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martes, 9 de diciembre de 2014

Inmaculada



Se me pusieron los pelos de punta al leer el soneto de mi amigo Miguel McMurphy dedicado a la Inmaculada:

http://www.losmadriles.es/2014/12/dia-de-la-madre-placenta-y-luz.html

No puedo por menos que reproducirlo aquí para comodidad de mis lectores, pero recomiendo vivamente la visita a su blog en la dirección que he puesto arriba.


PLACENTA Y LUZ

Amor, prendes la zarza para ver
la flor de luz rociarse de placenta,
el Verbo que en tu carne se alimenta
brotando entre los rasgos de tu ser.

Y un Dios pequeño goza al conocer
la nana de una madre -aria lenta-
las sonrisas que espantan la tormenta,
los besos de calor y amanecer.

Tu vientre ha roto aguas a la Historia,
portando el Niño al valle del dolor
a instaurar el anhelo de la Gloria.

Es Tu fruto, la cruz hacia el albor,
Tu sangre, bendecida en la Victoria
Tu sacrificio: simplemente Amor.

Hay que tener valor -lo digo por experiencia- para usar versos agudos. Y McMurphy, o Novoa, como prefiráis, no sólo les echa mano en los cuartetos sino que también se atreve a usarlos en los tercetos. El verso agudo es uno de los caminos más seguros al fracaso y McMurphy no sólo bordea el fracaso sino que borda el soneto. Para colmo, muy pcos poetas actuales se atreven -nos atrevemos- con el esquema clásico de tercetos en CDC DCD y él lo domina con soltura  ¡Pedazo de artista! ¡Pedazo de poeta!

Pero como un desafío me gusta más que un sobre a un político, me atreví a contestarle:

Llega la luz del cielo iluminando
la tierra que bendice tu mirada
porque al mirarla tú ya está salvada
y el Redentor del mundo está llegando.

Agradecida el alma y exultando
por ese amor que siente al ser amada,
se queda suspendida y arrobada
y adora, reza y canta siempre amando.

Llega la luz que trae tu presencia;
la oscuridad no tiene ya sentido
y muestra tanto amor toda su esencia
al alma del humano agradecido
que ya no necesita la creencia
al ver su amor por fin correspondido.

Esto ha sido todo. Da gusto ver personas capaces de crear tanta belleza y poder competir con ellas.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Un par de sonetos



Salir de la opresión; volar tan lejos
que la imaginación se nos olvide;
porque la realidad no nos impide
ver más que imaginar en sus espejos.

Poder dejar atrás tiempos ya viejos.
No permitir que nada nos embride.
Lograr que la verdad no se suicide
y pueda destellar con mil reflejos.

Armarse de valor, arrinconando
los miedos de perder lo no ganado.
Vivir, sólo vivir siempre volando.

Salir de la prisión que hemos creado.
Volar al cielo limpio contemplando
las cosas por llegar y no el pasado.

____________________________


Pese a mi edad, veré la encrucijada
y un camino de luz al infinito;
entonces yo sabré que estaba escrito
que no estoy en el mundo para nada.

Al fin podré cambiar esta morada
por la que de verdad yo necesito
y este pasaje oscuro que transito
se volverá de luz y luz dorada.

No sé si se anticipa o se retrasa
lo que habrá de llegar y está llegando
con una sensación que me rebasa.

No entiendo lo que sé que está pasando
y al ver lo que pasó y lo que nos pasa
sé que no duermo aun ni estoy soñando.

viernes, 5 de diciembre de 2014

EL NACIMIENTO DE LA ALHAMBRA: SANTA MARINA DE SEVILLA (y II)


- EL ORIGEN -

Alcázar de Sevilla. Palacio del Yeso.
Una vez pasada la prueba de capacidad artística y técnica, los alarifes granadinos son autorizados a trabajar en la casa del Rey. Cierto que no están solos, ya que cuentan con la ayuda de sus correligionarios mudéjares sevillanos; además, los cristianos de Toledo tampoco son unos inútiles en el trabajo de la madera. Pero Don Pedro sigue de cerca los resultados de las obras y exige de ellos lo que nunca, hasta ahora, se les había pedido en Granada. El Rey quiere deslumbrar a cualquier visitante y, en especial a los extranjeros, de ahí su especial cuidado en la terminación  del Salón de Embajadores. En la casa del Rey no hay necesidad de mostrar humildad religiosa gallonando cúpulas; antes al contrario hay que dejar atónito al visitante y convertir el edificio en lo más hermoso y lo nunca visto.


Tordesillas (Valladolid)
Convento de las Clarisas.
Patio de don Pedro I.
Inspirándose mucho en el antiguo Palacio del Yeso, contiguo a lo que hoy conocemos como Sala de la Justicia del Alcázar, de la época almohade y cuyas formas y esplendor no conocían los nazaritas hasta su llegada a Sevilla y un poco en el Palacio Real de Tordesillas(1), éstos hacen de la decoración del Alcázar de Don Pedro la máxima de las joyas de la arquitectura hasta ese momento y al que están dedicados los versos de Fray Luis de León que encabezan este trabajo. La combinación del arte granadino, toledano y sevillano, unida a los deseos de grandeza e inmortalidad del Rey, logran este portentoso conjunto que no nos cansamos de admirar.

A indicación de Don Pedro, el Salón de Embajadores nos ofrece la combinación, considerada como mágica en su época, del cubo y la esfera. El primero como símbolo de la Tierra y la segunda como representación del cielo. Este salón es heredero directo de los palacios abasíes de Bagdag, así como de la Yalusía de Al-Hakem II de Medina Zahara de Córdoba y de la Turaiya de Al-Mutamid en el Salón de la Media Naranja del propio Alcázar de Sevilla, pero con mayor esplendor que todos ellos juntos. En este salón se resumen como nunca, hasta entonces, las ensoñaciones poéticas de Las Mil y Una Noches.

Alcázar de Sevilla. Palacio de Pedro I.
Cúpula del Salón de Embajadores.
Don Pedro I, el último Rey de las Tres Culturas,  último  de  los  sabios de una saga que comienza en San Fernando y acaba en él, el último de los reyes protagonistas de la Historia hasta la llegada de Isabel I, hace gala también de sus conocimientos,  sus temores  y sus esperanzas y las hace plasmar en la decoración de su palacio en los tres idiomas que dominaba como señor de súbditos tan dispares: En las inscripciones se muestra como Sultán para los musulmanes y Rey para cristianos y judíos. En una de las puertas del Salón de Embajadores ofrece, de cara al exterior, su imagen de felicidad haciendo grabar en caracteres cúficos frases relativas a ella y de alabanza a Dios a quien, por respeto al alfabeto empleado llama Alá, como sus súbditos musulmanes; en la otra puerta, también en el mismo idioma, se da la bienvenida a los ilustres personajes que lo visiten. No olvida el Rey por ello sus problemas internos: en estas mismas puertas, de cara al interior y escritos en latín aparece en una de ellas, incompleto, el Salmo LIV:

Arcada del Salón de Embajadores. Alcázar de Sevilla.
Sálvame ¡oh Dios! por el honor de tu nombre; defiéndeme con tu poder.
Oye ¡oh Dios! mi oración, da oídos a las palabras de mi boca.
Porque los soberbios se han levantado contra mí; poderosos que no tienen a Dios ante sus ojos ponen asechanzas a mi vida.
Pero es Dios quien me defiende; es el Señor el sostén de mi vida.
Vuelve el mal contra mis enemigos. ¡Por tu verdad, extermínalos!
Yo te ofreceré voluntario sacrificio; cantaré ¡oh Yavé! tu nombre, porque es bueno.

Proféticamente, falta en esta inscripción el versículo 9:

Me libró de toda angustia y pudieron ver mis ojos la ruina de mis enemigos.

No vieron los ojos de Don Pedro la ruina de sus enemigos sino que, desgraciadamente para él y para Castilla, fue al revés. En la otra puerta manda inscribir el comienzo del prólogo del Evangelio de San Juan:

Alcázar de Sevilla.
Puerta del Salón de Embajadores
del Palacio de PedroI.
Al principio era el Verbo,
y el Verbo estaba en Dios, 
y el Verbo era Dios.
Él estaba al principio en Dios.
Todas las cosas fueron hechas por Él,
y sin Él no se hizo nada de cuanto fue hecho.
En Él estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz luce en las tinieblas
pero las tinieblas no la abrazaron.
Hubo un hombre
enviado de Dios,
de nombre Juan.
Vino éste a dar testimonio de la luz,
para testificar de ella
y que todos creyeran por él.

