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viernes, 17 de octubre de 2014

CRÓNICAS CHECAS (III)

- 30 de Septiembre de 2014 -

Nota: Antes de seguir debo deciros que muchas de las fotos utilizadas, aparte de las mías y las de dominio público, están realizadas por María Dolores Montes Latorre, quien también estuvo en esta escapada a la República Checa. Dicho esto, seguimos con la crónica.

Hoy toca excursión al pueblo balneario de Karlovy Vary, lugar que como muchos de la República Checa, está declarado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Situada a unos 123 kilómetros hacia el este de Praga y unida por una carretera muy decente, el desplazamiento constituyó una bonita experiencia de paisajes nada montañosos. Como ayer se nos despidió nuestra guía Lucía, hoy la sustituye un señor llamado Radek, gran conocedor del país y de buena parte de España y poseedor de un dominio de nuestro idioma que ya quisieran la mitad de los españoles y casi la totalidad de los centro y sudamericanos. Se da la triste circunstancia que en español, salvo en el lenguaje puramente jurídico, el modo subjuntivo es maltratado y pisoteado sistemáticamente por la mayoría de la población; en cambio, Radek lo dominaba a la perfección y era una alegría escuchar un español tan excelente acostumbrado a tanta farfolla diaria. Todo tiene su explicación; y es que Radek se había licenciado en Filología Hispánica en la Universidad de Praga y, para colmo, había estado perfeccionando el idioma durante un año en la Complutense cuando ésta era una universidad y no el nido de basura que es ahora con Carrillo y sus secuaces.

Karlovy Vary significa en checo Los Baños Termales de Carlos; derivado de Vary o terma en idioma arcaico y Karlovy, genitivo de Karel o Carlos. Dicen que su fundación se debe a lo que explica una curiosa leyenda que nos cuenta que allá por 1350, andaba por allí de cacería el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos IV, el mismo del puente del que ya hemos hablado. Durante la persecución de un ciervo, éste dio un salto imposible de seguir y un perro se atrevió a hacer lo mismo cayendo al precipicio. Cuando se rescató al perro, en su piel presentaba quemaduras por agua caliente y así se descubrieron aquellas termas. La realidad parece ser que las tales termas eran conocidas desde tiempos muy anteriores y el Emperador Carlos IV, el 14 de Agosto de 1350, sólo hizo reconocer con su firma el estatuto de ciudad al poblamiento que ya existía en el lugar.

Poco a poco, la fama del balneario se fue extendiendo por toda Europa Central y del Este, con lo que recibía las visitas de personajes ilustres como zares, reyes, emperadores, artistas, escritores, músicos y de todos aquellos que podían permitirse ir a tomar los baños y beber sus aguas. Así quedan recuerdos del paso de Carlos Marx(1), Beethoven, la Emperatriz María Teresa de Austria y muchos otros más que sería excesivamente largo enumerar aquí. También allí se celebra anualmente un festival internacional de cine y se elabora el licor llamado Karlovarská Becherovka(2). Más cercano a la actualidad, otros visitantes ilustres del lugar han sido los primeros cosmonautas soviéticos quienes, a su regreso y tratados como héroes nacionales, eran premiados con estancias a todo lujo en este balneario para recuperarse de las secuelas de sus vuelos espaciales. Aun quedan recuerdos de Yuri Gagarin y Valentina Tereshkova, entre muchos otros.

Pero el camino desde Praga a Karlovy Vary no era corto como ya hemos dicho y había que aprovechar el tiempo para seguir aprendiendo. Al fin y al cabo ¿para qué se viaja si no es para aprender? De modo que Radek aprovechó parte de ese tiempo para explicarnos un poco la Historia de la Checoslovaquia de la posguerra y de la vida en el paraíso comunista del que sus padres habían conocido el origen y él mismo había “disfrutado” en su infancia y juventud. Expongo un resumen de lo que nos contó sobre aquella época y lo completo un poco con mis recuerdos de juventud, formados por lo que leía en la prensa de Franco y contrastaba con las emisiones de Radio España Independiente para tener versiones de ambos bandos. Debo reconocer que la prensa franquista daba una información mucho más veraz que los hediondos panfletos comunistas.

Nos contó que, recién acabada la Segunda Guerra Mundial y en virtud del infame reparto que los canallas de Truman, Churchil y Stalin hicieron en Yalta(3), la entonces Checoslovaquia fue asignada a la Unión Soviética. Y, como es natural, los rusos no perdieron el tiempo en hacerse cargo de ella imponiendo un gobierno títere y sumiso a las órdenes de Moscú, formado por la flor y la nata del más inculto y borrico núcleo del Partido Comunista Checoslovaco apoyado por toda la eficaz maquinaria de propaganda soviética y, por supuesto, por el Ejército Rojo.

Hay que reconocer que empezaron adoctrinando bien a la gente. Se les convenció con buenas palabritas que el comunismo no venía a maltratar a nadie y que sólo algunas grandes empresas y algún banco serían nacionalizados o expropiados(4), según ellos. La gente se lo creyó y hasta aplaudió la decisión, pero muy pronto vieron que esas “expropiaciones” limitadas se iban extendiendo hasta que, en nada de tiempo, todos los negocios, empresas y bancos pasaron a las zarpas estatales con todas sus consecuencias.


                  Stalin, Truman y Churchill.
    Los amos del mundo en la conferencia de Yalta.

Otro asunto fue la religión y en especial la Católica Romana. Los comunistas no podían tolerar la influencia social de la Iglesia considerando que sólo podía tenerla la ideología dominante; en consecuencia, llevaron adelante una campaña que empezó por el desprestigio a base de calumnias y ya se sabe que una mentira repetida mil veces puede llegar a convertirse en una verdad para los tontos y crédulos. Para acelerar la caída de esa influencia y, de paso, aterrorizar a los creyentes, “encontraron” armas(5) en un confesonario y así tuvieron motivos para organizar un gran proceso en el que se juzgaron a varios obispos, sacerdotes y monjas. De los ocho que fueron procesados se dictaron cuatro sentencias de muerte y otras cuatro a largas penas de cárcel. La farsa de juicio fue retransmitida en directo a todo el país, especialmente a través de altavoces instalados ex profeso en plazas públicas y centros de trabajo. El resultado fue el esperado, la afluencia a los servicios religiosos oficialmente permitidos quedó en algo residual y con los asistentes marcados ante la sociedad. Ante ello, el nuevo régimen tuvo un excelente pretexto para vaciar y saquear monasterios e iglesias y destinar los edificios a graneros, almacenes, garajes y otras cosas por el estilo. Nada que no se hubiera dado antes en la felizmente extinta República Española. En una sociedad que garantizaba el pleno empleo, los creyentes eran excluidos de este beneficio y lo primero que preguntaban los empleadores del Estado al aspirante a un puesto era si el practicaba alguna religión o asistía a misa u otros oficios religiosos.

