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25-02-2017 -
Tras un opíparo
desayuno, Portugal es Portugal, muy temprano salimos en dirección a
Marvao y algunos aprovechamos para dormir algo por el camino. La
distancia no era precisamente corta y de ahí el madrugón. Para
hacernos una idea, había que ir de nuevo hacia el este, pasar de
nuevo muy cerca de Elvas para seguir bordeando la frontera hacia el
norte hasta llegar a la altura de la provincia de Cáceres, más o
menos en la latitud de Valencia de Alcántara y en pleno corazón de
la Sierra de San Mamede. Allí nos esperaba nuestro primer destino.
Escudo de Marvao |
Bandera de Marvao |
Como excepción en el
Alentejo, cuya altura media sobre el nivel del mar no supera los
trescientos metros, Marvao se encuentra a más de ochocientos metros
y quizá por eso, con la tendencia a la exageración que caracteriza
a nuestros vecinos, fue llamada "Nido de Águilas". La
verdad es que, una fortaleza construida en ese lugar permitía
dominar con la vista un amplio territorio posibilitando, además, la
comunicación visual con otras fortalezas de la zona para
intercambiar señales en caso de avistar algún peligro que primero
fue musulmán y luego proveniente de la siempre temida España,
pesadilla recurrente de Portugal y que hizo que prefirieran ser casi
una colonia británica en vez de formar parte de la nación a la que
naturalmente pertenecieron desde tiempos remotos.
Una entrada de la muralla de Marvao. |
Marvao apenas cuenta en
la actualidad con cuatro mil habitantes pero se la ve un lugar que
hace no muchos años dejó atrás la secular pobreza portuguesa y que
ahora su economía se defiende muy bien con la agricultura, el
turismo y la artesanía. La verdad es que bien pocas viviendas
existen fuera de sus imponentes murallas y han tenido el buen gusto
de no adosar casi ninguna a ellas por el exterior, con lo que la
vista del lugar es magnífica según se aproxima el viajero por
aquellas empinadas cuestas. Por supuesto que el autobús no puede
penetrar en el recinto y debe aparcar a cierta distancia obligando al
visitante a hacer un buen esfuerzo para subir a pulmón libre por
aquellos caminos pavimentados de piedras de tortura. Pero merece la
pena el esfuerzo, doy fe.
Segunda entrada de la muralla de Marvao. Obsérvese el añadido posterior de la garita. |
Lo primero que se
encuentra el visitante es una tosca muralla de sillarejo que revela a
las claras las reformas a que fue sometida durante siglos para
adaptarla a los sistemas defensivos de cada época, así como también
los gustos arquitectónicos que fueron modelando sus puertas en todos
esos años. Es normal: de fortaleza de ancestral antigüedad, quizá
prehistórica o protohistórica, conserva huellas romanas, visigodas,
musulmanas, góticas -modificadas éstas luego por el Renacimiento
como se ve en los accesos- acompañadas por algunos añadidos
tardorrenacentistas y también de le época barroca, como da fe
alguna que otra garita de vigilancia sobre el arco de un acceso; pero
el interior conserva gran parte de la esencia de lo que fue.
Marvao. Fuente al pie de la muralla. |
No debió tener Marvao
problemas con el suministro de agua, talón de Aquiles de cualquier
fortaleza o ciudad amurallada como lo prueba la fuente que, al pie de
la muralla, sigue manando en la actualidad; así que su conquista
fuera poco menos que imposible con una guarnición mediana y los
medios militares de aquellos tiempos. De esta forma se explica que
tuvo un cierto auge económico hacia los siglos XV y XVI como lo
proclaman algunos palacetes que conservan magníficas rejas de fina
forja de la
época y la existencia de un seminario que hoy sigue
perteneciendo a la Iglesia y es usado como casa de meditación. Desde
luego que el lugar no puede estar mejor elegido; pero nosotros, los
visitantes, seguíamos subiendo y subiendo por aquellas cuestas. Una
iglesia parroquial muy modificada con gusto dudoso y en la plazuela
de la misma un pequeño monumento que nos indicaba que Mourao fue
tierra de señorío; y de señorío importante.
