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viernes, 17 de octubre de 2014

CRÓNICAS CHECAS (III)

- 30 de Septiembre de 2014 -

Nota: Antes de seguir debo deciros que muchas de las fotos utilizadas, aparte de las mías y las de dominio público, están realizadas por María Dolores Montes Latorre, quien también estuvo en esta escapada a la República Checa. Dicho esto, seguimos con la crónica.

Hoy toca excursión al pueblo balneario de Karlovy Vary, lugar que como muchos de la República Checa, está declarado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Situada a unos 123 kilómetros hacia el este de Praga y unida por una carretera muy decente, el desplazamiento constituyó una bonita experiencia de paisajes nada montañosos. Como ayer se nos despidió nuestra guía Lucía, hoy la sustituye un señor llamado Radek, gran conocedor del país y de buena parte de España y poseedor de un dominio de nuestro idioma que ya quisieran la mitad de los españoles y casi la totalidad de los centro y sudamericanos. Se da la triste circunstancia que en español, salvo en el lenguaje puramente jurídico, el modo subjuntivo es maltratado y pisoteado sistemáticamente por la mayoría de la población; en cambio, Radek lo dominaba a la perfección y era una alegría escuchar un español tan excelente acostumbrado a tanta farfolla diaria. Todo tiene su explicación; y es que Radek se había licenciado en Filología Hispánica en la Universidad de Praga y, para colmo, había estado perfeccionando el idioma durante un año en la Complutense cuando ésta era una universidad y no el nido de basura que es ahora con Carrillo y sus secuaces.

Karlovy Vary significa en checo Los Baños Termales de Carlos; derivado de Vary o terma en idioma arcaico y Karlovy, genitivo de Karel o Carlos. Dicen que su fundación se debe a lo que explica una curiosa leyenda que nos cuenta que allá por 1350, andaba por allí de cacería el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos IV, el mismo del puente del que ya hemos hablado. Durante la persecución de un ciervo, éste dio un salto imposible de seguir y un perro se atrevió a hacer lo mismo cayendo al precipicio. Cuando se rescató al perro, en su piel presentaba quemaduras por agua caliente y así se descubrieron aquellas termas. La realidad parece ser que las tales termas eran conocidas desde tiempos muy anteriores y el Emperador Carlos IV, el 14 de Agosto de 1350, sólo hizo reconocer con su firma el estatuto de ciudad al poblamiento que ya existía en el lugar.

Poco a poco, la fama del balneario se fue extendiendo por toda Europa Central y del Este, con lo que recibía las visitas de personajes ilustres como zares, reyes, emperadores, artistas, escritores, músicos y de todos aquellos que podían permitirse ir a tomar los baños y beber sus aguas. Así quedan recuerdos del paso de Carlos Marx(1), Beethoven, la Emperatriz María Teresa de Austria y muchos otros más que sería excesivamente largo enumerar aquí. También allí se celebra anualmente un festival internacional de cine y se elabora el licor llamado Karlovarská Becherovka(2). Más cercano a la actualidad, otros visitantes ilustres del lugar han sido los primeros cosmonautas soviéticos quienes, a su regreso y tratados como héroes nacionales, eran premiados con estancias a todo lujo en este balneario para recuperarse de las secuelas de sus vuelos espaciales. Aun quedan recuerdos de Yuri Gagarin y Valentina Tereshkova, entre muchos otros.

Pero el camino desde Praga a Karlovy Vary no era corto como ya hemos dicho y había que aprovechar el tiempo para seguir aprendiendo. Al fin y al cabo ¿para qué se viaja si no es para aprender? De modo que Radek aprovechó parte de ese tiempo para explicarnos un poco la Historia de la Checoslovaquia de la posguerra y de la vida en el paraíso comunista del que sus padres habían conocido el origen y él mismo había “disfrutado” en su infancia y juventud. Expongo un resumen de lo que nos contó sobre aquella época y lo completo un poco con mis recuerdos de juventud, formados por lo que leía en la prensa de Franco y contrastaba con las emisiones de Radio España Independiente para tener versiones de ambos bandos. Debo reconocer que la prensa franquista daba una información mucho más veraz que los hediondos panfletos comunistas.

