño, bastante cara, aparte de las mesas de la aristocracia formaba la base de la alimentación de los gladiadores y sus entrenadores y propietarios se gastaban sus buenos dineros en cuidar a sus pupilos a sabiendas de que una buena alimentación les permitiría afrontar mejor sus peleas que, si bien en las provincias solían ser, con excepciones, más o menos farsas no sangrientas, en la propia Roma sí que se jugaban la vida en cada combate. De ahí que el precio de un gladiador experimentado era astronómico y muy pocos se podían permitir la pérdida de sus vidas, salvo que el patrocinador del espectáculo amortizara esas bajas.
La segunda curiosidad es de aspecto más lúdico. Los teatros romanos tenían sus localidades divididas en tres categorías, como podemos comprobar en los que aun se conservan. La primera y más cercana al escenario y al espacio llamado orchestra, era la llamada Cavea Ima y estaba reservada a la clase patricia. La segunda, a media altura, se llamaba Cavea Media y allí se sentaban los ciudadanos libres sin fortunas apreciables. Finalmente, la más alta, se llamaba Cavea Summa y estaba destinada a sirvientes libres y a los esclavos. Era costumbre de la época, tanto en la Roma republicana como en la imperial, que estos últimos se llevaran aceitunas al teatro para divertirse en algo, ya que apenas podían entender lo que se desarrollaba en la orchestra por la lejanía de la misma. La diversión era comerse las aceitunas y arrojar los huesos sobre los cogotes de los patricios sentados en las primeras filas(1).
Siguiendo con la Historia, los romanos nunca usaron el aceite de oliva para cocinar. Si leemos autores de la época como Caius Apicius no encontraremos referencias a ningún aceite en sus recetas y sí el abuso de grasa de cerdo y montañas absurdas de especias violentas de importación, carísimas para la época. Por suerte para ellos, la plebe se conformaba con lentejas, habas, alubias de varias clases, aceitunas y frutas diversas que acompañaban con algún pescado asado y bien asado por aquello de la más que dudosa frescura en tiempos en los que no había nociones del frío para conservar. Todo ello con la gloriosa excepción del atún en salmuera y el popular garum, pasta hecha con los desperdicios machacados del mismo pez conservados en vinagre que se servía de aperitivo en las tabernae vinariae(2). El aceite de oliva en Roma era usado como combustible de lámparas, para usos medicinales en heridas y para cubrir los cuerpos de luchadores y hacerlos resbaladizos al adversario.
Tampoco los visigodos, con sus aportaciones más que notables a la tecnología del transporte y la metalurgia como el tonel, el estribo y el martinete hidráulico, entre otras varias, apreciaron el aceite de oliva para su rudimentaria cocina, casi más primitiva aun que la romana y los olivos se usaban como un cultivo marginal sin apenas importancia. La invasión musulmana no mejoró demasiado las cosas, ya que apenas empezaban a darse cuenta del valor nutritivo del olivo aunque, no obstante, aprovecharon la cultura visigoda del uso de la fuerza motriz de las corrientes de agua para desarrollar molinos de trigo y, por supuesto de aceitunas, en sus famosos azudes o presas de arroyos y ríos menores.
Poco a poco, muy lentamente, las terroríficas razias musulmanas contra los pobres pueblos cristianos de más allá del Duero en las que robaban todo lo aprovechable, mataban o esclavizaban a quienes no se escondían a tiempo y quemaban el resto de las cosechas, forzó al genio de los cristianos a usar ese despreciado aceite de las lámparas para cocinar las sobras que aquellos desalmados les habían dejado. Con ello nació nuestra cultura del aceite de oliva.
Así, poco a poco, el jugo del fruto del árbol de Atenea fue conquistando las cocinas hispánicas. Nacido de la escasez, el hambre y la necesidad iba reclamando su puesto culinario y extendiéndose su uso hasta el punto de que, hacia el final de la Reconquista ya ocupaba lugares de honor en la Península y hasta los musulmanes lo adoptaron enseñándolo a usar a sus hermanos magrebíes; lo que aun se conserva y hace de la cocina marroquí la delicia que todos conocemos. La Historia avanzó y con ella los medios de transporte y almacenamiento; estos permitieron extender su uso hasta zonas antes impensables. Por último, la llegada del ferrocarril incentivó la demanda y abarató los precios al consumidor final. El resto ya lo estamos viendo.