Reja de balcón de forja, quizá del siglo XV. |
Es el momento para
dedicar tiempo a este tipo de monumentos que se encuentran por casi
todas partes en Portugal y en muchos sitios de Castilla. Me refiero
al llamado allí pelourinho y aquí picota o rollo de
justicia, según categorías del señorío. Sobre una pequeña
elevación con tres o cuatro peldaños se erigía una columna labrada
y rematada con la simbología que eligiera el señor del lugar. En lo
alto de la columna sobresalen algunos garfios de hierro, cuatro en
este caso, que ya nos están sugiriendo cosas bastante siniestras. En
efecto: El pelourinho o picota fue usado durante muchos siglos
para indicar que el lugar estaba regido por un señor de los llamados
de horca y cuchillo. Los garfios servían para ahorcar condenados o
para exponer en ellos sus cabezas cortadas; la columna para atar en
ella a los reos de azotes mientras eran flagelados y, en caso de ser
delitos menores, para dejarlos atados allí un determinado tiempo
expuestos a la vergüenza pública y que todo el que pasara pudiera
insultarlos o tirarles inmundicias. Es curioso que estas columnas
fueran frecuentemente verdaderas obras de arte, pero es que también
eran un signo del poder del señor feudal en nombre del Rey.
Antiguo seminario de Marvao. Hoy casa de meditación para sacerdotes. |
Había que descansar un
poco y allí había un par de pequeños bares acogedores que hasta
tenían algunas mesitas en la calle. Como no me agrada demasiado
tener problemas digestivos en medio de un viaje de tan denso
contenido no se me ocurrió pedir café por precaución y pedí un
chá preto; en español, un té negro. Y aprovecho para
explicar por qué en inglés se dice tea y en español té a
la infusión de unas hojas de arbusto cuyo verdadero nombre es el de
cha o chai que usan los portugueses. Como todo el mundo
sabe, desde el tratado de Tordesillas se dividió el mundo en dos
zonas, según longitud geográfica, correspondiendo la más oriental
a Portugal. En consecuencia, fueron quizá los primeros
europeos en
conocer esta infusión de hojas y en darla a conocer al mundo. Más
tarde, con sus convenios británicos pudieron conservar el monopolio
del comercio del té y lo exportaban en cajas de madera con la
inscripción de Transporto Erbas Aromáticas. Los británicos
se aprendieron el acrónimo de "TEA" y lo popularizaron por
todo el mundo. Y es por eso por lo que el nombre original de la
planta del chá o chai sólo es usado en Portugal y
Brasil, tomando los derivados de tea en el resto de Occidente.
Marvao. Palacete con ventana esquinada. |
Salimos de Marvao. Poco
más que decir de su castillo porque, más allá de las murallas, no
existe nada parecido. Era una ciudad fortificada y sólo eso; más
que suficiente como lo demostró su historia. Ahora nos vamos a comer
a un lugar muy cercano llamado Portagem (peaje o portazgo en español)
porque por allí pasaron en 1492 parte de los judíos españoles
expulsados por los Reyes Católicos; y Portugal no pudo por menos que
aprovecharse de su desgracia cobrando por la entrada. La Historia es
así.
La comida, a orillas del
río Sever fue memorable: Unos entremeses suficientes y exquisitos
precedieron a una crema de no sé que, pero muy buena para preparar
el estómago, seguida de una ternera con patatas fritas y vino a
discreción que, como creo haber dicho antes, los alentejanos ya han
aprendido por fin a hacer buen vino. Abundancia y sabor a raudales.
Una gozada que, para colmo, el responsable del lugar se paseaba por
allí con una gran bandeja repleta en la mano ofreciendo
repeticiones. Casi se me caen las lágrimas al rechazar la segunda
ración pero sabía que aun quedaba una tarde muy activa y, de comer
más, me hubiera sido imposible seguir despierto. Volvemos al bus y
emprendemos de nuevo el camino. Esta vez hacia el sur y, de nuevo,
casi bordeando la frontera. Nuestro destino es Vila Viçosa, nombre
que no expresa un lugar lleno de vicios sino que en lenguaje medieval
español y portugués significa alegre y exuberante.
