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sábado, 25 de abril de 2015

LA TRADICIÓN OCULTISTA EN LA BIBLIA


No voy a hablar aquí ni en ninguna parte de esa basura propia de indigentes mentales cargados de soberbia que algunos ignorantes confunden con el Ocultismo, con mayúscula. No voy a referirme a la mierda del vudú y a esas prácticas que sólo pueden afectar -y gravemente, por sugestión- a quienes creen en ellas. Me refiero, claro está, a la rama menos divulgada del ocultismo; al Ocultismo clásico más o menos inspirado en fuentes hinduistas que llegó a Europa de la mano de los colonizadores británicos de la India y aquí se desarrolló hasta el extremo que en países como el Reino Unido no está nada claro si su religión oficial es la anglicana o el ocultismo al que me refiero.

La tradición ocultista clásica a la que me refiero, al beber de fuentes del budismo lamaísta del Tíbet, afirma que el llamado cuerpo astral o segundo cuerpo sutil del ser humano(1) está unido al cuerpo físico por una especie de cordón umbilical que los ocultistas llaman "el cordón de plata" porque quienes dicen haberlo visto afirman que parece del color de plata azulada. Ese supuesto cordón de plata es el encargado de mantener conectados físico y astral cuando, bien en el sueño o bien en estados de trance profundo o de pérdida de conocimiento, el cuerpo astral se separa por corto tiempo del físico para vivir otras experiencias; experiencias que algunas veces tratamos de racionalizar al recordar nuestros sueños.

¡Uffff! Demasiado complicado exponer en un artículo la doctrina ocultista, que conozco pero no me creo por otra serie de razones. Pero sigo con el asunto.

Como resultado de las interacciones físicas de los diferentes cuerpos superpuestos y continuando con esa misma doctrina, nuestro cuerpo vivo está rodeado de un nimbo o aura de luz, cuyos colores dependen de nuestra evolución espiritual, estado de salud y otras características físicas, mentales o espirituales que nos acompañan. Por supuesto que esta pretendida aura es invisible para la inmensa mayoría de los seres humanos y sólo algunos privilegiados muy sensibles pueden llegar a observarla y describirla. Este asunto no es demasiado descabellado si tenemos en cuenta que, desde tiempo inmemorial y en todas las religiones, los santos han sido representados con su nimbo y es una chocante coincidencia que el color dorado con que nuestros pintores rodean las cabezas de las figuras sagradas es exactamente el descrito como color de la santidad en la tradición ocultista(2).

Para terminar con la argumentación y antes de presentar pruebas definitivas, tampoco hace falta decir que las ideas ocultistas han estado proscritas por casi todas las iglesias cristianas con -quizá- la única excepción de la iglesia copta a la que se acusa de estar impregnada del animismo africano.

Pero ahora voy a tirar de papeles y nos vamos a ir a leer un pasaje bíblico de uno de los más bellos libros sapienciales. Abrimos el Eclesiastés o Cohelet por su final y nos encontramos con una sorpresa en su capítulo 12 con referencia a la muerte:

... porque se va el hombre a su eterna morada y andan las plañideras en torno a la plaza; antes que se rompa el cordón de plata y se quiebre la ampolla de oro, y se haga pedazos el cántaro junto a la fuente, y se rompa la polea en el pozo, y se torne el polvo a la tierra que antes era, y retorne a Dios el espíritu que Él le dio.

Ahí queda eso. La exégesis se la dejo a quien quiera hacer el ridículo.

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(1) Según esta doctrina, cada ser humano está compuesto por varios cuerpos superpuestos, siendo el visible el de materia más grosera. Al morir abandonamos aquí esta envoltura y la siguiente, el llamado cuerpo etérico; siendo el astral y los otros cuerpos más superiores los que siguen configurando nuestra personalidad hasta que nuestra evolución se complete y podamos fundirnos con la naturaleza divina. El cuerpo físico se descompone o mineraliza como materia que es; el cuerpo etérico se disuelve con el tiempo aunque, en algunos casos, puede durar muchos años rondando los lugares frecuentados en su vida terrestre. Estos cuerpos etéricos más o menos groseros serían, según esa tradición, los fantasmas que abundan en muchos relatos.

(2) Respecto a las figuras nimbadas en el arte, el tema da para un tratado. A veces, es tal la exactitud mostrada entre lo representado en las pinturas y las descripciones de quienes dicen poder verlas que es fácil creer que no todo es fantasía en este terreno. Para colmo, en los años 60 del pasado siglo se desarrolló un sistema fotográfico llamado cámara Kirlian que, sin ser perfecto, despejó muchas dudas sobre la veracidad de la existencia del aura de los seres vivientes.

Nota final: Las referencias bíblicas están tomadas de la Biblia Nácar Colunga.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Toma ya !!!

Anónimo dijo...

¡Ahora sí puedo publicar Jose !!!

EnEaS dijo...

Interesante. Sí, señor.

Anónimo dijo...

Acohonada me dejas con todo lo que sabes José.
Un placer leerte, como siempre.