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lunes, 16 de febrero de 2015

UNA VARA DE TEJO POR UN BARRIL DE VINO. EL FIN DE LA CABALLERÍA PESADA

(Dedicado a mi amigo Eneas)

- I -

¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra? Se preguntarán muchos. Igual le pasó al honrado comerciante normando de fines del siglo XII quien, dedicado a la exportación de vinos a Inglaterra, se llevó una alegría cuando las autoridades británicas le exigieron como único impuesto una vara de tejo lisa y sin nudos, recta, de siete pies de largo, una pulgada y media de ancho y una pulgada de grosor por cada barril de vino que desembarcara en la isla. "Estos ingleses están locos", debió pensar; pero se alegró porque conseguir esas varas en Francia era fácil y barato, ahorrándose así un dinero en derechos de aduana y, por muy poco precio, evitar colocar sus barriles de contrabando con el consiguiente riesgo de ser pillado. Que en aquellos tiempos y lugares no estaban para bromear con esas cosas. Nuestro honrado comerciante se limitó a embarcar tantas varas de tejo como barriles de vino pretendía vender en Inglaterra y no hizo preguntas; preguntas que quizá ni los propios aduaneros fueran capaces de responder, ya que ellos se limitaban a almacenar dichas varas y a avisar a sus inspectores para que fueran a recogerlas de vez en cuando.


- II -

Todos hemos visto en películas de ambiente medieval recreaciones de torneos y de batallas a caballo. Pero esos caballos usados en los torneos y los que comúnmente llevaban en sus lomos a caballeros de reluciente armadura, no eran la temida caballería pesada, Esta última estaba también formada por caballeros forrados con su loriga hasta más abajo de las rodillas, revestidos de la clásica armadura y protegidos, además, por su broquel o escudo. Solían usar una lanza para entrar en combate pero, esta lanza no era nada útil a cortas distancias y se deshacían de ella cuando penetraban de lleno en la formación enemiga, echando mano a la maza, el hacha o la espada.

Pero el secreto de su invulnerabilidad no sólo estaba en su loriga y armadura, sino en su caballo. Estos eran unos animales enormes y muy fuertes, de una raza expresamente criada para este fin, que podían soportar el peso del caballero armado más una tremenda armadura que les protegía todo su cuerpo. Es natural, ya que si se conseguía herir al caballo, el caballero caído era incapaz de levantarse por sí solo(1), dado el peso de sus corazas, no quedándole más remedio que esperar a ser rescatado por los de su bando o ser rematado por el enemigo con esas terroríficas dagas cortas y finas llamadas "de misericordia" que podían colarse por los agujeros de la celada del yelmo. Para quienes tengan curiosidad para saber cómo eran esas defensas equinas, en el museo Lázaro Galdiano de Madrid o en la armería del Palacio Real pueden observar algunos ejemplares muy bien conservados y se asombrarán de la fortaleza de esos animales que dejaron de criarse y seleccionarse al no ser ya necesarios en las batallas, cosa que ocurrió a partir de la primera mitad del siglo XIV como vamos a ver a continuación.

Haciendo algo de resumen de lo anterior y partiendo de la base de que una loriga pesaba unos once kilos, una armadura humana entre veinticinco y cuarenta y cinco kilos y la propia del caballo con sus otros sesenta kilos de hierro, podemos concluir que aquellos animalitos en batalla llevaban encima, por lo bajo, más de ciento sesenta kilos incluyendo el peso de un caballero delgado de unos sesenta kilos y aun se discute sobre la raza de semejantes monstruos capaces de tal hazaña. En estas circunstancias, la caballería pesada entraba en la formación enemiga repartiendo mandobles, mazazos y hachazos a diestro y siniestro sin que las ballestas de la época hicieran demasiada mella en sus componentes. Pero un buen día, todo cambió y la armadura de caballo, así como los animales capaces de llevarla, quedaron relegados a exhibiciones propagandísticas a partir de entonces, como ya se encargaría Tiziano de inmortalizar a Carlos I.


- III -

¿Qué ocurrió para que esta caballería pesada demostrara ser poco útil en batalla? ¿Qué pintan los barriles y las varas de tejo en este relato? Pues un poco de paciencia porque ya estamos en la Guerra de los Cien Años y los reyes, príncipes y notables europeos andaban en alianzas, traiciones, emboscadas, manejos diplomáticos y resto de sus malas artes, matando a todo lo que se movía y no les cuadraba a sus intereses. Como de costumbre en aquellos tiempos, Inglaterra y Francia se llevaban a matar y cualquier pretexto era bueno para demostrarlo. El Reino de Castilla se había cuidado mucho de no intervenir mas no así Aragón quien, al igual que Francia, miraba con muy malos ojos el poderío naval de Castilla que le hacía sombra en sus aventuras mediterráneas. Si Aragón y Francia lograban contar con la fuerza naval castellana, bien podía Francia no temer gran cosa de su eterna enemiga Inglaterra. Así las cosas, Pedro IV de Aragón, llamado el Ceremonioso (2), buscaba cualquier pretexto para armar camorra con una Castilla en la que reinaba mi Rey favorito después de Fernando III: nada menos que don Pedro I. Esta ocasión le llegó servida en bandeja por el bastardo Enrique de Trastámara, quien anhelaba sobre todas las cosas usurpar el trono de Pedro al precio que fuera; pero Pedro no iba a dejarse ganar la partida sin luchar y, viendo que Enrique contaba con la ayuda de Aragón y Francia que incluía la presencia de las terroríficas Compañías Blancas del mercenario sinvergüenza Bertan Du Gesclin, acudió a su aliada Inglaterra que, también oliendo el oro y las joyas que Pedro había ganado en buena lid al reponer en su trono a Muhammad V de Granada, envió a Castilla al Príncipe de Gales, apodado el Príncipe Negro por el color de su armadura toledana pavonada.