Plaza del Palacio Ducal de Vila Viçosa con la estatua ecuestre del Rey Juan IV, Duque de Vila Viçosa. |
A pesar de ser pequeña
con sus apenas nueve mil habitantes, Vila Viçosa está llena de
lugares idóneos para visitar. Nosotros, siempre faltos de tiempo,
tendremos que conformarnos con su impresionante Palacio Ducal que,
guardando las distancias en tamaño y magnificencia, nos recuerda
irresistiblemente al resto de palacios barrocos europeos. Además,
está lleno de obras de arte entre las que no faltan pinturas
firmadas por la mano del propio Rey Fernando II, llamado el Artista
con toda justicia y que reinó entre 1837 y 1853, si bien fue un caso
anómalo de la monarquía portuguesa parecido al nuestro de Felipe el
Hermoso porque, entre 1837 y 1844 sólo fue rey iure uxoris o
por matrimonio, ya que la verdadera Reina en teoría era María II,
última representante de la dinastía agotada de la casa de Braganza
que dejó paso en 1853 a la de Braganza Sajonia-Coburgo y Gotha. Sí,
ya lo sé; un lío esto de los Reyes de Portugal; en eso se
distinguen muy poco del resto de las monarquías.
Entramos en el palacio y
ya en el recibidor contemplamos una impresionante escultura clásica
de mármol de un anciano desnudo cuyo autor no nos fue aclarado pero
que era un verdadero artista. Algunas señoras más atrevidas que las
demás se hicieron fotos con la mano en el pene de la talla. Supongo
que le encontrarían la gracia porque, al menos, estaba duro. Algo es
algo para consolarse en la vejez.
El Palacio Ducal es, en
realidad, un palacio real desde la subida al trono del Duque de
Braganza en 1640. Tal monarca entró en la Historia con el nombre de
Juan IV, pero el pueblo siguió llamando palacio ducal a su casa. Su
dinastía se extinguió en 1853 dejando paso a la última dinastía
portuguesa, como ya se ha explicado. Como ya podemos suponer, el tal
palacio está cargado de historia y joyas artísticas firmadas por
Fernando II, como por otras que son de la propia mano del desdichado
Carlos I de Portugal; excelente dibujante y buen pintor. Aparte de
mobiliario, tapices, cerámica decorada por los dos reales artistas
citados, azulejos, cubertería, lámparas, frescos, mármoles,
orfebrería y un sin fin de objetos suntuosos bien dignos de un Rey.
Pero es el momento de detenernos a contar la historia del fin de la
monarquía portuguesa para comprender mejor el inmenso monumento que
estamos visitando.
A veces hemos citado de
paso que Portugal era una especie de protectorado británico que
evitaba su absorción por España pero, durante muchos años, tanto
Gran Bretaña como Portugal y la misma España se cuidaron mucho de
mantener las formas para que pareciera que todas ellas eran naciones
independientes y soberanas. La realidad era muy distinta y el poderío
británico crecía sin cesar. Tanto crecía que ya no le bastaba a
sus empresas con permitir que Portugal mantuviera determinados
monopolios comerciales y plantearon a su protectorado encubierto el
terrible ultimátum de abandonar sus colonias más ricas en la mayor
parte de África. En 1890, un débil Portugal tuvo que ceder a las
apetencias inglesas y abandonar los actuales territorios de Zambia,
Zimbawe y Malawi, puentes entre Mozambique y Angola que sí les
permitieron conservar para guardar las apariencias.
