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lunes, 1 de diciembre de 2014

EL NACIMIENTO DE LA ALHAMBRA: SANTA MARINA DE SEVILLA (I)

De labor peregrina una casa real vi, cual labrada
ninguna fue jamás por sabio moro,
la torre de marfil, el techo de oro...

(Fray Luis de León)

- INTRODUCCIÓN -

Santa Marina.
Imagen en piedra
de la portada principal
de la iglesia
Si le preguntan a cualquiera por la obra más representativa del arte hispano musulmán, la unanimidad de la respuesta está asegurada: La Alhambra de Granada. Ese monumento de mágica belleza cuyo número de visitantes supera al del Museo del Prado, para desgracia de quienes queremos disfrutarlo y, en ambiente recogido, gozar de su inigualable gracia. Desde el siglo XIV, durante el que se acometen las obras ordenadas por Yusuf I y Muhammad V pocos, quizá ninguno, hayan sido los artistas que al haberla conocido no se han sentido obligados a rendirle algún tributo. La Alhambra brilla con luz propia entre las obras de arte universales y todo cuanto podamos decir de ella en este trabajo quedaría muy eclipsado ante tanta poesía como ha generado y sigue generando.

Pero tal majestad, finura, elegancia y belleza, ni salen de la nada ni son el resultado de una improvisación. Ni tampoco, a esas alturas de la Historia, se puede hablar ya exclusivamente de “cosas de los moros”, sino del resultado de una feliz serie de ensayos y mestizajes que culminan en el impresionante monumento. En este trabajo pretendemos hablar de algunos de estos ensayos que nos hacen seguir el hilo que conduce a conocer y comprender mejor el origen de semejante maravilla.

La impresionante decoración de la Alhambra.
Detalle de un arco del Patio de Lindaraja.
Los orígenes de la Alhambra son muy modestos. Hacia 1237, el primer Rey de la dinastía nazarita, Muhammad Ibn Yusuf Ibn Nasr, apodado Al-Ahmar (El Rojo) comienza los trabajos de reconstrucción de la antigua Alcazaba y los termina en un año, según cuentan las crónicas. Aquellos trabajos casi no tenían más fines que los puramente defensivos y las casas del rey y su corte debían ser tan poco importantes que, hasta bien entrado el siglo XIV, cada nuevo sultán derribaba todo o casi todo lo que había hecho  su  antecesor para construirse un palacio nuevo. Se suceden construcciones que, aunque nada desdeñables, pueden compararse con cualquiera de las conocidas hoy día en el mundo musulmán. Lo poco que nos queda de ellas nos indica que eran obras mediocres que, en absoluto sobrecogían, como lo hace hoy el inmenso esplendor de la Alhambra.


- EL ORIGEN DEL ORIGEN -

Poco antes de la época en la que se acometen estos trabajos de reconstrucción de la Alcazaba granadina, el genio político y militar de Fernando III el Santo, Rey de Castilla, al sitiar Jaén y rendirla por hambre, logra en marzo de 1246 que el Reino de Granada se le declare vasallo y tributario, haciendo de este Reino una especie de estado tapón para frenar el avance de Aragón por el sur del Mediterráneo y por la parte oriental de Andalucía. Con ello, Granada sufrió menos de lo esperado los vaivenes de fronteras de los tiempos de la Reconquista y pudo disfrutar de una relativa estabilidad exterior. Desgraciadamente para ella, no ocurrió lo mismo con las revueltas internas que estallaban, a veces, en la propia familia del sultán. Al ser reconocida Granada como tributaria, San Fernando le otorga un blasón castellano al que Al-Ahmar, algo mosqueado por su incómoda situación de vasallo de un Rey cristiano, le impone el lema: “Y no vencedor sino Alá”. Los historiadores, incluso los musulmanes, consideran este reconocimiento formal por parte de Castilla como el acta fundacional del Reino de Granada.

