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domingo, 27 de julio de 2014

- EL CID EN LA HISTORIA - (II)


- ENTRAMOS DE LLENO EN LA HISTORIA DEL CID -


Soy consciente que este fárrago de datos, batallas y fechas, ha podido marear a más de uno porque a mí mismo me marea. Lo siento, pero ha sido necesario para llegar a este punto. Rodrigo (todavía no es el Cid) acaba de cumplir treinta años, ya está casado y Alfonso, su mal Rey al que jamás traicionó, hace grandes esfuerzos para ganarse la confianza de nuestro protagonista por lo que, cuando en el año 1079 despacha a su amigo el conde García Ordóñez a Granada para cobrarle al taifa Abdulá las correspondientes parias(1), para demostrarle a Rodrigo que lo tiene en gran estima, lo equipara a un conde como el propio García Ordóñez y le encomienda la misma misión con la taifa de Sevilla que estaba entonces, como ya hemos dicho, bajo el reinado de Al-Mutamid, el rey poeta.

Parte el conde hacia Granada y el astuto Abdulá le convence para que, en vez de cobrar, conquisten entre los dos las tierras de Cabra, en la actual provincia de Córdoba, al reino rival de Sevilla al que entonces pertenecía, para repartirse el botín. El conde García Ordóñez acepta sin darse mucha cuenta de lo que hacía, pero estaba muy seguro de la amistad del rey Alfonso como para pararse en un saqueo más o menos. Abdulá y el conde ponen manos a su infame obra y casi la habían llevado a cabo cuando Rodrigo llega a Sevilla y Al-Mutamid le dirige estas palabras que han quedado para la Historia:

"Tu rey te manda a cobrarme parias mientras otros a quiénes también ha enviado con fin semejante, corren mis tierras y las queman y las saquean junto a mi enemigo, el rey de Granada. Si mi oro vale tanto como el de Abdulá, preciso sería que hicieses algo por mi reino..."


Alcázar de Sevilla. Techo del Salón de Embajadores o Salón de las Pléyades de Mutamid.
Este lugar recibió al Cid a su llegada.

Rodrigo sabe muy bien con quién se las estaba jugando: él era un simple caballero, tenía una sola mesnada y no estaba muy seguro del afecto que el Rey Alfonso pudiera tenerle desde que lo hizo prisionero en la batalla de Golpejera; por otra parte, García Ordóñez era conde, mandaba cuatro mesnadas y era uno de los amigos predilectos del Rey. Experto en derecho, sabía que su obligación era proteger al reino de Sevilla contra cualquier ataque del exterior y el ataque venía de Granada, aunque estuviera apoyado por soldados castellanos. Por eso decide intervenir y prudente como era, Rodrigo intenta llegar a un arreglo amistoso y avisa a los atacantes de su deber de parar la ofensiva “por la reverencia y respeto debidos…” a su mismo rey Alfonso, quien también le enviaba a él con igual encargo a Sevilla. Los atacantes no sólo no le hacen caso sino que, confiados en sus muy superiores fuerzas, se burlan de él y le recomiendan no meterse en líos, con lo que obligan a entrar en batalla a nuestro protagonista.

El encuentro, que fue durísimo, se produjo en Cabra y duró unas tres horas, durante las cuales la mesnada del Campeador con el escaso refuerzo de los soldados sevillanos del rey Al-Mutamid, infringieron una seria derrota al conde y a su ejército. Parece ser que el propio García Ordóñez retó en combate singular a Rodrigo, resultando la derrota aun más humillante. Rodrigo mantuvo prisionero al conde durante cuatro días en el castillo de Cabra hasta que hubo saqueado a conciencia su campamento, poniéndolo en libertad tras dejarlo sin armas, sin tiendas y con sólo los víveres indispensables para su vuelta a Burgos; después, regresó a Sevilla donde Al-Mutamid no sólo le pagó religiosamente las parias acordadas, sino que lo cargó de regalos para él y para su Rey, además de despedirlo con su gratitud eterna. No olvidemos que el propio Al-Mutamid dejó escrito en uno de sus poemas que “la largueza es más dulce para mi corazón que la victoria”. Con la visita a Sevilla, Rodrigo había ganado su primera gran batalla en solitario, pero también se había ganado al peor y más feroz de sus enemigos quien trataría de hacerle la vida imposible por el resto de sus días metiendo toda la cizaña que podía entre Alfonso y Rodrigo. Pero también, esa caída en desgracia fue la causante de que el Cid llegara a ser el personaje de la trascendencia histórica que conocemos.

Vuelve a Burgos tras su embajada por tierras sevillanas y, de momento, nadie se mete con él. Está feliz porque más o menos por aquellas fechas nacen sus dos hijas, Cristina y María, llamadas Elvira y Sol en el Cantar del Cid; no sabemos si fueron gemelas o nacieron las dos con apenas once meses de diferencia, como tampoco sabemos si ya estaba en el mundo su único hijo varón, Diego, quien precederá en la muerte a su padre años más tarde. Ocurre por aquellos días un episodio que, rozando la historia del Cid, entra de lleno en la Historia de las Religiones y da lugar a una de las sentencias más populares del refranero. Y, por lo curioso, no me resisto a describirlo.



