- 2 de Octubre de 2014 -
Escudo de Cesky Krumlov. |
Empezó hablándonos de la topografía e hidrología de
las zonas que atravesábamos, todas ellas regadas por el Moldava y
sus afluentes. Según nos contó, aquella región es un ejemplo de lo
que puede hacer el ser humano para dominar la Naturaleza mejorándola
porque, al ser todo aquello una gran llanura con muy pocas
elevaciones y tener tantos cursos de agua, sus primitivos pobladores
se encontraron con un inmenso pantano cenagoso que se anegaba a poco
que hubiera crecidas de los ríos, a lo que se añadía lo insalubre
de la zona pantanosa, verdadera fábrica de mosquitos y de las
enfermedades que transmiten. Peo el ser humano, poco a poco, fue
dominando las aguas durante el transcurso de generaciones y a día de
hoy, esas mismas aguas antes traicioneras y mortíferas, se han
convertido en fuentes de riqueza al ser encauzadas y aprovechadas
para regadíos y una abundante pesca al prosperar en ellas las
endémicas especies de carpas y lucios de la zona. De hecho, según
nos contó, hay bastantes familias que viven casi exclusivamente de
la pesca en un país cuya cultura gastronómica no se distingue
precisamente por su consumo de pescado.
Acabada
la lección de Geografía Económica e Hidrología, el siempre
didáctico Radek nos contó algo que suele pasarse por alto dándolo
como un hecho natural derivado del devenir de la Historia y, aunque
es así, no está de más profundizar un poco en los motivos que
desencadenaron la separación actual de las repúblicas de Chequia y
Eslovaquia1
tras
ochenta y cinco años de formar una misma nación.
Como
es bien sabido, Checoslovaquia fue uno de los resultados de la
fragmentación del Imperio Austrohúngaro en 1918. Por imposiciones
de las potencias vencedoras, se creó una unión algo artificial de
las regiones checas de Bohemia, Moldavia y Silesia2,
antiguos ducados del Imperio, más Bratislava y otras siete regiones
más o menos artificiales situadas en los Cárpatos. Como toda unión
artificial basada en caprichosos criterios políticos y a pesar de la
similitud de los idiomas checo y eslovaco, tal unión era un desastre
económico desde el principio, ya que las tres regiones checas,
industriales y mineras, aportaban casi el noventa por ciento del PIB
de Checoslovaquia frente a unas regiones orientales recién
desgajadas del desaparecido Imperio que no contaban más que con
escasos recursos agrícolas, muy poca minería y casi ninguna
industria.
El Moldava a su paso por Cesky Krumlov. |
La
guerra acabó y la ya mencionada Conferencia de Yalta asignó a la
URSS la tutela o colonización de Checoslovaquia, con lo que se
acabaron las rivalidades regionales de momento y los nuevos amos se
esforzaron dentro de lo posible en levantar algún tejido industrial
en aquella zona tan deprimida tratando de igualar las condiciones de
vida de checos y eslovacos. Poco a poco fueron consiguiendo su
objetivo de repartir la miseria pero, al mismo tiempo, llevando a
Eslovaquia los conceptos de la industrialización, hasta entonces
desconocidos para ellos. Mientras duró la dominación comunista
nadie se atrevió a decir una palabra sobre las diferencias
nacionalistas3
que habían existido hasta entonces; pero se acabó el comunismo y se
acabó el vivir del cuento, como ya hemos contado en crónicas
anteriores. Ahora había que trabajar de verdad.
Muy
pronto se puso de manifiesto que el intento comunista de igualar las
economías había dado sus frutos. Apenas recién llegada la economía
de mercado a Checoslovaquia, la región eslovaca ya era casi el
setenta por ciento igual de rica que la checa y en esas condiciones
resurgieron las antiguas tendencias nacionalistas que, al principio,
sólo fueron folklóricas pero que iban tomando un cariz más serio
conforme pasaba el tiempo. Desde Praga se intentó paliar un poco la
situación a “la
española”;
o sea: subvencionando a diestro y siniestro todo lo subvencionable.