Ahora volvamos a la Almazara Santa María.
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Entrada a la Almazara Santa María. |
Allí, en la almazara, se nos explicó que de la aceituna, al igual que del cerdo, se aprovecha todo y nada se tira. Desde la hoja que pueda llevar adherida en el proceso de vareo o vibrado del olivo, hasta el hueso; pasando por la pulpa y los residuos más modestos. El aceite constituye, dependiendo de la variedad y la cosecha, entre un ocho y un veinte por ciento del peso del fruto; el resto está formado por hueso, agua, piel y pulpa que recibe diversos usos que van desde combustible de biomasa hasta pienso para el ganado y abono para las plantas y la almazara es la encargada de separar y aprovechar esa otra fuente de riqueza. Todo muy trabajado, muy estudiado y muy medido porque, salvo los
grandes
envasadores que nos toman el pelo en los supermercados con sus
etiquetas fraudulentas, nadie se hace rico sólo con la extracción
de aceite de oliva. Para que nos hagamos una idea, saber que de la
extracción del aceite en almazara sólo se obtienen tres variedades:
Virgen Extra, Virgen y Lampante o aceite para lámparas. Dejando de
lado la complicación -y el posible soborno- que conlleva la primera
calificación y la segunda que es la que no pasa la muy subjetiva
calificación de Extra, el lampante es comprado por envasadores que
lo someten a procesos químicos a temperaturas altas para convertirlo
en neutro e insípido; a esa pócima siniestra le añaden productos
saborizantes y colorantes con una pequeña parte de Virgen Extra de
verdad y lo etiquetan como Virgen Extra. Las multas son ridículas:
5000 euros a El Corte Inglés y 20000 a Hipercor. Sale rentable la
gamberrada, pero ustedes ya están advertidos.
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Todo listo para el proceso de lavado, deshojado y molturación. |
Tras las explicaciones llegó la cata de tres variedades que después averiguamos que se trataban de aceite en rama de primera extracción -exquisito aun sin decantar- aceite Virgen Extra certificado -excelente- y otra cosa insípida o casi insípida que recordaba al aceite. Mereció la pena la experiencia; y mucho más porque fue el aperitivo de una excelente comida que se nos anunció como ligera pero en la que sobró de todo. Lo de ligera sería porque no había nada caliente y estábamos comiendo de pie ante las muy bien surtidas mesas. No me atrevo a enumerar los platos porque fueron muchos, muy buenos y muy variados, así como las bebidas. La verdad es que mereció la pena la experiencia y nos despedimos agradecidos por la lección que nos dieron aquellos amabilísimos anfitriones que Dios bendiga. Volvimos al autobús y continuamos viaje.
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Tras el primer proceso de extracción, el oro líquido comienza a fluir. Este es el único
momento en el que el aceite en rama tiene contacto con el aire atmosférico.
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Cambiamos algo los planes para evitar que el tiempo nos jugara una mala pasada y nos fuimos hacia las ruinas de Cástulo. Y para empezar a hablar de aquel lugar, como siempre, tenemos que echar mano de la Historia de España y la de -cómo no- Roma. Como decía mi admirado maestro Enrique Pareja, la Historia de España no se entiende sin la Historia de Roma, la de Francia y, añadía con cierta guasa, la de Inglaterra. No nos engañemos. Tampoco la Historia de Roma se entiende sin las Historias de los territorios romanizados aunque algunas de las civilizaciones anteriores fueran condenadas por el dominador a la pena de la Damnatio memoriae; o sea, condenados a perder el recuerdo de las obras de sus antepasados como muy bien demostraron los mismos romanos condenando a muerte por descuartizamiento al rey de Alba Longa y destruyendo la civilización etrusca. Con la civilización ibera ocurrió algo parecido porque sólo se salvaron vestigios en los asentamientos que se abrieron sin lucha a la entrada de una Roma republicana sedienta de las riquezas mineras de la Península. Este sería el caso de la ciudad que nos ocupa ahora.
