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miércoles, 15 de marzo de 2017

- UN PASEO POR ÉVORA Y EL ALENTEJO ( y III) -

- 26-02-2017 -

Último día de viaje, pero aun nos quedaba alguna sorpresa agradable: Nos vamos a Monsaraz a dar un paseo que es, en sí mismo, toda una lección de Historia que intentaré explicar paso a paso aun con la seguridad de olvidarme de mil detalles.
Murallas de Monsaraz.

En el término municipal, concelho en portugués, de Reguengos de Monsaraz encontramos una pequeña ciudad fortificada al estilo de la ya descrita de Marvao pero que conserva mucho mejor su sabor medieval. Guardando las distancias de estilos y las derivadas de sus necesidades defensivas, me recordó algo a la aldea de Sos en la provincia de Zaragoza casi limitando con Navarra; si bien, este último conserva aun mejor su esencia.

Monsaraz. Torre del Homenaje.
Este es el momento de hablar un poco del curioso término de
Reguengos que, en portugués equivale al nuestro de realengos. Si nos vamos a los fueros medievales que siguieron usándose hasta bien entrado el siglo XIX, encontramos con dos tipos de distribución de las tierras conquistadas a los musulmanes: Uno de ellos, llamado señorío, designaba las tierras que el Rey concedía a un señor feudal en premio a sus méritos en batalla; el otro, llamado realengo, era el territorio que el propio Rey se reservaba para explotar sus riquezas. No todo era tan fácil como acabo de decir porque, si bien el señor hacía y deshacía a su antojo en sus
Calle lateral de Monsaraz.
territorios, tal privilegio no era gratis ya que estaba obligado a mantener un ejército a sus expensas que, en caso de necesidad, era reclamado por el Rey; así como velar por los intereses de sus vasallos asegurando su seguridad, alojamiento y mantenimiento. A cambio, el Rey permitía que el señor recaudara sus propios impuestos, impartiera justicia y reservara una parte de sus ingresos para el tesoro real que tenía que ser entregado una vez al año o cuando el Rey lo considerara oportuno.

Vista de Monsaraz desde el castillo.
Cuando se ve una fortaleza con una torre exenta interior llamada torre del homenaje, podemos estar seguros que, bien fuera de señorío o bien de realengo, aquel lugar estaba destinado a recibir visitas importantes que podían ser del mismo Rey o de alguno de sus enviados; las de realengo solían recibir al Rey en persona. Las citadas torres no estaban habitadas por el señor del lugar y su planta baja se destinaba al alojamiento del ilustre visitante, mientras que la planta superior se usaba para la ceremonia de pleitesía en la que el visitante, sentado en un trono, recibía al señor quien presentaba el arca de su tesoro y abriéndola se arrodillaba en señal de reverencia ofreciéndole lo recaudado y extendiendo sus manos abiertas como signo de no tener nada que ocultar. En correspondencia, si el visitante no hallaba reproche en la ofrenda extendía sus manos sobre las del arrodillado señor y le ordenaba levantarse en señal de que podía seguir gozando de su confianza.

Un pequeño palacete de Monsaraz.
Volviendo a hablar de Monsaraz, para empezar, su propio nombre tiene una preciosa eufonía que, de haberla conocido el fantasmón de Richard Wagner no hubiera dudado en incluirla en su mitología nibelunga; pero no nos engañemos porque Monsaraz significa algo tan pedestre como “El monte de las jaras”. Situado en una elevación del Alentejo que apenas supera la altura media de la región, a 227 metros se yergue una joya cuyo acceso no es nada cómodo porque, al igual que en Marvao, el bus nos deja bastante alejados de la puerta de entrada y hay que subir a pulmón libre por aquellos caminos que, en este caso, aun son peores que los del resto de Portugal al estar pavimentados con unas terroríficas lajas de pizarra compactadas y puestas de canto que presentan al calzado cientos de diminutas sierras amenazadoras y en sentido transversal a la marcha. No quiero pensar lo que puede suponer una caída en ese suelo y con esas cuestas.

Antes de entrar en la muralla nos encontramos con unos restos que, también amurallados, nos hacen pensar en quizá un intento fallido de construir una barbacana y que, al abandonar el primitivo proyecto se quedaron en pequeños almacenes sin apenas utilidad práctica. Seguimos subiendo y ahora sí que vemos la portada principal, de un gótico muy primitivo y sin retoques de siglos posteriores. A la izquierda los inevitables añadidos defensivos para albergar una tosca artillería que, aunque desvirtúan en algo la esencia de la primitiva traza, no la estropean en conjunto.

