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domingo, 13 de abril de 2014

Islam atrasado. Cristianismo avanzado (Dedicado a Ana Moradillo)

He puesto adrede ese título para que le choque al probable lector y le pique la curiosidad; no para indicar que esa sea mi opinión sino, como siempre, para tratar de poner las cosas en su sitio.

Efectivamente, si nos ponemos a mirar los hechos tal y como acaecen hoy día, el título del hilo sería exacto de toda exactitud con las debidas excepciones que siempre hay por todas partes. Pero si nos tomamos la molestia de repasar la Historia nos daremos cuenta que ni el Islam ni el Cristianismo pueden arrogarse el derecho a tirar la primera piedra del progreso o el estancamiento. Pero seguid leyendo y tened paciencia, por favor.

El Islam nace en circunstancias difíciles allá por el siglo VI cuando un joven conductor de caravanas de La Meca se ve angustiado por dudas religiosas y se da cuenta que las comunidades de judíos y cristianos que vivían a su alrededor miraban con desprecio a los árabes politeístas. Para colmo, recibe el encargo de una viuda rica de llevar una caravana hasta Damasco. Al llegar allí, como hombre honrado que era, en vez de irse de juerga como sus compañeros de viaje se dedica a guardar las mercancías de su jefa mientras medita sobre sus dudas. Es allí también donde encuentra un monje cristiano que, en lugar de despreciar al pobre árabe salvaje, habla largamente con él y trata de instruirle en su religión. Por desgracia, nuestro hombre es analfabeto y no puede escribir ni leer los textos que el monje le ofrece, por lo que las explicaciones del susodicho monje añaden aun más confusión en la mente del viajero, quien ya apenas distingue entre las pocas enseñanzas judías que había podido conocer y las más rudimentarias aun nociones de cristianismo que trata de inculcarle el monje damasceno(1).

Vuelve, pues, el joven a La Meca con su misión comercial cumplida y confundido y cargado de dudas religiosas. Su jefa, consciente de que no iba a encontrar otro conductor más leal que él, quien se ganó por su lealtad el apodo de Al-Amín, no duda en proponerle matrimonio ni él en aceptarlo a pesar de que ella, Kadisha, contaba ya con cuarenta años y él, Mahoma, sólo con veinticinco. Hombre piadoso como era, le fue fiel hasta su muerte y hasta tuvo cuatro hijos de ella que fallecieron muy pronto.

Pero no nos desviemos del tema central del hilo y sigamos. Y sigamos teniendo en cuenta que nos hallamos en la tribal Arabia del año 595 de nuestra Era. A partir de ahí los acontecimientos se desarrollaron a gran velocidad histórica y antes de la muerte de Mahoma, acaecida el 8 de Junio de 632, Arabia era ya una nación con una sola religión, en lugar del conglomerado de tribus politeístas que fue hasta la llegada del Islam.

Nace esa religión en las circunstancias que acabo de explicar y rodeada del entorno histórico-social árabe de la época. No nos extrañemos pues que, al igual que el Cristianismo nace en el entorno judío de seiscientos años atrás, el Islam nace impregnado de usos y costumbres de la Arabia contemporánea. Y eso lo marcará para siempre.

El resto de la Historia es conocido. El Islam experimenta una tremenda expansión a costa de los restos abandonados del Imperio Romano o de los mal defendidos del Bizantino mientras que, en su avance, se va mezclando con culturas mucho más avanzadas que la del salvaje entorno en el que nació. No es de extrañar, pues, que hacia el siglo IX la cultura islámica represente la cima del pensamiento mundial. Cima que llega a su máximo esplendor en la Córdoba Omeya cuando se unen el genio de Damasco, altamente influído por Bizancio, con el genio hispano-romano, con el asombroso resultado cultural y artístico que conocemos.

Pero el Islam, en su superioridad cultural, llevaba en su seno la tendencia al aislamiento y esa fue su ruina. Una vez acabada su época de esplendor en la Península Ibérica volvió a caer en los usos y costumbres tribales de su origen, causa inequívoca de lo que ahora vemos.

En este momento debemos abandonar este asunto que ya retomaremos después para ocuparnos ahora del Cristianismo.

A diferencia del Islam, el Cristianismo nunca se aisló porque llevaba dentro el mandato de Jesús de predicar el Evangelio por todas partes. No obstante, no pensemos que en la época de Mahoma uno era superior al otro en materia cultural. El Cristianismo cargaba con toda la tradición judía de discriminación hacia la mujer, así como compartía con el Islam el Geocentrismo judío, del que no se desprendió hasta bien entrado el siglo XV a pesar de que la los griegos lo habían abandonado más de mil años atrás con Eratóstenes. Buenos ejemplos de ello los tenemos en san Pablo con sus comentarios despectivos hacia el género femenino o posteriormente, en la Patrística, cuando san Agustín afirmaba con todo desparpajo que el alma es insuflada en el feto humano a las dos semanas de su concepción.

Tampoco se libró el Cristianismo de hacer salvajadas propias del entorno social, cultural e histórico de los países en los que arraigó con fuerza. Sin hablar de las Inquisiciones europeas, basta con observar que la esclavitud persistió en los países cristianos hasta bien entrado el siglo XIX; así como las costumbres eclesiásticas mantenidas hasta el Concilio Vaticano II que quienes, como el que esto escribe, vio y vivió en primera persona. Si para muestra basta un botón, he conocido casos de mujeres con la cara morada a golpes que llegaban a su confesor en busca de ayuda y sólo encontraban un consejo de resignación. O el horror del llamado "débito conyugal" establecido hasta en el Derecho Canónico, por el que ninguna mujer cristiana podía negarse a mantener relaciones sexuales con el marido bajo penas canónicas severísimas. En fin, repasad vuestra memoria, hablad con vuestros abuelos o estudiad Historia como yo lo he hecho y veréis que las atrocidades actuales del Islam no estaban demasiado alejadas de las que, hasta ayer mismo en términos históricos, se cometían en los países cristianos. Por no mencionar el continuo terror al infierno azuzado desde los púlpitos.

Termino ya o eso pretendo. Los horrores como las ablaciones clitóricas no tienen cabida en los textos coránicos ni en los hadices de Mahoma porque son productos de costumbres tribales preexistentes a la llegada del Islam. Sí es responsabilidad islámica la supervivencia de las amputaciones y lapidaciones pero ¿acaso no se hacían esas cosas y otras peores en la civilizada Inglaterra de los siglos XVI y XVII? ¿Cómo acabó Urbano Grandier en la civilizada Francia de 1634? ¿Qué pasó en Salem, Massachusetts, entre 1692 y 1693? ¿Y en Francia entre los días 2 y 7 de Septiembre de 1792?

Y ya en tiempos más recientes ¿Quién no recuerda el horror de Sabra y Chatila en 1982 cuyas espantosas imágenes aun golpean mis ya cansados ojos? Pues fueron cristianos. A sueldo de Israel, pero cristianos.

Por favor; quien esté libre de pecado, tire la primera piedra. Los demás que se callen de una vez.


(1) Otros historiadores hablan de que sus nociones de Cristianismo fueron anteriores, pero no es éste el lugar para discutir tales aseveraciones.

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