Nos contó que, recién acabada la Segunda Guerra Mundial y en virtud del infame reparto que los canallas de Truman, Churchil y Stalin hicieron en Yalta(3), la entonces Checoslovaquia fue asignada a la Unión Soviética. Y, como es natural, los rusos no perdieron el tiempo en hacerse cargo de ella imponiendo un gobierno títere y sumiso a las órdenes de Moscú, formado por la flor y la nata del más inculto y borrico núcleo del Partido Comunista Checoslovaco apoyado por toda la eficaz maquinaria de propaganda soviética y, por supuesto, por el Ejército Rojo.

Hay que reconocer que empezaron adoctrinando bien a la gente. Se les convenció con buenas palabritas que el comunismo no venía a maltratar a nadie y que sólo algunas grandes empresas y algún banco serían nacionalizados o expropiados(4), según ellos. La gente se lo creyó y hasta aplaudió la decisión, pero muy pronto vieron que esas “expropiaciones” limitadas se iban extendiendo hasta que, en nada de tiempo, todos los negocios, empresas y bancos pasaron a las zarpas estatales con todas sus consecuencias.


                  Stalin, Truman y Churchill.
    Los amos del mundo en la conferencia de Yalta.

Otro asunto fue la religión y en especial la Católica Romana. Los comunistas no podían tolerar la influencia social de la Iglesia considerando que sólo podía tenerla la ideología dominante; en consecuencia, llevaron adelante una campaña que empezó por el desprestigio a base de calumnias y ya se sabe que una mentira repetida mil veces puede llegar a convertirse en una verdad para los tontos y crédulos. Para acelerar la caída de esa influencia y, de paso, aterrorizar a los creyentes, “encontraron” armas(5) en un confesonario y así tuvieron motivos para organizar un gran proceso en el que se juzgaron a varios obispos, sacerdotes y monjas. De los ocho que fueron procesados se dictaron cuatro sentencias de muerte y otras cuatro a largas penas de cárcel. La farsa de juicio fue retransmitida en directo a todo el país, especialmente a través de altavoces instalados ex profeso en plazas públicas y centros de trabajo. El resultado fue el esperado, la afluencia a los servicios religiosos oficialmente permitidos quedó en algo residual y con los asistentes marcados ante la sociedad. Ante ello, el nuevo régimen tuvo un excelente pretexto para vaciar y saquear monasterios e iglesias y destinar los edificios a graneros, almacenes, garajes y otras cosas por el estilo. Nada que no se hubiera dado antes en la felizmente extinta República Española. En una sociedad que garantizaba el pleno empleo, los creyentes eran excluidos de este beneficio y lo primero que preguntaban los empleadores del Estado al aspirante a un puesto era si el practicaba alguna religión o asistía a misa u otros oficios religiosos.

Por lo demás, lo que ya imaginamos. Si para realizar un trabajo se necesitaban diez personas, la nómina se inflaba hasta las cien y así se garantizaba que todos tuvieran un sueldo. Esto desmoralizaba a todos los que de veras trabajaban al ver que todos cobraban lo mismo independientemente de lo que hicieran.

El adoctrinamiento no acababa con el fin de las iglesias, los aburridos discursos oficiales y la pesada losa de la censura. A los alumnos de los institutos se les hacía perder un mes al año en una fábrica para imbuirse del espíritu de trabajo que reclamaban las autoridades. Radek contaba una experiencia personal en la que él y algunos de sus compañeros de aula fueron mandados a una fábrica en la que los recibió el comisario político quien les soltó un encendido discurso sobre el valor de aquellos jóvenes “voluntarios” que ya a su edad iban a trabajar a la fábrica para ayudar a la revolución proletaria. Tras ello, les presentó al Director de la fábrica y se volvió a sus habituales ocupaciones de irse de putas, juergas y borracheras, como buen comisario político de cualquier tendencia.

El Director, los recibió amablemente y les habló muy clarito. Les dijo que aquella fábrica tenía casi cien trabajadores y que apenas había trabajo para diez, así que no iba a complicarse la vida metiendo en el área de producción a una docena de chavales para que pudieran tener un accidente o estropear la miserable producción que tenía asignada. Los llevó a un despacho vacío y les dio permiso para charlar, leer, estudiar, jugar a las cartas o a hacer lo que les diera la gana. Sólo tenían que cumplir su horario, no armar escándalo, no traer bebidas alcohólicas y no fumar. Así pasaron su mes de “trabajo voluntario” y volvieron a su instituto con la satisfacción del deber cumplido con la gloriosa revolución proletaria que había salvado a la nación de las garras capitalistas.


