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lunes, 25 de julio de 2016

- SANTIAGO Y CIERRA, ESPAÑA -

En el día de hoy es obligatorio hacer mi pequeño homenaje a las tradiciones. Y fíjense que voy a mezclar Historia con leyendas, lo cual es muy peligroso y, por supuesto, muy alejado de la ortodoxia; pero ¿qué quieren que les diga? Me chifla saltarme la ortodoxia cuando las cosas no están meridianamente claras y aquí hay de todo un poco, aunque les advierto que sí me voy a ceñir a las certezas y avisaré cuando hable de leyendas. Que son bonitas, por cierto.

Antes de empezar; y para el lector avisado que son todos los que se dignan acceder a este ignorado lugar, decir que la coma insertada en el título del artículo no es casual. Los mal llamados progres, que son más rancios que los fascistas baratos de los alrededores de 1930, abominan de la frase: "Santiago y cierra España". Es natural porque, al ser analfabetos funcionales en su inmensa mayoría, no saben el significado antiguo de palabras que hoy han cambiado de sentido simplemente porque la Historia ya no hace necesario cierto uso. Así, la citada frase que estos orcos que presumen de humanos, la interpretan como que al invocar a Santiago también se pretende cerrar España de influencias externas. Los animalicos se limitan a rascar en la superficie sin ver que "cerrar" significaba cerrar filas para el ataque y era una expresión muy utilizada durante la Reconquista y la conquista de América. Se concluye así que significa: Santiago y ataca, España. Expresión muy oportuna en tiempos en los que España sólo era un conjunto de reinos casi siempre mal avenidos. Pero ahora vamos a la Historia; sí, esa Historia que los de siempre ponen en cuestión pero que los hechos están ahí.

Corrían los oscuros tiempos de fines del siglo VIII cuando en Asturias reinaba un tal Mauregato; de quien se conocen muy pocas cosas antes de subir al trono que ocupó  entre 783 y 788. Se explica esa laguna de conocimientos por la bastardía del Rey, quien hizo todo lo posible para borrar su pasado antes de ceñir la corona. Pero, dada la debilidad del entonces su pequeño Reino, la crecida morisma cordobesa aprovecha para humillar más aun a los cristianos, exigiendo el impresentable y racista emir Abderramán I la entrega de cien doncellas vírgenes cristianas a su no menos impresentable y sobrepublicitado emirato de pésimo recuerdo. Mauregato cede y empieza a pagar el infame tributo hasta que un par de condes, Arias y Oveco, a quienes les correspondía entregar a sus hijas, le aplican el antiguo remedio del "morbus gothorum"; o sea, que me lo dejan clavado a puñaladas en su trono porque bien merecido se lo tenía. Sube al trono Alfonso II el Casto y liquida en batalla al enviado de Abderramán, un tal Mugait, con lo que el asunto queda parado. De momento.

Pero la cosa no acaba ahí. Si bien con la desaparición de Mauregato se acabó esa infame práctica, no tardó el emirato en volver a reclamar semejante canallada -al fin y al cabo eran lo que eran- y aprovecha otro momento de debilidad cristiana en tiempos de Ramiro I para que Abderramán II, no menos cabestro que su antecesor, vuelva a reclamar su lascivo y degenerado tributo. Ramiro, acojonado por la fuerza militar cordobesa, cede y ordena a cada población entregar un número de chicas vírgenes proporcional a su población. Casi todas ceden; pero Simancas, de ahí su nombre, entrega a las siete que le correspondían... con la mano izquierda amputada.

Ya está armada de nuevo. El cabrón de Abderramán monta en cólera, devuelve el tributo y apresta a sus orcos para la batalla. Tras una serie de tanteos siempre a su favor porque a sus fuerzas se había unido lo peorcito de África, el encuentro definitivo tiene lugar en Albelda el año 844 aunque, como siempre, la progresía rampante y de barrigota llena, niega los hechos. Allá ellos. El caso es que la morisma acaba en desbandada y el infame tributo anulado para siempre... Hasta ahora, que nunca se sabe.

Vamos con la leyenda de Santiago porque la víspera de la batalla final corrió la voz entre las tropas cristianas, bastante apaleadas el día anterior, de que Santiago iba a ayudarles. Y, en efecto, muchos creyeron verlo a lomos de un caballo blanco; blanco para variar, cortando cabezas morunas a destajo.

Leyendas; sí, claro. También es leyenda que el cuerpo del Apóstol se encuentra enterrado en la ciudad de su nombre y las misteriosas luces que vieron aquellos campesinos sobre el que fue llamado Campus Stellae donde ¡qué casualidad! parece que fue enterrado el heresiarca Prisciliano, obispo de Ávila y decapitado en Tours siglos atrás.

El resto me lo reservo para no escandalizar, pero aquí queda mi homenaje al Patrón en su día.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta, chulo y ameno. De toda formas, qué bien dices cuando comentas lo de 'por ahora'. Un abrazo Jose.

José dijo...

Cierto es amigo Cape lo que bien dices sobre el significado de esta frase: "Santiago y cierra, España", que a los trogloditas analfabetos de la progresía rampante y dictadora se les escapa.

Todo lo que dices es muy cierto.

Si se me permite añadiré que de las últimas veces que se empleó - y fue durante muchos años- fue cuando los Viejos Tercios dominaban militarmente Europa. Y, es que cuando las cosas se ponían complicadas por los avatares y circunstancias propias de las batallas, los oficiales y los soldados más veteranos gritaban eso de: ¡Santiago y cierra, España! para avisar que, sin percibirlo por el fragor de la lucha, se estaba perdiendo la formación en cuadro donde las picas, alabardas y mosquetes mandaban y vencían, estando muy prietas y juntas las filas y las hileras. Era una muralla muy difícil de traspasar y de desorganizar.

No era fácil la tarea de mantener el cuadro si se tiene en cuenta el remolino de violencia de todo tipo que se desarrollaba durante el transcurso de estos enfrentamientos con lo más florido, normalmente, del ejército francés o de los rebeldes flamencos.
Era al mismo tiempo un grito de atención, ánimo, y orden táctica de primera magnitud.

Esos Viejos Tercios estaban bien formados y entrenados y normalmente conseguían sus propósitos, a pesar de estar mal pagados y a veces muy mal equipados, pero ésa es otra historia.

Nada más.

EnEaS.