Los últimos versículos son una clara alusión a la ayuda que le estaba prestando el Príncipe de Gales, Juan el Negro(2), que sería decisiva en la batalla de Nájera en 1367.


No descuida Don Pedro el uso del agua y hace construir un gran aljibe subterráneo para regar el jardín a dos niveles que, plantado de naranjos quizá desde el tiempo de Ben Yusuf, hacían posible al visitante coger la fruta con sus manos, al estar ésta a su misma altura. Logra, en definitiva, crear el más bello palacio musulmán construido hasta el momento, para el disfrute de un rey cristiano.

En la puerta exterior y, como símbolo de la realeza, hace pintar la figura de un león (hoy sustituido por un azulejo) que sostiene una cruz con su garra derecha, mientras pisotea una bandera y porta una filacteria con el lema: “Ad utriumque” que, traducido algo libremente, en nuestro lenguaje actual significa: “Para lo que sea”.

En 1364 se inauguran las obras de la casa del Rey y, en este mismo año las pudo contemplar el historiador y filósofo judío Ibn Jaldún, quien había llegado a Sevilla como embajador de Granada a finales del año anterior y a quien Don Pedro intentó atraer a su servicio. Este ilustre personaje quedó maravillado  por  todo  lo  que  vio  y,  a  su  vuelta a Granada, contó a Muhammad V las maravillas del Alcázar, realizadas por los alarifes granadinos que había enviado el propio Sultán a Sevilla. Muhammad V no perdió el tiempo y, en cuanto pudo, se hizo invitar por el Rey de Castilla para visitar su nueva casa.

Zaragoza. Palacio de la Aljafería. Lado Norte.
Cuando el Sultán llega a Sevilla y ve la casa del Rey sufre un “shock” de envidia. ¿Cómo era posible que los artesanos que, hasta ahora, sólo habían hecho mediocridades en la Alhambra, hubieran podido labrar semejante obra monumental de arte? ¿Cómo se habían superado de tal manera sus súbditos? Por fortuna para ellos ya que si no, hubieran sido decapitados, la explicación estaba a la vista: A partir del modelo pre-almohade del Palacio del Yeso, residencia del Rey poeta Almutamid y contemporáneo de esa otra maravilla que es la Aljafería de Zaragoza, los granadinos habían superado con facilidad su decoración y su riqueza. El genio hispano se había manifestado de nuevo.

Pero lo mejor estaba aun por venir. Asombrado por lo que había visto ordena a sus alarifes la inmediata vuelta a Granada; al mismo tiempo ofrece salarios sustanciosos a los mudéjares y toledanos, súbditos de Don Pedro, que quisieran acompañarles.

Y el milagro se produjo.


- LA ALHAMBRA -

Alhambra. Techo del Mexuar
¿Alfarje toledano?
Ya tenemos en Granada la cuadrilla de artesanos recién entrenada en la obra del Alcázar de Sevilla. En sus mentes aun estaban frescas las imágenes de lo que acababan de abandonar y si Don Pedro era exigente, el Sultán tenía un monumental ataque de envidia por lo que acababa de ver. No hace falta ser adivino para imaginarse la mezcla de promesas de dinero y amenazas de muerte que el buen Muhammad V repartió entre los trabajadores. Hasta ese momento el palacio del Sultán era no más que una mediocridad que podía compararse con cualquiera de los palacios orientales de la época pero, a partir de ahora, debía dejar muy atrás al propio Alcázar y ser la obra más espléndida del arte musulmán en todo el mundo.

Alhambra. Patio de los Leones.
Se dispone la obra en dos partes muy bien diferenciadas: el palacio dedicado a la Administración, hoy conocido como Palacio de Comares; éste debía ser sólo suntuoso y otro más, destinado a residencia del Rey y para actos de gran solemnidad. Éste tenía que ser la mayor maravilla jamás vista. Sin reparos en los gastos ni en las invenciones y, como en el equipo figuraban también cristianos, tampoco se pondrían trabas al arte figurativo, cuya práctica estaba prohibida a los buenos musulmanes.

Aquellos artesanos se ponen manos a la obra. Bien pagados, mejor considerados y con total libertad de acción, a condición de trabajar sin parar logran lo que, seiscientos años después aun nos asombra por encima de todas las obras humanas. No quiere el Sultán repetir cánones seguidos por los arquitectos de sus ancestros, ya superados, y los constructores se afanan en ello. Se abandona el antiguo capitel decorado con motivos florales que había estado en auge hasta la época de su padre Yusuf I y se crea uno nuevo, más elegante, que reproduce en mármol el dibujo geométrico de la yesería que cubre paredes y techos. Si su amigo Don Pedro hizo una maravilla del techo del Salón de Embajadores, el techo del suyo tiene superarlo con creces y, además, el propio Salón debe disponer de pequeños habitáculos o nichos para que consejeros y secretarios pudieran estar ocultos a la escucha o, eventualmente, una guardia de hombres  armados  lista  para  la defensa. Para recreo de la vista del Sultán debe haber pinturas figurativas de escenas de caza, sin que esto ofenda las creencias musulmanas ortodoxas de nadie ni dé lugar a murmuraciones; estas pinturas se realizan decorando los techos de las tres pequeñas cámaras que, a modo de baldaquinos, cobijan el trono real.

Alhambra. Palacio de Comares.
Hornacina de perfumes en los baños.
La elegancia, la gracia y la belleza son las normas a seguir para superar las maravillas conseguidas por el Rey castellano. El uso del agua no se limita a los aljibes y pequeños regatos, sino que se construye un complicado sistema de fuentes para que la vista y el murmullo del agua relaje y su presencia refresque el ambiente. Muhammad V recuerda la pintura del león (hoy sustituida por un azulejo) que ha visto en la entrada del Alcázar de su amigo y ordena trasladar a su palacio la fuente con un pilar sostenido por doce leones que era el único vestigio de un palacio judío de época inmemorial, tal vez de principios del siglo XI, que había a poca distancia del suyo. Tampoco olvida el Sultán que sigue siendo tributario de Castilla y miembro destacado de la Orden de la Banda de Alfonso XI y manda reproducir su escudo en las paredes de la Alhambra, aunque sin la profusión de este mismo símbolo que ha visto en Sevilla y, al igual que su amigo, manda escribir por todas partes frases laudatorias a Alá. La tradicional hospitalidad musulmana no podía faltar en tan magnífico palacio. Así en Comares, en salas dedicadas a la Administración, se instalan algunas hornacinas bellamente decoradas, dispuestas como dispensadoras de perfumes y con pilas para lavarse las manos. Todo un ejemplo en aquella época de costumbres higiénicas algo más que dudosas.

Es difícil atribuir la autoría de las distintas partes de la obra a grupos determinados de albañiles y carpinteros, ya que todos se influyen entre sí y alternan alfarjes toledanos mezclados con carpintería mudéjar, azulejos granadinos con técnicas decorativas sevillanas y techos mudéjares que pueden ser de cualquiera de ellos. No importa; lo importante es que lo consiguieron. He sido testigo de ver árabes llorando en la Alhambra y no es para menos, aunque nunca fue suya. El propio Carlos V dijo al verla: “Qué desgraciado ha debido ser el hombre que ha perdido esto”.


- VOLVEMOS A LA HISTORIA -

Vista de Granada desde el Mexuar de la Alhambra.
Inclumplidos, como era de esperar, por parte de Aragón, los acuerdos firmados con la paz de Murviedro, entre los que se incluía la eliminación de Enrique de Trastámara, éste último se hace coronar Rey de Castilla con el apoyo de Francia y el propio Reino de Aragón, lo que provoca un nuevo enfrentamiento entre los hermanos que se saldaría con la última de las victorias de don Pedro en Nájera en 1367, ayudado por los mercenarios británicos del Príncipe Negro(3). Poco después, don Pedro visita la Alhambra y ve las obras en curso. Por desgracia para él nunca las vio terminadas; quizá por suerte para sus alarifes y carpinteros que hubieran sido decapitados de haberlas visto completas. Disfruta de la compañía y hospitalidad de su viejo amigo y se vuelve a Sevilla para gozar por muy poco tiempo de su nueva casa. Ya la muerte le rondaba: dos años después moriría asesinado por Enrique en la traidora cita celebrada en los campos de Montiel, en la tienda de Beltrán du Guesclin. Sólo Zamora y Carmona, de elevada población judía, permanecieron fieles a su memoria y ambas sufrieron terribles matanzas cuando cayeron ante el empuje de los mercenarios franceses a sueldo del bastardo.

