- JUEVES
SANTO -
Estamos
en Sevilla y este día va a ser largo, muy largo porque unirá la
tarde con la madrugada del Viernes; no obstante trataremos de separar
ambos días aunque los acontecimientos, tanto en la Sevilla de hoy
como en la Jerusalén de entonces, se sucedieron sin apenas una pausa
hasta el aparente final. Jueves Santo, trece del mes de Nisán en el
calendario judío, antevíspera de la Pascua.
Con
el alba sale Jesús de Betania camino de Jerusalén. Da instrucciones
a sus discípulos para encontrar la casa en la que iban a celebrar la
Pascua y hacia allá se adelantan algunos a cumplir el encargo de su
Maestro y tenerlo todo preparado para la cena. No sabemos lo que hizo
en Jerusalén esa mañana porque los evangelistas no lo han contado y
yo no soy quién para hablar de cosas que desconozco. Lo que sí
sabemos es que en aquella época, quizá por la influencia romana, se
empezaba la cena a media tarde; más o menos a la hora en que en
estos tiempos se celebra en las iglesias la misa “In coena
Domini”; o sea, con la luz del día en pleno ocaso. En
consecuencia, Jesús y sus discípulos se reúnen en el lugar y hora
indicados. Allí, antes de empezar, lava los pies de sus discípulos
ante el escándalo de Pedro y la severa llamada al orden del Maestro.
Comienza
la Cena. En su transcurso anuncia que uno de ellos lo traicionará y
el mismo traidor se delata. Ante ello, Jesús dice que esa traición
asegura el cumplimiento de las Escrituras pero anuncia un terrible
destino para el traidor. Después viene el momento de la fracción
del pan y sus reparto a los discípulos mientras el Mesías -ahora
sí: el Mesías- declara que en ese pan comen su cuerpo y en la copa
que luego comparten beben su sangre. En definitiva, se hacen dignos y
participan de esa “Unión Común” esa “Comunión”
en un solo cuerpo. Pedro le promete que no lo abandonará y Jesús,
serenamente, le dice que esta misma noche lo negará tres veces.
Después, cantados los himnos de la Pascua, todos se dirigen a la
propiedad de olivar llamada de Getsemaní. Judas se aparta de ellos
ya de noche. Va a consumar su traición. Jesús se retira a orar en
solitario y sus discípulos se echan a dormir. Vuelve Jesús dos
veces más a donde todos estaban y les recrimina que no sean capaces
de orar con Él una hora. Finalmente les da una clave: Velad y orad
para no caer en la tentación. Ha llegado la media noche y con ella
el Viernes Santo.
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A su estilo, Sevilla también vela y queda en oración; la noche es
larga y su vela, sin ser ninguna carga es vela de oración que la
desvela.
Vela
y ora Sevilla; y así vuela su vela y su oración, porque la embarga
saber que tanto sufrimiento no la amarga ya que el triunfo en Sevilla
se revela.
Con
sus cosas, su estilo, sus matices, la Pasión del Señor se hace
poema sin que puedan audaces aprendices que no lleven Sevilla como
lema emular ni acercarse a las raíces de la noche que Dios hace
suprema.
1 comentario:
Gracias por este diario José
Espero el de mañana.
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