Pero ¿todos los checoslovacos eran tan tontos para tragarse aquellos cuentos? Por supuesto que no. Existía, como en todas partes, un núcleo de inteligencia formado por profesionales universitarios cualificados; pero a estos se les vigilaba estrechamente y eran expulsados de sus trabajos tan pronto como expresaran la más mínima opinión crítica con el sistema, obligándoles a ejercer profesiones muy alejadas de aquellas para las que fueron formados. Radek nos contaba una anécdota de uno de los primeros presidentes de la República, quien llegó a su despacho por la mañana y vio a un fontanero arreglando el desagüe de un lavabo del Palacio Presidencial. Cuando salió a comer, aun estaba el pobre fontanero afanado en su trabajo, por lo que el presidente se acercó y le preguntó escandalizado:

- Camarada ¿En una mañana no te ha dado tiempo a arreglar un desagüe? - El pobre hombre, aterrorizado y pensando que iba a ser enviado a algún campo de concentración, le contestó:

- Le ruego me perdone, camarada Presidente. Es que aun salía una pequeña gota y me estaba esmerando en arreglarla del todo.

Comprensivo, el camarada Presidente se quitó la chaqueta, se arremangó, se arrodilló junto al lavabo y, usando las herramientas del buen hombre, arregló la avería en pocos minutos. Luego le dijo triunfante y orgulloso:

- No te asombres, camarada. Es que yo fui fontanero.- A lo que contestó el otro:

- No me extraña nada. Yo antes fui abogado.

Así funcionaban las cosas en la primera etapa del comunismo checoslovaco. Las purgas fueron tan exhaustivas que llegó a haber escasez de jueces. Para arreglarlo, no se les ocurrió otra cosa que ofertar cursillos de jueces de dos semanas de duración a los empleados de fábricas y oficinas sin pedirles ninguna formación previa. Quienes aceptaban se veían libres de horas de trabajo, a veces penoso y, de la noche a la mañana se encontraban en un despacho con calefacción, rodeados de todas las comodidades que ofrecía la República y, para colmo, tratados con un temor y respeto propio de señores de horca y cuchillo como eran en realidad ¡Así serían las sentencias...!


El tiempo pasaba y poco a poco se suavizaba la dureza del régimen a la par que se elevaba la formación académica de la población. En Enero de 1968 es nombrado Primer Secretario del Partido Comunista de la República un eslovaco llamado Alexander Dubcek que, aparte de haber sido un héroe de la resistencia eslovaca contra los alemanes, había estudiado Derecho Internacional en la URSS y no era ningún ignorante. Nada más acceder a su cargo, Dubcek comprende que la economía no podía seguir por esos caminos y que era necesario abrir el país a reformas que permitieran la iniciativa privada, así como reconocer la necesidad de permitir el intercambio de ideas y personas con Occidente. De su mano, nace así la que se llamó Primavera  de  Praga  y  que  él  mismo  llamó el
Socialismo de Rostro Humano. Es muy importante añadir que el entonces Presidente de la República, Ludvik Svoboda, estuvo de acuerdo en todo momento con él y sufrió una suerte parecida.

Poco duró tan loable intento. En Agosto de aquel mismo año, los atnques soviéticos aplastaron sangrientamente la Primavera de Praga. Dubcek y los suyos fueron apresados y conducidos a Moscú donde se les obligó, según palabras de la prensa de la época y que aun recuerdo, a “entrar en razón”. Checoslovaquia volvió al anterior camino de sombras, miseria, miedo e ignorancia. Dubcek sobrevivió a le “reeducación” y fue aclamado como héroe que era el 26 de Noviembre de 1989, en la Plaza Letna de Praga, una vez levantada la losa comunista. Falleció el 7 de Noviembre de 1992 tras un accidente de tráfico, en un hospital de Praga.


Arriba, Alexander Dubcek, Primer Secretario del Partido. A la derecha, Ludvik Svoboda, Presidente de la República.



