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30 de Septiembre de 2014 -
Nota: Antes de seguir debo deciros que muchas de las fotos utilizadas, aparte de las mías y las de dominio público, están realizadas por María Dolores Montes Latorre, quien también estuvo en esta escapada a la República Checa. Dicho esto, seguimos con la crónica.
Hoy toca excursión al pueblo balneario de Karlovy Vary,
lugar que como muchos de la República Checa, está declarado como
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Situada a unos 123
kilómetros hacia el este de Praga y unida por una carretera muy
decente, el desplazamiento constituyó una bonita experiencia de
paisajes nada montañosos. Como ayer se nos despidió nuestra guía
Lucía, hoy la sustituye un señor llamado Radek, gran conocedor del
país y de buena parte de España y poseedor de un dominio de nuestro
idioma que ya quisieran la mitad de los españoles y casi la
totalidad de los centro y sudamericanos. Se da la triste
circunstancia que en español, salvo en el lenguaje puramente
jurídico, el modo subjuntivo es maltratado y pisoteado
sistemáticamente por la mayoría de la población; en cambio, Radek
lo dominaba a la perfección y era una alegría escuchar un español
tan excelente acostumbrado a tanta farfolla diaria. Todo tiene su
explicación; y es que Radek se había licenciado en Filología
Hispánica en la Universidad de Praga y, para colmo, había estado
perfeccionando el idioma durante un año en la Complutense cuando
ésta era una universidad y no el nido de basura que es ahora con
Carrillo y sus secuaces.
Karlovy Vary significa en checo Los Baños Termales de
Carlos; derivado de Vary o terma en idioma arcaico y Karlovy,
genitivo de Karel o Carlos. Dicen que su fundación se debe a lo que
explica una curiosa leyenda que nos cuenta que allá por 1350, andaba
por allí de cacería el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico
Carlos IV, el mismo del puente del que ya hemos hablado. Durante la
persecución de un ciervo, éste dio un salto imposible de seguir y
un perro se atrevió a hacer lo mismo cayendo al precipicio. Cuando
se rescató al perro, en su piel presentaba quemaduras por agua
caliente y así se descubrieron aquellas termas. La realidad parece
ser que las tales termas eran conocidas desde tiempos muy anteriores
y el Emperador Carlos IV, el 14 de Agosto de 1350, sólo hizo
reconocer con su firma el estatuto de ciudad al poblamiento que ya
existía en el lugar.
Poco
a poco, la fama del balneario se fue extendiendo por toda Europa
Central y del Este, con lo que recibía las visitas de personajes
ilustres como zares, reyes, emperadores, artistas, escritores,
músicos y de todos aquellos que podían permitirse ir a tomar los
baños y beber sus aguas. Así quedan recuerdos del paso de Carlos
Marx(1),
Beethoven, la Emperatriz María Teresa de Austria y muchos otros más que
sería excesivamente largo enumerar aquí. También allí se celebra
anualmente un festival internacional de cine y se elabora el licor
llamado Karlovarská Becherovka(2).
Más cercano a la actualidad, otros visitantes ilustres del lugar han
sido los primeros cosmonautas soviéticos quienes, a su regreso y
tratados como héroes nacionales, eran premiados con estancias a todo
lujo en este balneario para recuperarse de las secuelas de sus vuelos
espaciales. Aun quedan recuerdos de Yuri Gagarin y Valentina
Tereshkova, entre muchos otros.
Pero el camino desde Praga a Karlovy Vary no era corto
como ya hemos dicho y había que aprovechar el tiempo para seguir
aprendiendo. Al fin y al cabo ¿para qué se viaja si no es para
aprender? De modo que Radek aprovechó parte de ese tiempo para
explicarnos un poco la Historia de la Checoslovaquia de la posguerra
y de la vida en el paraíso comunista del que sus padres habían
conocido el origen y él mismo había “disfrutado” en su infancia
y juventud. Expongo un resumen de lo que nos contó sobre aquella
época y lo completo un poco con mis recuerdos de juventud, formados
por lo que leía en la prensa de Franco y contrastaba con las
emisiones de Radio España Independiente para tener versiones de
ambos bandos. Debo reconocer que la prensa franquista daba una
información mucho más veraz que los hediondos panfletos comunistas.
