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domingo, 1 de febrero de 2009

LOS CUERNOS DE MOISÉS



Como casi todo el mundo, un servidor conocía por fotos la estatua de Moisés que Miguel Ángel Buonarotti talló para la tumba del Papa Julio II y que nunca llegó a terminar las otras cuarenta y siete estatuas que iban a formar el conjunto de tan magna obra pero, cuando la ví de cerca por primera vez, no pude resistirle la mirada.


Éste no es momento para hablar de las impresiones subjetivas que el espectador recibe ante la obra de arte, máxime ante una de esta categoría, por lo que me voy a referir a un detalle curioso que llama la atención en esa estatua. Me refiero a dos cuernecillos que se asoman sobre la frente del Profeta y que no pueden referirse a nada irreverente dado el contexto histórico en el que se desarrolló esta escultura. Veamos, pues, el origen de esos cuernos.


Es sabido que san Jerónimo de Estridón, allá por el 382 de nuestra Era y por encargo del Papa Dámaso I, tradujo al latín de la época los textos bíblicos que había, escritos en hebreo, arameo y griego y por aquello de su traducción al latín de uso común o vulgar, se llamó a su obra Biblia Vulgata. Pero una obra tan ingente desarrollada por un sólo hombre, era imposible que estuviera exenta de errores y, como se descubrió mucho después, algunos bastante serios. No obstante, ahora nos vamos a referir a uno de ellos que fue el que dio origen a los cuernos de Moisés.


Es sabido también que las lenguas semitas no usan vocales en su escritura por lo que, salvo que se conozca muy a fondo el idioma, es muy fácil confundir bastantes palabras que, aunque se escriben de la misma forma, se pronuncian de manera distinta y su significado sólo se puede saber en función del contexto de la frase. Pues bien, en el pasaje del libro del Éxodo 34:29-35 que describe la bajada de Moisés del monte con las tablas de la Ley en la mano, dice que de su cabeza salían “karan ohr” o rayos de luz en hebreo, el santo traductor confundió la voz “karan”, rayos, con otra degrafía idéntica pero de pronunciación algo distinta “keren”, que sólo se distingue por el contexto de la frase y significa cuernos.


Así que ya sabemos por qué el Moisés de Miguel Ángel tiene cuernos aunque, todo hay que decirlo, en la época de Buonarotti ya se conocía esa circunstancia y estoy seguro que el artista, que era cultísimo, estaba al tanto de ella pero usa el juego de palabras como recurso artístico para captar mejor la atención del espectador.

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