Alhambra. Cúpula de la
Sala de Abencerrajes.
Muhammad V, hombre diplomático al fin y al cabo, firma un nuevo acuerdo con Enrique II en 1373 y, a salvo su Reino, se dedica a terminar y perfeccionar su grandiosa obra para que nosotros podamos también disfrutarla más de seiscientos años después. No intervendría gran cosa en los asuntos de Castilla a partir de la alevosa muerte de su amigo y moriría en paz en su cama en 1391.

Castilla cae inmersa en un marasmo del que sólo despertará con Isabel I. Sus  reyes nunca más serán protagonistas de la Historia del día a día, como hasta entonces, sino  que  serán  los  nobles guerreando entre sí quienes marcarán los destinos de las poblaciones. La cultura sufre un golpe del que, algunos pensamos que aun no se ha recuperado, ya que su iniciativa pasó de los Reyes a las manos de notables y funcionarios muy cuidadosos en complacer la demanda de sus patronos y en ser muy políticamente correctos, pero muy alejados de la realidad. Y lo más triste de todo: se acabó para siempre la convivencia pacífica y fecunda entre los fieles de las tres religiones del Libro; a partir de este momento la caza del judío y el morisco se convertirá en un deporte que acabará en la infamia de la institución de la Inquisición por parte de la última reina de los Trastámara y que aun hoy día se revela en muchas de nuestras actitudes, a pesar de nuestra pretendida democracia.

- Y UNA REFLEXIÓN FINAL -

Las palabras del siguiente párrafo no son mías y que las extracto de memoria de una alocución de don Enrique Pareja López a quien le debo casi todo lo poco que sé de Arte y de Historia (por cierto, descendiente de moriscos granadinos) cuando íbamos camino de Guadix. Más o menos decía lo siguiente:

"Se dice comúnmente eso de “somos moros”. Es mentira(4) como también lo es que estas obras monumentales y este arte grandioso son “cosas de moros”. Nuestro porcentaje medio de sangre árabe o magrebí no llega, en el mejor de los casos al cuatro por ciento. Estas obras asombrosas, jamás superadas en el resto del Islam, son el feliz resultado del mestizaje de culturas habido entre miembros de una misma nación y raza que ya tenía un sedimento cultural de corte clásico romano. Hubo  una época -la visigoda- de una enorme pobreza cultural en la que sólo se puede hablar algo de la “cultura del abalorio” por la confección de toscas joyas y algunas lámparas votivas. La invasión musulmana provocó un revulsivo social que consiguió llevar a las más altas cimas del arte las pequeñas y humildes muestras de lo que venía de Oriente y del norte de África."

Ahora sigo hablando yo. Nadie se escandalice, como es tan frecuente incluso entre los propios pueblos árabes y musulmanes, del hecho que el Islam haya estado en lo más alto y ahora haya caído en el estado en que se encuentra. Subió tanto cuando el Islam se afincó en España y fue adoptado como suyo por la población hispano romana. Al  marcharse de aquí le faltó el sustrato cultural en el que crecía y se desarrollaba y no pudo seguir su camino de evolución, repitiendo todavía y no con muy buena fortuna las formas arquitectónicas creadas y desarrolladas aquí.

Un ejemplo a la vista de todos: A la descomposición del Califato de Córdoba, los sevillanos llaman en su ayuda, primero a los almorávides, lo que le cuesta el trono al necio rey y gran poeta Almutamid en el año 1096 y, después, a los almohades. Ambos grupos eran guerreros bereberes sin civilizar del norte de África, con lo que fue peor el remedio que la enfermedad ya que, al ser sólo tribus salvajes que consideraban diabólica la belleza creada por el hombre, lo primero que hacen es destruir casi todas las bellas construcciones anteriores, incluida Medina Zahara y respetando sólo las mezquitas. Pues bien, noventa años después de la invasión almohade, en sólo tres generaciones, sus grotescas formas arquitectónicas evolucionan y se crea el minarete más singular y de más gracia y belleza de todos  los  que  existen  en   el  mundo: la Giralda de Sevilla. Cuando se van de aquí, siguen repitiendo este mismo modelo hasta nuestros días por todo el arco sur del Mediterráneo, desde Marruecos hasta Yemen. No han evolucionado, pues, desde hace ochocientos años.

Y ya termino. Muy pocos han reparado en que una humilde, aunque bella, iglesia de barrio, como es Santa Marina de Sevilla, haya podido ser la probeta de la Alhambra. Ustedes ya tienen la información.

No hagas poemas a la Alhambra. La Alhambra es el poema.


___________________________________________________________

(1El Palacio Real de Tordesillas fue construido entre 1340 y 1344 por Alfonso XI y algo remodelado por Don Pedro. Fue residencia de Doña Leonor de Guzmán, amante de Alfonso XI y de Doña María de Molina. Hoy es convento de clarisas por orden testamentaria del propio Don Pedro a su hija Beatriz.

(2) Llamado así porque lucía una armadura toledana pavonada en negro.

(3Esta batalla ha pasado a los anales de la historia militar. En ella el Príncipe de Gales emplea, por primera vez en el continente, la caballería ligera que, desprovista de la pesada impedimenta tradicional y apoyada por arqueros que usaban arcos muy especiales, arrasa la caballería enemiga y puede incluso permitirse actuar directamente contra la infantería. Fue una de las últimas en la que se empleó la caballería pesada.

(4) En el reinado de Yusuf I se hace un censo de Granada que arroja un resultado de unos doscientos mil habitantes. De ellos, sólo quinientos son descendientes de árabes y el resto son españoles puros, casi todos convertidos al Islam. Estudios científicos actuales, cuidadosamente elaborados, establecen como máximo en el cuatro por ciento el número de descendientes, tanto de árabes como de magrebíes, que quedó en España.

lunes, 1 de diciembre de 2014

EL NACIMIENTO DE LA ALHAMBRA: SANTA MARINA DE SEVILLA (I)

De labor peregrina una casa real vi, cual labrada
ninguna fue jamás por sabio moro,
la torre de marfil, el techo de oro...

(Fray Luis de León)

- INTRODUCCIÓN -

Santa Marina.
Imagen en piedra
de la portada principal
de la iglesia
Si le preguntan a cualquiera por la obra más representativa del arte hispano musulmán, la unanimidad de la respuesta está asegurada: La Alhambra de Granada. Ese monumento de mágica belleza cuyo número de visitantes supera al del Museo del Prado, para desgracia de quienes queremos disfrutarlo y, en ambiente recogido, gozar de su inigualable gracia. Desde el siglo XIV, durante el que se acometen las obras ordenadas por Yusuf I y Muhammad V pocos, quizá ninguno, hayan sido los artistas que al haberla conocido no se han sentido obligados a rendirle algún tributo. La Alhambra brilla con luz propia entre las obras de arte universales y todo cuanto podamos decir de ella en este trabajo quedaría muy eclipsado ante tanta poesía como ha generado y sigue generando.

Pero tal majestad, finura, elegancia y belleza, ni salen de la nada ni son el resultado de una improvisación. Ni tampoco, a esas alturas de la Historia, se puede hablar ya exclusivamente de “cosas de los moros”, sino del resultado de una feliz serie de ensayos y mestizajes que culminan en el impresionante monumento. En este trabajo pretendemos hablar de algunos de estos ensayos que nos hacen seguir el hilo que conduce a conocer y comprender mejor el origen de semejante maravilla.

La impresionante decoración de la Alhambra.
Detalle de un arco del Patio de Lindaraja.
Los orígenes de la Alhambra son muy modestos. Hacia 1237, el primer Rey de la dinastía nazarita, Muhammad Ibn Yusuf Ibn Nasr, apodado Al-Ahmar (El Rojo) comienza los trabajos de reconstrucción de la antigua Alcazaba y los termina en un año, según cuentan las crónicas. Aquellos trabajos casi no tenían más fines que los puramente defensivos y las casas del rey y su corte debían ser tan poco importantes que, hasta bien entrado el siglo XIV, cada nuevo sultán derribaba todo o casi todo lo que había hecho  su  antecesor para construirse un palacio nuevo. Se suceden construcciones que, aunque nada desdeñables, pueden compararse con cualquiera de las conocidas hoy día en el mundo musulmán. Lo poco que nos queda de ellas nos indica que eran obras mediocres que, en absoluto sobrecogían, como lo hace hoy el inmenso esplendor de la Alhambra.