Nos contó que, recién acabada la Segunda Guerra Mundial y en virtud del infame reparto que los canallas de Truman, Churchil y Stalin hicieron en Yalta(3), la entonces Checoslovaquia fue asignada a la Unión Soviética. Y, como es natural, los rusos no perdieron el tiempo en hacerse cargo de ella imponiendo un gobierno títere y sumiso a las órdenes de Moscú, formado por la flor y la nata del más inculto y borrico núcleo del Partido Comunista Checoslovaco apoyado por toda la eficaz maquinaria de propaganda soviética y, por supuesto, por el Ejército Rojo.
Hay
que reconocer que empezaron adoctrinando bien a la gente. Se les
convenció con buenas palabritas que el comunismo no venía a
maltratar a nadie y que sólo algunas grandes empresas y algún banco
serían nacionalizados o expropiados(4),
según ellos. La gente se lo creyó y hasta aplaudió la decisión,
pero muy pronto vieron que esas “expropiaciones” limitadas se
iban extendiendo hasta que, en nada de tiempo, todos los negocios,
empresas y bancos pasaron a las zarpas estatales con todas sus
consecuencias.
Stalin, Truman y Churchill.
Los amos del mundo en la conferencia de Yalta.
Otro
asunto fue la religión y en especial la Católica Romana. Los
comunistas no podían tolerar la influencia social de la Iglesia
considerando que sólo podía tenerla la ideología dominante; en
consecuencia, llevaron adelante una campaña que empezó por el
desprestigio a base de calumnias y ya se sabe que una mentira
repetida mil veces puede llegar a convertirse en una verdad para los
tontos y crédulos. Para acelerar la caída de esa influencia y, de
paso, aterrorizar a los creyentes, “encontraron” armas(5) en un confesonario y así tuvieron motivos para organizar un gran
proceso en el que se juzgaron a varios obispos, sacerdotes y monjas.
De los ocho que fueron procesados se dictaron cuatro sentencias de
muerte y otras cuatro a largas penas de cárcel. La farsa de juicio
fue retransmitida en directo a todo el país, especialmente a través
de altavoces instalados ex profeso en plazas públicas y centros de
trabajo. El resultado fue el esperado, la afluencia a los servicios
religiosos oficialmente permitidos quedó en algo residual y con los
asistentes marcados ante la sociedad. Ante ello, el nuevo régimen
tuvo un excelente pretexto para vaciar y saquear monasterios e
iglesias y destinar los edificios a graneros, almacenes, garajes y
otras cosas por el estilo. Nada que no se hubiera dado antes en la
felizmente extinta República Española. En una sociedad que
garantizaba el pleno empleo, los creyentes eran excluidos de este
beneficio y lo primero que preguntaban los empleadores del Estado al
aspirante a un puesto era si el practicaba alguna religión o asistía
a misa u otros oficios religiosos.
Por lo demás, lo que ya imaginamos. Si para realizar
un trabajo se necesitaban diez personas, la nómina se inflaba hasta
las cien y así se garantizaba que todos tuvieran un sueldo. Esto
desmoralizaba a todos los que de veras trabajaban al ver que todos
cobraban lo mismo independientemente de lo que hicieran.
El adoctrinamiento no acababa con el fin de las
iglesias, los aburridos discursos oficiales y la pesada losa de la
censura. A los alumnos de los institutos se les hacía perder un mes
al año en una fábrica para imbuirse del espíritu de trabajo que
reclamaban las autoridades. Radek contaba una experiencia personal en
la que él y algunos de sus compañeros de aula fueron mandados a una
fábrica en la que los recibió el comisario político quien les
soltó un encendido discurso sobre el valor de aquellos jóvenes
“voluntarios” que ya a su edad iban a trabajar a la fábrica para
ayudar a la revolución proletaria. Tras ello, les presentó al
Director de la fábrica y se volvió a sus habituales ocupaciones de
irse de putas, juergas y borracheras, como buen comisario político
de cualquier tendencia.
El Director, los recibió amablemente y les habló muy
clarito. Les dijo que aquella fábrica tenía casi cien trabajadores
y que apenas había trabajo para diez, así que no iba a complicarse
la vida metiendo en el área de producción a una docena de chavales
para que pudieran tener un accidente o estropear la miserable
producción que tenía asignada. Los llevó a un despacho vacío y
les dio permiso para charlar, leer, estudiar, jugar a las cartas o a
hacer lo que les diera la gana. Sólo tenían que cumplir su horario,
no armar escándalo, no traer bebidas alcohólicas y no fumar. Así
pasaron su mes de “trabajo voluntario” y volvieron a su instituto
con la satisfacción del deber cumplido con la gloriosa revolución
proletaria que había salvado a la nación de las garras
capitalistas.