Planta de la iglesia de
Santa Marina de Sevilla
Gracias a este tapón interpuesto y a la no beligerancia de Granada contra Castilla, Fernando III el Santo conquista Sevilla en 1248 ante la impotente mirada de los nazaritas. En el acuerdo de capitulación se exige que la población musulmana abandone la ciudad, pero tal acuerdo sólo se cumple a rajatabla con los ricos y, en principio no se expulsa(1) a los demás. A pesar de ello, el exilio voluntario de una mayoría de ellos hace que la ciudad quede muy despoblada. El Rey Santo trata de poblarla con castellanos y, para hacer de la ciudad un lugar más acorde con sus costumbres, ordena la construcción de muchas iglesias, algunas de ellas en la calle real de aquel tiempo, hoy calle de San Luis. Estas iglesias fueron las de San Gil, Santa Marina y San Marcos. No vamos a extendernos en sus descripciones; sólo decir que estas iglesias fueron, contrariamente a lo que algunos han creído, de nueva planta y no fueron construidas aprovechando mezquitas antiguas, cuyas referencias como  tales figuran en los archivos de la época y estaban perfectamente localizadas. Pero vamos a fijarnos algo más en la segunda de las iglesias mencionadas.

Santa  Marina, junto con Santa Margarita, Santa Catalina y Santa Bárbara, son llamadas las cuatro vírgenes capitales y su culto se remonta a los primeros siglos del cristianismo. Lo poco que se sabe de Santa Marina es que, siendo muy joven, su padre queda viudo y decide profesar de monje en un convento. Para no abandonar a su única hija la disfraza de varón y ambos ingresan como monjes. Todo transcurre por la vía rutinaria hasta que, algunos meses después, una muchacha del pueblo acusa de violación al joven monje Marín quien, por no descubrir el engaño de su padre, no se defiende de la acusación y acepta ser el “padre” de la criatura. Expulsada del convento, permanece cinco años a su puerta atendiendo y criando a su supuesto hijo; pasados esos años es admitida de nuevo a condición de realizar los trabajos más pesados y sucios, cosa que cumple ejemplarmente hasta su muerte y es, entonces, cuando al ser amortajada los monjes descubren su sexo, la verdad de la historia y su heroísmo. Se la representa vestida con hábito de monje, con un niño en brazos y quizá por culpa de esa representación, la gente la confundía con Santa Margarita de Antioquía, patrona de los buenos partos(2). La Iglesia, para no comprometerse demasiado con las costumbres populares, hacía que en las fachadas de los templos dedicados a Santa Marina, figuraran además, las otras tres vírgenes mencionadas(3).

Portada de la iglesia de Santa Marina.
El templo empieza a construirse en 1249, un año después de la conquista de la ciudad. Quizá porque el solar donde se edifica era diáfano y de buen tamaño, las proporciones de la iglesia son realmente armoniosas. De estilo gótico, adornado con decoraciones mudéjares, constituye un bello ejemplo de la arquitectura de la Reconquista y está incluida con toda justicia en las guías turísticas como un monumento del mayor interés. De planta de salón, al estilo impuesto en la época por la Orden de Cluny,  sólo presenta techo con nervaduras de piedra en la nave del presbiterio, mientras que el espacio destinado a los fieles, está cubierto en la nave principal por un bello alfarje de artesa de estilo mudéjar, mientras que las laterales se cubren a tabla lisa. Su torre, algo estropeada por una desafortunada restauración de finales del siglo XIX(4) presenta un bello trabajo de ladrillo agramilado similar a los de las iglesias contemporáneas de Córdoba y Sevilla que atestiguan la labor de los alarifes mudéjares que la construyeron. Por su trazado y por no haber líneas de interrupción en las hiladas de ladrillo de sus fachadas norte y sur a la altura de las dos capillas laterales cercanas al presbiterio, es de suponer que estas dos capillas formaron parte de la planta original y a ellas nos vamos a referir con más detalle. No así otras que se añadieron posteriormente. Las capillas originales de esta hermosa iglesia del siglo XIII nos reservan algunas sorpresas.