Pero Eslovaquia, igual que nuestras regiones separatistas, era
insaciable. Al fin, casi llegados ya al acuerdo de “tú
me pagas y yo me callo”,
Praga se hartó para escándalo de Eslovaquia4
y le tomó la palabra en serio a los separatistas quienes, pillados
por sorpresa, no tuvieron más remedio que mantener el tipo y aceptar
la separación amistosa de los dos estados que se consumó
oficialmente el 1 de Enero de 1993 aunque siguieron durante unos
meses usando la misma moneda hasta que el fundado temor de la
República Checa a que la economía eslovaca lastrara su desarrollo,
hizo que dos meses más tarde obligaran a Eslovenia a adoptar una
moneda propia, la corona eslovaca que, como era previsible, al poco
tiempo se devaluó en un treinta por ciento respecto a la corona
checa.
Otro asunto fue el de la nacionalidad de ambos países. Existía y existe aun en Eslovaquia un elevado número de gitanos que antes tenían la nacionalidad checoslovaca y que, al separarse ambos países pidieron la nacionalidad checa. Tras algunos litigios de menor importancia, la República Checa aceptó con la única condición de admitir sólo a aquellos que carecieran de antecedentes penales, con
lo que la mayoría de ellos se quedaron como estaban y, a pesar de sus reclamaciones, aun siguen siendo eslovacos contra su voluntad. Seguro que si Eslovaquia fuera tanto o más rica que Chequia, nadie reclamaría nada. Esta es la causa de que apenas si se ven gitanos en Praga y en los lugares que visitamos y explica en gran parte la ausencia de delincuencia en la República Checa, donde tampoco se andan con muchas contemplaciones con los rumanos a pesar de las directrices europeas al respecto. Finalmente, ambos países, junto con Hungría, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y Chipre, entraron en la Unión Europea en 2004 como miembros de pleno derecho. Eslovaquia se apresuró a entrar también en la zona euro pero Chequia, de economía mucho más potente, parece no tener prisa por ahora y sigue conservando sus coronas que, en la actualidad, se cambian a unas veinticinco por un euro, aproximadamente. Acabada la lección de Historia del profesor Radek aun
tuvimos tiempo de echar una cabezada antes de llegar al precioso
pueblo de Cesky Krumlov que, al igual que muchos otros lugares de la
República Checa, está declarado Patrimonio de la Humanidad por la
UNESCO. Y con toda justicia.
El Moldava. Al fondo la torre del Castillo |
Al igual que en la pasada excursión a Karlovy Vary,
tuvimos que dejar el autobús a las afueras del pueblo, ya que está
prohibido el acceso de vehículos a motor en todo el pueblo salvo
para residentes con garaje y clientes de hoteles que también lo
tengan. Eso daba al lugar una gran libertad para moverse y se
agradecía, porque las hordas de turistas eran agobiantes. No quiero
imaginarme coches circulando por aquellas callejuelas entre aquella
inmensa multitud que saturaba el pequeño lugar plagado de hoteles,
pensiones y, naturalmente, joyerías al igual que en toda la
República.
Cesky Krumlov es un lugar precioso de unos catorce mil
habitantes, situado a orillas de un meandro del joven Moldava, lleno
de edificios góticos, renacentistas y barrocos. Pero su principal
atractivo es el castillo o, mejor dicho, el castillo-palacio ya que
acabada su función defensiva en la época barroca, la fortaleza y
ciudadela se transformaron en un conjunto palaciego de unos cuarenta
edificios y cinco patios. Es el segundo mayor conjunto palaciego de
Chequia y uno de los más grandes de Europa y en él residieron las
tres grandes familias de propietarios desde su primitiva edificación
en 1302 hasta la era comunista.
Emblema (de mal agüero) de la familia de los Pernstein |
Como detalle curioso, sólo mencionar que las últimas
generaciones de los Rosemberg hicieron un criadero de osos en el foso
del castillo; criadero que aun se conserva y cuyos osos pueden ser
vistos cuando están de buen humor, cosa poco frecuente en estos
mamíferos encerrados. Cuando estuvimos debían estar haciendo la
digestión de algún turista porque no se dignaron mostrarse a
nuestros ojos.