Por ahorrar detalles innecesarios, diré que el encuentro decisivo tuvo lugar en Nájera (La Rioja) el sábado 3 de Abril de 1367. Las muy bien entrenadas tropas del Príncipe Negro se portaron como auténticos profesionales, pero el tema que nos ocupa fue que los arqueros ingleses destrozaron la caballería pesada franco-aragonesa, más la de los traidores castellanos, en un santiamén. Prescindiendo de las habituales ballestas y dotados con arcos largos de una extraordinaria precisión a distancias impensables para la época, los británicos acabaron con el macabro y teatral espectáculo del caballero invulnerable machacando cabezas tranquilamente mientras paseaba a su bien acorazado caballo. Fue un desastre para las huestes del bastardo(3) y una lección para la Historia Militar. Aquellos arcos tan temibles estaban hechos de tejo francés de primera calidad. Y ya sabemos por qué Inglaterra exigía ese impuesto de las varas de tejo a los franceses.


- IV -

Podría dejar aquí el asunto que nos ocupa porque ya se ha desvelado el misterio de las varas de tejo de Francia pero, para los aficionados a la Historia Militar, quiero darles algunos detalles técnicos del llamado arco galés, arco inglés o arco largo.

Se trataba, en efecto, de una vara de tejo de unos dos metros de larga. Tenía que ser limpia y sin nudos ni defectos y, según las crónicas, sufría un proceso de maduración a temperatura y humedad constantes dentro de lo que se podía en la época que duraba unos cuatro años. Después se les daba forma y se les realizaban las dos entalladuras en los extremos para la inserción de la cuerda.

El resultado era espectacular. El arco largo soportaba tensiones de hasta 800 Newtons o más, sin el menor problema de recuperación. Teniendo en cuenta que un arco moderno apenas aguanta unos 300 Newtons como mucho y que no hay demasiados arqueros que sean capaces de usar estas armas tan extremas, nos hacemos una idea del entrenamiento que tendrían los arqueros del Príncipe Negro. El caso es que podían acertar con precisión blancos a ciento cincuenta metros y con una cadencia de disparos de unas doce flechas por minuto, muy superior a la de las engorrosas ballestas con su difícil proceso de armado. Además, ya la tecnología de la época había desarrollado puntas de flechas en bisel o acanaladas, especialmente diseñadas para no sólo perforar armaduras sino para cortar limpiamente uno o dos de los aros de las cotas de malla incrustándolos en el cuerpo de la víctima junto con la punta arponada de la flecha, casi imposible de extraer sin provocar una herida mucho mayor. Con el tiempo, estas flechas se perfeccionarían haciendo muy débil la unión entre punta y asta, para que fuera más difícil aun la extracción al quebrarse el asta en el intento.

No es fácil estimar la energía que podían desarrollar semejantes armas al no poder calcular el tiempo exacto de liberación de esa fuerza ni saber cuánto ascendería una flecha en un tiro vertical; pero en reconstrucciones de las mismas se han lanzado flechas de 54 gramos a 320 metros de distancia y de 100 gramos a casi 250 en tiro horizontal; así que no es arriesgado aventurar la abultada cifra de casi 100 Julios suponiendo un alcance vertical de sólo 100 metros para una flecha de 100 gramos de peso (0,98 Newtons). El caso es que el "longbow" o arco largo, acabó para siempre con aquellos conceptos de caballería pesada al demostrar su inutilidad ante un buen armamento.

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(1) O, de ser lo suficientemente fuerte como para levantarse con ese peso, mal podía hacer nada en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con un infante armado con una maza.

(2) No porque lo fuera especialmente, sino porque estableció por escrito el protocolo para las ceremonias de la corte. En lo personal era un enano de metro y medio que usaba un yelmo de más de un palmo rematado en la figura de un dragón que estaba a la altura justa de los ojos de una persona normal o medio alta ¡Cosas del teatro cortesano! Podéis ver este yelmo en el Palacio de la Aljafería de Zaragoza.

(3) Una pena que no fuera masacrado allí mismo, porque terminó venciendo su guerra particular y, asesinando cobardemente a Pedro, subir al trono de Castilla para convertir la Historia de España de apasionante en aburrida con sus pasteleos con la nobleza y el clero que ya Pedro había logrado controlar.

2 comentarios:

Eneas. dijo...

Magnífica y curiosísima lección de Historia, como no podía ser de otra manera. Es curioso y notable cómo se fueron perfeccionando algunos tipos de armas en tan lejanas fechas.Como también es importante que alguien teniendo conocimiento de estos importantísimos detalles, los divulgue de forma tan gráfica y amena.

Imagino la eficacia de estos arqueros y el desconcierto, confusión y miedo que provocarían en los combates, donde, la caballería pesada era temible deteniéndose sobre todo a base de obstáculos: troncos, grandes piedras, fuego, fosos etc., eso si daba tiempo, claro.

Después, como bien sabes, sobre todo en la Primera Gran Guerra y con el temible alambre de espinos, entre otras cosas, la caballería perdió parte de su tremenda eficacia en los asaltos; no en vano sus características fundamentales son la velocidad y potencia de fuego, ambas cosas difíciles de conseguir al mismo tiempo.

En fin, muchas gracias por tu dedicación, cosa que agradezco de corazón.

Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Se aprende y entretiene.
Muy bueno José.