- EL ORIGEN DEL ORIGEN -

Poco antes de la época en la que se acometen estos trabajos de reconstrucción de la Alcazaba granadina, el genio político y militar de Fernando III el Santo, Rey de Castilla, al sitiar Jaén y rendirla por hambre, logra en marzo de 1246 que el Reino de Granada se le declare vasallo y tributario, haciendo de este Reino una especie de estado tapón para frenar el avance de Aragón por el sur del Mediterráneo y por la parte oriental de Andalucía. Con ello, Granada sufrió menos de lo esperado los vaivenes de fronteras de los tiempos de la Reconquista y pudo disfrutar de una relativa estabilidad exterior. Desgraciadamente para ella, no ocurrió lo mismo con las revueltas internas que estallaban, a veces, en la propia familia del sultán. Al ser reconocida Granada como tributaria, San Fernando le otorga un blasón castellano al que Al-Ahmar, algo mosqueado por su incómoda situación de vasallo de un Rey cristiano, le impone el lema: “Y no vencedor sino Alá”. Los historiadores, incluso los musulmanes, consideran este reconocimiento formal por parte de Castilla como el acta fundacional del Reino de Granada.

Planta de la iglesia de
Santa Marina de Sevilla
Gracias a este tapón interpuesto y a la no beligerancia de Granada contra Castilla, Fernando III el Santo conquista Sevilla en 1248 ante la impotente mirada de los nazaritas. En el acuerdo de capitulación se exige que la población musulmana abandone la ciudad, pero tal acuerdo sólo se cumple a rajatabla con los ricos y, en principio no se expulsa(1) a los demás. A pesar de ello, el exilio voluntario de una mayoría de ellos hace que la ciudad quede muy despoblada. El Rey Santo trata de poblarla con castellanos y, para hacer de la ciudad un lugar más acorde con sus costumbres, ordena la construcción de muchas iglesias, algunas de ellas en la calle real de aquel tiempo, hoy calle de San Luis. Estas iglesias fueron las de San Gil, Santa Marina y San Marcos. No vamos a extendernos en sus descripciones; sólo decir que estas iglesias fueron, contrariamente a lo que algunos han creído, de nueva planta y no fueron construidas aprovechando mezquitas antiguas, cuyas referencias como  tales figuran en los archivos de la época y estaban perfectamente localizadas. Pero vamos a fijarnos algo más en la segunda de las iglesias mencionadas.

Santa  Marina, junto con Santa Margarita, Santa Catalina y Santa Bárbara, son llamadas las cuatro vírgenes capitales y su culto se remonta a los primeros siglos del cristianismo. Lo poco que se sabe de Santa Marina es que, siendo muy joven, su padre queda viudo y decide profesar de monje en un convento. Para no abandonar a su única hija la disfraza de varón y ambos ingresan como monjes. Todo transcurre por la vía rutinaria hasta que, algunos meses después, una muchacha del pueblo acusa de violación al joven monje Marín quien, por no descubrir el engaño de su padre, no se defiende de la acusación y acepta ser el “padre” de la criatura. Expulsada del convento, permanece cinco años a su puerta atendiendo y criando a su supuesto hijo; pasados esos años es admitida de nuevo a condición de realizar los trabajos más pesados y sucios, cosa que cumple ejemplarmente hasta su muerte y es, entonces, cuando al ser amortajada los monjes descubren su sexo, la verdad de la historia y su heroísmo. Se la representa vestida con hábito de monje, con un niño en brazos y quizá por culpa de esa representación, la gente la confundía con Santa Margarita de Antioquía, patrona de los buenos partos(2). La Iglesia, para no comprometerse demasiado con las costumbres populares, hacía que en las fachadas de los templos dedicados a Santa Marina, figuraran además, las otras tres vírgenes mencionadas(3).

Portada de la iglesia de Santa Marina.
El templo empieza a construirse en 1249, un año después de la conquista de la ciudad. Quizá porque el solar donde se edifica era diáfano y de buen tamaño, las proporciones de la iglesia son realmente armoniosas. De estilo gótico, adornado con decoraciones mudéjares, constituye un bello ejemplo de la arquitectura de la Reconquista y está incluida con toda justicia en las guías turísticas como un monumento del mayor interés. De planta de salón, al estilo impuesto en la época por la Orden de Cluny,  sólo presenta techo con nervaduras de piedra en la nave del presbiterio, mientras que el espacio destinado a los fieles, está cubierto en la nave principal por un bello alfarje de artesa de estilo mudéjar, mientras que las laterales se cubren a tabla lisa. Su torre, algo estropeada por una desafortunada restauración de finales del siglo XIX(4) presenta un bello trabajo de ladrillo agramilado similar a los de las iglesias contemporáneas de Córdoba y Sevilla que atestiguan la labor de los alarifes mudéjares que la construyeron. Por su trazado y por no haber líneas de interrupción en las hiladas de ladrillo de sus fachadas norte y sur a la altura de las dos capillas laterales cercanas al presbiterio, es de suponer que estas dos capillas formaron parte de la planta original y a ellas nos vamos a referir con más detalle. No así otras que se añadieron posteriormente. Las capillas originales de esta hermosa iglesia del siglo XIII nos reservan algunas sorpresas.

Santa Marina. Bóveda de la antigua capilla
de la Piedad, hoy de la Aurora (Lado Sur)
La primera de ellas nos la llevamos en la capilla del lado de la Epístola (sur) llamada en principio de la Piedad y hoy de la Aurora. Es la única bien documentada y sabemos que fue mandada construir como capilla funeraria por el Infante don Felipe, quinto hijo de San Fernando, discípulo de San Alberto Magno y compañero de pupitre, como se dice ahora, de Santo Tomás de Aquino en La Sorbona de París. Este Don Felipe fue Arzobispo de la ciudad desde 1249 hasta 1258, año en el que, por consejo de su hermano el Rey Alfonso X, renunció a la mitra y marchó de Sevilla para casarse con la princesa Cristina de Noruega. A pesar de otra lamentable restauración de 1676 en la que se quitó  la  clave de su bóveda para instalar una linterna, podemos observar el resto. Consiste en un impresionante trabajo de lacería mudéjar donde, en sus intersticios, aun se pueden apreciar restos de azulejos. Pero lo más curioso de la capilla es la parte inferior de esa bóveda: Las trompas en que se divide su planta cuadrada para ir formando un polígono de más lados cada vez hasta completar el círculo que origina la esfera de la bóveda, están cubiertas por una bellísima y elegante yesería de mocárabes completamente atípica en el lugar, fuera de época y, desde luego, nada mudéjar y nada cristiana. Esta bóveda, con su yesería, estuvo tapada hasta la restauración aludida.

Santa Marina. Bóveda de la Capilla
del Santísimo Sacramento (Lado norte)
La otra sorpresa la tenemos al cruzar la iglesia en la capilla del Santísimo Sacramento(5), situada en el lado del Evangelio (norte). Sabemos por los azulejos encontrados en ella que es de la misma época de construcción de la capilla de la Piedad, pero, aparte de algunos capiteles tardorromanos y uno visigodo, todos ellos de acarreo, llama la atención su bóveda que es gallonada, al estilo nazarí y recuerda vivamente la relativamente modesta y pobre que existe a la salida sur del Palacio de los Leones de la Alhambra de Granada, que es lo único que queda de lo edificado por Ismail I entre 1314 y 1325, año en que fue asesinado por su primo en la misma Alhambra.

Alhambra. Cúpula de
Ismail I a la salida
del Palacio de los Leones.
Algunos especulan con que las bóvedas de este tipo responden a un hecho curioso: al ser los príncipes de la Alhambra personajes cultos, versados en la filosofía clásica, saben por los escritos de Pitágoras que la esfera es la representación de la perfección y como la perfección sólo puede venir de Alá, ellos mandan construir estas bóvedas semiesféricas divididas en gajos (gallonadas) para que, como obra humana que son, no sean perfectas.

Está claro que, ni la yesería de la Piedad ni la bóveda gallonada del Santísimo Sacramento corresponden a la época de la construcción del templo. Tampoco concuerdan con las habilidades de los alarifes sevillanos, por muy musulmanes que fuesen. Dispuestos a admitir, admitamos que la yesería fuera un trabajo encargado por el armador sevillano Juan Martínez, quien tuvo capilla funeraria en Santa Marina, y realizado entre 1411 y 1415; aunque esto parezca muy arriesgado, pudiera ser. Aun así, nos queda el problema de la bóveda del Santísimo Sacramento. ¿De dónde viene ese estilo de construcción?