El asentamiento humano descrito por Plinio el Viejo en el siglo I de nuestra era con el nombre latino de Cástulo -Castillito en latín- era una ciudad varias veces milenaria por entonces, ya que se tienen vestigios desde épocas prehistóricas en esa zona cercana a Linares y muy rica en minerales de cobre, plomo y plata. Civilizaciones que iban surgiendo en la entonces Turdetania fueron ocupándola y moldeando su distribución haciéndola cada vez más urbana en el sentido que le damos hoy día a esa palabra. Mediaba el siglo III antes de Cristo cuando los fenicios asentados en estas tierras fueron cediendo el testigo a sus parientes tunecinos de Cartago quienes tampoco andaban sobrados de recursos mineros. Como nos cuenta la Historia, unos cartagineses que hasta el momento habían sido aliados de la naciente Roma pasaron a ser enemigos de la República por un pretexto romano de la naciente potencia italiana celosa de su poderoso vecino del sur. Cástulo no iba a quedarse al margen porque ya tenía de residentes a cartagineses que comerciaban con sus productos y se alió con la potencia africana. El resultado de la primera Guerra Púnica fue la teórica victoria romana pero, como ya sabemos, fue un desastre para la recién nacida República y Cástulo se aseguró la seguridad por unos años bajo el amparo cartaginés.
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Una original manera de señalización de los romanos para ciertos establecimientos lúdicos. |
Roma era tenaz, muy tenaz. Apenas una generación después del desastre, Cartago cometió el error de intentar librarse de los pequeños tributos derivados de su relativa derrota e intentó romper el yugo romano privándole de sus fuentes de minerales metálicos. Empezó la segunda Guerra Púnica y Cartago trató de llegar a Italia atravesando nuestra Península. Con esta campaña, iniciada hacia el 218 antes de Cristo y para asegurarse la lealtad de los hispanos, el propio Aníbal sella la alianza con Cástulo tomando por esposa a Hímilce, hija del reyezuelo del lugar y emprende su histórico viaje a través de los Alpes con el resultado conocido de su desastre, derrota y huida pocos años después.
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Ruinas de Cástulo en proceso de excavación. Al fondo una de la dos torres que aun se conservan, "decorada" por algún imbécil. |
Triste hubiera sido el fin de Cástulo de haber mantenido la alianza pero, el discurrir de la guerra hizo recapacitar a sus notables quienes, al ver libre su territorio de las tropas africanas, se apresuraron a hacer alianzas con Roma. La aplastante victoria de esta última libró de una masacre sin piedad a Cástulo; y sus habitantes siguieron dedicándose al comercio minero bajo el amparo de la potencia vencedora y conservando todos los privilegios y derechos de los ciudadanos de la República. Poco a poco, siglos después, esa República transformada en Imperio y, en fiel cumplimiento del testamento de su adorado tío abuelo Julio César, fue otorgada por el inolvidable Octavio Augusto(3) la ciudadanía romana a todos los habitantes de la ya denominada Hispania. Cástulo florecía de nuevo con Roma.
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Cástulo. Mosaico de los Amores (Wikipedia) El autor ha usado esta foto porque la perspectiva en la que puede tomarse ahora no es la más idónea para los fines didácticos de esta publicación. Doy las gracias a Wikipedia, de la que me honro en ser un modesto contribuyente en lo económico. Que cunda el ejemplo. |
Roma cayó y con los inevitables choques con los bárbaros, la ciudad siguió su curso para volver a asentar su vigor económico bajo la dominación visigoda. Siendo los visigodos unos expertos en metalurgia no es difícil suponer que cuidaran a Cástulo y sus minas como a las niñas de sus ojos; así como que respetaran al máximo las obras de una extinta Roma a la que admiraban por su esplendor y cultura. Así, Cástulo siguió su vida sin grandes complicaciones y sin entrar demasiado en las intrigas toledanas. Pero la Historia seguía y una nueva amenaza se cernía sobre la sufrida Hispania.