Pero ¿todos los checoslovacos eran tan tontos para
tragarse aquellos cuentos? Por supuesto que no. Existía, como en
todas partes, un núcleo de inteligencia formado por profesionales
universitarios cualificados; pero a estos se les vigilaba
estrechamente y eran expulsados de sus trabajos tan pronto como
expresaran la más mínima opinión crítica con el sistema,
obligándoles a ejercer profesiones muy alejadas de aquellas para las
que fueron formados. Radek nos contaba una anécdota de uno de los
primeros presidentes de la República, quien llegó a su despacho por
la mañana y vio a un fontanero arreglando el desagüe de un lavabo
del Palacio Presidencial. Cuando salió a comer, aun estaba el pobre
fontanero afanado en su trabajo, por lo que el presidente se acercó
y le preguntó escandalizado:
- Camarada ¿En una mañana no te ha dado tiempo a
arreglar un desagüe? - El pobre hombre, aterrorizado y pensando que
iba a ser enviado a algún campo de concentración, le contestó:
- Le ruego me perdone, camarada Presidente. Es que aun
salía una pequeña gota y me estaba esmerando en arreglarla del
todo.
Comprensivo, el camarada Presidente se quitó la
chaqueta, se arremangó, se arrodilló junto al lavabo y, usando las
herramientas del buen hombre, arregló la avería en pocos minutos.
Luego le dijo triunfante y orgulloso:
- No te asombres, camarada. Es que yo fui fontanero.- A
lo que contestó el otro:
- No me extraña nada. Yo antes fui abogado.
Así funcionaban las cosas en la primera etapa del
comunismo checoslovaco. Las purgas fueron tan exhaustivas que llegó
a haber escasez de jueces. Para arreglarlo, no se les ocurrió otra
cosa que ofertar cursillos de jueces de dos semanas de duración a
los empleados de fábricas y oficinas sin pedirles ninguna formación
previa. Quienes aceptaban se veían libres de horas de trabajo, a
veces penoso y, de la noche a la mañana se encontraban en un
despacho con calefacción, rodeados de todas las comodidades que
ofrecía la República y, para colmo, tratados con un temor y respeto
propio de señores de horca y cuchillo como eran en realidad ¡Así
serían las sentencias...!
El
tiempo pasaba y poco a poco se suavizaba la dureza del régimen a la
par que se elevaba la formación académica de la población. En
Enero de 1968 es nombrado Primer Secretario del Partido Comunista de
la República un eslovaco llamado Alexander Dubcek que, aparte de
haber sido un héroe de la resistencia eslovaca contra los alemanes,
había estudiado Derecho Internacional en la URSS y no era ningún
ignorante. Nada más acceder a su cargo, Dubcek comprende que la
economía no podía seguir por esos caminos y que era necesario abrir
el país a reformas que permitieran la iniciativa privada, así como
reconocer la necesidad de permitir el intercambio de ideas y personas con Occidente. De su
mano, nace así la que se llamó Primavera de Praga y que él mismo llamó el
Socialismo de Rostro Humano. Es muy importante añadir que el entonces Presidente de la República, Ludvik Svoboda, estuvo de acuerdo en todo momento con él y sufrió una suerte parecida.
Poco
duró tan loable intento. En Agosto de aquel mismo año, los atnques
soviéticos aplastaron sangrientamente la Primavera de Praga. Dubcek
y los suyos fueron apresados y conducidos a Moscú donde se les
obligó, según palabras de la prensa de la época y que aun
recuerdo, a “entrar en razón”. Checoslovaquia volvió al
anterior camino de sombras, miseria, miedo e ignorancia. Dubcek
sobrevivió a le “reeducación” y fue aclamado como héroe que
era el 26 de Noviembre de 1989, en la Plaza Letna de Praga, una vez
levantada la losa comunista. Falleció el 7 de Noviembre de 1992 tras
un accidente de tráfico, en un hospital de Praga.
Arriba, Alexander Dubcek, Primer Secretario del Partido. A la derecha, Ludvik Svoboda, Presidente de la República.
