Visitas

lunes, 12 de diciembre de 2016

- JAÉN. RENACIMIENTO EN EL OLIVAR (II) -


- III.- 26 DE NOVIEMBRE -

El tiempo no suele ser el mejor amigo del viajero, así que embarcamos temprano en el autobús para dirigirnos a Jaén, esa bella desconocida que decía mi maestro Enrique Pareja. El programa de hoy no era tan intenso como el de ayer pero, aun así, no se podían desperdiciar las horas de luz diurna. Tampoco eran muchos los lugares a visitar que estaban previstos, pero sí muy entretenidos para verlos con un cierto provecho cultural y artístico.
Castillo de Santa Catalina.
Torre del Homenaje.

El autobús nos llevó directamente a las cercanías del Castillo de Santa Catalina, imponente fortaleza cargada de historia que domina toda la ciudad y que de sus murallas parten otras fortificaciones que antaño rodearon a Jaén. La obra que contemplamos hoy día fue rematada tras la reconquista cristiana entre los siglos XIII y XIV pero, como casi todas las fortalezas españolas, es la obra de generaciones y milenios de necesidades defensivas. Así que este castillo situado en las estribaciones de la Sierra de Jabalcuz, parece ser de origen ibero por los restos ciclópeos de aquella época que aun se pueden observar en algunos paños de sus murallas exteriores. Lo que sí conocemos por la Historia es que fue Aníbal quien ordenó construir una verdadera fortaleza, germen de la actual, para asegurar la defensa de Jaén ante posibles represalias romanas. Una vez perdida por Cartago la Segunda Guerra Púnica, Roma no sólo respetó la obra sino que la amplió y reforzó sirviendo su traza romana hasta la invasión islámica, ya que no se tienen noticias de ninguna intervención visigoda más allá del propio mantenimiento de la obra de Roma1.

Entrada al Castillo.
La invasión de los norteafricanos, en principio, tampoco modificó demasiado la fortaleza hasta la caída del Califato y la posterior invasión de almorávides y almohades. Estos últimos sí se ocuparon de reconstruir parte de las defensas y de levantar otras nuevas2 hasta alcanzar su tamaño definitivo poco antes de la Reconquista. Lo que vemos ahora del Castillo es una obra ya muy retocada por los cristianos que, al perder su uso defensivo fue abandonada y su interior se deterioró con el paso de los siglos hasta que fue restaurada en parte y reconstruido el resto para dedicarlo a Parador Nacional de Turismo desde 1965, uso con el que continúa en la actualidad.

Caminamos junto a la imponente muralla para ver las antiguas entradas defendidas por matacanes y las torres, en su mayoría exentas o albarranas. La Torre del Homenaje, impresionante por su tamaño, está situada dentro del recinto como mandan los cánones de la época y, al ser un lugar privado no pudimos visitarla pero sí admirar desde fuera lo poco que se veía. Sí pudimos contemplar desde cerca la torre gótica de Santa Catalina que alberga una capilla dedicada a la santa de Alejandría y que es lugar anual de romería el 25 de Noviembre.

Cruz del Cerro de Santa Catalina.
Acabamos la visita llegando hasta la cruz que se yergue sobre un espléndido mirador desde el que se domina toda la ciudad. Fue Fernando III quien ordenó en 1246 que hubiera siempre una gran cruz en aquel lugar y encomendó su construcción y mantenimiento a las monjas clarisas, cuyo establecimiento en Jaén también fue ordenado por el Rey. Como el lugar está continuamente azotado por la intemperie, poco duraban las cruces de madera o hierro que allí se erguían y fue preciso llegar hasta 1950 para que don Eduardo Balguerías hiciera erigir allí la actual, de hormigón armado, que aun se conserva en un estado excelente.

Poco más que decir de la historia del Castillo salvo que allí fue donde el joven rey Fernando IV, cuatro generaciones después de aquel genio militar que fue Fernando III, recibió como reos a los hermanos Carvajal, caballeros de la Orden de Calatrava, acusados sin pruebas del asesinato Juan de Benavides, amigo del Rey quien ordenó su ejecución tras tormento. Amputados sus manos y sus pies fueron arrojados en una jaula desde la peña de Martos el 7 de Agosto de 13123. Antes de morir emplazaron en un mes al Rey ante el tribunal de Dios para que Él mismo juzgara la causa. Bien por miedo a haber dictado sentencia injusta o bien debido a la casualidad, el caso es que Fernando IV falleció en Jaén el 7 de Septiembre siguiente, justo un mes después de aquella atrocidad y sin causa aparente; si bien había sufrido de diarrea una semana antes de la que ya estaba totalmente recuperado. Lo cierto es que pasó a la Historia como El Emplazado4 porque su muerte se atribuyó al emplazamiento que le hicieron los Carvajal. Abandonamos el Castillo tras un café para reponer fuerzas y recuperarnos del frío húmedo del día con llovizna, regresamos al autobús para seguir nuestra visita.