Se cuentan algunas anécdotas chuscas de aquella infame invasión, como la de un tanque soviético que se despistó con la niebla y apareció frente a un pescador de carpas y lucios, preguntando su tripulación por dónde se iba a Praga. A la gente, en general, le sentó muy mal aquella “hazaña” soviética y a los pobres y asustados soldados rusos enviados allí les sentó peor aun haber sido víctimas del engaño de defender Checoslovaquia de una invasión americana y alemana, para encontrarse con verse obligados a derramar sangre inocente. A partir de ese momento, las entrevistas de trabajo incluían una pregunta más:

- ¿Qué piensa usted de lo que hizo Dubcek?- A lo que había que contestar:
- Pues que gracias a nuestros amigos de la URSS pudo nuestra gloriosa revolución librarse de sus enemigos capitalistas.

Pero no todo se ha explicado, ya que en el aire queda la pregunta de ¿cómo sobrevivían medio decentemente y con algunos bienes de consumo para ir tirando? Pues Radek nos contestó sin un titubeo que gracias a las corruptelas y el mercadeo de trueque. Por ejemplo, si yo trabajo en una empresa metalúrgica y necesito cuadernos, folios, lápices y bolígrafos para mis hijos en edad escolar, me pongo en contacto con un oficinista que necesite un martillo, una taladradora o herramientas para que él robe material de su oficina a cambio de robar yo lo que él necesite. La costumbre se extendió tanto que era costumbre acumulabar verdaderos stocks en las casas, procedentes de sustracciones en las empresas, para ser objetos de cambio por otros bienes cuando fuera necesario. Nos contaba Radek que un tío suyo, en la actualidad, aun guardaba en su garaje unos doscientos martillos y cantidades variables de taladradoras, llaves fijas, calibres, destornilladores, etc. Sin comentarios.

Con la caída del bloque soviético, un buen día volvió Checoslovaquia a la civilización. No fue fácil, porque el 17 de Noviembre de 1989 la policía reprimió con sangre una manifestación que reclamaba democracia, pero ya la suerte estaba echada y la dictadura comunista desapareció para no volver. La gente saludó entusiasmada la llegada de la democracia, aunque no todo iba a ser un camino de rosas.

Acostumbrados en su mayoría a cobrar sin dar golpe, los checoslovacos tuvieron que adaptarse a la nueva situación y lo hicieron con éxito. La industria heredada de la época soviética era obsoleta, cara y contaminante. La educación de base rusa ya no servía para la nueva época. Muchos se quedaron sin trabajo porque bien pronto se pusieron de manifiesto los criterios de rentabilidad. Y ahora, las entrevistas de trabajo no consistían en preguntar al aspirante por su ideología o religión sino que buscaban candidatos con verdaderos conocimientos relacionados con el trabajo a desempeñar. Ya no valía con saber ruso porque las exportaciones a la antigua Unión Soviética se vinieron abajo. Ahora había que vender al exterior y se valoraban los idiomas antes inútiles como inglés, alemán, francés o español; cosa para la que los mayores no estaban en absoluto preparados. Pero se adaptaron pronto y con entusiasmo a las nuevas circunstancias y la actual República Checa pasó de de golpe de una renta per cápita de 3100 dólares en 1990 a los más de 25000 en 2009, no tan alejado del nuestro que apenas supera los 30000 y con muchos más recursos.
Tras esta conferencia histórica, aun quedaba un trecho para llegar a Karlovy Vary; así que hicimos lo que él mismo llamó una parada técnico-hidráulica, o sea, para hacer pis, tras la que nos dejó dormir hasta la llegada. No sería ésta la única conferencia sobre la historia actual. La siguiente, Radek quiso dejarla para dentro de dos días. Pero volvamos al bonito pueblo Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO.


Una vista de Karlovy Vary desde el balcón del restaurante.

En un pequeño valle entre también pequeñas montañas, se alza este lugar lleno de edificios barrocos y neoclásicos con algunas excepciones de las que nos ocuparemos. Es un precioso conjunto, bastante cuidado, en el que aun se nota la afluencia de dinero de otras épocas. Como ya advertí en Praga, para la pequeñez del pueblo resulta escandalosa la cantidad de joyerías por unidad de superficie; pero allí, todas exhibían con orgullo carteles en ruso sin traducir al checo e, incluso, las ofertas de empleo de las mismas sólo estaban redactadas en ese idioma para asegurarse que los aspirantes podían lidiar con la gran cantidad de rusos cargados de dinero que ahora son casi mayoría entre los residentes de Karlovy Vary. Una pena, porque la mayoría de los artículos expuestos en esas joyerías pasaban con nota la calificación de horteras y ostentosos, muy acordes con tan “selecta” clientela, ya que los rusos ricos siguen considerando aquella nación como su antigua colonia. Me recordó con pena a Marbella, antes invadida por árabes horteras y ahora también por rusos no menos horteras. Pero todos cargados de dinero para blanquear y con muy pocos escrúpulos. No obstante, daba gusto contemplar aquel conjunto de edificios a cual más cuidado y bonito.