Santa Marina. Bóveda de la antigua capilla
de la Piedad, hoy de la Aurora (Lado Sur)
La primera de ellas nos la llevamos en la capilla del lado de la Epístola (sur) llamada en principio de la Piedad y hoy de la Aurora. Es la única bien documentada y sabemos que fue mandada construir como capilla funeraria por el Infante don Felipe, quinto hijo de San Fernando, discípulo de San Alberto Magno y compañero de pupitre, como se dice ahora, de Santo Tomás de Aquino en La Sorbona de París. Este Don Felipe fue Arzobispo de la ciudad desde 1249 hasta 1258, año en el que, por consejo de su hermano el Rey Alfonso X, renunció a la mitra y marchó de Sevilla para casarse con la princesa Cristina de Noruega. A pesar de otra lamentable restauración de 1676 en la que se quitó  la  clave de su bóveda para instalar una linterna, podemos observar el resto. Consiste en un impresionante trabajo de lacería mudéjar donde, en sus intersticios, aun se pueden apreciar restos de azulejos. Pero lo más curioso de la capilla es la parte inferior de esa bóveda: Las trompas en que se divide su planta cuadrada para ir formando un polígono de más lados cada vez hasta completar el círculo que origina la esfera de la bóveda, están cubiertas por una bellísima y elegante yesería de mocárabes completamente atípica en el lugar, fuera de época y, desde luego, nada mudéjar y nada cristiana. Esta bóveda, con su yesería, estuvo tapada hasta la restauración aludida.

Santa Marina. Bóveda de la Capilla
del Santísimo Sacramento (Lado norte)
La otra sorpresa la tenemos al cruzar la iglesia en la capilla del Santísimo Sacramento(5), situada en el lado del Evangelio (norte). Sabemos por los azulejos encontrados en ella que es de la misma época de construcción de la capilla de la Piedad, pero, aparte de algunos capiteles tardorromanos y uno visigodo, todos ellos de acarreo, llama la atención su bóveda que es gallonada, al estilo nazarí y recuerda vivamente la relativamente modesta y pobre que existe a la salida sur del Palacio de los Leones de la Alhambra de Granada, que es lo único que queda de lo edificado por Ismail I entre 1314 y 1325, año en que fue asesinado por su primo en la misma Alhambra.

Alhambra. Cúpula de
Ismail I a la salida
del Palacio de los Leones.
Algunos especulan con que las bóvedas de este tipo responden a un hecho curioso: al ser los príncipes de la Alhambra personajes cultos, versados en la filosofía clásica, saben por los escritos de Pitágoras que la esfera es la representación de la perfección y como la perfección sólo puede venir de Alá, ellos mandan construir estas bóvedas semiesféricas divididas en gajos (gallonadas) para que, como obra humana que son, no sean perfectas.

Está claro que, ni la yesería de la Piedad ni la bóveda gallonada del Santísimo Sacramento corresponden a la época de la construcción del templo. Tampoco concuerdan con las habilidades de los alarifes sevillanos, por muy musulmanes que fuesen. Dispuestos a admitir, admitamos que la yesería fuera un trabajo encargado por el armador sevillano Juan Martínez, quien tuvo capilla funeraria en Santa Marina, y realizado entre 1411 y 1415; aunque esto parezca muy arriesgado, pudiera ser. Aun así, nos queda el problema de la bóveda del Santísimo Sacramento. ¿De dónde viene ese estilo de construcción?


- LA HISTORIA -

Para comprender mejor este enigma necesitamos conocer algo más el entramado histórico de la época inmediatamente anterior a la del terremoto de 1356 que asoló Sevilla y que obligó a la reconstrucción de la Iglesia de Santa Marina. A partir de la toma de la ciudad, en 1248, relativamente pacificado el reino de Castilla y, cada vez más alejado el peligro de ataques musulmanes, los nobles terratenientes habían ido adquiriendo un mayor poder con cada generación que pasaba. El hecho que casi todos ellos vivieran alejados de los grandes núcleos urbanos hacía muy difícil que el Rey ejerciera un control sobre ellos y sobre sus ejércitos que campaban por sus respetos e imponían rentas y tributos a su capricho a una población dispersa, aterrorizada y dejada de la mano de Dios... Y de su Rey. Solamente los habitantes de las ciudades de un cierto peso, gozaban de una relativa libertad protegidos por la Corona.