Por lo demás, lo que ya imaginamos. Si para realizar un trabajo se necesitaban diez personas, la nómina se inflaba hasta las cien y así se garantizaba que todos tuvieran un sueldo. Esto desmoralizaba a todos los que de veras trabajaban al ver que todos cobraban lo mismo independientemente de lo que hicieran.

El adoctrinamiento no acababa con el fin de las iglesias, los aburridos discursos oficiales y la pesada losa de la censura. A los alumnos de los institutos se les hacía perder un mes al año en una fábrica para imbuirse del espíritu de trabajo que reclamaban las autoridades. Radek contaba una experiencia personal en la que él y algunos de sus compañeros de aula fueron mandados a una fábrica en la que los recibió el comisario político quien les soltó un encendido discurso sobre el valor de aquellos jóvenes “voluntarios” que ya a su edad iban a trabajar a la fábrica para ayudar a la revolución proletaria. Tras ello, les presentó al Director de la fábrica y se volvió a sus habituales ocupaciones de irse de putas, juergas y borracheras, como buen comisario político de cualquier tendencia.

El Director, los recibió amablemente y les habló muy clarito. Les dijo que aquella fábrica tenía casi cien trabajadores y que apenas había trabajo para diez, así que no iba a complicarse la vida metiendo en el área de producción a una docena de chavales para que pudieran tener un accidente o estropear la miserable producción que tenía asignada. Los llevó a un despacho vacío y les dio permiso para charlar, leer, estudiar, jugar a las cartas o a hacer lo que les diera la gana. Sólo tenían que cumplir su horario, no armar escándalo, no traer bebidas alcohólicas y no fumar. Así pasaron su mes de “trabajo voluntario” y volvieron a su instituto con la satisfacción del deber cumplido con la gloriosa revolución proletaria que había salvado a la nación de las garras capitalistas.


Pero ¿todos los checoslovacos eran tan tontos para tragarse aquellos cuentos? Por supuesto que no. Existía, como en todas partes, un núcleo de inteligencia formado por profesionales universitarios cualificados; pero a estos se les vigilaba estrechamente y eran expulsados de sus trabajos tan pronto como expresaran la más mínima opinión crítica con el sistema, obligándoles a ejercer profesiones muy alejadas de aquellas para las que fueron formados. Radek nos contaba una anécdota de uno de los primeros presidentes de la República, quien llegó a su despacho por la mañana y vio a un fontanero arreglando el desagüe de un lavabo del Palacio Presidencial. Cuando salió a comer, aun estaba el pobre fontanero afanado en su trabajo, por lo que el presidente se acercó y le preguntó escandalizado:

- Camarada ¿En una mañana no te ha dado tiempo a arreglar un desagüe? - El pobre hombre, aterrorizado y pensando que iba a ser enviado a algún campo de concentración, le contestó:

- Le ruego me perdone, camarada Presidente. Es que aun salía una pequeña gota y me estaba esmerando en arreglarla del todo.

Comprensivo, el camarada Presidente se quitó la chaqueta, se arremangó, se arrodilló junto al lavabo y, usando las herramientas del buen hombre, arregló la avería en pocos minutos. Luego le dijo triunfante y orgulloso:

- No te asombres, camarada. Es que yo fui fontanero.- A lo que contestó el otro:

- No me extraña nada. Yo antes fui abogado.

Así funcionaban las cosas en la primera etapa del comunismo checoslovaco. Las purgas fueron tan exhaustivas que llegó a haber escasez de jueces. Para arreglarlo, no se les ocurrió otra cosa que ofertar cursillos de jueces de dos semanas de duración a los empleados de fábricas y oficinas sin pedirles ninguna formación previa. Quienes aceptaban se veían libres de horas de trabajo, a veces penoso y, de la noche a la mañana se encontraban en un despacho con calefacción, rodeados de todas las comodidades que ofrecía la República y, para colmo, tratados con un temor y respeto propio de señores de horca y cuchillo como eran en realidad ¡Así serían las sentencias...!


El tiempo pasaba y poco a poco se suavizaba la dureza del régimen a la par que se elevaba la formación académica de la población. En Enero de 1968 es nombrado Primer Secretario del Partido Comunista de la República un eslovaco llamado Alexander Dubcek que, aparte de haber sido un héroe de la resistencia eslovaca contra los alemanes, había estudiado Derecho Internacional en la URSS y no era ningún ignorante. Nada más acceder a su cargo, Dubcek comprende que la economía no podía seguir por esos caminos y que era necesario abrir el país a reformas que permitieran la iniciativa privada, así como reconocer la necesidad de permitir el intercambio de ideas y personas con Occidente. De su mano, nace así la que se llamó Primavera  de  Praga  y  que  él  mismo  llamó el
Socialismo de Rostro Humano. Es muy importante añadir que el entonces Presidente de la República, Ludvik Svoboda, estuvo de acuerdo en todo momento con él y sufrió una suerte parecida.

Poco duró tan loable intento. En Agosto de aquel mismo año, los atnques soviéticos aplastaron sangrientamente la Primavera de Praga. Dubcek y los suyos fueron apresados y conducidos a Moscú donde se les obligó, según palabras de la prensa de la época y que aun recuerdo, a “entrar en razón”. Checoslovaquia volvió al anterior camino de sombras, miseria, miedo e ignorancia. Dubcek sobrevivió a le “reeducación” y fue aclamado como héroe que era el 26 de Noviembre de 1989, en la Plaza Letna de Praga, una vez levantada la losa comunista. Falleció el 7 de Noviembre de 1992 tras un accidente de tráfico, en un hospital de Praga.


Arriba, Alexander Dubcek, Primer Secretario del Partido. A la derecha, Ludvik Svoboda, Presidente de la República.



Se cuentan algunas anécdotas chuscas de aquella infame invasión, como la de un tanque soviético que se despistó con la niebla y apareció frente a un pescador de carpas y lucios, preguntando su tripulación por dónde se iba a Praga. A la gente, en general, le sentó muy mal aquella “hazaña” soviética y a los pobres y asustados soldados rusos enviados allí les sentó peor aun haber sido víctimas del engaño de defender Checoslovaquia de una invasión americana y alemana, para encontrarse con verse obligados a derramar sangre inocente. A partir de ese momento, las entrevistas de trabajo incluían una pregunta más:

- ¿Qué piensa usted de lo que hizo Dubcek?- A lo que había que contestar:
- Pues que gracias a nuestros amigos de la URSS pudo nuestra gloriosa revolución librarse de sus enemigos capitalistas.