Año 712. Año de la peor de las tragedias sufridas por nuestra Historia. Tarik desembarca en la Península al mando de una espantosa horda de magrebíes comandados por una docena de árabes y sirios. Es falso hablar de la invasión árabe porque los árabes fueron sólo la élite de los miles o cientos de miles de bárbaros africanos que cruzaron el Estrecho y no dejaron títere con cabeza. Fue una invasión de lo peorcito que daba el Magreb: antiguos cristianos mal evangelizados y seducidos por esa religión del desierto que les autorizaba a tener muchas esposas y destruir vidas y haciendas de los infieles al Corán. En estas tierras se quedaron en estado salvaje hasta que Fernando III y sus descendientes lograron civilizar lo que aun quedaba de musulmanes, costando demasiada sangre devolverlos a su lugar. A pesar de todo, Cástulo sobrevivió y hasta se permitió edificar fortificaciones para reforzar su antigua muralla. Una característica del Califato de Córdoba fue siempre la escasez de metales (4) y Cástulo se aprovechó de su abundancia de plata y cobre durante algunos siglos consiguiendo llegar a ver la bajada triunfal de Fernando III por el valle del Guadalquivir, ya a salvo de entradas peligrosas del siempre rival Reino de Aragón gracias al genial establecimiento por Fernando del incipiente Reino musulmán nazarita de Granada, tributario de Castilla.
Para 1248 todo estaba ya estabilizado y Cástulo podía respirar tranquila. Es un misterio de la Historia que a partir de esa fecha comienza su decadencia y su abandono. Lo cierto es que, apenas dos siglos más tarde, Cástulo desaparece del mapa. Un par de intentos de repoblación fallidos y la ciudad pasó a formar parte del archivo muerto de la Historia para dar paso al auge de la muy cercana aun incipiente Lunae Ara o Altar de la Luna, que ahora conocemos como Linares.
Cástulo no fue una ciudad sin importancia. Aparte de su venerable antigüedad contaba en la época imperial con unas muy buenas fortificaciones, varias termas, tres acueductos y un teatro. Poseía ceca propia y acuñaba moneda como queda patente en los hallazgos arqueológicos. Los siglos de abandono han propiciado el casi total expolio de sus restos, un poco esparcidos por todos los alrededores, de los que se han beneficiado casi todas las ciudades circundantes. Aunque estudiada en una relativa profundidad en los últimos cincuenta años, apenas quedan en pie los restos de dos torres de sus murallas, los incaustos de algunas termas y, lo mejor de todo lo visitable: un espléndido mosaico de doce por seis metros, de teselas finas y excelente colorido, que se halla protegido de la intemperie por una cubierta de nueva construcción. Las dos escenas centrales representan el juicio de Paris y el mito de Selene y Endimión(5), ambos enmarcados en figuras de amorcillos que representan escenas de caza y con figuras de las cuatro estaciones en las esquinas.
Aparte de estos elementos, en las ruinas de Cástulo está todo por hacer. Aunque estudiada por la Arqueología, el expolio sistemático de siglos hace necesaria una excavación en profundidad para sacar a la luz los trazados de sus calles, los restos del foro, los depósitos de agua, los cimientos de los acueductos y lo poco que pueda quedar del teatro, así como sus palacios y templos que, a tenor con la calidad del mosaico citado, debían ser de lo mejor de la antigua Roma.
Apenas quedaba ya luz solar cuando abandonamos las ruinas de Cástulo para embarcar en el autobús y dirigirnos a hacer una visita muy rápida a la ciudad de Baeza.