Los sucesivos reyes que siguieron en la Historia de Castilla a San Fernando: Alfonso X el Sabio, Sancho IV el Bravo, Fernando IV el Emplazado y Alfonso XI el Justo vieron complicarse la cosa cada vez más. Ya en tiempos del reinado de este último, padre de Don Pedro I de Castilla, la situación se había hecho tan insostenible que, en un esfuerzo de imaginación, había instituido en 1330 la llamada “Orden de la Vanda (sic), del torneo e de la justa”. Esta orden caballeresca era un intento de revivir las virtudes míticas de los nobles en el Reino de Castilla quienes, por alcanzar su honroso distintivo y mantenerlo, debían renunciar a las tentaciones de traición y deslealtad, ya que se fundaba “sobre la caballería e sobre la verdad e sobre la lealtad”. Sólo podía concederla y retirarla el Rey a sus vasallos y no podían lucir la banda caballeros de otros reinos por muy leales que fuesen. Para hacernos una idea de sus reglas sólo diremos que, si se pillaba a uno de sus caballeros en mentira reiterada, éste era castigado a andar sin espada durante un mes, lo que constituía una deshonra - y un peligro añadido - de bastante calibre.

Corre el año de 1350 y muere Alfonso XI de peste bubónica durante el cerco de Gibraltar, subiendo al trono con sólo quince años Don Pedro I, único hijo varón legítimo de Alfonso XI y María de Portugal. Como sabemos, Alfonso XI también había tenido otros cinco hijos bastardos varones con Leonor de Guzmán: Enrique, Fadrique, Tello, Juan y Sancho, todos ellos aspirantes al trono de Castilla y que, a la larga, con la complicidad ¡cómo no! de Francia y Aragón, provocan la caída y asesinato de Don Pedro en los campos de Montiel en 1369. No tuvo Don Pedro un reinado fácil: enfrentado a la alta nobleza que temía perder sus privilegios y a la Iglesia que azuzaba el conflicto para obtener mayores prebendas, sólo contaba con la ayuda del pueblo llano, la pequeña nobleza burguesa de las ciudades y las más pequeñas aun comunidades de musulmanes y judíos que vivían y prosperaban en Castilla, ante el escándalo de los grandes señores y de los obispos que los querían ver reducidos a la esclavitud o a la condición de ciudadanos de tercera clase. Era tal la desfachatez y el descaro de los enemigos de Don Pedro que no dudaron en traicionar al entonces joven Rey y tenerlo encerrado una temporada en Toro (Zamora) de donde pudo escapar gracias a los sobornos hábilmente repartidos por su amigo y administrador Samuel Leví, en 1354.

Estatua orante de Pedro I de Castilla.
Museo Arqueológico de Madrid.
En este mismo año, libre ya el Rey y apenas después de la subida al trono del Sultán de Granada, Don Pedro I y Muhammad V confirman el tratado de vasallaje de este último a Castilla. El Rey castellano otorga al Sultán granadino la Orden de la Banda, cuyo blasón después veremos reproducido tanto en la Alhambra de Granada como en el Alcázar de Sevilla. Dos años después, en 1356, un terrible terremoto sacude la ciudad de Sevilla y destruye o arruina muchos edificios; entre otros, la iglesia de Santa Marina. El Arzobispo, Don Nuño, urge al Rey a reconstruir las iglesias devastadas y Don Pedro, hombre piadoso a pesar de su mala fama, destina grandes recursos del Reino a tal fin.

Pasan otros dos años y en 1358 estallan las hostilidades del conflicto larvado entre Aragón y Castilla y el bastardo Enrique de Trastámara, ansioso de pescar en río revuelto, se une a él. El Sultán Muhammad V, fiel aliado y amigo de Don Pedro, pone tres galeras bien equipadas  al servicio de  Castilla,  con  lo que se atrae la enemistad  de  Pedro  IV  el Ceremonioso, Rey de Aragón. Los puertos nazaritas, incluido el de Málaga, fueron puestos a disposición de la Armada castellana y, para ayudar por tierra a su aliado, Muhammad organiza un ejército preparado para entrar en Murcia. Era tal su entusiasmo por la causa castellana que se olvida de lo frágil de su situación en Granada, poniendo al servicio de Don Pedro a sus soldados más leales. Desguarnecida Granada, el 21 de Agosto de 1359 escapa vivo por los pelos de un atentado en la misma Alhambra, pudiendo llegar a Guadix al día siguiente; pero fue destronado y subió al trono su hermanastro Ismail, quien toma el nombre de Muhammad VI y traiciona el pacto de vasallaje a Castilla estableciendo relaciones diplomáticas con Aragón. El legítimo Sultán encuentra asilo en la corte de Fez.