A
la familia Rosemberg la sucede la de Essemberg y a ésta, por
extinción de su dinastía, la de los Shwartzemberg en 17196.
Estos últimos fueron quienes montaron una famosa fábrica de cerveza
que competía con las de la cercana Pilsen; también se encargaron de
evitar una industrialización salvaje de la comarca introduciendo
cambios graduales y no traumáticos que han permitido conservar ese
ambiente del que disfrutaríamos hoy de no haber tanto agobio de
chinos escupiendo y pegando codazos en los estómagos del prójimo
para colarse ni de horteras rusos ostentando sus grandes fortunas.
Pero volvamos a la visita al recinto.
El
castillo-palacio de Cesky Krumlov no puede verse en unas horas porque
necesita semanas para recorrerlo con detalle y, aun así, siempre se
nos escaparía algo. Recorrimos en paciente manada algunas de sus
estancias empezando por la coqueta y algo abandonada capilla
palaciega, en la que los servidores ocupaban los bancos mientras que
los señores estaban en lo que hubiera sido el coro en cualquier
iglesia, aislados del frío por mamparas de cristal. En el altar
mayor se conservan reliquias valiosas de las épocas en que
descuartizar cadáveres de santos como si fueran pollos estaba muy de
moda. Paso por alto tan macabra costumbre para contar que anduvimos
por salones y estancias muy del gusto de la época y, en gran parte,
alfombradas con pieles de oso pardo cuyas cabezas miran amenazantes a
los turistas. El mobiliario nos daba una fiel idea de las costumbres
de sus habitantes y la distribución de habitaciones también seguía
la pauta de una época en la que el concepto de intimidad era
“ligeramente”
distinto al nuestro. Como anécdota diré que en uno de los
dormitorios más nobles había una pequeña capilla que estaba
cerrada al paso de turistas por un gran cristal y la guía del
castillo nos contó que, en una visita de Carlos de Inglaterra, el
muy torpe no se dio cuenta de la presencia de dicho vidrio y,
queriendo meter la nariz en la estancia, se la rompió contra el
susodicho cristal con el consiguiente susto de escoltas y cachondeo
del resto de testigos de tan ridícula escena.
En una gran sala se exhibía como curiosidad la llamada carroza de oro. En realidad es una carroza de
madera, muy lujosa ella, que está forrada entera de panes de oro y se usaba en Roma exclusivamente para llevar al embajador del Imperio el el acto de anunciar personalmente al Papa los nombres de los emperadores recién elegidos. En algún momento, estos embajadores imperiales dejaron de ser de la familia Shwartzemberg y la carroza cayó en desuso por lo que, desmontada, fue trasladada hasta Cesky Krumlov y vuelta a montar y restaurar allí en épocas recientes para ser exhibida. Pensé que, en aquel suelo de madera y con aquel clima, mejor no tocar la carroza que podía ser un excelente condensador eléctrico y darle algún buen susto al imprudente que lo hiciera sin tomar precauciones.
Pero
volvamos con la última familia propietaria del castillo-palacio
porque hay una anécdota entre trágica y curiosa de la misma, sin
mencionar la fama de bruja que tuvo una de sus antepasadas, Eleonora
Amalia7,
ganada a partir del rarísimo episodio para la época de quedarse
embarazada, tras ritos y ceremonias mágicas, a los cuarenta años y
parir en su palacio de Viena un hijo varón sano a quien llamó José,
en Diciembre de 1722, muy pocos años antes de residir a orillas del
Moldava tras la rehabilitación del ducado de Krumlov por el
Emperador Carlos VI. Centrándonos en esa familia debo contar que el
flamante Duque y marido de la madura y feliz madre, nombrado
caballerizo mayor del Imperio, un mal día de 1732 acompañaba al
Emperador en una cacería celebrada en Brandeis-an-der-Elbe, a la
sazón coto de caza imperial. Persiguiendo a un ciervo, el Emperador
cree tenerlo a tiro y dispara justo en el momento en que el Duque se
cruza en su línea de fuego con el resultado del fallecimiento en el
acto del ilustre caballerizo mayor del Imperio.