- LA HISTORIA -

Para comprender mejor este enigma necesitamos conocer algo más el entramado histórico de la época inmediatamente anterior a la del terremoto de 1356 que asoló Sevilla y que obligó a la reconstrucción de la Iglesia de Santa Marina. A partir de la toma de la ciudad, en 1248, relativamente pacificado el reino de Castilla y, cada vez más alejado el peligro de ataques musulmanes, los nobles terratenientes habían ido adquiriendo un mayor poder con cada generación que pasaba. El hecho que casi todos ellos vivieran alejados de los grandes núcleos urbanos hacía muy difícil que el Rey ejerciera un control sobre ellos y sobre sus ejércitos que campaban por sus respetos e imponían rentas y tributos a su capricho a una población dispersa, aterrorizada y dejada de la mano de Dios... Y de su Rey. Solamente los habitantes de las ciudades de un cierto peso, gozaban de una relativa libertad protegidos por la Corona.

Los sucesivos reyes que siguieron en la Historia de Castilla a San Fernando: Alfonso X el Sabio, Sancho IV el Bravo, Fernando IV el Emplazado y Alfonso XI el Justo vieron complicarse la cosa cada vez más. Ya en tiempos del reinado de este último, padre de Don Pedro I de Castilla, la situación se había hecho tan insostenible que, en un esfuerzo de imaginación, había instituido en 1330 la llamada “Orden de la Vanda (sic), del torneo e de la justa”. Esta orden caballeresca era un intento de revivir las virtudes míticas de los nobles en el Reino de Castilla quienes, por alcanzar su honroso distintivo y mantenerlo, debían renunciar a las tentaciones de traición y deslealtad, ya que se fundaba “sobre la caballería e sobre la verdad e sobre la lealtad”. Sólo podía concederla y retirarla el Rey a sus vasallos y no podían lucir la banda caballeros de otros reinos por muy leales que fuesen. Para hacernos una idea de sus reglas sólo diremos que, si se pillaba a uno de sus caballeros en mentira reiterada, éste era castigado a andar sin espada durante un mes, lo que constituía una deshonra - y un peligro añadido - de bastante calibre.

Corre el año de 1350 y muere Alfonso XI de peste bubónica durante el cerco de Gibraltar, subiendo al trono con sólo quince años Don Pedro I, único hijo varón legítimo de Alfonso XI y María de Portugal. Como sabemos, Alfonso XI también había tenido otros cinco hijos bastardos varones con Leonor de Guzmán: Enrique, Fadrique, Tello, Juan y Sancho, todos ellos aspirantes al trono de Castilla y que, a la larga, con la complicidad ¡cómo no! de Francia y Aragón, provocan la caída y asesinato de Don Pedro en los campos de Montiel en 1369. No tuvo Don Pedro un reinado fácil: enfrentado a la alta nobleza que temía perder sus privilegios y a la Iglesia que azuzaba el conflicto para obtener mayores prebendas, sólo contaba con la ayuda del pueblo llano, la pequeña nobleza burguesa de las ciudades y las más pequeñas aun comunidades de musulmanes y judíos que vivían y prosperaban en Castilla, ante el escándalo de los grandes señores y de los obispos que los querían ver reducidos a la esclavitud o a la condición de ciudadanos de tercera clase. Era tal la desfachatez y el descaro de los enemigos de Don Pedro que no dudaron en traicionar al entonces joven Rey y tenerlo encerrado una temporada en Toro (Zamora) de donde pudo escapar gracias a los sobornos hábilmente repartidos por su amigo y administrador Samuel Leví, en 1354.

Estatua orante de Pedro I de Castilla.
Museo Arqueológico de Madrid.
En este mismo año, libre ya el Rey y apenas después de la subida al trono del Sultán de Granada, Don Pedro I y Muhammad V confirman el tratado de vasallaje de este último a Castilla. El Rey castellano otorga al Sultán granadino la Orden de la Banda, cuyo blasón después veremos reproducido tanto en la Alhambra de Granada como en el Alcázar de Sevilla. Dos años después, en 1356, un terrible terremoto sacude la ciudad de Sevilla y destruye o arruina muchos edificios; entre otros, la iglesia de Santa Marina. El Arzobispo, Don Nuño, urge al Rey a reconstruir las iglesias devastadas y Don Pedro, hombre piadoso a pesar de su mala fama, destina grandes recursos del Reino a tal fin.

Pasan otros dos años y en 1358 estallan las hostilidades del conflicto larvado entre Aragón y Castilla y el bastardo Enrique de Trastámara, ansioso de pescar en río revuelto, se une a él. El Sultán Muhammad V, fiel aliado y amigo de Don Pedro, pone tres galeras bien equipadas  al servicio de  Castilla,  con  lo que se atrae la enemistad  de  Pedro  IV  el Ceremonioso, Rey de Aragón. Los puertos nazaritas, incluido el de Málaga, fueron puestos a disposición de la Armada castellana y, para ayudar por tierra a su aliado, Muhammad organiza un ejército preparado para entrar en Murcia. Era tal su entusiasmo por la causa castellana que se olvida de lo frágil de su situación en Granada, poniendo al servicio de Don Pedro a sus soldados más leales. Desguarnecida Granada, el 21 de Agosto de 1359 escapa vivo por los pelos de un atentado en la misma Alhambra, pudiendo llegar a Guadix al día siguiente; pero fue destronado y subió al trono su hermanastro Ismail, quien toma el nombre de Muhammad VI y traiciona el pacto de vasallaje a Castilla estableciendo relaciones diplomáticas con Aragón. El legítimo Sultán encuentra asilo en la corte de Fez.

Lema nazarita: "Y no vencedor sino Alá"
Friso de la Alhambra.
Don Pedro I, absorto por la guerra en la que se jugaba su propio trono no puede hacer nada de momento pero, una vez superada la primera fase del conflicto y en vías de preparación el acuerdo de paz de Murviedro que se firmará al año siguiente con Aragón, en febrero de 1362, se reúne con Muhammad V en Castro del Río (Córdoba) y, juntos, marchan sobre Granada que se rinde al ejército aliado. El 16  de  marzo  Muhammad  V  sube  de nuevo al trono, en el que iba a reinar sin dificultad hasta su fallecimiento en 1391. A partir de esa entrada victoriosa en Granada  del  Rey de  Castilla  como  aliado,  más que como señor de un reino tributario, Don Pedro, con humilde grandeza, adopta el mismo lema que sus vasallos nazaritas: “Y no vencedor, sino Alá” que hoy luce repetido ocho veces en la portada de su palacio sevillano(6). El usurpador huyó y fue muerto por los soldados de Don Pedro en los campos de Tablada el 25 de abril de 1362.

El Sultán Muhammad V era un hombre agradecido y, sabedor que su amigo y aliado se estaba construyendo un palacio nuevo en el Alcázar de Sevilla y que sólo contaba con carpinteros toledanos y alarifes sevillanos, le envía lo más florido de sus propios constructores, aquellos que daban forma a sus ideas en la propia Alhambra. Sabemos, pues, que fueron alarifes nazaritas ayudados por mudéjares sevillanos quienes decoran el Alcázar de Don Pedro I en Sevilla y quienes hacen posible esa otra maravilla del arte musulmán en un palacio cristiano, pero ¿iba Don Pedro a permitir que tales artesanos tocaran su casa sin antes ponerlos a prueba?

No creo estar especulando ni inventando nada. Los alarifes granadinos, antes de ser autorizados a trabajar en las obras del Rey de Castilla, son puestos a prueba enviándolos a echar una mano en los trabajos de decoración de alguno de los muchos templos arruinados por el terremoto de 1356 y está claro que su terreno de ensayo fue la Iglesia de Santa Marina. A partir de ahí, cuando Don Pedro ve el resultado de estos ensayos, queda complacido pero pide más. Su palacio debe ser el más espléndido de todos y sabe que puede pedirle a los granadinos un mayor esmero e imaginación. Al fin y al cabo es su casa la que deben decorar y allí se pueden permitir muchas más licencias que en un templo cristiano donde, queramos o no, hay que guardar mucho más las formas y no hacer demasiada ostentación de la cultura y la fe musulmana.


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(1No se hará hasta la revuelta mudéjar de 1258, reinando ya Alfonso X el Sabio. Aun así, debieron quedar muchos musulmanes en la ciudad ya que si no, no se explicaría la supervivencia del arte mudéjar. Además, en los censos aparecen algunos, empleados como albañiles.