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Fuente de los Leones en la
Plaza del Pópulo de Baeza. |
Declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad y situada justo en el centro de la provincia de Jaén, la ciudad de Baeza fue una de las primeras en ser reconquistadas por Fernando III en su triunfal campaña por el valle del Guadalquivir en la primera parte de esa campaña, allá por 1227, cuando apenas empezaba a despuntar el arte gótico en la Península y se continuaba desarrollando su antecesor románico.
Nombrada en el Romancero como “Nido real de gavilanes” hacía honor a su nombre desde la antigüedad, ya que la posesión de su fortaleza hacía de este lugar una de las llaves de Andalucía y, por supuesto, del enorme valle. Esto hizo que muchas familias nobles se asentaran en ella y empezaran a construir sus palacios; a su vez, la presencia de estas familias, su numerosa servidumbre y sus ejércitos privados, fue asegurando su economía y su esplendor. Como en todo proceso urbanístico, al principio con cautela y luego, con la seguridad garantizada por la caída del reino nazarita en 1492, fecha que casi coincide con el inicio del Renacimiento, estas mismas familias ya asentadas en sus nuevas residencias comienzan una especie de competición para construir o reconstruir sus palacios siguiendo la nueva moda arquitectónica. Por supuesto que recurrieron a los servicios del muy insigne arquitecto Juan de Vandelvira -toda la provincia de Jaén y parte de la de Granada está llena de arte con su firma- quien se encargó de muchas de las obras admirables que contemplamos ahora. Nos puede parecer imposible que un hombre que jamás pisó Italia, con sólo la lectura de los famosos libros de Vitruvio (6) fue capaz de crear estas obras, recuerdos de la Antigüedad Clásica, sin desviarse de sus cánones pero creando un estilo propio que hubiera podido ser la envidia del mismo Vitruvio.
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Baeza. Puerta de Jaén. |
Entramos en la Baeza monumental por la llamada Plaza del Pópulo y nos tropezamos con la famosa Fuente de los Leones al pie de la antigua muralla que aun conserva algún arco gótico de notables proporciones llamado Arco de Villalar y otro más pequeño, formando ambos la Puerta de Jaén. La fuente se embellece con una estatua femenina que algunos estudiosos sostienen que representa a la princesa Hímilce de Cástulo, flanqueada por cuatro leones ibero-romanos quizá de la misma procedencia. No podemos aventurar mucho más porque nos contaron que la dama en cuestión fue colocada allí procedente de Cástulo y que había perdido la cabeza entre las ruinas, por lo que la cabeza que vemos ahora es una invención muy posterior. Según miramos de frente a la estatua, a la izquierda nos hallamos con el primer edificio renacentista: se trata de las antiguas carnicerías reales; edificio que, hasta los años sesenta del siglo pasado, estaba situado intramuros y que fue necesario un gigantesco esfuerzo para trasladarlo piedra a piedra y reconstruirlo en el nuevo emplazamiento para reconvertirlo en sede de los Juzgados; sobre este traslado y acondicionamiento también habría para una monografía llena de curiosidades, pero el resultado fue de una belleza espectacular. Al fondo, el también bello edificio antaño usado por los escribanos y hoy oficina municipal de turismo, flanquea la antigua muralla que cierra la plaza por la derecha con el inevitable añadido de algunas casas de escaso mérito artístico.
Aun estábamos extramuros y Pedro, nuestro infatigable guía, nos hizo cruzar la muralla y subir por esas empinadas calles que conservan el empedrado medieval característico y que hace necesario el uso de calzado recio. El sol ya se había ocultado, lo que nos permitió disfrutar de la belleza de aquellos edificios iluminados mientras subíamos. Circundamos la Catedral(7) de la Natividad de Nuestra Señora, donde pasó la sede episcopal de Cástulo a la jurisdicción de Baeza en 1227, en tiempos de Alfonso VII.