Jesús "El Abuelo" con su Cirineo.
Como debe ser en toda visita a una ciudad con arraigadas devociones, no es elegante llegar sin hacer una visita de cortesía al Señor de la Ciudad5, por lo hicimos una breve parada en el santuario de Jesús Nazareno6, antigua iglesia del convento de los carmelitas y actual sede de la Hermandad de penitencia de la que la imagen llamada de Jesús el Abuelo es una de sus titulares, para contemplar la imagen más venerada de Jaén y una de las más notables en el sentido artístico. El sobrenombre de Abuelo le viene por una leyenda que cuenta que la talla fue realizada en una sola noche por un pobre viajero anciano que, hospedado por caridad en casa de un comerciante, pagó su estancia esculpiendo en madera la famosa imagen. En realidad, la Historia nos cuenta que se realizó a finales del siglo XVI o principios del XVII y se le atribuye al escultor barroco Juan de Solís. La obra es una talla procesional de un Nazareno que, sobre su hombro izquierdo, porta la cruz ligeramente encorvado y ayudado por un cirineo, obra de Luis Montesinos. Como curiosidad, dicho cirineo fue donado a la hermandad por la congregación de soldados romanos y su propio capitán, Tomás Cobo Renedo, fue el modelo de la escultura. Una vez hubimos cumplimentado al Señor de Jaén reanudamos nuestro camino dirigiéndonos a la Catedral.


….................................


Catedral de Jaén. Vista de la fachada principal.
Una de las cumbres del Renacimiento en España es la Catedral de Jaén, si bien tiene otros muchos e inevitables añadidos barrocos fruto del tiempo en el que se dilató su construcción. Concebida en el siglo XVI para sustituir al anterior edificio gótico tardío del XV del que se conservan algunas muestras7, su construcción se dilató durante siglos durando hasta mucho después de 1660 en que fue oficialmente consagrada; y aunque se trató de respetar la idea original no se libró de alteraciones y superposiciones de estilos fruto de las modas de las distintas épocas. De hecho, coexisten desde frisos góticos del XV hasta partes claramente neoclásicas, con el paso obligado del Renacimiento y el Barroco por sus venerables piedras.

Dedicada a la Asunción de la Virgen y con un proyecto inicial de Pedro de Vandelvira se inician las obras del nuevo templo sobre los muros del anterior en 1540 bajo la dirección del mismo proyectista y contando como destacado ayudante a su hijo Andrés. Al fallecimiento de Pedro en 1562, éste le sucede en sus trabajos que hacen considerar la Catedral de Jaén como su obra cumbre8, dejándonos la huella de su genio en bóvedas, capillas principales, la portada sur, la sacristía y muchos sitios más. Al fallecimiento de Andrés de Vandelvira en 1575 le sucede su discípulo Alfonso Barba, quien sigue con


Friso gótico de la Catedral de Jaén.
(Cortesía Wikipedia)
toda fidelidad el proyecto de su maestro hasta 1594. A partir de ahí la obra sufre una ralentización en su ritmo y es preciso esperar hasta 1635 en el que la llegada a la sede episcopal de Baltasar Moscoso y Sandoval quien contaba con influencias en Roma y en la Corte, lo que permite que, de nuevo, se reanude la construcción a buen ritmo a las órdenes del arquitecto Juan de Aranda Salazar, nombrado Maestro Mayor con ese fin. Al fallecer en 1654 ya estaban listos el presbiterio, la capilla mayor, la nave y portada septentrionales que siguieron fieles al proyecto original, pero otros muchos elementos como la cúpula y la decoración de las bóvedas ya manifestaban el avance del manierismo del Renacimiento final que desembocaría en el Barroco. Aun faltaba por realizar la fachada principal, ya barroca pero siguiendo la traza de Vandelvira; así como las torres gemelas cuyas obras acabaron a principios del XVIII a las órdenes de Miguel de Quesada.

Del interior cabe destacar los imponentes pilares con sus decoraciones, así como las soluciones dadas por Vandelvira para coordinar las distintas alturas de las bóvedas a base de jugar con la línea de impostas y conseguir un efecto visual único, verdaderamente digno de un genio. La sillería del coro, obra de diversos tallistas está realizada en el siglo XVI, con una ampliación posterior hasta 179 sitiales se acabó en 1736. Otra importante obra ya tardía, de un barroco casi neoclásico, es el trascoro realizado en 1791 y dedicado a la Sagrada Familia.