Uno de los primeros edificios en encontrarnos al paso fue el del Hotel Pupp, una impresionante edificación que alberga un hotel de cinco estrellas(6) en el que se alojan los actores que acuden al festival anual de cine. En el pavimento de la plaza que se abre ante el hotel, hay placas de latón con los nombres de muchos ilustres actores y directores; y me llamó la atención ver muchas de esas placas aun sin grabar. Quizá me estén esperando para poner mi nombre en una de ellas.

No tan visible al turista se encuentra la famosa fábrica de vidrio Moser, llamado también el vidrio de los reyes porque numerosas casas reales eran clientes de la misma. La familia Moser, judía, emigró a Estados Unidos al ponerse las cosas feas en Centroeuropa cuando la época nazi, no sin antes vender la fábrica que siguió activa. En la actualidad, aun sin tener relación económica alguna con ella, mantienen estrechos lazos de amistad con los actuales propietarios.


            Hotel Pupp de Karlovy Vary


Siguiendo el paseo por la calle principal al lado del río Teplá(7), vimos una buena serie de edificios cuidados al extremo. Muchos de ellos con placas de bronce sobre sus fachadas recordando la visita y alojamiento de algún personaje ilustre, aunque ocultan de la vista quizá por pudor, los nombres de los astronautas soviéticos. Todo repiraba paz y la vista se relajaba en la contemplación de su serena belleza cuando de pronto ¡Zas! Una bofetada al buen gusto nos hirió la vista. Se trataba del edificio que alberga las principales fuentes termales. Seguramente, este mismo edificio construido en despoblado sería algo digno de admirar, pero en medio de tantas bellezas, su arquitectura de hormigón y vidrio es un insulto a la estética por muy funcional que sea. Ni que decir tiene que fue construido en la época comunista, tiempo en el que parece que la entonces Checoslovaquia se olvidó de su tradicional buen gusto para sustituirlo por el adefésico estilo hórrido-hediondo de aquellos ignorantes. En su amplio y bien iluminado interior, existen muchas pequeñas tiendas de recuerdos que exponen sus productos típicos entre los que destacan las rosas petrificadas y las jarras de muy diversas formas especialmente diseñadas para tomar las aguas. Estas rosas petrificadas son, en realidad, rosas hechas de papel que se sumergen en las aguas termales durante una semana, cubriéndose así de las sales y sedimentos del agua, dejándose luego secar para conseguir un curioso efecto.
Dentro de este engendro, tiendas aparte, se halla un recinto con una cúpula también de cristal que encierra un géiser cuyo chorro de agua caliente asciende hasta unos dieciocho metros de altura, para lo que existe una cúpula que dobla la altura de la sala. Curiosamente, las autoridades checas se fían tanto del civismo de los visitantes que no tienen dispuestas medidas de protección frente a posibles quemaduras debidas a imprudencias. En la sala principal también hay cinco fuentes que manan agua a distintas temperaturas que los visitantes poeden tomar gratis en las mismas jarras típicas, mientras pasean esperando que se les enfríe. Estuve mirando la composición de los sedimentos del agua y aunque soy lego en Medicina, creo que cualquier enfermo de los riñones puede tener un serio problema si se atreve a beber esa agua con tanta concentración de sales minerales de dudosa eficacia curativa.





 











Edificio moderno de Karlovy Vary. Géiser y fuentes termales públicas.



Bajo el edificio, construido sobre un puente que cruza el arroyo Teplá, puede observarse la desembocadura de una de estas fuentes que, al unirse a dicho arroyo, genera una considerable nube de vapor consiguiendo un curioso efecto visual.