Pero no todo se ha explicado, ya que en el aire queda la pregunta de ¿cómo sobrevivían medio decentemente y con algunos bienes de consumo para ir tirando? Pues Radek nos contestó sin un titubeo que gracias a las corruptelas y el mercadeo de trueque. Por ejemplo, si yo trabajo en una empresa metalúrgica y necesito cuadernos, folios, lápices y bolígrafos para mis hijos en edad escolar, me pongo en contacto con un oficinista que necesite un martillo, una taladradora o herramientas para que él robe material de su oficina a cambio de robar yo lo que él necesite. La costumbre se extendió tanto que era costumbre acumulabar verdaderos stocks en las casas, procedentes de sustracciones en las empresas, para ser objetos de cambio por otros bienes cuando fuera necesario. Nos contaba Radek que un tío suyo, en la actualidad, aun guardaba en su garaje unos doscientos martillos y cantidades variables de taladradoras, llaves fijas, calibres, destornilladores, etc. Sin comentarios.

Con la caída del bloque soviético, un buen día volvió Checoslovaquia a la civilización. No fue fácil, porque el 17 de Noviembre de 1989 la policía reprimió con sangre una manifestación que reclamaba democracia, pero ya la suerte estaba echada y la dictadura comunista desapareció para no volver. La gente saludó entusiasmada la llegada de la democracia, aunque no todo iba a ser un camino de rosas.

Acostumbrados en su mayoría a cobrar sin dar golpe, los checoslovacos tuvieron que adaptarse a la nueva situación y lo hicieron con éxito. La industria heredada de la época soviética era obsoleta, cara y contaminante. La educación de base rusa ya no servía para la nueva época. Muchos se quedaron sin trabajo porque bien pronto se pusieron de manifiesto los criterios de rentabilidad. Y ahora, las entrevistas de trabajo no consistían en preguntar al aspirante por su ideología o religión sino que buscaban candidatos con verdaderos conocimientos relacionados con el trabajo a desempeñar. Ya no valía con saber ruso porque las exportaciones a la antigua Unión Soviética se vinieron abajo. Ahora había que vender al exterior y se valoraban los idiomas antes inútiles como inglés, alemán, francés o español; cosa para la que los mayores no estaban en absoluto preparados. Pero se adaptaron pronto y con entusiasmo a las nuevas circunstancias y la actual República Checa pasó de de golpe de una renta per cápita de 3100 dólares en 1990 a los más de 25000 en 2009, no tan alejado del nuestro que apenas supera los 30000 y con muchos más recursos.
Tras esta conferencia histórica, aun quedaba un trecho para llegar a Karlovy Vary; así que hicimos lo que él mismo llamó una parada técnico-hidráulica, o sea, para hacer pis, tras la que nos dejó dormir hasta la llegada. No sería ésta la única conferencia sobre la historia actual. La siguiente, Radek quiso dejarla para dentro de dos días. Pero volvamos al bonito pueblo Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO.


Una vista de Karlovy Vary desde el balcón del restaurante.

En un pequeño valle entre también pequeñas montañas, se alza este lugar lleno de edificios barrocos y neoclásicos con algunas excepciones de las que nos ocuparemos. Es un precioso conjunto, bastante cuidado, en el que aun se nota la afluencia de dinero de otras épocas. Como ya advertí en Praga, para la pequeñez del pueblo resulta escandalosa la cantidad de joyerías por unidad de superficie; pero allí, todas exhibían con orgullo carteles en ruso sin traducir al checo e, incluso, las ofertas de empleo de las mismas sólo estaban redactadas en ese idioma para asegurarse que los aspirantes podían lidiar con la gran cantidad de rusos cargados de dinero que ahora son casi mayoría entre los residentes de Karlovy Vary. Una pena, porque la mayoría de los artículos expuestos en esas joyerías pasaban con nota la calificación de horteras y ostentosos, muy acordes con tan “selecta” clientela, ya que los rusos ricos siguen considerando aquella nación como su antigua colonia. Me recordó con pena a Marbella, antes invadida por árabes horteras y ahora también por rusos no menos horteras. Pero todos cargados de dinero para blanquear y con muy pocos escrúpulos. No obstante, daba gusto contemplar aquel conjunto de edificios a cual más cuidado y bonito.

Uno de los primeros edificios en encontrarnos al paso fue el del Hotel Pupp, una impresionante edificación que alberga un hotel de cinco estrellas(6) en el que se alojan los actores que acuden al festival anual de cine. En el pavimento de la plaza que se abre ante el hotel, hay placas de latón con los nombres de muchos ilustres actores y directores; y me llamó la atención ver muchas de esas placas aun sin grabar. Quizá me estén esperando para poner mi nombre en una de ellas.

No tan visible al turista se encuentra la famosa fábrica de vidrio Moser, llamado también el vidrio de los reyes porque numerosas casas reales eran clientes de la misma. La familia Moser, judía, emigró a Estados Unidos al ponerse las cosas feas en Centroeuropa cuando la época nazi, no sin antes vender la fábrica que siguió activa. En la actualidad, aun sin tener relación económica alguna con ella, mantienen estrechos lazos de amistad con los actuales propietarios.


            Hotel Pupp de Karlovy Vary


Siguiendo el paseo por la calle principal al lado del río Teplá(7), vimos una buena serie de edificios cuidados al extremo. Muchos de ellos con placas de bronce sobre sus fachadas recordando la visita y alojamiento de algún personaje ilustre, aunque ocultan de la vista quizá por pudor, los nombres de los astronautas soviéticos. Todo repiraba paz y la vista se relajaba en la contemplación de su serena belleza cuando de pronto ¡Zas! Una bofetada al buen gusto nos hirió la vista. Se trataba del edificio que alberga las principales fuentes termales. Seguramente, este mismo edificio construido en despoblado sería algo digno de admirar, pero en medio de tantas bellezas, su arquitectura de hormigón y vidrio es un insulto a la estética por muy funcional que sea. Ni que decir tiene que fue construido en la época comunista, tiempo en el que parece que la entonces Checoslovaquia se olvidó de su tradicional buen gusto para sustituirlo por el adefésico estilo hórrido-hediondo de aquellos ignorantes. En su amplio y bien iluminado interior, existen muchas pequeñas tiendas de recuerdos que exponen sus productos típicos entre los que destacan las rosas petrificadas y las jarras de muy diversas formas especialmente diseñadas para tomar las aguas. Estas rosas petrificadas son, en realidad, rosas hechas de papel que se sumergen en las aguas termales durante una semana, cubriéndose así de las sales y sedimentos del agua, dejándose luego secar para conseguir un curioso efecto.
Dentro de este engendro, tiendas aparte, se halla un recinto con una cúpula también de cristal que encierra un géiser cuyo chorro de agua caliente asciende hasta unos dieciocho metros de altura, para lo que existe una cúpula que dobla la altura de la sala. Curiosamente, las autoridades checas se fían tanto del civismo de los visitantes que no tienen dispuestas medidas de protección frente a posibles quemaduras debidas a imprudencias. En la sala principal también hay cinco fuentes que manan agua a distintas temperaturas que los visitantes poeden tomar gratis en las mismas jarras típicas, mientras pasean esperando que se les enfríe. Estuve mirando la composición de los sedimentos del agua y aunque soy lego en Medicina, creo que cualquier enfermo de los riñones puede tener un serio problema si se atreve a beber esa agua con tanta concentración de sales minerales de dudosa eficacia curativa.





