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domingo, 5 de marzo de 2017

- UN PASEO POR ÉVORA Y EL ALENTEJO (I) -

- 24-02-2017 -

Me voy a Portugal. Es un lugar siempre grato de visitar: Amable, hospitalario y con una gastronomía legendaria en calidad y cantidad que empecé a conocer en 1969 y que siempre me sorprende gratamente. Esta vez queremos darnos una vuelta por el Alentejo, palabra que significa "Más allá del Tajo" y pondremos nuestra base en una de sus ciudades más bonitas.
Escudo de Évora
Bandera de Évora














Salimos de Sevilla temprano y el tráfico nos permitió mantener una buena velocidad constante. La ruta elegida para salir de España no fue la más corta, pero sí la más segura al transcurrir toda por autovías. Tomamos la Ruta de la Plata con parada en Monesterio, en uno de esos lugares inmensos y horribles de carretera al estilo de la cadena Abades, pero aun más desmesurado de tamaño. Allí paramos un rato para tomar un café y aliviar de paso las vejigas, ya que aun quedaba un buen trecho para nuestro destino. Seguimos el viaje hasta mi Mérida de tan buenos recuerdos y desde allí a Badajoz para entrar en Portugal por la bellísima Elvas que no visitamos esta vez. El tráfico seguía fluido y en poco tiempo estábamos a la altura de Estremoz para pasar a Évora Monte y, después abandonar la autovía y tomar el corto ramal de carretera que nos llevaba a nuestra base de Évora.

No puedo dejar de mencionar la impresión que produce pasar de una Extremadura española con sus campos limpios de maleza, perfectamente cuidados y llenos tanto de cultivos antiguos de olivos, vides, cerezos y almendros, como de nuevos plantones de las mismas especies. Que tenga cuidado Jaén porque si a la inmensa provincia de Badajoz le da por producir en serio aceite de oliva, se va a encontrar con que no son suficientes sus más de sesenta millones de olivos, ya que Badajoz puede albergar más del doble sin abandonar el resto de sus cultivos tradicionales. Pero decía que me sorprendió el cruce de la frontera porque me encontré con una franja de kilómetros de campos sin cuidar, bastante sucios y con una alta probabilidad de incendios en tiempo seco; circunstancia que empezó a cambiar a mejor conforme nos adentrábamos en el país aunque, todo hay que decirlo, solían ser fincas propiedad de empresas españolas.

No era la primera vez que estaba en Évora, pero sí era la primera vez en visitar esa hermosa ciudad con guía nativo. Lamentablemente no pudimos llegar en el bus hasta la puerta del hotel porque estaban en carnavales y los "guardinhas1" no permitían el acceso. Pero no pasa nada y arrastramos nuestras maletas por el corto trecho que hay desde la muralla hasta el Hotel Évora Olive, un buen establecimiento que dice ser de cuatro estrellas aunque dichas estrellas no figuran por ninguna parte. Creo que es tan nuevo que aun está por clasificar oficialmente. Llegamos tan pronto que la dirección del hotel se nos excusó por no poder darnos aun nuestras habitaciones y nos citó para las 13:30, hora portuguesa, para hacerlo.

Había que aprovechar el tiempo. Los horarios portugueses son diferentes a los españoles y mucho más aproximados a los europeos, quizá herencia de tantos siglos de encubierta colonización británica que aun perdura; así que aprovechamos el tiempo por nuestra cuenta para subir hasta la Catedral que visitamos algunos y hacer algunas fotos de su templo romano, o de lo que queda de él ya que la invasión musulmana, para variar, destruyó la mayor parte de sus columnas y casi la mitad de su basa para aprovechar las piedras en no quiero saber qué cosas. Pero ya volveremos a las descripciones de sus monumentos.

Portada de nudos de un palacio de Évora.
Como casi todas las ciudades portuguesas excepto algún barrio nuevo de Lisboa, el pavimento portugués se caracteriza por ser casi peor que el de Roma. Al ser la zona rica en canteras de mármol y de granito, las calles están empedradas con trocitos de estas piedras que nadie se ha preocupado de nivelar con esmero. El resultado es que se hace necesario el uso de calzado recio, de aventura, para caminar por allí sin dejarse los pies en el intento. Por suerte, como ya lo sabía, iba muy bien equipado para tal fin. Pero ya era la hora de volver al hotel y así lo hicimos. Nos dieron las habitaciones y, por ser españoles, respetaron ese día nuestro horario de comida teniendo en cuenta la diferencia horaria de los dos países. El resultado fue que tuvimos tiempo de sobra para acomodarnos y algunos hasta nos duchamos y cambiamos de ropa. ¿Qué decir de la comida? Portugal es Portugal y hay cosas que no se discuten. Por ponerle algún defecto diría que no había mucha variedad en el autoservicio pero todo era exquisito y la cantidad era a discreción. El paladar pedía más y más, pero la prudencia aconsejaba no comer demasiado porque la tarde podría ser dura y no convenía ir pesado por aquellas cuestas. Ya nos desquitaríamos en la cena.
Templo romano de Évora