Se cuentan algunas anécdotas chuscas de aquella infame
invasión, como la de un tanque soviético que se despistó con la
niebla y apareció frente a un pescador de carpas y lucios,
preguntando su tripulación por dónde se iba a Praga. A la gente, en
general, le sentó muy mal aquella “hazaña” soviética y a los
pobres y asustados soldados rusos enviados allí les sentó peor aun
haber sido víctimas del engaño de defender Checoslovaquia de una
invasión americana y alemana, para encontrarse con verse obligados a
derramar sangre inocente. A partir de ese momento, las entrevistas de
trabajo incluían una pregunta más:
- ¿Qué piensa usted de lo que hizo Dubcek?- A lo que
había que contestar:
- Pues que gracias a nuestros amigos de la URSS pudo
nuestra gloriosa revolución librarse de sus enemigos capitalistas.
Pero no todo se ha explicado, ya que en el aire queda la
pregunta de ¿cómo sobrevivían medio decentemente y con algunos
bienes de consumo para ir tirando? Pues Radek nos contestó sin un
titubeo que gracias a las corruptelas y el mercadeo de trueque. Por
ejemplo, si yo trabajo en una empresa metalúrgica y necesito
cuadernos, folios, lápices y bolígrafos para mis hijos en edad
escolar, me pongo en contacto con un oficinista que necesite un
martillo, una taladradora o herramientas para que él robe material
de su oficina a cambio de robar yo lo que él necesite. La costumbre
se extendió tanto que era costumbre acumulabar verdaderos stocks en
las casas, procedentes de sustracciones en las empresas, para ser
objetos de cambio por otros bienes cuando fuera necesario. Nos
contaba Radek que un tío suyo, en la actualidad, aun guardaba en su
garaje unos doscientos martillos y cantidades variables de
taladradoras, llaves fijas, calibres, destornilladores, etc. Sin
comentarios.
Con la caída del bloque soviético, un buen día
volvió Checoslovaquia a la civilización. No fue fácil, porque el 17
de Noviembre de 1989 la policía reprimió con sangre una
manifestación que reclamaba democracia, pero ya la suerte estaba
echada y la dictadura comunista desapareció para no volver. La gente
saludó entusiasmada la llegada de la democracia, aunque no todo iba
a ser un camino de rosas.
Acostumbrados en su mayoría a cobrar sin dar golpe, los
checoslovacos tuvieron que adaptarse a la nueva situación y lo
hicieron con éxito. La industria heredada de la época soviética
era obsoleta, cara y contaminante. La educación de base rusa ya no
servía para la nueva época. Muchos se quedaron sin trabajo porque
bien pronto se pusieron de manifiesto los criterios de rentabilidad.
Y ahora, las entrevistas de trabajo no consistían en preguntar al
aspirante por su ideología o religión sino que buscaban candidatos
con verdaderos conocimientos relacionados con el trabajo a
desempeñar. Ya no valía con saber ruso porque las exportaciones a
la antigua Unión Soviética se vinieron abajo. Ahora había que
vender al exterior y se valoraban los idiomas antes inútiles como
inglés, alemán, francés o español; cosa para la que los mayores
no estaban en absoluto preparados. Pero se adaptaron pronto y con
entusiasmo a las nuevas circunstancias y la actual República Checa
pasó de de golpe de una renta per cápita de 3100 dólares en 1990 a
los más de 25000 en 2009, no tan alejado del nuestro que apenas
supera los 30000 y con muchos más recursos.
Tras esta conferencia histórica, aun quedaba un trecho
para llegar a Karlovy Vary; así que hicimos lo que él mismo llamó
una parada técnico-hidráulica, o sea, para hacer pis, tras la que
nos dejó dormir hasta la llegada. No sería ésta la única
conferencia sobre la historia actual. La siguiente, Radek quiso
dejarla para dentro de dos días. Pero volvamos al bonito pueblo
Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO.
Una vista de Karlovy Vary desde el balcón del restaurante.