La carroza de oro. |
La Duquesa Eleonora Amalia y su hijo José, ambos ataviados con trajes de caza. Retrato de Max Hannel que desde 1727 cuelga de una de las paredes de Cesky Krumlov. |
Apenado, Carlos VI acoge al huérfano José en su familia como un hijo más, recibiendo el niño una educación de príncipe imperial. Hasta el extremo que Carlos VI concede la Orden de Toisón de Oro al crío como regalo por su undécimo cumpleaños, además de numerosas mercedes favores, tierras, títulos, etc., un poco en compensación a su orfandad. Con esas premisas no es nada extraño que el castillo-palacio de Cesky Krumlov experimentara una nueva edad de oro durante la vida del Príncipe y Duque José I, quien se gastó una fortuna en muebles y decoración para su residencia principal. Fue la última época dorada del castillo-palacio de Cesky Krumlov porque unos cien años después en 1848, la familia se trasladó a un nuevo palacio en Hluboká dejando al de Cesky Krumlov relegado a la categoría de museo de la familia y raramente vuelto a visitar por sus propietarios(8).
El castillo-palacio también cuenta con un teatro
barroco que no visitamos pero que, según lo visto en
fotografías,
es una obra impresionante que también se debe a la familia
Shwartzemberg y que muy pocos teatros de la época podían competir
con él. Pero lo que sí pudimos visitar fue el gran salón de baile
o salón de máscaras, también barroco y decorado por el pintor
holandés Josef Lederer quien residió durante años en el pueblo y
es autor de numerosas obras de interior y exterior.. El hombre tuvo
la humorada de retratarse asomado a un balcón y con una taza de café
en la mano, aparte de retratar también a su ayudante por detrás,
mirándose en un verdadero espejo del salón y pintó la cara del
muchacho en el cristal de dicho espejo. Sólo agregar que la
biblioteca del palacio contiene bastantes obras del teatro español
del Siglo de Oro que eran las que se representaban allí.
Sala de Máscaras del Palacio de Cesky Krumlov. |
Finalmente, antes de despedirnos del castillo-palacio,
nos mostraron por fuera las vías de salida del recinto, que eran una
enorme red de pasadizos cubiertos que conectaban unos edificios con
otros y, a su vez, estos con salidas al pueblo. La verdad es que casi
seiscientos años de obras sucesivas dan para mucho si se tiene
dinero.
Imagen de san Roque al pie de la Columna de la Peste de Cesky Krumlov. |
Tras la comida dimos un paseo por el centro. Todo el
pueblo estaba tomado al asalto por turistas y asombraba ver la
cantidad de alojamientos que hay en un lugar de quince mil habitantes
escasos. Cuando la plaza principal se despejó un poco, no demasiado,
de horripilantes rusos horteras y de más horripilantes y horteras
aun chinos escupientes y mal vestidos, en compañía de sus
espantosos y gritones vástagos, pudimos sentarnos un rato ante la
Columna de la Peste a disfrutar de la música. Observé que los
conjuntos musicales guardaban civilizadamente su turno y no estaban
demasiado tiempo monopolizando el sitio. Además, dada la tradición
musical de toda Centroeuropa, hacían actuaciones que, sin ser
geniales, eran muy agradables de oír. Me llamaron la atención por
su originalidad dos chicas que formaban un dúo de arpa y violín y
se acompañaban también de sus muy bien educadas voces. Llegada la
hora señalada, todo el grupo se reunió y enfilamos hacia el
aparcamiento de autobuses en cuya entrada había un kiosco que vendía
las famosas obleas checas a la mitad de precio que en Praga y en
Karlovy Vary, con lo que nos llevamos una caja de recuerdo. La vuelta
a Praga transcurrió durante una gloriosa y merecida siesta. Aun
quedaba la última actividad del día y del viaje.