Lema nazarita: "Y no vencedor sino Alá"
Friso de la Alhambra.
Don Pedro I, absorto por la guerra en la que se jugaba su propio trono no puede hacer nada de momento pero, una vez superada la primera fase del conflicto y en vías de preparación el acuerdo de paz de Murviedro que se firmará al año siguiente con Aragón, en febrero de 1362, se reúne con Muhammad V en Castro del Río (Córdoba) y, juntos, marchan sobre Granada que se rinde al ejército aliado. El 16  de  marzo  Muhammad  V  sube  de nuevo al trono, en el que iba a reinar sin dificultad hasta su fallecimiento en 1391. A partir de esa entrada victoriosa en Granada  del  Rey de  Castilla  como  aliado,  más que como señor de un reino tributario, Don Pedro, con humilde grandeza, adopta el mismo lema que sus vasallos nazaritas: “Y no vencedor, sino Alá” que hoy luce repetido ocho veces en la portada de su palacio sevillano(6). El usurpador huyó y fue muerto por los soldados de Don Pedro en los campos de Tablada el 25 de abril de 1362.

El Sultán Muhammad V era un hombre agradecido y, sabedor que su amigo y aliado se estaba construyendo un palacio nuevo en el Alcázar de Sevilla y que sólo contaba con carpinteros toledanos y alarifes sevillanos, le envía lo más florido de sus propios constructores, aquellos que daban forma a sus ideas en la propia Alhambra. Sabemos, pues, que fueron alarifes nazaritas ayudados por mudéjares sevillanos quienes decoran el Alcázar de Don Pedro I en Sevilla y quienes hacen posible esa otra maravilla del arte musulmán en un palacio cristiano, pero ¿iba Don Pedro a permitir que tales artesanos tocaran su casa sin antes ponerlos a prueba?

No creo estar especulando ni inventando nada. Los alarifes granadinos, antes de ser autorizados a trabajar en las obras del Rey de Castilla, son puestos a prueba enviándolos a echar una mano en los trabajos de decoración de alguno de los muchos templos arruinados por el terremoto de 1356 y está claro que su terreno de ensayo fue la Iglesia de Santa Marina. A partir de ahí, cuando Don Pedro ve el resultado de estos ensayos, queda complacido pero pide más. Su palacio debe ser el más espléndido de todos y sabe que puede pedirle a los granadinos un mayor esmero e imaginación. Al fin y al cabo es su casa la que deben decorar y allí se pueden permitir muchas más licencias que en un templo cristiano donde, queramos o no, hay que guardar mucho más las formas y no hacer demasiada ostentación de la cultura y la fe musulmana.


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(1No se hará hasta la revuelta mudéjar de 1258, reinando ya Alfonso X el Sabio. Aun así, debieron quedar muchos musulmanes en la ciudad ya que si no, no se explicaría la supervivencia del arte mudéjar. Además, en los censos aparecen algunos, empleados como albañiles.

(2Santa Margarita, según la historia, era una agraciada pastora en quien se fijó Olibrio, gobernador de Antioquía, que le solicitó sus favores sexuales. Al negarse la chica, fue arrojada a un foso donde había encerrado un dragón quien, dispuesto a devorarla, se asustó y huyó al ver la cruz que le mostró la muchacha. Hasta aquí la historia, pero la leyenda dijo que el dragón se la tragó y luego la expulsó sin daño, por lo que el pueblo prefirió la leyenda y la consideró una buena abogada de los nacimientos. ¡Cosas de la oscuridad de la época!

(3) Curiosa confusión que se amplía a más personajes y que se encuentra repetida en la Iglesia Mayor de Santillana del Mar con santa Juliana o santa Illana.

(4En aquel tiempo, el romanticismo y la maurofilia estaban de moda y D. José Gestoso, responsable de la restauración, no pudo resistir a la tentación de la época y consideró que la torre era el alminar de una antigua mezquita. En consecuencia, mandó colocar encima unas almenas de merlones escalonados, como se observa hoy día.

(5) Debo decir con orgullo que la vuelta al uso de capilla sacramental como fue concebida en el siglo XIII, ha sido debida a la insistencia de algunos entre los que me encuentro.

(6) Cuatro veces al derecho y cuatro al revés, para que pueda leerse desde la tierra y desde el cielo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre aprendiendo contigo José

Anónimo dijo...

Muy interesante e instructivo.
Saludos.