(2Santa Margarita, según la historia, era una agraciada pastora en quien se fijó Olibrio, gobernador de Antioquía, que le solicitó sus favores sexuales. Al negarse la chica, fue arrojada a un foso donde había encerrado un dragón quien, dispuesto a devorarla, se asustó y huyó al ver la cruz que le mostró la muchacha. Hasta aquí la historia, pero la leyenda dijo que el dragón se la tragó y luego la expulsó sin daño, por lo que el pueblo prefirió la leyenda y la consideró una buena abogada de los nacimientos. ¡Cosas de la oscuridad de la época!

(3) Curiosa confusión que se amplía a más personajes y que se encuentra repetida en la Iglesia Mayor de Santillana del Mar con santa Juliana o santa Illana.

(4En aquel tiempo, el romanticismo y la maurofilia estaban de moda y D. José Gestoso, responsable de la restauración, no pudo resistir a la tentación de la época y consideró que la torre era el alminar de una antigua mezquita. En consecuencia, mandó colocar encima unas almenas de merlones escalonados, como se observa hoy día.

(5) Debo decir con orgullo que la vuelta al uso de capilla sacramental como fue concebida en el siglo XIII, ha sido debida a la insistencia de algunos entre los que me encuentro.

(6) Cuatro veces al derecho y cuatro al revés, para que pueda leerse desde la tierra y desde el cielo.

jueves, 30 de octubre de 2014

CRÓNICAS CHECAS (y V)



- 2 de Octubre de 2014 -



Escudo de Cesky Krumlov.
Hoy toca levantarse más temprano de lo normal porque el viaje va a ser un poco largo. Anteayer viajamos hacia el oeste en busca de Karlovy Vary pero hoy nos vamos al sur, a muy pocos kilómetros de la frontera austríaca, a un lugar llamado Cesky Krumlov del que se dice que es el pueblo más bonito de la República Checa. Situado a unos ciento setenta y cuatro kilómetros de Praga, el tiempo de viaje da para aprender mucho y nuestro guía y profesor Radek no estaba por la labor de mantenernos con la mente ociosa. Así que aprovechó el camino para darnos otra lección o, mejor dicho, dos lecciones; una de Geografía y otra de Historia. Así volvíamos un poco menos brutos de este viaje.

Empezó hablándonos de la topografía e hidrología de las zonas que atravesábamos, todas ellas regadas por el Moldava y sus afluentes. Según nos contó, aquella región es un ejemplo de lo que puede hacer el ser humano para dominar la Naturaleza mejorándola porque, al ser todo aquello una gran llanura con muy pocas elevaciones y tener tantos cursos de agua, sus primitivos pobladores se encontraron con un inmenso pantano cenagoso que se anegaba a poco que hubiera crecidas de los ríos, a lo que se añadía lo insalubre de la zona pantanosa, verdadera fábrica de mosquitos y de las enfermedades que transmiten. Peo el ser humano, poco a poco, fue dominando las aguas durante el transcurso de generaciones y a día de hoy, esas mismas aguas antes traicioneras y mortíferas, se han convertido en fuentes de riqueza al ser encauzadas y aprovechadas para regadíos y una abundante pesca al prosperar en ellas las endémicas especies de carpas y lucios de la zona. De hecho, según nos contó, hay bastantes familias que viven casi exclusivamente de la pesca en un país cuya cultura gastronómica no se distingue precisamente por su consumo de pescado.

Acabada la lección de Geografía Económica e Hidrología, el siempre didáctico Radek nos contó algo que suele pasarse por alto dándolo como un hecho natural derivado del devenir de la Historia y, aunque es así, no está de más profundizar un poco en los motivos que desencadenaron la separación actual de las repúblicas de Chequia y Eslovaquia1 tras ochenta y cinco años de formar una misma nación.

Como es bien sabido, Checoslovaquia fue uno de los resultados de la fragmentación del Imperio Austrohúngaro en 1918. Por imposiciones de las potencias vencedoras, se creó una unión algo artificial de las regiones checas de Bohemia, Moldavia y Silesia2, antiguos ducados del Imperio, más Bratislava y otras siete regiones más o menos artificiales situadas en los Cárpatos. Como toda unión artificial basada en caprichosos criterios políticos y a pesar de la similitud de los idiomas checo y eslovaco, tal unión era un desastre económico desde el principio, ya que las tres regiones checas, industriales y mineras, aportaban casi el noventa por ciento del PIB de Checoslovaquia frente a unas regiones orientales recién desgajadas del desaparecido Imperio que no contaban más que con escasos recursos agrícolas, muy poca minería y casi ninguna industria.

El Moldava a su paso por Cesky Krumlov.
En principio, los checos se tomaron el asunto muy bien; extrañamente no fue así en la muy pobre Eslovaquia, quizá porque pensaran que aquellos ricos checos iban a ser los nuevos dominadores que sustituirían a los antiguos señoritos húngaros, austríacos y alemanes. Algo de razón llevaban en ello y se pasaron desde 1918 hasta los años treinta del pasado siglo haciéndoles la vida difícil a sus vecinos a la fuerza. Por su parte, los checos tampoco les hacían demasiado caso y tampoco realizaban esfuerzos para elevar el nivel de vida de Eslovaquia que apenas logró superar en riqueza a la tradicionalmente paupérrima Rumanía. Para colmo, nada más llegar Hitler al poder en Alemania, los eslovacos no perdieron oportunidad para echarse en brazos del partido nacional socialista, como se vio con descaro en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial. Claro que tal actitud consiguió facilitar las cosas a Hitler hasta el extremo que Checoslovaquia desmanteló sus muy bien construidas líneas de defensa para rendirse a los nazis sin disparar un tiro, lo que la salvó de los acostumbrados salvajes bombardeos alemanes que hubieran reducido a polvo su inmenso patrimonio.

La guerra acabó y la ya mencionada Conferencia de Yalta asignó a la URSS la tutela o colonización de Checoslovaquia, con lo que se acabaron las rivalidades regionales de momento y los nuevos amos se esforzaron dentro de lo posible en levantar algún tejido industrial en aquella zona tan deprimida tratando de igualar las condiciones de vida de checos y eslovacos. Poco a poco fueron consiguiendo su objetivo de repartir la miseria pero, al mismo tiempo, llevando a Eslovaquia los conceptos de la industrialización, hasta entonces desconocidos para ellos. Mientras duró la dominación comunista nadie se atrevió a decir una palabra sobre las diferencias nacionalistas3 que habían existido hasta entonces; pero se acabó el comunismo y se acabó el vivir del cuento, como ya hemos contado en crónicas anteriores. Ahora había que trabajar de verdad.

Muy pronto se puso de manifiesto que el intento comunista de igualar las economías había dado sus frutos. Apenas recién llegada la economía de mercado a Checoslovaquia, la región eslovaca ya era casi el setenta por ciento igual de rica que la checa y en esas condiciones resurgieron las antiguas tendencias nacionalistas que, al principio, sólo fueron folklóricas pero que iban tomando un cariz más serio conforme pasaba el tiempo. Desde Praga se intentó paliar un poco la situación a “la española”; o sea: subvencionando a diestro y siniestro todo lo subvencionable. Pero Eslovaquia, igual que nuestras regiones separatistas, era insaciable. Al fin, casi llegados ya al acuerdo de “tú me pagas y yo me callo”, Praga se hartó para escándalo de Eslovaquia4 y le tomó la palabra en serio a los separatistas quienes, pillados por sorpresa, no tuvieron más remedio que mantener el tipo y aceptar la separación amistosa de los dos estados que se consumó oficialmente el 1 de Enero de 1993 aunque siguieron durante unos meses usando la misma moneda hasta que el fundado temor de la República Checa a que la economía eslovaca lastrara su desarrollo, hizo que dos meses más tarde obligaran a Eslovenia a adoptar una moneda propia, la corona eslovaca que, como era previsible, al poco tiempo se devaluó en un treinta por ciento respecto a la corona checa.