Una obra así requiere varios días para visitarla con un cierto detenimiento y nosotros sólo disponíamos de poco más de una hora. Además, resulta muy poco provechoso mantener tanta atención durante poco más de media hora porque empieza la mente a dispersarse y no asimilar. Así que, lamentándolo mucho porque el tiempo se nos echaba encima, salimos de aquella maravilla tan desconocida en general y, embarcando de nuevo en el autobús, regresamos al hotel para la comida. A la tarde nos esperaba Linares y la probabilidad de lluvia seguía amenazando.

El imponente trascoro de la Catedral de Jaén (Cortesía Wikipedia)
….................................


En esta época no son muchas las horas de sol y llegamos a Linares con el tiempo justo de hacer una visita panorámica en la que pudimos tener algunas vistas de la ciudad para hacernos una idea de lo más importante. Al parecer, su nombre procede de un antiguo lugar cercano a Cástulo donde existió un santuario dedicado a la Luna que los romanos llegaron a conocer y le dieron el nombre de Altar de la Luna o, en su idioma, Lunae Ara; con el tiempo se había ido formando un pequeño núcleo de viviendas en su alrededor al que llamaron Linarium y de ahí su nombre actual.

Desde el abandono de Cástulo, Linares tomó el relevo en cuanto a la explotación de los recursos mineros cercanos y así fue hasta los años sesenta del siglo pasado en que se consideraron agotadas las minas por su falta de rentabilidad. Desde entonces, aprovechando la situación geográfica en el corazón de Sierra Morena, Linares vive del comercio y trata de mantener algo de industria agrupada en torno a lo que fue Santana Motor que se dedicaba a la fabricación de vehículos Land-Rover primero y Suzuki después. Al cerrar ambas marcas se intenta volver a la actividad industrial con la fabricación de aerogeneradores y vagones de metro y tranvía.

Tanto al acercarnos a la ciudad como en la visita panorámica pudimos ver restos de su antiguo esplendor minero, como ruinas de fundiciones y grandes grúas cabrías para el acceso a pozos que, en algún caso, han sido trasladadas al centro de rotondas como muestra del pasado linarense.

Portada de la verja del jardín del Hospital
de los Marqueses de Linares donde se aprecian
las cruces de cuatro brazos tan del gusto
de principios del XX.
(Pido disculpas por la horterada de la caja
de distribución eléctrica. Yo no la puse, palabra)
Linares nunca ha sido una ciudad monumental, lo que no quiere decir que carezca de edificios notables pero, como siempre, la falta de tiempo nos impidió detenernos y preferimos centrarnos en el que, con razón, muestran con orgullo a los visitantes. Se trata de una obra proyectada en 1905, cuando arranca el auge de la Arquitectura española que diera lugar a tantas obras tan conocidas como las firmadas por Antonio Gaudí, así como las de sus predecesores y seguidores; aunque en Andalucía se optó mayoritariamente por los estilos modernista y regionalista de la mano de genios de la altura de Aníbal González, Juan Talavera, la saga de Gómez-Millán, Espiau y tantos otros que nos legaron sus obras.

La obra a la que me refiero se enmarca más en el estilo del primero de los arquitectos mencionados. Se trata del Hospital de los Marqueses de Linares, obra de los arquitectos Francisco de Paula Casado y Arturo de Navascués, aunque este último en menor medida. Se construyó para atender las enfermedades profesionales de los mineros de la época, dada la precaria o nula cobertura sanitaria de la época y los estragos que causaban la silicosis y la plumbosis o saturnismo. La gran obra fue sufragada en su totalidad por el legado testamentario de dichos marqueses, así como también se dotó al hospital con todo lo necesario para realizar su función. También hizo de hospital general y en su relativamente corta historia9 cuenta con que entre sus muros falleció Manolete en Agosto de 1947
Entrada al Hospital.

El edificio, de fachada neogótica muy del gusto de la época, está cercado por una gran verja de hierro forjado que también abarca su gran jardín. Y ya se advierte la fecha de su construcción en los pilares de la entrada principal de dicha verja por el remate en cruz tridimensional o de cuatro brazos tan usada por Gaudí en sus obras. A través del jardín se accede al edificio que, al estar siendo usado como residencia de ancianos en la actualidad, tan sólo es posible visitar la capilla, también neogótica, así como la cripta donde se halla el imponente mausoleo de los marqueses. Mausoleo que, por sí solo necesitaría de una descripción más compleja, pero que intentaré extractar en lo posible.