En un pequeño valle entre también pequeñas montañas, se alza este lugar lleno de edificios barrocos y neoclásicos con algunas excepciones de las que nos ocuparemos. Es un precioso conjunto, bastante cuidado, en el que aun se nota la afluencia de dinero de otras épocas. Como ya advertí en Praga, para la pequeñez del pueblo resulta escandalosa la cantidad de joyerías por unidad de superficie; pero allí, todas exhibían con orgullo carteles en ruso sin traducir al checo e, incluso, las ofertas de empleo de las mismas sólo estaban redactadas en ese idioma para asegurarse que los aspirantes podían lidiar con la gran cantidad de rusos cargados de dinero que ahora son casi mayoría entre los residentes de Karlovy Vary. Una pena, porque la mayoría de los artículos expuestos en esas joyerías pasaban con nota la calificación de horteras y ostentosos, muy acordes con tan “selecta” clientela, ya que los rusos ricos siguen considerando aquella nación como su antigua colonia. Me recordó con pena a Marbella, antes invadida por árabes horteras y ahora también por rusos no menos horteras. Pero todos cargados de dinero para blanquear y con muy pocos escrúpulos. No obstante, daba gusto contemplar aquel conjunto de edificios a cual más cuidado y bonito.
Uno de los primeros edificios en encontrarnos al paso fue el del Hotel Pupp, una impresionante edificación que alberga un hotel de cinco estrellas(6) en el que se alojan los actores que acuden al festival anual de cine. En el pavimento de la plaza que se abre ante el hotel, hay placas de latón con los nombres de muchos ilustres actores y directores; y me llamó la atención ver muchas de esas placas aun sin grabar. Quizá me estén esperando para poner mi nombre en una de ellas.
No tan visible al turista se encuentra la famosa fábrica de vidrio Moser, llamado también el vidrio de los reyes porque numerosas casas reales eran clientes de la misma. La familia Moser, judía, emigró a Estados Unidos al ponerse las cosas feas en Centroeuropa cuando la época nazi, no sin antes vender la fábrica que siguió activa. En la actualidad, aun sin tener relación económica alguna con ella, mantienen estrechos lazos de amistad con los actuales propietarios.
Hotel Pupp de Karlovy Vary
Siguiendo
el paseo por la calle principal al lado del río Teplá(7),
vimos una buena serie de edificios cuidados al extremo. Muchos de
ellos con placas de bronce sobre sus fachadas recordando la visita y
alojamiento de algún personaje ilustre, aunque ocultan de la vista
quizá por pudor, los nombres de los astronautas soviéticos. Todo
repiraba paz y la vista se relajaba en la contemplación de su serena
belleza cuando de pronto ¡Zas! Una bofetada al buen gusto nos hirió
la vista. Se trataba del edificio que alberga las principales fuentes
termales. Seguramente, este mismo edificio construido en despoblado
sería algo digno de admirar, pero en medio de tantas bellezas, su
arquitectura de hormigón y vidrio es un insulto a la estética por
muy funcional que sea. Ni que decir tiene que fue construido en la
época comunista, tiempo en el que parece que la entonces
Checoslovaquia se olvidó de su tradicional buen gusto para
sustituirlo por el adefésico estilo hórrido-hediondo de aquellos
ignorantes. En su amplio y bien iluminado interior, existen muchas
pequeñas tiendas de recuerdos que exponen sus productos típicos
entre los que destacan las rosas petrificadas y las jarras de muy
diversas formas especialmente diseñadas para tomar las aguas. Estas
rosas petrificadas son, en realidad, rosas hechas de papel que se
sumergen en las aguas termales durante una semana, cubriéndose así
de las sales y sedimentos del agua, dejándose luego secar para
conseguir un curioso efecto.
Dentro de este engendro, tiendas aparte, se halla un recinto con una cúpula también de cristal que encierra un géiser cuyo chorro de agua caliente asciende hasta unos dieciocho metros de altura, para lo que existe una cúpula que dobla la altura de la sala. Curiosamente, las autoridades checas se fían tanto del civismo de los visitantes que no tienen dispuestas medidas de protección frente a posibles quemaduras debidas a imprudencias. En la sala principal también hay cinco fuentes que manan agua a distintas temperaturas que los visitantes poeden tomar gratis en las mismas jarras típicas, mientras pasean esperando que se les enfríe. Estuve mirando la composición de los sedimentos del agua y aunque soy lego en Medicina, creo que cualquier enfermo de los riñones puede tener un serio problema si se atreve a beber esa agua con tanta concentración de sales minerales de dudosa eficacia curativa.
Edificio moderno de Karlovy Vary. Géiser y fuentes termales públicas.
