- VIERNES SANTO (MADRUGADA) -
Pasos
en las calles de Sevilla sin solución de continuidad con la tarde
del Jueves. Ya es catorce de Nisán y el sacrificio debe ofrecerse
como dijeron los Profetas. Jesús vela y ora en el olivar de
Getsemaní mientras sus discípulos duermen. En una de las veces que
va a verlos y los encuentra dormidos, Pedro le dice que nunca lo
abandonará y Jesús le responde que antes de que cante el gallo lo
habrá negado tres veces. Por fin, ante sus soñolientos discípulos
se desencadena la tragedia.
¡Levantaos!
¡vamos! Mirad que el que me va a entregar está cerca.
- Le
da tiempo a decir a Jesús inmediatamente antes que Judas se presente
con un grupo de hombres armados delatando al Maestro con un beso.
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Besa
Judas a Jesús en un gesto de amistad. No cabe mayor traición,
bajeza y deslealtad en aquella delación encubierta de bondad. No son
tropas regulares quienes van por el Maestro sino simples malhechores
pagados por el siniestro sanedrín de servidores de un poder sucio
que espera que Roma le recompense su bajeza tan rastrera. Odian por
todos sus poros a Quién ha dicho verdades que ponen de manifiesto
que sólo son delincuentes y no los dignos sirvientes del Dios que
dicen ser siervos.
Los
ánimos se caldean. Los doce no van inermes y una espada bien
blandida por una mano enojada, corta allí mismo la oreja de un sayón
que no esperaba tan audaz recibimiento. Reprende al suyo Jesús; le
manda guardar su espada curando al desorejado sin ningún
resentimiento. Los discípulos se marchan rendidos a la evidencia y
Él se deja secuestrar por la turba sucia y necia.
Aun
queda madrugada; aun queda mucha espera, pero la suerte está echada
y los suyos se dispersan menos Pedro que lo sigue de lejos y sin ser
visto por no levantar sospechas.
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Van
a casa de Caifás, uno de los dos pontífices que se turnaban en el
cargo por aquellos tiempos. Allí se reúnen con sacerdotes y
ancianos que buscaban testigos para incriminar a Jesús mientras
Pedro se queda en el patio con la servidumbre en espera de
acontecimientos. Los siervos de Caifás reconocen a Pedro como
compañero del Maestro y su acento galileo acrecienta sus sospechas,
pero Pedro niega por dos veces tener nada con el Reo.
Dentro
de la casa, al no hallar ninguna prueba ni testimonio sólido contra
Jesús, Caifás se levanta y lo conmina a declarar de forma imposible
de esquivar: “Te
conjuro por Dios vivo: di si eres tú el Mesías, el Hijo de Dios”
A lo que Jesús responde con serenidad: “Tú
lo has dicho. Y yo os digo que un día veréis al Hijo del hombre
sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo”
El
hipócrita pontífice rasgó sus vestiduras llamándose a escándalo
ante la blasfemia y todos los presentes se lanzaron sobre Jesús a
pegarle y escupirle. Mientras tanto, en el patio, Pedro sigue
importunado por los sirvientes y, acosado de nuevo, niega a su
Maestro por tercera vez. La noche estaba dejando paso al alba; el
resplandor del amanecer de aquel catorce de Nisán comenzaba a
dejarse ver y el gallo, para vergüenza de Pedro, anunció la llegada
del día y Jesús, según las leyes judías, ya era reo de muerte.
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Amanecer
del día señalado. El Mal nunca se duerme y vive alerta.
La
víspera de Pascua se despierta en un Jerusalén que se ha olvidado
de aquella profecía del pasado que deja Dios al hombre siempre
abierta la salvación que pasa por la puerta de aquello que Jesús
nos ha mostrado.
Amanecer
de un sol que dará un día de infamia de matar un inocente y
salvación de quien tenga por guía al Cordero de Dios que va
paciente al sacrificio atroz que ya se había impuesto por condena de
su gente.
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A
esa hora, en Sevilla, la Macarena se desvía de la calle Feria para
entrar por Relator y, justo allí, recibe de frente en su cara los
primeros rayos de sol.
1 comentario:
Precios texto para hoy, día de vigilia y Viernes Santo.
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