Entrada a Monsaraz.
Entramos y atravesamos la doble muralla defensiva, encontrándonos a la izquierda con la llamada “Casa del Aljibe” lo que nos está indicando que aquella fortaleza tenía, además de una fuente de abastecimiento que está en el otro extremo de la muralla, un aljibe de aprovechamiento de aguas pluviales. Al darnos la vuelta para observar el exterior advertimos una curiosidad labrada en las piedras de la jamba de la segunda puerta y una hornacina a su lado. Se trata de las medidas oficiales para uso de la inspección del comercio: Allí están grabadas en piedra las longitudes de la vara y la media vara para medir las telas o cualquier objeto que se vendiera por unidades de longitud; la hornacina estaría ocupada por las pesas para contrastar balanzas y las medidas de líquidos para aceite o para granos.

No debió ser extraña la presencia judía en Monsaraz. Para una vista algo entrenada, mirando de frente la fachada, en las jambas derechas de las puertas se advertían señales de una pequeña hornacina, delatando haber sido usadas para colocar en ellas el pergamino con las oraciones de bienvenida escrito en hebreo y que todo visitante debía tocar en señal de gratitud y respeto. Por desgracia, la mayoría de estas marcas han sido rellenadas con yeso o usadas para colocar en ellas los registros de los actuales suministros de agua o gas y por fortuna, esas tapas de registro son de noble fundición y no de infame plástico. Judíos no quedan pero sí una notable presencia de ciudadanos franceses y holandeses quienes, enamorados de Monsaraz, se han establecido allí de forma permanente y se dedican a la artesanía y al turismo. En una población de menos de mil habitantes, esa presencia extranjera es clamorosa.

Tejados de Monsaraz donde se distinguen las
chimeneas llamadas "de oreja"
Abundando en el asunto de los judíos, también son frecuentes en Monsaraz las llamadas chimeneas “de oreja”. Son chimeneas aparentemente normales con la única particularidad de tener vertical la pared que da a la fachada de la casa e inclinada hacia delante la posterior. Esta curiosa modificación permitía a los habitantes de la casa escuchar ruidos y conversaciones de la calle y así saber lo que se decía de ellos. El único inconveniente era que la transmisión del sonido era bidireccional y también se podían escuchar desde la calle lo que se hablara ante la chimenea; de ahí el dicho tan portugués y tan español de “Nunca cuentes un secreto delante de la chimenea”.

Seguimos subiendo y seguimos teniendo sorpresas. Los restos de
Molino medieval de Monsaraz.
un molino de piedra que, como todos los servicios comunes, era propiedad del Rey y administrado por su representante en Monsaraz. A pocos pasos el horno de pan que era usado en turnos rigurosos una vez a la semana por cada familia; y algo más adelante, ya en la plaza principal, un hospital de los que fundó la Reina Leonor de Viseu a fines del siglo XVI como Casas de Misericordia, fundación que continúa en Portugal y que se dedica a la atención de enfermos y pobres y cuyos ingresos proceden de la lotería, incluida la también popular Euromillón. Enfrente la iglesia parroquial y el consabido pelourinho o picota que, rematado por una esfera representando el poder real sobre el mundo, necesita una restauración antes que se caiga.

Picota de Monsaraz.

La iglesia parroquial no guarda tesoros de arte. Apenas una notable talla procesional de un Nazareno acompañado de su Cirineo de madera sin policromar y factura moderna y un sepulcro gótico de mármol con una escultura yacente que revela bastante impericia por parte del escultor ya que se nota demasiado que esculpió la talla con un modelo puesto en pie y luego tumbó la figura, con lo que los pliegues de la túnica del personaje hacen un vuelo impropio de la postura yacente.

Sepulcro gótico en la iglesia de
Monsaraz. Obsérvese la
túnica con vuelo más propio
de estatua erguida.
Subiendo hacia el castillo y apenas salimos de la iglesia y dejamos atrás la picota, nos encontramos de frente con el actual edificio del Ayuntamiento. Este edificio tuvo en otros tiempos varias funciones simultáneas porque una parte de su planta baja estaba destinada al juzgado y la cárcel, de donde ya salían los condenados derechos a la picota; sobre esos juzgados
Ayuntamiento de Monsaraz.
estaba la casa del juez. A la espalda había dos dependencias más: una era la escuela en su planta baja y la vivienda del maestro o maestra en la planta alta; la otra, un cobertizo amplio y cómodo que albergaba también a un personaje importante de la comarca: el toro semental que era el encargado de cubrir, previo pago, a todas las vacas que estaban en el dominio de Monsaraz. El hecho de contar con una escuela y un hospital eran también dos de las distinciones que los dominios reales tenían sobre los dominios señoriales porque el Rey, por prestigio, estaba obligado a pagar esa escuela, obligación que no tenían los señores sobre sus vasallos; y el hospital era la consecuencia de que la corona no ponía trabas en su instalación y contribuía a su mantenimiento. Ya estamos viendo que por aquella zona, no todas eran así en España, era bastante preferible ser vasallo directo del Rey que serlo de cualquier señor barato de horca y cuchillo.

Al fin llegamos al castillo. Una fortaleza dentro de la fortaleza de la propia ciudad amurallada. Es inútil buscar obras de arte en un lugar concebido y construido sólo para la defensa, primero contra los moros1 y luego contra la temida España pero, de cualquier forma, aquella ciudadela debió imponer respeto en sus tiempos de esplendor.