Otro asunto fue el de la nacionalidad de ambos países. Existía y existe aun en Eslovaquia un elevado número de gitanos que antes tenían la nacionalidad checoslovaca y que, al separarse ambos países pidieron la nacionalidad checa. Tras algunos litigios de menor importancia, la República Checa aceptó con la única condición de admitir sólo a aquellos que carecieran de antecedentes penales, con
El Moldava. Al fondo la torre del Castillo
lo que la mayoría de ellos se quedaron como estaban y, a pesar de sus reclamaciones, aun siguen siendo eslovacos contra su voluntad. Seguro que si Eslovaquia fuera tanto o más rica que Chequia, nadie reclamaría nada. Esta es la causa de que apenas si se ven gitanos en Praga y en los lugares que visitamos y explica en gran parte la ausencia de delincuencia en la República Checa, donde tampoco se andan con muchas contemplaciones con los rumanos a pesar de las directrices europeas al respecto. Finalmente, ambos países, junto con Hungría, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y Chipre, entraron en la Unión Europea en 2004 como miembros de pleno derecho. Eslovaquia se apresuró a entrar también en la zona euro pero Chequia, de economía mucho más potente, parece no tener prisa por ahora y sigue conservando sus coronas que, en la actualidad, se cambian a unas veinticinco por un euro, aproximadamente. Acabada la lección de Historia del profesor Radek aun tuvimos tiempo de echar una cabezada antes de llegar al precioso pueblo de Cesky Krumlov que, al igual que muchos otros lugares de la República Checa, está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Y con toda justicia.

Al igual que en la pasada excursión a Karlovy Vary, tuvimos que dejar el autobús a las afueras del pueblo, ya que está prohibido el acceso de vehículos a motor en todo el pueblo salvo para residentes con garaje y clientes de hoteles que también lo tengan. Eso daba al lugar una gran libertad para moverse y se agradecía, porque las hordas de turistas eran agobiantes. No quiero imaginarme coches circulando por aquellas callejuelas entre aquella inmensa multitud que saturaba el pequeño lugar plagado de hoteles, pensiones y, naturalmente, joyerías al igual que en toda la República.

Cesky Krumlov es un lugar precioso de unos catorce mil habitantes, situado a orillas de un meandro del joven Moldava, lleno de edificios góticos, renacentistas y barrocos. Pero su principal atractivo es el castillo o, mejor dicho, el castillo-palacio ya que acabada su función defensiva en la época barroca, la fortaleza y ciudadela se transformaron en un conjunto palaciego de unos cuarenta edificios y cinco patios. Es el segundo mayor conjunto palaciego de Chequia y uno de los más grandes de Europa y en él residieron las tres grandes familias de propietarios desde su primitiva edificación en 1302 hasta la era comunista.

Emblema (de mal agüero) de la familia de los Pernstein
La primera de estas grandes familias, los Rosemberg, eran quizá los más ricos e influyentes de Bohemia y habitaron el castillo desde 1302 hasta 1602, año en el que tuvieron que venderlo al no poder hacer frente a los enormes gastos que conllevaba su mantenimiento. Pero no sólo dejaron su huella en el castillo sino que también hicieron que el pueblo se engrandeciera y se fuera llenando de construcciones de la época, tanto de viviendas como de iglesias y salas de espectáculos que la mayoría aun se conservan. Tantos años dominaron la comarca y tal huella dejaron que el escudo de Cesky Krumlov está coronado por la rosa de cinco pétalos, emblema de la familia(5). Por aquellos salones se pasearon el Canciller Pernstein y su esposa española María Maximiliana Manrique de Lara y Mendoza, aquella señora que llevó en su equipaje el famoso Niño Jesús de Praga del que ya hemos hablado y que falleció pocos años después de que la familia de su marido vendiera el conjunto palaciego. Quizá fuera una liberación para ella porque no soportaba el clima de Praga y, mucho menos, el de Cesky Krumlov, cosa muy natural para una española.

Como detalle curioso, sólo mencionar que las últimas generaciones de los Rosemberg hicieron un criadero de osos en el foso del castillo; criadero que aun se conserva y cuyos osos pueden ser vistos cuando están de buen humor, cosa poco frecuente en estos mamíferos encerrados. Cuando estuvimos debían estar haciendo la digestión de algún turista porque no se dignaron mostrarse a nuestros ojos.

A la familia Rosemberg la sucede la de Essemberg y a ésta, por extinción de su dinastía, la de los Shwartzemberg en 17196. Estos últimos fueron quienes montaron una famosa fábrica de cerveza que competía con las de la cercana Pilsen; también se encargaron de evitar una industrialización salvaje de la comarca introduciendo cambios graduales y no traumáticos que han permitido conservar ese ambiente del que disfrutaríamos hoy de no haber tanto agobio de chinos escupiendo y pegando codazos en los estómagos del prójimo para colarse ni de horteras rusos ostentando sus grandes fortunas. Pero volvamos a la visita al recinto.

El castillo-palacio de Cesky Krumlov no puede verse en unas horas porque necesita semanas para recorrerlo con detalle y, aun así, siempre se nos escaparía algo. Recorrimos en paciente manada algunas de sus estancias empezando por la coqueta y algo abandonada capilla palaciega, en la que los servidores ocupaban los bancos mientras que los señores estaban en lo que hubiera sido el coro en cualquier iglesia, aislados del frío por mamparas de cristal. En el altar mayor se conservan reliquias valiosas de las épocas en que descuartizar cadáveres de santos como si fueran pollos estaba muy de moda. Paso por alto tan macabra costumbre para contar que anduvimos por salones y estancias muy del gusto de la época y, en gran parte, alfombradas con pieles de oso pardo cuyas cabezas miran amenazantes a los turistas. El mobiliario nos daba una fiel idea de las costumbres de sus habitantes y la distribución de habitaciones también seguía la pauta de una época en la que el concepto de intimidad era “ligeramente” distinto al nuestro. Como anécdota diré que en uno de los dormitorios más nobles había una pequeña capilla que estaba cerrada al paso de turistas por un gran cristal y la guía del castillo nos contó que, en una visita de Carlos de Inglaterra, el muy torpe no se dio cuenta de la presencia de dicho vidrio y, queriendo meter la nariz en la estancia, se la rompió contra el susodicho cristal con el consiguiente susto de escoltas y cachondeo del resto de testigos de tan ridícula escena.

En una gran sala se exhibía como curiosidad la llamada carroza de oro. En realidad es una carroza de
La carroza de oro.
madera, muy lujosa ella, que está forrada entera de panes de oro y se usaba en Roma exclusivamente para llevar al embajador del Imperio el el acto de anunciar personalmente al Papa los nombres de los emperadores recién elegidos. En algún momento, estos embajadores imperiales dejaron de ser de la familia Shwartzemberg y la carroza cayó en desuso por lo que, desmontada, fue trasladada hasta Cesky Krumlov y vuelta a montar y restaurar allí en épocas recientes para ser exhibida. Pensé que, en aquel suelo de madera y con aquel clima, mejor no tocar la carroza que podía ser un excelente condensador eléctrico y darle algún buen susto al imprudente que lo hiciera sin tomar precauciones.

La Duquesa Eleonora Amalia y su hijo José,
ambos ataviados con trajes de caza.
Retrato de Max Hannel que desde 1727 cuelga
de una de las paredes de Cesky Krumlov.
Pero volvamos con la última familia propietaria del castillo-palacio porque hay una anécdota entre trágica y curiosa de la misma, sin mencionar la fama de bruja que tuvo una de sus antepasadas, Eleonora Amalia7, ganada a partir del rarísimo episodio para la época de quedarse embarazada, tras ritos y ceremonias mágicas, a los cuarenta años y parir en su palacio de Viena un hijo varón sano a quien llamó José, en Diciembre de 1722, muy pocos años antes de residir a orillas del Moldava tras la rehabilitación del ducado de Krumlov por el Emperador Carlos VI. Centrándonos en esa familia debo contar que el flamante Duque y marido de la madura y feliz madre, nombrado caballerizo mayor del Imperio, un mal día de 1732 acompañaba al Emperador en una cacería celebrada en Brandeis-an-der-Elbe, a la sazón coto de caza imperial. Persiguiendo a un ciervo, el Emperador cree tenerlo a tiro y dispara justo en el momento en que el Duque se cruza en su línea de fuego con el resultado del fallecimiento en el acto del ilustre caballerizo mayor del Imperio.

Apenado, Carlos VI acoge al huérfano José en su familia como un hijo más, recibiendo el niño una educación de príncipe imperial. Hasta el extremo que Carlos VI concede la Orden de Toisón de Oro al crío como regalo por su undécimo cumpleaños, además de numerosas mercedes favores, tierras, títulos, etc., un poco en compensación a su orfandad. Con esas premisas no es nada extraño que el castillo-palacio de Cesky Krumlov experimentara una nueva edad de oro durante la vida del Príncipe y Duque José I, quien se gastó una fortuna en muebles y decoración para su residencia principal. Fue la última época dorada del castillo-palacio de Cesky Krumlov porque unos cien años después en 1848, la familia se trasladó a un nuevo palacio en Hluboká dejando al de Cesky Krumlov relegado a la categoría de museo de la familia y raramente vuelto a visitar por sus propietarios(8).

