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martes, 27 de marzo de 2018

- SEMANA SANTA DE SEVILLA (III) -



- MARTES SANTO -

No es rara la elección de Betania para pasar la noche. Jesús tiene allí a su amigo Lázaro, las dos hermanas de éste y hasta donde sabemos, su amigo Simón llamado el leproso porque padeció esa terrible enfermedad hasta que el mismo Jesús lo sanó y que muy posiblemente fuera su anfitrión cuando llegaba a la aldea. Los días anteriores se alojaba en Betania y salía poco antes de amanecer para Jerusalén. Por la tarde volvía a su alojamiento para pasar la noche.

Aquel Martes fue tanto o más ajetreado que el día anterior. Se notaba la prisa del Maestro. En el Templo se explaya contra escribas, fariseos y sacerdotes llamándoles de hipócritas para arriba y vaticinando contra ellos los peores males al volvérseles en contra todas sus trapacerías montadas para mantener su estatus de privilegio. Habla de la ruina de Jerusalén y de las tribulaciones que llegarían al fin de los tiempos poco antes de instaurarse su Reino en la Tierra; si bien, Mateo mezcla ambos discursos haciéndolos imposibles de distinguir. A la vuelta a Betania y acompañado sólo por los discípulos habla para ellos: explica sus últimas parábolas y vuelve a insistir en el fin de los tiempos y en la gran tribulación que sobrevendría entonces; sólo que, ante ellos introduce el matiz que esos tiempos de males serían acortados por piedad hacia los justos.

En Sevilla, bajo la capa de la fiesta y el derroche de arte puesto en la calle en esos pasos de caminar tan característico de los costaleros, toda la ciudad está alerta. Son días en espera del desenlace que tan bien conocemos y sobre el que meditamos todo el año. La ciudad no se cansa y no para. Desde el Domingo de Ramos las mañanas y una pequeña parte de unas noches que se van acortando, no son más que preparaciones para la siguiente jornada y este Martes no será una excepción ni defraudará a propios y extraños. Como todos los días se suceden los desfiles de las cofradías con el orden habitual sorprendiendo de nuevo al foráneo con la tradicional cortesía de la petición de venia al Ayuntamiento en el palquillo de la Campana para realizar el paso por la Carrera Oficial hasta llegar a la Catedral en la que todas, sin excepción, harán estación de penitencia antes de regresar a sus templos. En unas desfilan nazarenos de capa con los cirios portados horizontalmente en el interior de las filas; en otras nazarenos de túnica, quienes llevan un ancho cinturón de esparto sobre el que apoyan sus cirios que también inclinan hacia el interior de las dos filas para que la cera derramada no moleste a la multitud de espectadores. Para colmo, este Martes Santo tendremos la novedad a modo de ensayo, de hacer los desfiles procesionales por recorridos libres hasta la Catedral, para después seguir el paso ordenado por la carrera oficial. Personalmente me parece una buena idea porque así no tienen las hermandades que esperarse unas a otras en la calle con los consiguientes retrasos que también obligan a ciertos cambios en el protocolo.

Porque esa es otra. En un día como el Martes Santo pueden estar en la calle unos diez mil cofrades entre nazarenos, costaleros, auxiliares y músicos. Pues bien; eso no es nada para los cientos de miles de personas que se agolpan a lo largo de los recorridos penitenciales. No me atrevo a dar una cifra porque, aunque el casco histórico de Sevilla sea uno de los mayores de Europa, por esas calles no cabe un alfiler. Los sevillanos tenemos fama de ser exagerados pero en esto no exageramos, como decimos aquí “ni mijita


El Señor tiene prisa; ya se acaba su tiempo de mortal por esta tierra. Aconseja, predica y nunca yerra y con su Vida aquí a Dios alaba.

No nos pierde el respeto, no recaba su condición de Dios y no se aferra a privilegio alguno; ni se encierra en esa condición en la que estaba.

Porque el Señor es Dios no necesita hacer valer derechos inventados; ya que todo lo da y a nadie quita.

Es el Dios Redentor; por Él borrados estigmas de una raza ayer maldita de seres que por Él son rescatados.

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Vuelve a Betania y cena en casa de su amigo Simón el leproso. Ya sabe que será traicionado, vendido, apresado, torturado y muerto en la mayor ignominia. Así se lo explica a sus discípulos y a todos los presentes en la cena y también les hace saber que será en cumplimiento de las Escrituras. Intuyen los discípulos de Jesús que ese Reino que imaginaban no tiene nada que ver con el que su Maestro les está preparando ni que se levantará en armas para liberar a Israel del yugo de Roma. De hecho, ayer mismo explicó públicamente que hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, deslindando a la perfección los límites de los reinos de la tierra de lo que es su propio Reino. Ni ayer ni hoy ha caído en trampa alguna por muy sofisticada que fuera. Pero sabe cuál es el final aparente a los ojos de los mortales, como también sabe que va a triunfar.

Sevilla también lo sabe.

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Y al saberlo Sevilla se prepara corriendo a ver el triunfo del Maestro. Meditación y Amor: todo lo nuestro que Dios, el Dios de vivos nos depara.

El tiempo sigue andando y no se para ni Sevilla se para en lo siniestro y espera el Gran Final de este secuestro viendo que el horizonte se le aclara.

Por fin el ser humano liberado por otro Ser Humano que es divino, nacido de mujer y aquí encarnado.

Por fin sabemos bien a lo que vino el Hijo prometido y deseado, mostrando en su vivir nuestro camino.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Aprendiendo cada día un poco más.