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sábado, 4 de abril de 2015

REFLEXIÓN DE VIERNES SANTO

Se me atasca el barroco teatrero; el terror medieval no me impresiona, ni los ecos de falsas amenazas hacen mella en mi ánimo sereno. Mas no puedo quedarme indiferente frente a hechos que hoy conmemoramos cuando un viernes atroz de luna llena -dos milenios a punto de cumplirse- la injusticia friunfó sin paliativos. Sólo un hombre pagó con el tormento los temores de líderes hipócritas. Era un Hombre sin más: uno de tantos, pero limpio y de sangre más que noble; y ha llegado tan roto hasta el tormento que su cruz ha tenido que llevarla otro hombre que nadie preveía.

Todos temen a Roma y más que nadie los hipócritas ricos encumbrados que los mismos romanos los consienten como tristes payasos capataces de una masa que ayer quiso elevarlo y hoy reclaman su muerte como reo. Nadie sabe y los pocos que lo siguen, por temor, también lo dejan solo. Las mujeres ¡ay, sólo las mujeres! siguen fieles al reo hasta su muerte y un pariente muy joven las escolta pues su edad no resulta sospechosa a los ojos de aquellos asesinos.

Es clavado al madero a martillazos y horadadas con clavos sus muñecas, es izado por brazos poderosos y otro clavo remata tanta infamia cuando fija sus pies en un resalte. Dos ladrones por toda compañía y esa inmensa y pesada carga a cuestas que Él conoce y que nadie la comparte. Tanto horror al sentirse abandonado, pero ni un solo instante se abandona más que en manos de Aquel que lo ha enviado. Su misión está a punto de cumplirse y su ciclo en la Tierra ha terminado. Aun le queda, quizá, lo más tremendo; lo que ha hecho que sude sangre y tiemble: Esa estancia no escrita en las regiones donde planta la cara al enemigo y le exige la entrega de su reino porque ya con su muerte lo ha vencido. Es un tiempo terrestre de unas horas, poco más de dos días mal contados, pero ha sido de sobra suficiente para hacer que se hundan los cimientos de la fuerza que antaño dominaba una Tierra que estaba ya perdida desde el mismo principio de los tiempos.

Viernes Santo; silencio sin respuesta
ante el mundo que yace abandonado
porque todo pasó, se ha terminado
y ante el grito de horror nadie contesta.

¿Qué ha pasado por fin? Se manifiesta
cómo el Bien se retira derrotado
pero el Mal ha quedado desarmado
por el Hombre que odia y que detesta.

Viernes Santo; el tiempo se detiene;
no sabemos muy bien qué está pasando
ni siquiera imaginamos lo que viene.

Abandono, silencio; va pasando
un tiempo en el que nada se sostiene.
Nadie sabe que Dios está actuando.

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