Primer folio del Cantar del Cid.
(Biblioteca Nacional)


Como recuerdo del reino visigodo los reinos de Castilla y León, algo aislados de la frontera europea, no habían participado demasiado en la evolución de los ritos y reformas eclesiásticas más o menos impuestos desde Roma y se mantenía el culto mozárabe con el consiguiente estupor del resto de la Cristiandad. Pero, con el apoyo de Francia, Roma se siente fuerte y decide que ya era hora de cambiar las cosas y someter a aquel pedazo de España al ritual romano común por lo que, en Mayo de 1080, se convoca el concilio de Burgos bajo la presidencia del cardenal Ricardo, legado del Papa Gregorio VII, para convencer a las autoridades eclesiásticas y civiles de la necesidad de acabar con los ritos antiguos para adoptar los nuevos. Viene a cuento este episodio porque, entre los personajes que asisten al Concilio, además del rey Alfonso y su esposa Constanza; las hermanas más o menos reconciliadas del Rey, Urraca y Elvira; el conde asturiano, cuñado de Rodrigo y de igual nombre que éste, así como varios obispos y abades, está constatada la presencia como jurista de Rodrigo Díaz de Vivar en uno de los lugares más destacados.

Como las deliberaciones no llegaban a ninguna parte y nadie se ponía de acuerdo en la conveniencia o no de cambiar los ritos mozárabes por los romanos, al uso de la época someten a ordalía o juicio de Dios los libros sagrados de ambos ritos. Se prepara la hoguera y a ella se arrojan libros mozárabes y libros romanos, con el asombroso resultado que los romanos arden y los mozárabes resisten el fuego. El juicio de Dios estaba claro para las gentes de la época y a punto estuvieron los burgaleses de tirar al río a los monjes de Cluny que estaban al frente de la embajada romana. Pero el rey Alfonso, sabedor de que los ejércitos franceses estaban tras las fronteras esperando una provocación para entrar, zanja la cuestión aboliendo personalmente los antiguos ritos y mandando establecer los impuestos por Roma. El pueblo, algo triste por lo sucedido, acuñó el refrán: “Allá van leyes do quieren reyes"

Al año siguiente, en Marzo de 1081, Alfonso VI parte para la conquista de Toledo y Rodrigo no le acompaña por estar enfermo pero, una vez salido de Burgos el ejército real, Rodrigo se ve obligado a acudir a las fronteras del sur para repeler un ataque musulmán. A la vuelta de su campaña, el Rey está tan enfadado con Rodrigo que llega a acusarlo de traidor y éste, viendo en duda su lealtad, llega a molestarse tanto con su Rey que, hablando de lealtades, le obliga a ir a Santa Gadea para jurar en público que no tuvo nada que ver con la muerte de su hermano Sancho. Este memorable episodio recogido en el Romancero:

"Villanos te maten, Rey, villanos, que non fidalgos,
de las Asturias de Oviedo, que no sean castellanos;
mátente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos;

con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas, que no zapatos con lazo;

capas traigan aguaderas, no de contray ni frisado;
con camisones de estopa, no de holanda ni labrados;
vengan cabalgando en burras, que no en mulas ni en caballos;
frenos traigan de cordel, que no cueros fogueados.
Mátente por las aradas, que no en villas ni en poblado
y sáquente el corazón por el siniestro costado,
si no dijeras verdad cuando fueres preguntado,
si fuiste o consentiste en la muerte de tu hermano
"

Fue la gota que colmó el vaso: el humillado García Ordóñez junto con su amigo Pedro Ansúrez, aprovechan el enfado real y, con alguna que otra calumnia más(2), consiguen que Alfonso destierre a Rodrigo por traidor, prohibiendo a todos los burgaleses que le den amparo o cobijo bajo severas penas. En Junio, Rodrigo sale al destierro acompañado de unos trescientos hombres de su mesnada, no con doce como escribió Manuel Machado en sus hermosos versos alusivos al destierro del Cid:

El ciego sol, la sed y la fatiga
por la terrible estepa castellana;
al destierro, con doce de los suyos,
polvo, sudor e hierro, el Cid cabalga.

Arruinado, ofrece Rodrigo sus servicios como guerrero al Conde de Barcelona, aunque no logra llegar a ningún acuerdo con él, por lo que marcha a Zaragoza y consigue ser contratado por el rey taifa Al-Muktadir, quien falleció a los pocos días del trato; no obstante, su hijo y nuevo rey Al-Mutamin le renovó su confianza y le encomendó la defensa y protección de su reino, lo que provocó las iras del Conde de Barcelona Ramón Berenguer II Cabeza de Estopa y las del rey de Aragón y Navarra Sancho Ramiro quienes, aliados con el rey taifa de Lérida, Tortosa y Denia Al-Mundir Al-Fagit, esperaban ampliar sus reinos a costa del de Zaragoza cuyo rey Al-Mutamin era hermano del ya citado rey de Lérida Al-Mundir Al-Fagit. La guerra era inevitable.