Llegamos
al hotel con el tiempo justo de ducharnos y vestirnos para la cena de
despedida que, esta vez, sí mereció la pena su segundo plato. Nos
llevaron en manada hasta la cervecería restaurante U Fleku; o sea,
El Oso. En este enorme lugar se elabora una cerveza negra propia de
la casa, de sabor suave y exquisita. No hablo del primer plato de la
típica sopa anodina como las de siempre, pero sí del glorioso
segundo plato consistente en un exquisito gulash húngaro servido en
una fuente que, para rellenar, contenía también tres grandes
rebanadas de pan de molde mojado y otro pedazo de pan también
remojado en agua y de sabor dudoso. Pensé que si estas criaturas
conocieran el aceite de oliva y tuvieran una leve idea del arte de
freír, este y otros platos de U Fleku podrían ser de los de muchas
estrellas Michelín. Pero estamos en Centroeuropa y aun les queda
mucho que aprender de gastronomía. Rondaban por allí un par de
acordeonistas y uno de ellos se atrevió a tocar Clavelitos
y ¡Que
viva España!
con lo que nos alegró la cena el buen hombre. Tras la cena,
retirada. Era nuestra última noche en la República Checa y había
que levantarse temprano para coger el avión.
Renuncio
a hacer la crónica del regreso porque todo fue de lo más normal. Si
acaso, como anécdota, sólo contar que el hombre que se sentó a mi
lado en el avión intercambió conmigo algunas palabras en inglés
sobre si ponerse o no en el asiento de ventanilla que le había
tocado. Tras acabar de hablar conmigo, todo muy amistoso, el tío
saca el teléfono y lo primero que dice al establecer la llamada es:
“¡Hola,
cariño!”.
Me acordé del chiste de los leperos en Londres, palabra. Viaje
tranquilo amenizado por las pantallas que amablemente nos informan de
todos los detalles del vuelo en tiempo real, cortesía de Czech
Airlines, hasta llegar a la odiosa terminal cuatro de Barajas.
Recogida de equipajes que milagrosamente llegó con pocos
desperfectos y rumbo a Atocha para coger el AVE de regreso. En
Atocha, un pequeño refrigerio para ir aguantando, en el que nos
pegaron una infame estocada al cobrarnos más de cuatro euros por una
cerveza servida con malos modos en una mesa que en vez de asientos
tenía palos de gallinero. Sí, no cabía duda: Estábamos en España.
Nos acomodamos en el AVE y nuevamente me dediqué a mi deporte
favorito de dormir hasta llegar sin novedad a Santa Justa.
¡Mi caaaaaasa...!
......................................................
1 No
confundir con Eslovenia, situada al sur de Austria.
2 La
mayor parte de la región de Silesia actualmente está dentro de
Polonia, pero sus nativos no olvidan que fueron un ducado de Austria
más vinculado a Praga que a Budapest o a Varsovia. De hecho, el
águila de su escudo forma parte del escudo de la República Checa.
3 ¿O
debo decir “nacionaleras” acordándome de las
catetadas de los separatistas españoles?
4 Seguramente
pretendían seguir viviendo de chupar la sangre a los checos de por
vida.
5 Los
tiempos cambian mucho. Ahora, el apellido Rosemberg sólo me
recuerda una cadena de restaurantes bastante grasientos y nada
baratos que hay en las carreteras de Austria y Alemania.
6
Como verán, todos los propietarios llevaban en su apellido el
sufijo que significaba “monte”
7 La
vida de la duquesa Eleonora, su última enfermedad y su muerte daría
para una monografía muy completa sobre las creencias en brujas y
vampiros de la época. Aunque falleció en Viena, lo que quedaba de
su cuerpo tras una chapucera autopsia, fue devuelto a Cesky Krumlov
para ser enterrado sin grandes honras fúnebres -ni siquiera su hijo
asistió a su funeral- bajo una sencilla losa en la capilla de San
Jorge. Tras su muerte se desató una de las grandes oleadas de
persecuciones de supuestos vampiros que asolaban Centroeuropa de vez
en cuando. En realidad, la pobre duquesa falleció a causa de un
enorme tumor intestinal con metástasis en la columna.
8 En
2007, el realizador austríaco Klaus Steindl dirigió un documental
de éxito llamado La Princesa Vampira basándose en la vida
de Eleonora.
2 comentarios:
Como profe de Historia no tienes precio.
Sr. Utrera:
Es usted un buen profesor se Historia, además de ameno y didáctico.
Un saludo.
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