Obra del escultor Lorenzo Collau Valera10 realizada en mármol de Macael y bronce es un gran túmulo sobre el que descansan las excelentes tallas yacentes de don José y doña Raimunda, los fundadores del Hospital. Llama la atención especialmente la delicadeza de la talla en este material tan difícil de trabajar por su dureza muy superior a la del conocido mármol de Carrara. Los frisos representan en bajo relieve personajes pobres y enfermos de la época y, en las esquinas de la cabecera, lucen dos grandes medallones de bronce con las figuras alegóricas de la Fe y la Esperanza. Centrado a los pies del sepulcro otro medallón algo más grande, podría ser una alegoría de la Caridad si tenemos en cuenta que representa a una dama que protege bajo sus brazos a los pobres y necesitados mientras amamanta a un niño; pero hay algo en lo que no terminan de ponerse de acuerdo los estudiosos porque la alegoría de la Caridad como virtud principal de la que dice la Escritura que sin ella no valen nada las otras dos, puede quedarse algo corta. Y creo que este cronista aficionado al arte, pero algo viajado, puede aportar la respuesta: Está bien la representación del medallón y se queda corta adrede para hacer reflexionar al visitante, pero quien busca más a fondo no tarda en darse cuenta que la verdadera alegoría de la Caridad es el Hospital en sí mismo11.
Medallón de, quizá la Caridad, al pie del sepulcro
de los Marqueses de Linares.

Termino la crónica del segundo día. La noche había cerrado, la lluvia ya era muy molesta y estábamos cansados, por lo que volvimos al autobús para regresar al hotel y mañana será otro día. Nos esperaba la tremenda belleza de Úbeda.


...................................








Ábside de la capilla del Hospital de los Marqueses de Linares.


1 Es curioso observar que el definitivo asentamiento visigodo en la Península no produjo ningún daño ni desmantelamiento de las construcciones de Roma. Los visigodos veían las obras romanas con un respeto cercano al temor supersticioso. Por desgracia, los musulmanes hicieron todo lo contrario destrozando los edificios de aquella civilización para, en el mejor de los casos, utilizar los materiales para sus propias construcciones. Véanse los dos tercios de los capiteles de la Mezquita de Córdoba.

2 La invasión almorávide, con ser violentísima, no tuvo nunca vocación de permanencia sino sólo de saqueo con pretextos religiosos; y con su retirada propiciaron la aparición de las llamadas segundas taifas. Situación que cambiaría drásticamente a la llegada de los almohades.

3 La lauda sepulcral de la tumba de los hermanos, situada en la iglesia de Santa Marta de Martos, cita el año de 1310; pero todas las crónicas hablan de 1312 A. D. (Calendario actualmente usado en Occidente) o la de 1350 (Era Hispánica)

4 El Romancero dice: “Hízoles cortar los pies / hízoles cortar las manos / y mandóles despeñar / de aquella peña de Martos” Hoy día, en el lugar que la tradición dice que la jaula se detuvo con los despojos de los Carvajal está marcado con una cruz a la que en Martos llaman la Cruz del Llanto.

5 Tampoco es elegante venir a Sevilla y no saludar al Señor del Gran Poder.

6 La leyenda surgió mucho después, en la época del Romanticismo en la segunda mitad del siglo XIX. La verdad es que aquella época hizo mucho daño a la Historia en toda Europa, aunque también diera lugar a inolvidables obras de arte.

7 La remodelación de la Catedral fue debida al derrumbe del cimborrio gótico en 1525.

8 Aunque después de conocer el templo-mausoleo de El Salvador de Úbeda tengo mis dudas sobre esa apreciación porque, aunque este último fuera una obra de juventud, el detalle del arco esviado de paso a la Sacristía ya es más que digno de la consagración de un Maestro.
9Hablar de cien años en la Historia de España es indicar un período muy corto.

10 También autor del monumento a Bécquer del Parque de María Luisa de Sevilla.


11 Recordé una curiosa anécdota que viví hace algunos años en el castillo de Bunratty, en Irlanda. El responsable del castillo advirtió nuestra nacionalidad, a pesar de no hablar una palabra de español y amablemente nos enseñó a otro del grupo y a mí una gran mesa rescatada de un barco español naufragado. La mesa, claramente de la sala de oficiales, era una pieza muy grande adornada con algo de taracea. De seis patas, lucía las dos centrales talladas con las alegorías de la Fe y la Esperanza. El buen hombre se dirigió a mí preguntándome:

- Here is the Faith and the Hope but, where is the Charity? - Le contesté sin un titubeo:

- On the table, sir.

Se emocionó hasta las lágrimas con la respuesta y, tras la hora del cierre, nos condujo por lugares muy interesantes y no visitables, como la capilla y la azotea ¿Dónde iba a estar, si no, la Caridad? Pues donde hay que demostrarla: Sobre la mesa, señor.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso todo, incluida la anécdota final.
Cuánto sabes José!!!
Un gusto leerte