 











Edificio moderno de Karlovy Vary. Géiser y fuentes termales públicas.



Bajo el edificio, construido sobre un puente que cruza el arroyo Teplá, puede observarse la desembocadura de una de estas fuentes que, al unirse a dicho arroyo, genera una considerable nube de vapor consiguiendo un curioso efecto visual.

Llegó la hora de comer y tuvimos que trepar como cabras hasta un bonito restaurante típico que, en nuestro honor, había izado nuestra bandera. No fue vana la subida porque a medio camino nos encontramos con la bella iglesia barroca de Santa María Magdalena que, lamentablemente, no pudimos visitar por dentro porque había un concierto de música clásica de los muchos que se celebran todos los días y por todas partes en la República Checa. Otra vez será. De la comida, como es habitual y salvo excepciones, mejor no hablar.

Bajo estas líneas: Iglesia de la Magdalena

Tras la comida, tiempo libre hasta la hora de recogida del autobús. En Karlovy Vary no se permite la entrada de esos vehículos y hay que tomar uno público, la línea 20, gratis, hasta el aparcamiento que hay a la entrada del pueblo. Así que aproveché para disfrutar de las vistas y sentarme en uno de los muchos bancos que hay en la calle principal. La verdad es que mi lesionada columna no me daba mucha tregua y lo necesitaba. Me sorprendí al ver la obsesión por la escrupulosa limpieza de aquel lugar en el que los barrenderos van provistos hasta de pinzas para recoger colillas de entre los adoquines de las calles. Y todo en un respetuoso silencio. Igual que en Sevilla, claro...


Fuimos hasta la parada del autobús lanzadera y tuve suerte al poder sentarme para esperarlo mientras admiraba un edificio oficial de estilo neobarroco. Hordas de turistas embarcaban y desembarcaban y una hipopótama rusa vieja mal encarada se dirigió a mí con malos gestos y en su lenguaje nativo. La miré como quien mira a un marciano, acentuó su cara de indignación y me preguntó en alemán. Esta vez le contesté:

- Ich spreche kein Deutsch.

- Speak English? - Dijo al fin la tipa a punto de reventar de ira.

- A little.

- Well. Is here the bus-stop to general park?

- Yes

- What's the number the line bus to general park?

- Twenty

- What is te time frecuency of this bus?

- More or less, ten minutes.

Mi flema estaba a punto de agotarse cuando aquel ejemplar se volvió sin darme las gracias. Luego me imaginé que la ira de la “dama” se debía a que, al tomarme por checo, no le cabía en su limitado cerebro que una persona de mi edad no hablara ruso. Comprendí por qué los checos no pueden verlos ni en pintura.

Era ya la hora de volver a Praga y, embarcados en la lanzadera, llegamos sin novedad a nuestro autobús. Por suerte, iba con muchas plazas libres y me acomodé en uno de los asientos dobles de atrás donde pude echarme una gloriosa siesta casi hasta llegar al hotel. Llegada, ducha, cena y mañana será otro día.


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1 Al menos así tenemos constancia de que se bañó al menos una vez en su vida.

2 Bastante mediocre, por cierto.

3 Aunque aun no se ha dicho de forma oficial, España le tocó a Stalin pero éste, consciente de que le iba a costar tener que entrar por la fuerza y arrasando a sangre y fuego, dejó la invasión para otro momento. De buena nos libramos.

4 La llamada expropiación era un eufemismo. En toda expropiación se paga un justiprecio por el bien expropiado, pero en este caso el justiprecio era elegir entre entregar de buen grado a cambio de nada las riendas de los negocios o llevarse un tiro en la cabeza tras ser torturados. La elección era muy sencilla.

5 También en España la policía franquista “encontraba” armas bajo las sillas en las casas de quienes registraban bajo acusación izquierdismo.

6 Los antiguos hoteles de lujo eran, en realidad, un conjunto de dos hoteles: Uno de cinco estrellas para los ricachones y otro de tres o cuatro estrellas para su servidumbre. El Hotel Pupp no fue una excepción a esta regla pero, desde que los ricos empezaron a viajar sin séquito, hubo que reconvertirlos y ahora es todo de la más alta categoría, dándose la penosa circunstancia de ver un impresionante edificio neobarroco que convive con otro bastante más funcional y modesto teniendo ambos la misma categoría hotelera. Vivir para ver.

7 Nombre que significa, más o menos, río Caliente. Pero no nos engañemos porque, si bien es verdad que las fuentes termales vierten sus aguas en ese río, bien poco tardan en enfriarse, como lo prueban las poblaciones de carpas y lucios que viven y prosperan en sus aguas.





domingo, 12 de octubre de 2014

CRÓNICAS CHECAS (II)

- 29 de Septiembre de 2014 -

Como las visitas de este día iban a ser todas en Praga, nos levantamos a una hora decente, lo que se agradeció tras la paliza del día anterior. Respecto al desayuno, sólo decir que fue de buffet libre y muy torpemente organizado, ya que había una sola tostadora que solamente podía tostar dos rebanadas de pan a la vez; cantidad a todas luces insuficiente para los que allí nos reunimos. Por otra parte, no sé lo que hacen los checos con sus pobres vacas, ya que las dos variedades de queso allí ofrecidas eran menos que mediocres. De la bollería mejor no hablar porque puede ser perfectamente usada para el empedrado de calles y la única variedad de textura comestible contenía un relleno oculto de frambuesa que, al morder el bollito, salía disparado poniéndote la ropa perdida. No obstante, aunque acuñamos la expresión “Eres más malo que la bollería checa” Praga merecía la pena. Hoy nos tocaba empezar por el Castillo, sede actual de las dependencias de la Presidencia de la República y que alberga en su interior la Catedral de San Vito.

Los organizadores tuvieron la amabilidad de subirnos en autobús hasta la “suave” colina en que se asienta la antigua fortaleza. Había que entrar pronto, antes que se reuniera la habitual nube de turistas de todas las nacionalidades entre los que no destacaban por su buena educación los rusos, chinos y japoneses, verdadera plaga de Chequia; sobre todo los primeros que siguen considerando el país como su colonia, al igual que en los tiempos de la Unión Soviética. Tuvimos suerte y empezaron a infestar el recinto algún tiempo después de llegar nosotros.