El castillo-palacio también cuenta con un teatro barroco que no visitamos pero que, según lo visto en
Sala de Máscaras del Palacio de Cesky Krumlov.
fotografías, es una obra impresionante que también se debe a la familia Shwartzemberg y que muy pocos teatros de la época podían competir con él. Pero lo que sí pudimos visitar fue el gran salón de baile o salón de máscaras, también barroco y decorado por el pintor holandés Josef Lederer quien residió durante años en el pueblo y es autor de numerosas obras de interior y exterior.. El hombre tuvo la humorada de retratarse asomado a un balcón y con una taza de café en la mano, aparte de retratar también a su ayudante por detrás, mirándose en un verdadero espejo del salón y pintó la cara del muchacho en el cristal de dicho espejo. Sólo agregar que la biblioteca del palacio contiene bastantes obras del teatro español del Siglo de Oro que eran las que se representaban allí.

Finalmente, antes de despedirnos del castillo-palacio, nos mostraron por fuera las vías de salida del recinto, que eran una enorme red de pasadizos cubiertos que conectaban unos edificios con otros y, a su vez, estos con salidas al pueblo. La verdad es que casi seiscientos años de obras sucesivas dan para mucho si se tiene dinero.

Imagen de san Roque al pie de
la Columna de la Peste de Cesky Krumlov.
Era ya de salir de aquel lugar cargado de historia, bajamos la empinada rampa que conduce al centro con una breve parada en el foso pero los osos no estaban por dejarse ver. Por todas partes vimos edificios muy notables que abarcaban los siglos de esplendor de aquellas familias y, en muchos de ellos, se veía pintada en la fachada o grabada en piedra, la rosa de cinco pétalos emblema de los Rosemberg que dominaron el lugar durante trescientos años. Llegamos a la plaza principal, también llena de edificios muy interesantes, que tiene en el centro un curioso monumento barroco muy común en muchos lugares. Se trataba de la llamada Columna de la Peste(9) que, en este caso, era una cruz rodeada por una fuente presidida por la imagen del celestial abogado de la peste, san Roque, con sus atributos de manto, esclavina, bordón y sombrero de peregrino adornados con conchas, en actitud de mostrar sus llagas de una pierna y teniendo a su lado el perrito que le traía el pan cuando, gravemente enfermo de dicha peste, se refugió en una cueva hasta su curación antes de regresar a Montpellier. El atuendo del santo puede confundir a muchos, incluso al propio Radek quien nos explicó que era Santiago; pero, en un aparte y sin que nadie nos oyera, le enseñé la estatua y le hice ver los atributos diferenciadores de la pierna desnuda y el perrito con el pan en la boca, lo que le sorprendió y sirvió para aclarar su confusión. A estas alturas del día ya era la hora de comer y a ello fuimos en un mesón de la misma plaza.

Tras la comida dimos un paseo por el centro. Todo el pueblo estaba tomado al asalto por turistas y asombraba ver la cantidad de alojamientos que hay en un lugar de quince mil habitantes escasos. Cuando la plaza principal se despejó un poco, no demasiado, de horripilantes rusos horteras y de más horripilantes y horteras aun chinos escupientes y mal vestidos, en compañía de sus espantosos y gritones vástagos, pudimos sentarnos un rato ante la Columna de la Peste a disfrutar de la música. Observé que los conjuntos musicales guardaban civilizadamente su turno y no estaban demasiado tiempo monopolizando el sitio. Además, dada la tradición musical de toda Centroeuropa, hacían actuaciones que, sin ser geniales, eran muy agradables de oír. Me llamaron la atención por su originalidad dos chicas que formaban un dúo de arpa y violín y se acompañaban también de sus muy bien educadas voces. Llegada la hora señalada, todo el grupo se reunió y enfilamos hacia el aparcamiento de autobuses en cuya entrada había un kiosco que vendía las famosas obleas checas a la mitad de precio que en Praga y en Karlovy Vary, con lo que nos llevamos una caja de recuerdo. La vuelta a Praga transcurrió durante una gloriosa y merecida siesta. Aun quedaba la última actividad del día y del viaje.

Llegamos al hotel con el tiempo justo de ducharnos y vestirnos para la cena de despedida que, esta vez, sí mereció la pena su segundo plato. Nos llevaron en manada hasta la cervecería restaurante U Fleku; o sea, El Oso. En este enorme lugar se elabora una cerveza negra propia de la casa, de sabor suave y exquisita. No hablo del primer plato de la típica sopa anodina como las de siempre, pero sí del glorioso segundo plato consistente en un exquisito gulash húngaro servido en una fuente que, para rellenar, contenía también tres grandes rebanadas de pan de molde mojado y otro pedazo de pan también remojado en agua y de sabor dudoso. Pensé que si estas criaturas conocieran el aceite de oliva y tuvieran una leve idea del arte de freír, este y otros platos de U Fleku podrían ser de los de muchas estrellas Michelín. Pero estamos en Centroeuropa y aun les queda mucho que aprender de gastronomía. Rondaban por allí un par de acordeonistas y uno de ellos se atrevió a tocar Clavelitos y ¡Que viva España! con lo que nos alegró la cena el buen hombre. Tras la cena, retirada. Era nuestra última noche en la República Checa y había que levantarse temprano para coger el avión.

Renuncio a hacer la crónica del regreso porque todo fue de lo más normal. Si acaso, como anécdota, sólo contar que el hombre que se sentó a mi lado en el avión intercambió conmigo algunas palabras en inglés sobre si ponerse o no en el asiento de ventanilla que le había tocado. Tras acabar de hablar conmigo, todo muy amistoso, el tío saca el teléfono y lo primero que dice al establecer la llamada es: “¡Hola, cariño!”. Me acordé del chiste de los leperos en Londres, palabra. Viaje tranquilo amenizado por las pantallas que amablemente nos informan de todos los detalles del vuelo en tiempo real, cortesía de Czech Airlines, hasta llegar a la odiosa terminal cuatro de Barajas. Recogida de equipajes que milagrosamente llegó con pocos desperfectos y rumbo a Atocha para coger el AVE de regreso. En Atocha, un pequeño refrigerio para ir aguantando, en el que nos pegaron una infame estocada al cobrarnos más de cuatro euros por una cerveza servida con malos modos en una mesa que en vez de asientos tenía palos de gallinero. Sí, no cabía duda: Estábamos en España. Nos acomodamos en el AVE y nuevamente me dediqué a mi deporte favorito de dormir hasta llegar sin novedad a Santa Justa.

¡Mi caaaaaasa...!

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1 No confundir con Eslovenia, situada al sur de Austria.

2 La mayor parte de la región de Silesia actualmente está dentro de Polonia, pero sus nativos no olvidan que fueron un ducado de Austria más vinculado a Praga que a Budapest o a Varsovia. De hecho, el águila de su escudo forma parte del escudo de la República Checa.

3 ¿O debo decir “nacionaleras” acordándome de las catetadas de los separatistas españoles?

4 Seguramente pretendían seguir viviendo de chupar la sangre a los checos de por vida.

5 Los tiempos cambian mucho. Ahora, el apellido Rosemberg sólo me recuerda una cadena de restaurantes bastante grasientos y nada baratos que hay en las carreteras de Austria y Alemania.

6 Como verán, todos los propietarios llevaban en su apellido el sufijo que significaba “monte”

7 La vida de la duquesa Eleonora, su última enfermedad y su muerte daría para una monografía muy completa sobre las creencias en brujas y vampiros de la época. Aunque falleció en Viena, lo que quedaba de su cuerpo tras una chapucera autopsia, fue devuelto a Cesky Krumlov para ser enterrado sin grandes honras fúnebres -ni siquiera su hijo asistió a su funeral- bajo una sencilla losa en la capilla de San Jorge. Tras su muerte se desató una de las grandes oleadas de persecuciones de supuestos vampiros que asolaban Centroeuropa de vez en cuando. En realidad, la pobre duquesa falleció a causa de un enorme tumor intestinal con metástasis en la columna.

8 En 2007, el realizador austríaco Klaus Steindl dirigió un documental de éxito llamado La Princesa Vampira basándose en la vida de Eleonora.

9 La peste negra o peste bubónica asoló Europa en oleadas durante siglos y existía la costumbre de erigir un monumento votivo de acción de gracias cuando se la declaraba extinguida. En dicho monumento no podía faltar la imagen de san Roque.