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miércoles, 30 de diciembre de 2015

LA IBÉRICA. EXCELENTES PRODUCTOS. FALSOS PRECIOS.

Publicidad gratuita.

Quienes ya peinamos canas, teñidas o no, desde hace muchos años, hemos padecido en nuestra infancia y juventud las salvajadas del llamado comercio tradicional. Sí; salvando las excepciones, que las había, casi todos eran una banda de mafiosos sinvergüenzas dedicados a la estafa pura y dura del indefenso cliente. Fue necesario que surgieran empresas serias como El Corte Inglés quien, aunque algo más caro que muchos otros, cumplía sus compromisos escrupulosamente, devolvía el dinero de las compras rechazadas e imponía una incipiente disciplina de mercado a la -hasta entonces- endiosada competencia. Fue una raya en el agua que ni siquiera la muy joven aun Galerías Preciados se había atrevido a cruzar. Después llegaron organizaciones que aun tenían las manos limpias, como el caso de la OCU, quienes obligaron a un franquismo terminal a empezar a tomarse más en serio a los consumidores que a los mafiosos tenderos tradicionales.

En esta ocasión voy a hacer publicidad gratuita. Ya sé que estamos hartos de recibir farfolla de anuncios supuestamente enviados por amigos de Facebook; unas veces porque esos amigos han picado en algún cebo y la mayoría porque algún minihacker de poca monta ha asociado su nombre con el de alguna empresucha que bien merecería la puta ruina. Pero eso es otra historia porque esta vez voy en serio, muy en serio, con las triquiñuelas del ya famoso comercio tradicional. Y me voy a referir a un establecimiento de comestibles situado en el 127 de la muy castiza calle Feria, de Sevilla, dedicado principalmente a la venta de productos del oscuro animalito autóctono de mirada baja y pezuñitas negras; ese del que a todo bien nacido le gustan hasta sus andares. Ahora sigo porque tengo que cumplir con la promesa que acabo de hacerle a un empleado que se ha pasado de listo. Lo prometido es deuda y no me gusta dejarlas sin pagar. Acabo de decir en público que hablaría de las prácticas de este tradicional comercio y lo hago con gusto en la esperanza que algún inspector de consumo se dé un paseíto por el 127 de la calle Feria y compruebe la veracidad de lo que cuento.


LA IBÉRICA. EXCELENTES PRODUCTOS. FALSOS PRECIOS

- Buenos días, feliz Año Nuevo ¿Me cortas trescientos gramos de ese jamón casi maravilloso del todo que tienes a sesenta y cinco euros el kilo? Ese mismo que tienes en la máquina de fuera en paquetitos de cien gramos a seis cincuenta.

- Ahora mismo. Pero se lo dejo en sesenta y tres con veintisiete por comprarlo aquí dentro.

- ¡Perfecto!- El hombre se pone a cortar y a colocar las lonchitas en dos barquetas de, aproximadamente, ciento cincuenta gramos cada una. Termina, las mete en bolsas herméticas, las envasa al vacío y las pone sobre la báscula. En total arrojan un peso de trescientos quince gramos. Me dice con todo el desparpajo del mundo:

- Son trescientos quince gramos a sesenta y tres veintisiete (315 g a 63,27 €) o sea, diecinueve con noventa y tres (19,93 €)

- Un momento. Supongo que habrás tarado la báscula con el peso de los envases ¿no?

- No.- Contesta escandalizado, cuando el escandalizado era yo por el robo.

- O sea, que me estás cobrando el plástico de fuera y la barqueta de poliuretano expandido a precio de jamón del bueno ¿Verdad?

- ¡Claro! - contesta el pájaro sin cortarse un pelo.- Es lo mismo que hacemos con los envases de la expendedora.

- Muy bien, hombre. Me parece muy bien. Ya está pagado y me lo voy a llevar, pero te aseguro que lo voy a ir contando por ahí.- Dije sin perder mi calma ni mi sonrisa.

- Bueno, hombre; no se ponga así. El envase no pesa nada.

- Nada. Unos cinco gramos cada barqueta y otros dos cada envase son catorce gramos (14 g) A ese precio resulta que me estás metiendo de más de ochenta y ocho céntimos; para ser exactos, 88,57 céntimos o, si quieres, más de ciento cuarenta y siete pesetillas de nada (147 ptas) ¡Vaya! Que casi treinta duros en plásticos no está nada mal ¿eh?

- Bueno, pues le doy una loncha de jamón del superbueno.- Y va el tío y me corta una lonchita del superjamón de ochenta y cinco pavos el kilo. - La acepto, me la como y estaba deliciosa. Y agrego:

- Adiós, amigo. Acabas de ganarte una publicidad gratuita. - Y dirigiéndome al resto de clientes, añadí: - Ya saben ustedes con quién se gastan su dinero. Feliz Año Nuevo a todos.

Bien, queridos amigas y amigos todos. Ya he cumplido mi promesa de divulgar una burda estafa. Guardo el ticket por si las moscas y ya sabéis lo que hay con este ejemplar del famoso y maltratado comercio tradicional. Por mí que se lo coman los chinos que ya son mayoritarios en la calle Feria. Y si este mensaje llega a los ojos de un inspector de consumo, pues ya sabe lo que tiene que hacer para poner un multazo o aceptar un soborno; que eso va en la conciencia de cada cual.

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