La entrada de turistas se efectúa por la llamada Puerta Matías, la misma puerta de entrada de los coches oficiales y no todos tenían el debido cuidado con los peatones, así que había que andarse con siete ojos porque había algún conductor con no muchas ganas de tener paciencia. Llamaba la atención los soldados que hacían guardia en las garitas porque estaban en posición de firmes y sin moverse lo más mínimo. Según nos contaron, esta especie de tortura sólo duraba una hora, tras la que eran relevadas las pobres criaturas. Gracias a Dios que la mili es voluntaria en la República.

Entramos al recinto y en el primer patio ya se nos explicó algo de su historia desde su construcción por los reyes medievales del siglo XI aunque, dada la posición dominante del lugar, es seguro que allí existirían edificios fortificados desde tiempo inmemorial. La guía que nos acompañaba, quien dijo llamarse Lucía, hablaba un buen español y aunque era joven había nacido y vivido bajo el régimen comunista el tiempo suficiente como para, con concimiento de causa y de forma elegante, decirnos que la República Checa le debía a Moscú el tremendo retraso económico respecto a Europa Occidental del que aun se estaba tratando de recuperar(1). Por suerte para el monumento que estábamos visitando, el haber sido utilizado como palacio presidencial lo salvó de las incultas barbaridades que se perpetraron en algunas iglesias y monasterios de la República, aparte de los edificos de espantoso gusto que se erigieron en aquella nefasta época. En esos años se construyó muy poco, pero todo horrible.


Entrada de turistas al recinto del Castillo de Praga.

Al parecer, los reyes checos gustaban de celebrar justas y torneos. Tanto que, cuando no podían hacerse en los patios por el mal tiempo, tenían dentro del Palacio la gran sala Vladislav habilitada para tal fín. El tamaño de la sala, con ser muy grande, no permite imaginar el esplendor de los encontronazos de los caballeros de armadura montados en sus enormes caballos blindados con su loriga de setenta kilos de hierro, pero nos consolamos pensando que aquellas moles(2) no podían adquirir la velocidad de galope que vemos en las películas(3).

Salvo un rápido vistazo a la llamada Escalera de los Caballeros, poco más pudimos visitar del Palacio por estar todo prácticamente ocupado por las dependencias de la Presidencia de la República. Por esta escalera accedían los caballeros, ya montados y con toda su impedimenta, a las justas que allí se celebraban.




















Palacio Real de Praga. Sala Vladislav y Escalera de los Caballeros

Pero en el recinto quedaban más sorpresas. En otro de los patios nos encontramos con la Basílica de San Jorge, segunda iglesia del conjunto tras la Catedral y la segunda iglesia más antigua de Praga y levantada hacia el año 920 como iglesia conventual en los primeros años de la cristianización de aquella región; y aunque sucesivos incendios y devastaciones no permiten hacernos una idea muy clara de su aspecto original, conserva su traza románica con mucha influencia de sus homólogas griegas de la misma época y posteriores.
















Basílica de San Jorge y Cripta de la misma.


Sin salirnos del recinto del Castillo nos fuimos a ver la joya de las joyas de Praga: La Catedral de San Vito. Una preciosidad gótica que deja muy atrás en belleza a otras grandes catedrales europeas de mayor fama.

La Catedral, bajo las advocaciones de los santos Vito, Wenceslao y Adalberto, aunque dedicada al culto católico, es propiedad del Estado desde su erección. En ella se coronaban los reyes de Bohemia y en ella también se enterraban santos, arzobispos y muchos reyes. El 29 de Noviembre de 1344 se coloca la primera piedra por el Arzobispo de Praga, Ernesto de Pardubice, en presencia del rey Juan de Luxemburgo y sus hijos Carlos (el futuro Carlos IV de Bohemia) y Juan. Su primer arquitecto fue el francés Matías Arrás y por ello es una espléndida muestra del gótico francés en tierras tan alejadas. Sucesivos arquitectos fueron dándole poco a poco un giro hacia el gótico alemán hasta que, en 1419, los husitas saquearon la Catedral despojándola de imágenes; pero eso no impidió que ellos mismos impusieran que la ceremonia de coronación de los nuevos reyes se realizara en este templo, inaugurando tal costumbre el Rey Segismundo. Acabadas las revueltas husitas y pacificada la zona, los reyes vuelven al castillo Praga en 1485 e inician las obras de reconstrucción del maltratado edificio. A toda prisa se construye la capilla del Oratorio Real que se inaugura en 1490 como símbolo del soberanía y se concluye su decoración con escenas de la vida de san Wenceslao, justo a tiempo para la coronación del rey Luis Jagellon en 1509.

Los tiempos y estilos se van sucediendo en el lento avance de las obras de la Catedral. Llega la época barroca y, con ella, la necesidad de la recristianización de Bohemia que, tras las revueltas husitas, las guerras luteranas y la Guerra de los Treinta Años, habían sumido al país en una confusa desmoralización. La tarea es encargada -cómo no- a la Compañía de Jesús y de aquella época barroca datan otros monumentos y decoraciones entre la que destaca por su riqueza la tumba de san Juan Nepomuceno(4) con sus figuras de plata diseñadas por Johann Bernhard Fischer von Erlag.

Tras una vuelta completa por la girola del templo, también pudimos ver una copia de la corona, el cetro y la manzana símbolo del poder real. Las auténticas joyas se guardan en una cámara acorazada bajo siete llaves en poder de siete personalidades distintas y se muestran muy de tarde en tarde bajo estrictas medidas de seguridad.

  Catedral de Praga. Puerta Sur



















Catedral de Praga. Nave central y mosaico
del Juicio Final de la Puerta Sur






Catedral de Praga. Copia de las joyas de la Corona de Bohemia

Salimos y pudimos contemplar el esplendor de una de las fachadas que, iluminada por el sol en ese momento, lucía sus mosaicos de inspiración veneciana en toda su belleza. Un rato para contemplar esa maravilla y salimos para ver la llamada Callejuela del Oro.


