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sábado, 10 de enero de 2009

JUDÍOS, NO RUBENITAS. EL PRIMER CARTEL DE TOROS DE LA HISTORIA.

Si Rubén fue el primogénito de Jacob, ¿por qué sus descendientes son llamados judíos y no rubenitas? Voy a contestar a esta pregunta, porque no es tan difícil y aunque parezca una barbaridad, empiezo esta historia hablando de tauromaquia ¿Qué tendrá que ver la fiesta de los toros con la Biblia? Paciencia, por favor.

Algunos expertos dicen que la costumbre de lidiar toros nace en Creta unos seiscientos años antes de Cristo, como atestiguan algunas pinturas; otros que es oriunda de España y que de aquí se extiende al resto del Mediterráneo. En realidad, tanto unos como otros no saben nada de su origen y, mucho menos de los nombres de los primeros lidiadores. Por desgracia para ellos, no conocen la Biblia.

Por otra parte, antes de seguir debo reseñar que hasta bien entrado el siglo XIX, antes de reglamentarse la lidia de toros en España, existía un lance quizá heredado de los cazadores prehistóricos en el que un torero distraía con un capote al toro mientras, sigilosamente, se le acercaban por detrás dos hombres armados con pesados machetes con cuchillas en forma de media luna y muy afiladas quienes, perfectamente sincronizados, descargaban sendos golpes sobre los talones de Aquiles del animal quien quedaba inválido de los cuartos traseros y a disposición de ser rematado a lanzazos. Este lance era conocido como el desjarretado y fue prohibido por su excesiva crueldad. El desjarretado de grandes animales era practicado en la India con elefantes y rinocerontes hasta la llegada de las armas de fuego.

Dejemos en paz a los toros, por el momento y sigamos. Podemos sospechar que un hombre como Jacob que, al menos tuvo cuatro mujeres, era sexualmente bastante activo y, al parecer, esa cualidad la transmitió a algunos de sus hijos, como Rubén quién recién muertos Raquel e Isaac, en una de las visitas que el hijo mayor hacía a la casa de su padre no se le ocurre otra cosa que acostarse con Bala, la esclava de Raquel y madre de sus hermanos Dan y Neftalí. A Jacob que se dio cuenta, naturalmente, no le hizo ninguna gracia pero hace la vista gorda y calla, por el momento. (Gén. 35:22)

Como todos los ascendientes de Jesús, los hijos de Jacob no eran gente dada a las bromas. Según el capítulo 34 del Génesis, Siquem, hijo de Jamor, príncipe de los jorreos, se enamora perdidamente de Dina, la hija de Jacob, la rapta y la viola. Su padre, Jamor, temeroso de la ira de Jacob que era ya un hombre muy poderoso, propone una alianza con éste que incluía el matrimonio de su hijo Siquem con Dina. Todos aceptan, pero Simeón y Leví, astutos y vengativos, exigen de Siquem y sus vasallos que se circunciden como ellos para sellar la alianza. Así lo hacen los siquemitas en masa y los dos hermanos aprovechan los días en que los varones de Siquem están doloridos por la operación para atacar su ciudad y pasar a cuchillo a todos ellos sin distinción de edades y, de paso, para quedarse con sus mujeres, sus ganados y sus riquezas. Ante tal demostración de crueldad, Jacob se escandaliza y pregunta a sus hijos por un proceder tan extremo, a lo que Simeón y Leví responden: (Gén. 34:31) “¿Y había de ser tratada nuestra hermana como una prostituta?”

Ya hemos hablado de Rubén, Simeón y Leví, los tres primeros hijos que Jacob engendró de Lía. Ahora le toca el turno a Judá, el cuarto hijo. Éste, apartándose de las tradiciones de su familia, conoce y toma por esposa a una mujer cananea de nombre Sué. Ésta le da tres hijos varones: Er, Onán y Sela. Al tener el primero edad para el matrimonio, es desposado con Tamar. Antes que el nuevo matrimonio pueda tener descendencia, muere Er con lo que, por la ley del levirato, Onán, por orden de su padre Judá, ocupa su puesto en el lecho de Tamar. El segundo hermano no estaba dispuesto a darle descendencia a su cuñada, por lo que eyaculaba fuera de ella (Gén. 38:9)(1). El resto de la historia de Judá no genera más hechos anecdóticos y, aunque es bastante interesante(2), vamos a dejarla aparte hasta la agonía de Jacob en Egipto.

Sabemos bastante de la historia de Jacob pero, por desgracia, ignoramos mucho más de lo que sabemos. Esto se ve muy claro en Gén. 49, cuando se despide de sus hijos en el lecho de muerte alude a unas hazañas guerreras que no recoge la Escritura. A punto de morir deja sin primogenitura a Rubén por haberse acostado con su madrastra y a Simeón y Leví, también los relega por su crueldad con los habitantes de Siquem y ¡agárrense! (Gén. 49:6) Por desjarretar toros.

Ya sabemos por qué los judíos toman su nombre del cuarto hijo de Jacob, Judá, así como los nombres del primer cartel taurino de la Historia, unos mil quinientos años antes de Cristo.


(1) Por desgracia, este episodio está hoy día tan inexplicablemente desconocido que, en general, casi todo el mundo llama onanismo a la masturbación, en vez de a la práctica de los hechos expuestos aquí que corresponden al denominado “coitus interruptus” o, en lenguaje llano, tirarse en marcha.

(2) Al final, es el propio Judá quien termina dejando embarazada a su nuera Tamar, en circunstancias rocambolescas, quien pare a Fares y Zaraj.

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