Bajo el edificio, construido sobre un puente que cruza
el arroyo Teplá, puede observarse la desembocadura de una de estas
fuentes que, al unirse a dicho arroyo, genera una considerable nube
de vapor consiguiendo un curioso efecto visual.
Llegó la hora de comer y tuvimos que trepar como cabras hasta un bonito restaurante típico que, en nuestro honor, había izado nuestra bandera. No fue vana la subida porque a medio camino nos encontramos con la bella iglesia barroca de Santa María Magdalena que, lamentablemente, no pudimos visitar por dentro porque había un concierto de música clásica de los muchos que se celebran todos los días y por todas partes en la República Checa. Otra vez será. De la comida, como es habitual y salvo excepciones, mejor no hablar.
Bajo estas líneas: Iglesia de la Magdalena
Tras la comida, tiempo libre hasta la hora de recogida del autobús. En Karlovy Vary no se permite la entrada de esos vehículos y hay que tomar uno público, la línea 20, gratis, hasta el aparcamiento que hay a la entrada del pueblo. Así que aproveché para disfrutar de las vistas y sentarme en uno de los muchos bancos que hay en la calle principal. La verdad es que mi lesionada columna no me daba mucha tregua y lo necesitaba. Me sorprendí al ver la obsesión por la escrupulosa limpieza de aquel lugar en el que los barrenderos van provistos hasta de pinzas para recoger colillas de entre los adoquines de las calles. Y todo en un respetuoso silencio. Igual que en Sevilla, claro...
Fuimos hasta la parada del autobús lanzadera y tuve
suerte al poder sentarme para esperarlo mientras admiraba un edificio
oficial de estilo neobarroco. Hordas de turistas embarcaban y
desembarcaban y una hipopótama rusa vieja mal encarada se dirigió a
mí con malos gestos y en su lenguaje nativo. La miré como quien
mira a un marciano, acentuó su cara de indignación y me preguntó
en alemán. Esta vez le contesté:
- Ich spreche kein Deutsch.
- Speak English? - Dijo al fin la
tipa a punto de reventar de ira.
- A little.
- Well. Is here the bus-stop to
general park?
- Yes
- What's the number the line bus
to general park?
- Twenty
- What is te time frecuency of
this bus?
- More or less, ten minutes.
Mi flema estaba a punto de
agotarse cuando aquel ejemplar se volvió sin darme las gracias.
Luego me imaginé que la ira de la “dama” se debía a que, al
tomarme por checo, no le cabía en su limitado cerebro que una
persona de mi edad no hablara ruso. Comprendí por qué los checos no
pueden verlos ni en pintura.
Era ya la hora de volver a Praga
y, embarcados en la lanzadera, llegamos sin novedad a nuestro
autobús. Por suerte, iba con muchas plazas libres y me acomodé en
uno de los asientos dobles de atrás donde pude echarme una gloriosa
siesta casi hasta llegar al hotel. Llegada, ducha, cena y mañana
será otro día.
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1 Al
menos así tenemos constancia de que se bañó al menos una vez en
su vida.
2 Bastante
mediocre, por cierto.
3 Aunque aun no se ha dicho de forma oficial, España le tocó a Stalin pero éste, consciente de que le iba a costar tener que entrar por la fuerza y arrasando a sangre y fuego, dejó la invasión para otro momento. De buena nos libramos.
5 También en España la policía franquista “encontraba” armas bajo las sillas en las casas de quienes registraban bajo acusación izquierdismo.
6 Los antiguos hoteles de lujo eran, en realidad, un conjunto de dos hoteles: Uno de cinco estrellas para los ricachones y otro de tres o cuatro estrellas para su servidumbre. El Hotel Pupp no fue una excepción a esta regla pero, desde que los ricos empezaron a viajar sin séquito, hubo que reconvertirlos y ahora es todo de la más alta categoría, dándose la penosa circunstancia de ver un impresionante edificio neobarroco que convive con otro bastante más funcional y modesto teniendo ambos la misma categoría hotelera. Vivir para ver.
7 Nombre que significa, más o menos, río Caliente. Pero no nos engañemos porque, si bien es verdad que las fuentes termales vierten sus aguas en ese río, bien poco tardan en enfriarse, como lo prueban las poblaciones de carpas y lucios que viven y prosperan en sus aguas.
1 comentario:
Leónidas. Las referencias históricas cohonudas Jose. Muy entretenido de leer.
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