Torre del Homenaje de Monsaraz.
De trazado irregular en busca de seguir la topografía del alto donde se encuentra, impresiona ver en un lugar tan pequeño esa concentración de murallas, dobles murallas y pasajes de acceso difíciles para el enemigo. Varias torres de vigilancia adosadas al muro principal sirven de primitivos baluartes con sus saeteras que, más tarde convirtieron en troneras. Destaca entre todas la más alta y exenta de muros: se trata de la Torre del Homenaje, lugar de la ceremonia ya descrita que, lamentablemente, ha sido mutilada para su función de solemne defensa por una gran ventana que se practicó en tiempos posteriores perdiendo parte de su encanto. Nada que destacar del
Patio de Armas del Castillo de Monsaraz.
interior de sus torres pero sí de su patio de armas que, rodeado en dos tercios de sus muros por gradas de esa misma cruel piedra del pavimento, sirvió de lugar de entrenamiento de juegos de armas y ahora es utilizada para conciertos al aire libre, espectáculos diversos y hasta corridas de toros porque dispone de un pequeño chiquero de dos plazas. Según nos contaron, allí se celebra una corrida de rejones al estilo portugués una vez al año y el dinero recaudado por la venta de la carne del toro o los dos toros que se lidien se destina a financiar la corrida del año siguiente. Por respeto no voy a comentar aquí lo que pienso sobre las corridas portuguesas en las que se niega al toro la gloria de morir en el ruedo so pretexto de humanidad.

Salida de chiqueros en el patio de armas.
No nos olvidemos que Monsaraz es lugar de realengo. Así que tampoco falta un pequeño pero precioso jardín pegado a la muralla y a la salida del castillo, que ahora se ha ampliado extramuros aterrazando el terreno inmediato. No me extraña nada que haya tantos extranjeros enamorados de Monsaraz; y digo extranjeros porque ningún español lo es en Portugal.

Era ya la hora de reanudar la marcha y hacer la última de las visitas dirigiéndonos a Mourao. Visita que bien podríamos habernos ahorrado porque las pobres ruinas de aquel gran castillo de Mourao no dejaban siquiera averiguar nada de su antiguo esplendor. Casi no valía la pena el esfuerzo del desplazamiento más la subida a pie, poco fatigosa, a un lugar lamentablemente derruido del que apenas se conservan las murallas y poco más. Nada más llegar a la puerta y darme cuenta de la reconstrucción moderna de su arco gótico ya sabía que lo que me esperaba era un solar cercado de sillarejo y algunas torres en estado lamentable.

Entrada al castillo de Mourao.
Emprendimos el regreso e intenté descansar en algún bar con una cerveza, pero el camarero hizo gala de la proverbial lentitud alentejana y para cuando la tuve entre mis manos ya era la hora de salir corriendo al bus. Una pena. De nuevo, vuelta al hotel Olive de Évora para comer, cortés despedida de su director dándonos las gracias y camino de vuelta a Sevilla. Otra vez la observación del triste abandono de muchos de los campos de Portugal en contraste con la pujante vida de la tierra pacense. Me dormí y me desperté justo a tiempo de parar de nuevo en aquel horrible e inmenso lugar de Monesterio llamado Leo en donde ni me molesté en tomar su espantoso café. Vuelta al bus y una última y durmiente etapa hasta llegar a Sevilla a eso de las ocho de la tarde.

Concluyo: ¿Portugal? ¿España? ¿Qué es eso? Es la Hispania romana; una única nación dividida por intereses económicos de señoritos imbéciles. Un tema para meditar ahora con la solemne estupidez de las autonomías. Hispania es un continente en miniatura con todos los climas, fauna y flora imaginables que no entienden de fronteras. El hecho de tener en la Península cuatro idiomas y cientos de dialectos no cambia nuestra idiosincracia; más bien refuerza nuestro conocido sentimiento individualista que nunca debemos confundir con el egoísmo.

Estoy escribiendo desde mi casa en Sevilla pero lo mismo podría hacer desde un hotel portugués, francés, italiano, irlandés o centroeuropeo. Nuestra historia es romana y las huellas de Roma son eternas.

Uno de lo torreones de Monsaraz.

Sevilla, 15 de Marzo de 2017.



1Aunque los portugueses dan por acabada la Reconquista hacia 1244, la realidad fue que los benimerines le dieron más de un dolor de cabeza durante muchos años. La paz definitiva llegó con el fin de la Reconquista española en 1492.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Jose, no es lo que sabes, que también, sobre todo es lo bien que lo cuentas. Ameno e inteligible. Un placer leerte.

Revera dijo...

José Antonio, es un placer leerte. Saludos.

José dijo...

Maestro Cape: como siempre genial.

Un abrazo.

EnEaS.

José Antonio Utrera dijo...

Gracias a todos, amigos.