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viernes, 28 de marzo de 2014


San Jorge y el dragón

Hay tradiciones en la Iglesia que datan desde la más remota antigüedad y que mantenerlas a toda costa le han hecho más daño que todos los cismas y herejías juntos. Una de ellas es la de san Jorge y nos vamos a ocupar hoy de esta figura canonizada por el Papa Gelasio I en tiempos tan lejanos como el año 494. En el acta de su canonización figura que lo ha sido "como uno de esos hombres cuyo nombre es venerado por los hombres pero cuyos actos son sólo conocidos por Dios". Esta nota es ya lo suficientemente ilustrativa como para indicarnos que ya por aquellos tiempos existían dudas sobre su existencia y sus hazañas.

Como todo el mundo conoce, con más o menos adornos y variaciones, se cuenta que Jorge fue un caballero de Libia o Capadocia -en esto no se ponen de acuerdo- que mató a un dragón para salvar a una doncella que alguna de estas leyendas llega a definir como princesa. Pero ¿quién se cree semejante patraña? Sería para reírse si no fuera por lo serio del asunto. Y en ese asunto vamos a tratar de entrar ahora.

Aunque puede haber otras explicaciones que se refieran a trasuntos de personajes o dioses mitológicos trasplantados a la hagiografía cristiana, la historia más probable es la del hombre notable o caballero de alguna ciudad del norte de África o de la actual Turquía quien se enfrentó al gobernador local en tiempos de Diocleciano, cuando más arreciaban las persecuciones contra los cristianos hacia el 303 de nuestra era. Al ser un hombre notable nada tiene de extraño que se le uniera gran parte de la población para conseguir echar o matar al representante de la Roma perseguidora y liberar a la Iglesia perseguida.

Ya tenemos todos los elementos: Un caballero que se enfrenta a un dragón (el gobernador) que se dedica a matar a los habitantes de la ciudad (los cristianos) y que, de paso, libera a una princesa (la Iglesia) cautiva por ese malvado dragón que también se dedicaba a arrasar cosechas y a matar el ganado. Con este último símil se define mucho mejor al gobernante que fríe a impuestos al pueblo en provecho propio.

Como es natural, ante una poderosa Roma bien poco tenía que hacer a medio plazo, así que poco después, Jorge murió mártir. Según unos fue decapitado como ciudadano romano y según otros fue atrozmente torturado antes de morir al despojársele de dicha ciudadanía por levantarse contra la autoridad del Imperio. El culto a San Jorge mártir comienza muy temprano y ya se tienen noticias de una iglesia levantada en su honor y convertida en lugar de peregrinación en tiempos de Constantino en la ciudad de Diospolis, la antigua Lydda.

Está claro. Lo que no está nada claro es por qué la Iglesia ha permitido la persistencia de una leyenda muy posterior a su muerte. El asunto del dragón y la princesa ya es tardío porque se empiezan a tener noticias de tal patochada simbólica entre los siglos IX-X ¿Quizá porque tal leyenda simbolizaba a la perfección la liberación de una iglesia local por el santo en una época muy dada a las hazañas de caballeros de armadura reluciente y de creencias en dragones y monstruos fabulosos? Quizá; pero lo cierto es que el mantenimiento de tal leyenda y la iconografía que originó ha sido y es motivo de mofa de los detractores de la Iglesia.

Ya es hora de tratar de aportar mi granito de arena a la muy probable verdad. Y eso acabo de hacer. Gracias por aguantarme.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Leónidas: Siempre aprendiendo contigo Jose.

José Antonio Utrera dijo...

Gracias, Leo. Tú siempre tan generosa.