El pueblo portugués
tiene su orgullo hasta en la peor de sus miserias y aquel golpe no le
fue perdonado al Rey Carlos I. Las ideas republicanas se extendían
por todo el país haciendo repugnante la sola mención a una
monarquía ya sentenciada. La noche del 31 de Enero de 1908 fue la
última en la vida de Carlos y la pasó en el Palacio que estábamos
visitando. Al día siguiente, tras cruzar el Tajo y desembarcar en
Lisboa, iba en coche descubierto saludando a su pueblo en compañía
de su esposa, la bella francesa Amelia de Orleáns (1)
y de su hijo Luis Felipe cuando un par de republicanos, antiguos
militares y tiradores con experiencia llamados Alfredo Costa y Manuel
Buiça lo mataron en el acto de un disparo; su hijo, también
alcanzado, sobrevivió veinte minutos más en los brazos de la Reina
Amelia quien trataba de defenderse golpeando a los asesinos con un
ramo de flores. Si queréis saber qué pasó después, Carlos fue
sucedido por Manuel II hasta que la revolución republicana lo depuso
en 1910. Si continúo con lo que pasó luego en Brasil sería
meternos en otra historia diferente. El resultado fue que Portugal es
una república desde el 5 de Octubre de 1910.
Asesinato en la Plaza del Comercio de Lisboa del Rey Carlos y su hijo Luis Felipe, según un diario de la época. |
Volviendo al Palacio
Ducal impresionan desde sus suelos; a veces alfombrados y a veces
pavimentados con muchas clases de losetas, hasta sus techos; a veces
con casetones pintados, otras con casetones reales y otras con
frescos. A cada paso vemos chimeneas de mármol portugués de muy
bellas trazas y tallas. Azulejos de diferentes colores y épocas que
dan para un estudio histórico de su fabricación y evolución.
Mobiliario impresionante destacando bargueños, mesas y armarios de
todo tipo, casi todos de taracea bien de marfil o bien de maderas de
diferentes colores. Las paredes adornadas con tapices, cuadros del
Rey Fernando II el Artista y dibujos del propio Carlos de los que
sobresale un autorretrato excelente. Los platos decorados por ambos
reyes son una maravilla y vemos detalles de cortés delicadeza hasta
en la confección de los menús -¿se dice así?- escritos y
dibujados a mano por el Rey Carlos y su esposa Amelia, de quien nos
ha quedado un retrato ecuestre montada a la amazona que ya quisieran
tener esa figura y esa elegancia muchas de nuestras modelos actuales.
Me ahorro hablar de la distribución que, aunque irracional para
nuestra época, era la normal de los palacios de antes de existir la
luz eléctrica y cualquiera que haya visitado Versalles sabe a lo que
me refiero: esa sucesión de habitaciones sin más intimidad que la
que pueda proporcionar el dosel de una cama o la oportuna cortina.
Salimos al exterior por el patio de caballerizas y de ahí a la
calle. También la portada de la entrada de carruajes era digna de un
rey. Se trataba de una de las muchas puertas de nudos que hay en
Portugal pero, esta vez, las cuerdas figuradas que sujetan las falsas
dovelas del arco estaban talladas como maromas de barco que llevaban
hasta moluscos incrustados. Una maravilla de la que lamento no poner fotos porque estaba prohibido hacerlas en todo el recinto.
Dintel de la puerta de nudos de las caballerizas del Palacio Ducal. |
La gente quería ir de
compras y aun quedaba una hora de sol. La plaza principal de Vila
Viçosa, cerrada por el Palacio Ducal y el convento de san Agustín
no dejaba lugar a tiendas; así que el amable chófer nos llevó a
Estremoz para que fueran a hacer su oportuno shopping a un
lugar repleto de antigüedades que hasta alguna había que no era
falsificada. Mi lumbalgia se puso impertinente y decidí esperar en
un chiringuito con una cerveza que me costó barata pero que el
camarero zombi, buen alentejano, no se dignó servirme y tuve que
volver al interior a servírmela yo ¡Y encima, pedirle un vaso
porque el muy guarro quería que me la bebiera a morro! Por cierto,
amada Portugal ¿Qué has hecho con tu Sagres, ayer cerveza y hoy
lejía gasificada con trocitos de papel de lija dentro? ¿Te ha
obligado la pérfida Albión a estropearla o ha sido la no menos
pérfida Holanda por la competencia con su sopa flojucha amarilla a
la que llaman cerveza?
Se acabó el día.
Regreso al hotel. Cena maravillosa y descanso. Mañana toca ir a
Monsaraz, la última de las maravillas medievales a visitar en este
viaje.
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(1) Amiga
de la infancia de la eterna Reina Victoria. Con esos amigos ¿quién
necesita enemigos?
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