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Catedral de Baeza. Puerta mudéjar
con rosetón gótico. |
La obra, edificada sobre la antigua mezquita aljama, apenas conserva elementos de sus épocas musulmana y gótica primitiva. Su diseño actual plateresco en su interior se lo debemos a Andrés de Vandelvira, como tantas otras edificaciones notables de Jaén y Granada. Del exterior pudimos admirar una bellísima portada mudéjar coronada por un rosetón gótico, así como la llamada Puerta del Perdón, ya de un gótico tardío muy isabelino y de finales del siglo XV con restos de inscripciones desgraciadamente ilegibles. Pero llaman la atención las callejuelas que rodean al edificio en las que destacan un par de pasadizos a modo de puentes que comunicaban las casas de los canónigos con la Catedral. Aunque no pudimos entrar, quien esto escribe ya la había visitado en varias ocasiones y son muy dignas de destacar las huellas de Vandelvira, como la presencia de algunas bóvedas vaídas o de pañuelo y su traza plateresca en general que contrasta con las nervaduras góticas del ábside y el barroco de su Altar Mayor. Una obra testigo de los siglos con huellas de los muchos maestros que la llevaron a cabo, tanto en arquitectura como en orfebrería y artes decorativas. Para quienes puedan llegar en los horarios adecuados, también merece admirar la gran Custodia procesional de Núñez de Castro terminada en 1714. Tampoco podemos olvidar, sobre todo este cronista porque admiro profundamente su obra de forja, la espléndida reja del maestro Bartolomé de Jaén situada a los pies del templo y realizada para el cierre del coro, hoy desaparecido.
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Baeza. Callejón de los Canónigos. |
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Portada de la Iglesia de Santa Cruz. Baeza (Wikipedia) |
Seguimos nuestro paseo y nos encontramos, casi marginalmente, con uno de los muy escasos ejemplares del Románico en Andalucía: se trata de la iglesia de la Santa Cruz edificada apenas reconquistada la ciudad en 1227. No es la única iglesia románica de Baeza, ya que se conservan en buen estado las de San Pedro, San Juan Bautista y El Salvador, pero un poco alejadas del circuito que realizamos.
Frente a Santa Cruz el Palacio de Jabalquinto, uno de los más bellos de España, mandado edificar en la segunda mitad del siglo XV por don Juan Alfonso de Benavides Manrique, primo segundo de Fernando el Católico. Su traza primitiva se debe, bien a Juan Guas o a Enrique Egas, que en esto no se ponen de acuerdo los estudiosos.
Después pasamos a la sede primitiva de la antigua Universidad de Baeza, hoy también integrada en la institución antedicha. Fundada a principios del XVI empezó siendo un colegio de primera enseñanza pero, hacia 1538 y a instancias de san Juan de Ávila, entre otros, el Papa firma una bula para su conversión en universidad, siendo una de las cuatro primeras de Andalucía junto con las de Sevilla, Granada y Osuna. Con sus grados de Bachiller, Licenciatura y Doctorado en Artes y Teología; más las ramas de Retórica, Gramática, Griego, Filosofía y Teología Escolástica añadidas en 1565, funcionó como tal hasta que en 1824, razones demográficas y el odio de Fernando VII a todo lo que supusiera la difusión del saber, obligaron a cerrarla. De todas formas, a la vista de las dimensiones de su Paraninfo(8), no parece que su número de estudiantes fuera nunca ni la mitad de los registrados en las de Granada o Sevilla.
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Fachada principal del Palacio de Jabalquinto. Baeza. |
El edificio principal fue destinado en ese mismo año de 1824 a Colegio de Humanidades y después a Instituto libre, para pasar en 1875 a Instituto de Bachillerato, antecedente de llamado después Instituto de Enseñanza Secundaria Santísima Trinidad en el que Antonio Machado impartiría sus clases de Francés entre 1912 y 1919. Aun se conserva y se puede visitar el aula en la que el poeta enseñaba donde se exponen algunos de sus recuerdos de aquella etapa de su vida.
Salimos del venerable recinto para contemplar la fuente de Santa María, levantada en 1564 como culminación conmemorativa de la traída de aguas a la ciudad. Su autor, el arquitecto local Ginés Martínez, quiso darle la forma de un triple arco triunfal romano, muy a la moda de la época para ciertos monumentos.