Llegó la hora de comer y tuvimos que trepar como cabras hasta un bonito restaurante típico que, en nuestro honor, había izado nuestra bandera. No fue vana la subida porque a medio camino nos encontramos con la bella iglesia barroca de Santa María Magdalena que, lamentablemente, no pudimos visitar por dentro porque había un concierto de música clásica de los muchos que se celebran todos los días y por todas partes en la República Checa. Otra vez será. De la comida, como es habitual y salvo excepciones, mejor no hablar.

Bajo estas líneas: Iglesia de la Magdalena

Tras la comida, tiempo libre hasta la hora de recogida del autobús. En Karlovy Vary no se permite la entrada de esos vehículos y hay que tomar uno público, la línea 20, gratis, hasta el aparcamiento que hay a la entrada del pueblo. Así que aproveché para disfrutar de las vistas y sentarme en uno de los muchos bancos que hay en la calle principal. La verdad es que mi lesionada columna no me daba mucha tregua y lo necesitaba. Me sorprendí al ver la obsesión por la escrupulosa limpieza de aquel lugar en el que los barrenderos van provistos hasta de pinzas para recoger colillas de entre los adoquines de las calles. Y todo en un respetuoso silencio. Igual que en Sevilla, claro...


Fuimos hasta la parada del autobús lanzadera y tuve suerte al poder sentarme para esperarlo mientras admiraba un edificio oficial de estilo neobarroco. Hordas de turistas embarcaban y desembarcaban y una hipopótama rusa vieja mal encarada se dirigió a mí con malos gestos y en su lenguaje nativo. La miré como quien mira a un marciano, acentuó su cara de indignación y me preguntó en alemán. Esta vez le contesté:

- Ich spreche kein Deutsch.

- Speak English? - Dijo al fin la tipa a punto de reventar de ira.

- A little.

- Well. Is here the bus-stop to general park?

- Yes

- What's the number the line bus to general park?

- Twenty

- What is te time frecuency of this bus?

- More or less, ten minutes.

Mi flema estaba a punto de agotarse cuando aquel ejemplar se volvió sin darme las gracias. Luego me imaginé que la ira de la “dama” se debía a que, al tomarme por checo, no le cabía en su limitado cerebro que una persona de mi edad no hablara ruso. Comprendí por qué los checos no pueden verlos ni en pintura.

Era ya la hora de volver a Praga y, embarcados en la lanzadera, llegamos sin novedad a nuestro autobús. Por suerte, iba con muchas plazas libres y me acomodé en uno de los asientos dobles de atrás donde pude echarme una gloriosa siesta casi hasta llegar al hotel. Llegada, ducha, cena y mañana será otro día.


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1 Al menos así tenemos constancia de que se bañó al menos una vez en su vida.

2 Bastante mediocre, por cierto.

3 Aunque aun no se ha dicho de forma oficial, España le tocó a Stalin pero éste, consciente de que le iba a costar tener que entrar por la fuerza y arrasando a sangre y fuego, dejó la invasión para otro momento. De buena nos libramos.

4 La llamada expropiación era un eufemismo. En toda expropiación se paga un justiprecio por el bien expropiado, pero en este caso el justiprecio era elegir entre entregar de buen grado a cambio de nada las riendas de los negocios o llevarse un tiro en la cabeza tras ser torturados. La elección era muy sencilla.

5 También en España la policía franquista “encontraba” armas bajo las sillas en las casas de quienes registraban bajo acusación izquierdismo.

6 Los antiguos hoteles de lujo eran, en realidad, un conjunto de dos hoteles: Uno de cinco estrellas para los ricachones y otro de tres o cuatro estrellas para su servidumbre. El Hotel Pupp no fue una excepción a esta regla pero, desde que los ricos empezaron a viajar sin séquito, hubo que reconvertirlos y ahora es todo de la más alta categoría, dándose la penosa circunstancia de ver un impresionante edificio neobarroco que convive con otro bastante más funcional y modesto teniendo ambos la misma categoría hotelera. Vivir para ver.

7 Nombre que significa, más o menos, río Caliente. Pero no nos engañemos porque, si bien es verdad que las fuentes termales vierten sus aguas en ese río, bien poco tardan en enfriarse, como lo prueban las poblaciones de carpas y lucios que viven y prosperan en sus aguas.





1 comentario:

Anónimo dijo...

Leónidas. Las referencias históricas cohonudas Jose. Muy entretenido de leer.