En el siglo XVI, bajo el reinado de Rodolfo II de Habsburgo, se construyeron once pequeñas casas adosadas a la muralla del Castillo de Praga para albergar a los veinticuatro guardias reales y sus familias. En un Renacimiento tardío fueron hechas de estilo manierista y, por supuesto, con criterios de comodidad y habitabilidad muy diferentes a los actuales. Más tarde fueron viviendas de los orfebres de Palacio, de donde le viene el nombre. Algunos dicen que también pudieron albergar a los alquimistas de Rodolfo II(5) pero, en realidad, estos se alojaban en una callejuela cercana. Ya en el siglo XX, algunos escritores se alojaron allí huyendo del bullicio de la ciudad; como Franz Kafka que se mudó desde el gran edificio del centro en el que vivía para trasladarse a una de aquellas casitas que, como de costumbre, ahora están tomadas al asalto por negocios de joyería, artesanía y, naturalmente, alguna librería en recuerdo de los escritores que vivieron allí. Lo cierto es que no duró demasiado tiempo la estancia de esos intelectuales porque las casitas en cuestión resultan ridículas hasta para los estándares de calidad e higiene de principios del siglo pasado. Un paseo por allí, rodeados de nubes de turistas, para hacernos una idea de lo que fue y salimos a una plaza pegada a la muralla que daba a uno de los accesos al Castillo en el que se exponían diversos instrumentos de tortura medievales, tales como cepos, una jaula minúscula y un aparato de hierro del que ignoro su nombre, en el que se colocaba a la victima de pie, a la intemperie, para dejarlo allí hasta que se secara. Luego iniciamos la bajada a la ciudad echando un vistazo a la llamada Puerta de los Gigantes, antigua entrada al recinto palaciego que mandó levantar María Teresa de Austria. A través de jardines que permitían unas vistas espectaculares de Praga, terminamos la bajada y nos encontramos de nuevo en el corazón de la ciudad. Casi ya era la hora de comer.


Puerta de los Gigantes. Castillo de Praga

Fuimos al Reataurante Konirna que algún despistado quiso leer “Corinna” por influencias ya sabidas. La comida no estuvo todo lo mal que pudiéramos temer: Sopa de verduras y luego un buen solomillo en salsa con patatas asadas y finas lonchas de panceta algo churruscadas. Del postre, más vale no acordarse. Aun nos quedaba la tarde para conocer la Malá Strana o Ciudad Pequeña.


Es curioso que, justo en la medianera del restaurante Konirna, se hallaba un restaurante español llamado El Centro pero, por supuesto que los precios de nuestras comidas, allá en Praga, no están al alcance de todos los bolsillos. Sólo con tener en cuenta que el aceite de oliva es una carísima rareza nos podemos hacer una idea de que una agencia de viajes no puede ofrecer precios competitivos de comidas si ofrece las de un restaurante español en tierras bárbaras... o menos bárbaras, porque los precios de restaurantes españoles en París también son prohibitivos.








Iglesia de San Nicolás de la Malá Strana.








La Malá Strana es un lugar encantador donde merece la pena perderse por sus callejuelas y ver sus edificios barrocos, neoclásicos y hasta alguno de la época romántica; todo ello sin contar con los estilos eclécticos que algunos arquitectos trataron de imponer con cierto éxito. También había algunos monumentos muy necesitados de limpieza, pero tengamos en cuenta que las subvenciones de la Unión Europea llegaron a la República Checa a partir de 2004 y que, a pesar del serio empeño checo por reconstruir su pequeño país tras tantos años de peste comunista, aun queda mucho trabajo por hacer y mucho dinero por emplear. Sin prisas, pasamos ante la iglesia de San Nicolás(6), Santo Tomás y la de Nuestra Señora de la Victoria, a la que entramos    a ver el famoso y muy andaluz Niño Jesús de Praga, así como ante el Palacio de Lieschtenstein. Aquí debo hacer un inciso para aclarar que existen tres iglesias en Praga bajo la advocación de san Nicolás. La primera de ellas es la joya barroca que existe en la Plaza del Reloj y que no es de culto católico sino que es la única que tienen los pocos husitas que aun existen; la segunda es la que vimos en la Malá Strana y la tercera está un poco alejada del centro y tiene un menor interés artístico. Esta segunda iglesia de San Nicolás a la que me refiero, se construye en la época en la que se encargó a los jesuitas la recristianización de Bohemia y seguramente debe su nombre a provocar una deliberada confusión entre husitas y católicos. Tambíen la de Santo Tomás, fundada por los agustinos como no podía ser de otra manera, data de la misma época.




















                        Imagen del Niño Jesús de Praga en la Iglesia de
                        Santa María de la Victoria de Praga.
Praga. Iglesia husita de San Nicolás

No podíamos salir de la Malá Strana sin entrar en la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria a venerar la imagen del famoso Niño Jesús de Praga, talla cordobesa o sevillana del siglo XVI que fue llevada allí por doña María Manrique de Lara y Mendoza al casarse con el canciller Vratislav von Pernstein y donada a los carmelitas por su hija Polisena Pernstein hacia 1628 y desde entonces se venera en esta iglesia. Esta imagen ha sufrido las consecuencias de la invasión sueca(7) en la que perdió los brazos y hubo que reponérselos; pero su fama de milagrosa pervive desde el siglo XVII hasta nuestros días y su altar está rodeado de placas de reconocimiento entre las que destacan muchas escritas en español. Curiosamente, justo cuando visitábamos la iglesia se estaba celebrando una misa en español centroamericano en el que el saludo del sacerdote a los fieles era: “El Señor esté con ustedes” Por ello no pudimos acercarnos a la Capilla Cornaro en cuyo altar se venera una preciosa talla de Bernini con el éxtasis de Santa Teresa, similar a su homónima del mismo autor que está en San Pedro de Roma.

Como última etapa guiada del paseo por la Malá Strana de la tarde, Lucía nos llevó al llamado muro de John Lennon. Situado en la pequeña plaza de Velkopřevorské náměstí, frente a la Embajada de Francia, es un muro de contención de tierras que limita una propiedad de la Orden de Malta. Su historia es curiosa ya que, a la muerte de John Lennon el lunes 8 de Diciembre de 1980, se reunieron en aquella plaza un grupo de jóvenes para homenajear su figura y su obra. Se dio la circunstancia que, al ser una plaza algo escondida, las autoridades comunistas no atajaron aquel movimiento espontáneo en el acto, sino que se dieron cuenta cuando tales homenajes y reuniones se habían convertido en costumbre. Los jóvenes pintaron el muro con un gran retrato de Lennon que los comunistas borraron al día siguiente pero, cada mañana, aparecía nuevamente el retrato acompañado de frases relativas a la libertad, lo que constituía una grave ofensa para la dictadura marxista de la época.