Évora, que cuenta en la actualidad con unos sesenta mil habitantes, es una de las ciudades más antiguas de Portugal y su propio nombre ya nos da trazas de su posible origen ibérico aunque también posee en sus inmediaciones monumentos megalíticos que denotan una ocupación estable desde la época neolítica. Con la dominación romana se amuralló el asentamiento primitivo y se erigió un templo en lo más alto de la ciudad que, aunque parece ser que estuvo dedicado al culto de un emperador, fue llamado erróneamente como Templo de Diana2 hasta hace no demasiado tiempo. También construyó unas termas de las que quedan vestigios. Poco se sabe de la época visigoda pero Évora vuelve a resurgir bajo la dominación musulmana debido a su posición geográfica; aunque, como siempre, el primitivo urbanismo fue destruido y los edificios romanos fueron usados como cantera para emplear sus materiales en las nuevas construcciones a capricho de los dominadores. Devuelta a la civilización en 1165 por el caballero Giraldo Sempavor -Gerardo sin Miedo en castellano- Évora comienza una gran etapa de desarrollo económico y al año siguiente ya le fue otorgada su carta de derechos feudales por el Rey Alfonso I de Portugal y se estableció en ella para su defensa la Orden de Calatrava, llamada después Orden de Avis en Portugal para diferenciarse de la española original. Sobre la mezquita se empieza a construir la actual Catedral que, a pesar de estar terminada en estilo gótico, su traza excesivamente maciza y robusta denota claramente la primitiva concepción de un templo románico, idea que se refuerza por la concepción de su portada principal. En sus alrededores se construyen los primeros palacios nobiliarios y eclesiásticos y se establecen fuera de las murallas algunos conventos sin menoscabo de los barrios judío y musulmán, también extramuros.

Évora. Fuente de la Plaza de Giraldo.
Salimos acompañados por la guía y nos hizo subir hacia el corazón de Évora donde ya habíamos estado algunos aquella mañana. Una breve parada en la Plaza de Giraldo, llamada así en honor al conquistador y que hace las funciones de plaza mayor, para seguir subiendo hacia la Catedral y el templo romano. La Catedral es uno de los ejemplos de iglesias-fortalezas almenadas que jalonaban el sur de la Península y como ya se ha dicho, muestra esos curiosos contrastes que se acentúan al entrar y contemplar las pesadas columnas que separan las tres naves principales, con la central de mayor altura que las dos laterales. Los brazos de la cruz que forma la planta son, quizá, algo desproporcionadamente largos y, como casi siempre en la Península, está salpicada de retablos barrocos. Resalta el primitivo órgano, del siglo XV y aun en funcionamiento; uno de los más antiguos de Europa y que se usa sólo una vez al año por lo precario de su estado. Lamentablemente, por motivos de horario no pudimos entrar a ver el claustro gótico del siglo XIV. Otra vez será porque Évora merece más visitas.

Catedral de Évora. Parte renacentista.
Seguimos por el centro para ver desde el exterior el Palacio Episcopal, el antiguo Palacio de Justicia, la casa del Inquisidor y algunos edificios de la Universidad. Pero nuestra siguiente visita era la Iglesia de San Francisco que se trata de una iglesia conventual con planta de salón y capillas laterales. Construida entre 1480 y 1510 en estilo gótico manuelino muestra una curiosa portada en la que los arcos góticos clásicos se mezclan con otros de
Portada principal de la Catedral de Évora.
Se observa que, a pesar de sus arcos ojivales,
la traza del atrio es románica.
herradura apuntados. Su fachada principal ya se remata en un estilo renacimiento muy tardío. Por dentro, se abren diez capillas que dan directamente a la única nave principal y destaca sobre todo el gran retablo mayor, de mármol, y dos preciosas ventanas renacentistas sobre el ábside en el lado de la epístola desde las que los reyes podían asistir a las ceremonias sin mezclarse con el pueblo. Al salir de la iglesia, por una puerta lateral se accede a lo que queda del antiguo claustro que debió ser magnífico antes de ser expoliado y,  desde allí,  se  pasa  a  la  llamada Sala del Capítulo; lugar de las


Diversidad de arcos de la iglesia de
San Francisco de Évora.
reuniones de la Comunidad para asuntos importantes. A través de esta sala se llega a uno de los lugares más curiosos de Portugal: La Capilla de los Huesos.

Como la pobreza y humildad franciscana no se avenía demasiado con las riquezas que iba atesorando la iglesia conventual, los monjes decidieron construir una capilla que les recordara la fugacidad de la vida para usarla como lugar de meditación; para ello, nada mejor que recurrir a los huesos humanos para decorarla. Sobre
Inscripción en el dintel de la entrada
a la Capilla de los Huesos.
el dintel de la puerta hay una leyenda que dice: "Nosotros, huesos que aquí estamos, por vuestros huesos esperamos". Fue construida sobre el primitivo dormitorio de los frailes entre fines del siglo XVI y principios del XVII. Es curioso observar que, si bien los huesos que revisten los pilares están pegados con argamasa, los de las grandes hornacinas laterales están simplemente apilados. Se completa la decoración con pinturas renacentistas y barrocas en los techos abovedados.


Pilar de la Capilla de los Huesos de Évora.

Era ya hora de regresar al hotel. Salimos de San Francisco y empezaron a oírse voces guasonas que gritaban: Shopping! Shopping now! Así que la amable guía se despidió de nosotros, ya que al día siguiente vendría otra de la misma empresa. La gente se fue de tiendas y algunos regresamos al hotel para esperar la cena. Mañana será otro día.







Pared con hornacina de la Capilla de los Huesos. Évora.

(1) La Policía portuguesa, para entendernos.

(2Esto del falso templo de Diana tiene una historia curiosa y muy sevillana. En el año 1900 se encuentra en Itálica una bellísima y monumental estatua de la diosa representada con todos los atributos de cazadora. Le faltan ambas manos y lo que pudiera empuñar en ellas, más el carcaj o aljaba para las flechas. También le faltaba parte de una rodilla que yo mismo vi restaurar en 1963. A partir de ese momento, todos los templos y edificios romanos de difícil catalogación en muchos kilómetros a la redonda se atribuyeron ser dedicados a Diana. Mérida no fue una excepción y Évora tampoco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bonito José.
Dan ganas de ir ahora mismo.

Anónimo dijo...

Estupenda crónica ¿Cuándo la II? Saludos.