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Baeza. Fuente de Santa María. |
El día había sido muy denso y los viajeros estábamos razonablemente cansados, por lo que tuvimos que dejar la visita con pena; la misma pena que este cronista siente al abandonar esos lugares cargados de historia y belleza. Abajo, extramuros, nos esperaba el autobús que nos condujo al hotel donde apenas tuvimos algo de tiempo para ducharnos y bajar a cenar. Aun nos quedaban dos días intensos y el tiempo no presagiaba clemencia.
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Baeza. Entrada al claustro de la antigua Universidad. |
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Notas:
1.- Quisiera pensar que esa costumbre
se ceñía sólo a los teatros de las ciudades. Existían otros
teatros, más lujosos, más pequeños, alejados de poblaciones y en
medio de la nada, que se destinaban a representar obras de contenido
iniciático o religioso. Un magnífico ejemplo tenemos bastante cerca
de Ronda en el teatro de Acinipo. Obras que eran algo así como los
Autos Sacramentales de nuestra época barroca. Nihil novum sub
sole, dirían los romanos: Nada nuevo bajo el sol.
2.- Nuestra palabra taberna habla de
tienda de vinos, algunas comidas elaboradas, cerveza, licores y poco
más. En latín, taberna-ae designaba cualquier clase de
establecimiento de venta de cualquier cosa; como nuestra palabra
tienda, ya que el establecimiento de bebidas era llamado taberna
vinaria en
singular o tabernae
vinariae
en plural. Habría que esperar a los siglos X y XI para que la
palabreja adquiriera su significado actual.
3.- La vida, obras y andanzas de Cayo
Octavio Tiberino, llamado luego Augusto por la Historia, daría para
una monografía muy extensa.
4.- Véase la ínfima calidad de sus monedas: Los cequíes del Califato eran apenas una fina lámina de plata con un muy deficiente cuño en que la cara inferior se reflejaba en la superior.
5.- La Mitología clásica cuenta que
Endimión era nieto de Zeus que llegó a alcanzar el trono de Elida
pero, destronado, se refugió en el monte y sobrevivió como pastor
de cabras. Allí se enamoró de Selene -la luna- y sin que él lo
supiera, fue correspondido por ella todas las noches mientras dormía.
Una noche se despertó y descubrió que su amada dormía feliz a su
lado. Tan feliz se sintió que le pidió a su amada que usara su
poder divino para no envejecer y disfrutar siempre de su amor. Ésta
recurrió a Zeus, quien concedió a Endimión no envejecer mientras
dormía y sólo hacerlo mientras estuviera despierto.
6.- De Architectura Libri Decem (c. 25 a.
C.)
7.- La Catedral comparte la sede con
Jaén. La diócesis original de 1227 no está extinguida oficialmente
y se encuentra a disposición de la Santa Sede, aunque la sucesión
episcopal de Baeza se interrumpe en 1249 al ostentar su titular la
sede de Jaén. En la actualidad, la titularidad
más teórica que efectiva, se suele otorgar a obispos de la Iglesia
de Europa oriental bajo obediencia romana, siendo el Obispo polaco
Wieslav Smigiel quien, desde el 24 de Marzo de 2011, ostenta el cargo
aunque sin residencia. Lógicamente es el Deán quien se encarga de
la administración y de la rendición de cuentas al Ordinario de
Jaén.
8.- Es curioso observar que muy pocas
personas conocen el origen de la palabra paraninfo y creo necesario
aclararlo. En latín se llamaba “para ninfae” al que
camina al lado de la novia; o sea, al padrino de la boda. Como en
toda la civilización romana, el padrino era quien corría con todos
los gastos y pagaba las consiguientes celebraciones, así que con el
tiempo se asoció la palabra paraninfo con la fiesta correspondiente,
fuera de boda o de bautizo y más adelante con el lugar de
celebración confundiendo el continente con el contenido. Así, en
nuestros días, el Paraninfo de la universidad es el lugar donde se
celebran los actos más importantes, festivos o no.