Hoy día sigue el muro lleno de pintadas, retratos del artista, papeles con recordatorios, poemas y frases más o menos ingeniosas que recuerdan su obra. Nunca faltan jóvenes cantando o recitando poemas ante él y los caballeros de la Orden de Malta, propietarios del lugar, permiten tales actos sin poner ningún problema, ya que no es un lugar de vandalismo y es todo un símbolo de la lucha por la libertad(8)

Tras disfrutar del paseo y, de paso, aprender Historia, nos fuimos hacia la Ciudad Vieja con la intención de hacer una parada en la Plaza del Reloj Astronómico para visitar la tienda Erpe, especializada en cristal de Bohemia

La tienda es muy grande y tiene puertas a varias calles. Está repleta de todo lo que podamos imaginar en cristal de Bohemia y a todos los precios imaginables. Íbamos buscando las famosas limas de uñas que, según dicen, son eternas a menos que se lleven un golpe y se rompan; y además están a unos precios razonables. Como son muy buenos comerciantes, disponen de cómodas sillas, sillones y hasta sofás para que los varones descansemos mientras que las damas curiosean y hacen sus compras. Me llamó la atención que sus empleadas eran de muy diversas nacionalidades para atender a los clientes de fuera de Europa en todos los idiomas imaginables. Los europeos teníamos que conformarnos con el inglés de siempre salvo los rusos, claro; ellos, a pesar de caerles a los checos como un tiro(9), tienen dinero para tirar alegremente en joyerías y reciben un trato especial; aparte que todos los checos de cierta edad aprendieron ruso en el colegio.

Aunque no era tarde y quedaba tiempo para la cena, nos fuimos al hotel a descansar. Al menos podríamos ducharnos antes y presentarnos decentemente en el comedor. Mañana nos esperaba un día algo más fuerte y un viaje un poco largo a Karlovy Vary.


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1 Y a muy buen ritmo, por cierto. Tanto la antigua Checoslovaquia como Alemania Oriental tuvieron la ventaja de ser países industriales y la Unión Soviética aprovechó tal circunstancia destruyendo relativamente poco de ese tejido productivo. Mucha peor suerte sufrieron países más atrasados como Rumanía y ahora lo estamos pagando en casi toda Europa. Volveremos a ello en la crónica de mañana.

2 En efecto. La caballería pesada medieval era más bien una fuerza disuasiva por el terror que inspiraba. Caballo y caballero acorazados se paseaban por el campo de batalla seguros de su blindaje. El jinete, casi inmovilizado por el peso de su armadura y cota de malla, podía matar a quien se pusiera a su alcance. Tan sólo corría el riesgo de ser derribado, en cuyo caso no podía esperar piedad al estar sin poder levantarse por sus propios medios. Una vez en el suelo no esperaba piedad y solía ser apuñalado por el enemigo a través de la celada del yelmo con una daga fina que recibía el ilustrativo nombre de daga de misericordia. Los caballos empleados eran de una raza especial, muy fuertes y grandes que se dejaron de criar expresamente para ese fin a raíz de la batalla de Nájera (La Rioja) en 1367, cuando las huestes del Príncipe de Gales, llamado Príncipe Negro, derrotaron en nombre de Pedro I de Castilla a las del pretendiente bastardo, futuro Enrique II de Trastámara. En esta batalla los mercenarios británicos desvelaron la manera de destruir la caballería pesada, con lo que tal cuerpo de ejército cayó en desuso. En el Museo Lázaro Galdiano de Madrid se conservan aun ejemplares de estas impresionantes armaduras equinas.

3 Sumando al peso del caballero los treinta kilos de armadura, más la cota de malla, más el peso de adarga, espada y lanza y añadimos los setenta kilos de la loriga equina, calculamos más o menos que un caballero no muy corpulento para la época, de más o menos sesenta kilos, cargaba sobre el animal un peso total de casi doscientos kilos. Creo que es imposible hacer correr a un caballo así de cargado por muy fuerte que éste sea.

4 Cuenta la leyenda, tenida por cierta aunque ofrece demasiadas dudas, que Juan Nepomuceno fue confesor de la reina Sofía de Bavaria. El Rey, su marido, quería conocer los secretos que Sofía contaba a su confesor y éste se negó a revelarlos. Por ello fue arrojado al moldava desde el puente de Carlos.

5 Sobrino de Felipe II de España.


6 No confundir con la de San Nicolás de la Plaza del Reloj de la Ciudad Vieja.

7 De las aventuras europeas del rey Carlos XII de Suecia hablaremos en otros artículos. Se creía una especie de Alejandro Magno y así le fue. Recomiendo el ensayo que escribió Voltaire sobre tan curioso y sanguinario personaje.

8 Una pintada curiosa decía: All you need is love y un par de guasones habían añadido: & pizza & beer.

9 Cosa muy normal teniendo en cuenta las circunstancias históricas y que aun se portan como si Chequia siguiera siendo su colonia. A mí también me cayeron fatal los muchos que me crucé porque siguen como si aquello fuera suyo. Aunque los chinos eran casi peores: más feos, con menos educación y peor vestidos.



















lunes, 6 de octubre de 2014

CRÓNICAS CHECAS (I)



Escudo de la República Checa.
En él figuran los de las tres regiones de Bohemia, Moravia y Silesia.


En estas líneas pretendo hacer un resumen del viaje realizado a la República Checa durante los días 28 de Septiembre al 4 de Octubre de 2014. En absoluto se tratará de una crónica exhaustiva, sino que serán pinceladas un poco a vuela tecla de ese viaje.

- 28 de Septiembre de 2014 -

Los vuelos a la República Checa no salen del aeropuerto de San Pablo de Sevilla, por lo que tuvimos que darnos un buen madrugón para subirnos al AVE que nos dejaría en Madrid dos horas y media después. Una vez en Atocha nos recogió un autobús para dejarnos en la diabólica Terminal 4 del aeropuerto que ahora se llama Madrid Barajas Adolfo Suárez; el aeropuerto de Barajas de toda la vida, para entendernos.

No tengo buenos recuerdos de la Terminal 4. Más que una terminal de aeropuerto ha sido para mí una pista de carreras cargado con el equipaje porque, cuando he tenido que hacer allí algún transbordo, las puertas de salida y embarque estaban lo más separadas posible y los horarios lo más ajustados que se pueda imaginar, todo ello agravado por los sempiternos retrasos de la llegada y los posibles controles de policía en el desembarco de vuelos internacionales. Pero en esta ocasión no había que hacer transbordo allí porque el vuelo era directo Madrid-Praga. Otro gallo nos hubiera cantado de salir desde San Pablo y tener que transbordar en esa pesadilla de T-4.

Tras pasar la facturación y el engorro del control de policía, embarcamos sin más problemas en un incómodo Airbus A-319 de Czesc Airlines en el que, como era de esperar, nadie hablaba español y había que echar mano del inglés como lengua franca para entendernos. Con un poco de aprensión observé que el avión llevaba unos cuantos remiendos en los alerones y en parte del fuselaje, pero me tranquilicé pensando que era mucho mejor un remiendo reciente que una vieja avería encubierta muy bien pintada.