El encuentro tuvo lugar en Almenar(3), en la actual provincia de Lérida, en Marzo de 1082 y, por tercera vez en la historia, Rodrigo tiene un duelo singular nada menos que con el hermano del Conde de Barcelona, Berenguer Ramón, venciéndolo en el combate y haciéndolo prisionero. Como anécdota histórica añadiremos que, meses después, habiendo vuelto Berenguer Ramón a la corte de su hermano Ramón Berenguer II, el 5 de Diciembre es asesinado este último y su hermano queda como heredero del Condado. Nunca se descubrió al autor o a los autores del asesinato, pero la malicia popular atribuyó el crimen al hermano superviviente, quien pasó a la Historia con el sobrenombre de El Fratricida.

En el año 1083 Rodrigo vuelve a Castilla y se reconcilia con el Rey, pero no le renueva su vasallaje. Este episodio está magistralmente narrado en el Cantar cuando Alfonso le ofrece su mano para que se la bese y Rodrigo se niega con estas palabras:

Por besar mano de Rey
no me tengo por honrado.
Porque la besó mi padre
me tengo por afrentado

Y, acabadas las razones de su negativa, el juglar nos habla de su marcha:

Ya se parte mi buen Cid
sin al Rey besar la mano…

Vuelve, pues, el Cid a Zaragoza, donde cumple el encargo de abrir camino hacia Monzón, en la actual provincia de Huesca y conquistar la fortaleza de Morella, en la actual provincia de Castellón y entonces en poder del rey taifa de Lérida. El 14 de Agosto de 1084 vence a la coalición de los ejércitos del rey de Aragón, Sancho Ramiro y de Al-Fagit, rey de Lérida. Es, más o menos desde entonces, cuando los soldados musulmanes de Al-Mutamin que servían a las órdenes de Rodrigo, comienzan a llamarle con el nombre de Sidi, forma hispánica del árabe Sayyidi que significa “mi señor” lo que, vertido al castellano, tomó la forma de Cid o Mío Cid.

Al año siguiente, 1085, hay novedades en Castilla: Alfonso está contento porque, por fin, ha podido conquistar Toledo(4) el 25 de Mayo, pero el Cid tendrá motivos para la tristeza porque, a finales de aquel año, muere su amigo Al-Mutamin de Zaragoza y su hijo y nuevo rey, Ahmad Al-Mustain, al parecer ya no desea los servicios del Cid como guerrero, por lo que Rodrigo regresa a Castilla en 1086 y pone sus tropas a disposición de Alfonso VI, dando por concluido su compromiso con los zaragozanos. En Febrero, otro musulmán amigo del Cid, Al-Qadir, sube al trono de Valencia y en Junio, Alfonso sitia Zaragoza que ya entonces no contaba con la protección de Rodrigo; aunque las cosas se le complican al Rey castellano porque los almorávides invaden la península desde Algeciras y el 3 de Julio desembarca el emir Yusuf Ibn Texufin(5) para mandar personalmente sus tropas. Alfonso, agobiado por lo que se le venía encima, tiene que levantar el cerco de Zaragoza y regresar a toda prisa a Castilla donde, a finales de este año, el Cid le renueva su juramento de vasallaje; juramento que, a pesar de sus injustos destierros, jamás quebrantó. A principios del año siguiente, el Rey pone a Rodrigo entre los diez primeros magnates de Castilla y le asigna el señorío en Burgos de las comarcas de Iguña, Ibia, Campoo, Ordejón y Briviesca.

Seguiremos en la siguiente entrega.

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(1) Se llamaban así a los impuestos por derechos de protección.

(2) Se inventan que Rodrigo estaba en tratos con el rey de Toledo para conseguir un reino propio.

(3) Almenar, en el camino entre Lérida y Balaguer, es más conocida en Cataluña por haber sido escenario el 27 de Julio de 1710 de otra batalla en la que los ejércitos de Carlos III se enfrentaron a la coalición de Austria, Inglaterra y Portugal, apoyados por catalanes disconformes con la dinastía borbónica. Vencieron estos últimos en este triste episodio de la Guerra de Sucesión española y fue éste el origen de la tradición independentista catalana. 

(4) Y, de paso, una pequeña villa que se llamaba Magerit…

(5) El emir Yusuf fue la pesadilla de la época. Desde África mandaba todas las hordas de almorávides que podía contra España, para hacer volver a la ortodoxia musulmana a los reinos que, según sus creencias, se habían relajado demasiado de las creencias islámicas. Él mismo estuvo aquí en cuatro ocasiones con diversa fortuna en sus batallas. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Leónidas:
Pues me encanta, el I y el II.

Anónimo dijo...

Apasionante la Historia de España en lo que se refiere a la figura del Cid. Un abrazo.