No fue mal el vuelo. El aparato llevaba unas pantallas relativamente cómodas en las que veíamos muchos detalles impresionados sobre un mapa en el que se mostraba el avance del vuelo en tiempo real. Así, conocíamos en todo momento datos sobre el rumbo, los radiofaros por los que pasábamos, la altura, la velocidad, la temperatura exterior y las distancias a los puntos de partida y llegada. El mapa ayudaba a identificar los lugares sobre los que volábamos y así pude identificar montañas, ríos, algún glaciar alpino, la región del Tirol en la que se adivinaba Innsbruck en la distancia y fue una pena que las montañas y la visibilidad no nos permitieran siquiera atisbar Salzburgo. Por fin, una gran sucesión de edificios que salpicaban el paisaje con un color de sus tejados que, vistos desde el avión parecían de cobre bruñido, nos anunciaba que entrábamos en la República Checa.

 Aterrizamos en Praga y, justo al pararse el avión, sonó por los altavoces esa bella parte del poema sinfónico de Smetana llamado Ma Vlast (Mi Patria) dedicado al Moldava. Fue un buen recibimiento que muchos agradecimos recordando que todo lo que en su día fue el Imperio Austrohúngaro es un gran vivero de grandes músicos de los que sus nativos se sienten justamente orgullosos; y que la música en todas sus variantes, pero en especial la clásica desde el barroco hasta la actualidad, se cultiva y aprende por todos desde la más tierna infancia. En ese sentido me dan mucha envidia, todo hay que decirlo.

La recogida de equipajes se efectuó sin problemas y un autobús nos esperaba para llevarnos al muy céntrico hotel Amarilis en la calle de San Esteban (Stepanka) donde nos alojamos durante todo el viaje. Un rato no muy grande para descansar y deshacer las maletas y luego salimos a pie a recorrer parte del centro al anochecer. Estábamos a unos veinte minutos andando del famoso puente medieval llamado Puente de Carlos (Karlov Most) en honor al Rey Carlos IV que cruza hasta la Ciudad Vieja.

Llegados hasta aquí, tenemos que aclarar que Praga está formada por varios conjuntos urbanísticos, por lo que no se puede hablar propiamente de un centro de la ciudad, sino de varios centros situados en cada uno de estos conjuntos. En su día, algunos de ellos, hasta tuvieron ayuntamientos independientes; algo así como pasaba en la España medieval en la que los barrios judíos, moros y cristianos, tenían sus propias murallas y sus propios regidores, abriéndose todos ellos a una plaza central. Aun se conservan trazas de este curioso urbanismo en ciudades como Pamplona.

Según nos dijeron, Praga se asienta sobre suaves colinas; pero ¡vaya con la suavidad! Para un sevillano, encontrarse con una cuesta en una ciudad le suena a blasfemia. Quizá no nos demos cuenta que Sevilla, junto con Cádiz y las ciudades del corredor del Henares de Madrid, es de los pocos sitios llanos que se urbanizaron desde tiempos inmemoriales; el resto de las ciudades del mundo no son tan propicias a las bicicletas. Por desgracia. Pero Praga es una de las ciudades más bellas del mundo y muy pronto íbamos a descubrirlo.


El reloj astronómico de Praga

Otra cosa que me sorprendió fue la cantidad de joyerías. No sé si Praga será la ciudad de Europa con más joyerías por unidad de superficie, pero no andará muy lejos el cálculo. La razón la iré exponiendo en estas Crónicas tomada de las explicaciones de nuestros guías. Y tiene mucho que ver con la caída de la Unión Soviética y el afloramiento de inmensos capitales de orígenes sucios en Rusia.

Anochecía cuando llegamos a la plaza de Staromestske o de la Ciudad Vieja, sede del antiguo Ayuntamiento, donde está situada una de las curiosidades de Praga que más atraen al turista. Se trata del reloj astronómico; llamado así porque no sólo marca las horas sino que también muestra las posiciones del sol y la luna, las estaciones, los signos del Zodíaco y algunas cosas más. Está flanqueado por unas figuras representativas de la Vanidad, la Avaricia, la Muerte y la Lujuria. Sobre la esfera se abren dos ventanas por las que, al dar las horas, se asoman doce figuras que representan a los doce Apóstoles. Corona el conjunto la figura de un gallo dorado.

Al dar las horas, la Muerte toca repetidamente una campana y coloca en posición horizontal su reloj de arena, volviendo a su estatismo al acabar las campanadas horarias. Entonces, el gallo canta y los turistas apaluden el espectáculo. El mecanismo del reloj es de 1410, hecho por el maestro relojero Nicolás de Kadan y el matemático Jan Sindel, mientras que el resto de los mecanismos y figuras fueron añadiéndose a lo largo de la Historia. Este famoso reloj fue casi destruido durante la invasión soviética de 1945,cuando los alemanes concentraron el fuego en la parte vieja de la ciudad en represalia por la propaganda que se emitía desde allí.

Nos fuimos al centro de la plaza y allí pudimos contemplar la estatua levantada en honor de Juan Hus(1), precursor de Lutero que fue quemado en la hoguera durante el Concilio de Constanza el 6 de Junio de 1415. En su honor, la fiesta nacional checa se celebra precisamente ese día, lo que costó algún roce importante con el Vaticano hasta que la figura de Hus fue rehabilitada por Juan Pablo II tras la caída del bloque soviético y la recuperación de las libertades en la entonces Checoslovaquia. En un rincón de la misma plaza se alza imponente la mole, casi tapada por un edificio de principios del XX, de la iglesia gótica de Nuestra Señora de Tyn, antiguamente iglesia principal del movimiento husita, además de la barroca iglesia de San Nicolás que está en restauración y pertenece a los últimos y escasos seguidores actuales de Juan Hus.


Tapadas por un edificio modernista con base neogótica y otro neorrenacentista,
se asoman la torres de la iglesia de Nuestra Señora de Tyn.

Seguimos andando y nos fuimos hasta el puente de Carlos, donde pudimos ver una de las tres torres góticas que lo limitan. Este puente se comenzó a construir en 1357 y se acabó a mediados del siglo XV uniendo la Ciudad Vieja con la Ciudad Pequeña o Malá Strana. En la Ciudad pequeña se alzan las otras dos torres que flanquean ese extremo del puente. Era casi la hora de cenar y no lo recorrimos entero, sino que sólo llegamos a la altura de la estatua de san Juan Nepomuceno, a unos trescientos metros de la puerta de la Ciudad Vieja, volviendo luego al hotel para la cena.


Torre de entrada al Puente de Carlos desde la Ciudad Vieja.

No estuvo nada mal para ser el primer día. De la cena no hablo porque ya tengo alguna experiencia de las comidas centroeuropeas y es mejor correr un tupido velo sobre la opinión que le merece al fino paladar sevillano. Salvo las comidas en general, en todo lo demás fue un bellísimo e inolvidable viaje.

(1) Para más detalles sobre este personaje, véase mi obra Otra Historia de las Religiones. Cap. VI.


Estatua de San Juan Nepomuceno en el Puente de Carlos.
Una turista cumple con el ritual supersticioso de tocar los bronces de su basamento.