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martes, 8 de julio de 2014

-PIRÁMIDES FUERA DE EGIPTO- (NO EGYPTIAN PYRAMIDS) (I)

INTRODUCCIÓN


Quizá alguno de ustedes se pregunte por qué vamos a hablar de pirámides y no vamos a hablar de las de Egipto. Es fácil: las pirámides egipcias son las más famosas, conocidas y estudiadas y, por eso, prefiero dejar a un lado este asunto y dedicarnos hoy a echar un vistazo rápido a algunas otras que están repartidas por otras partes del mundo; muchas de ellas prácticamente desconocidas. No se piense que vamos a exponer un catálogo de todas las pirámides existentes: sería una tarea imposible por la extraordinaria abundancia que existe de tales monumentos un poco por casi todas partes y por el hecho cierto de que, a pesar de que algunos piensan que el mundo está todo explorado, los arqueólogos saben que pueden existir aun muchas de ellas sin descubrir; bien sea tragadas por las selvas amazónicas y recubiertas de vegetación o bien en lugares apartados de naciones poco proclives a permitir la entrada de investigadores libres en el corazón de sus territorios. Sin contar con las que hayan podido existir en una antigüedad remota y hayan sido destruidas para dedicar sus restos a aportar materiales de construcción a civilizaciones posteriores.

En primer lugar y sin referirnos, de momento, a ninguna de ellas en particular, al estudiar la diversidad de pirámides que existen en el mundo nos asalta la curiosidad de averiguar por qué todos o casi todos los pueblos que han tenido en su territorio antiguas civilizaciones o, incluso, que han sido tierra fronteriza o de paso de gentes de culturas más desarrolladas, han erigido pirámides que, más o menos, se conservan en la actualidad lo suficiente como para ser reconocidas como tales y que, sin excepciones, la edificación de todas ella han tenido un sentido religioso. La respuesta a esta pregunta parece estar bastante clara si estudiamos un poco la ancestral costumbre del ser humano de distinguir las tumbas de los personajes famosos con túmulos de tierra o de piedras. Cuando moría alguien del pueblo sin una relevancia social importante, se le enterraba, incineraba o momificaba, según la costumbre del lugar, siendo después colocado su cuerpo en algún lugar anónimo; pero si el difunto era un personaje que había dejado un gran recuerdo entre los suyos -o que pretendía dejarlo- su tumba era señalada especialmente haciéndola destacar sobre las demás tumbas, bien construyéndola más alta para que fuera más visible, como ocurre con los panteones de las familias adineradas de nuestros cementerios, o bien que la devoción popular las distinguiera por el aporte de piedras y ofrendas que dejaban los que acudían en peregrinación a rezar en aquel lugar donde se encontraban los restos de aquella persona tan especial. Es fácil concluir que las primeras pirámides se construyeron adrede a manera de túmulo para albergar los restos de grandes sacerdotes, héroes, reyes o emperadores.

En algunas partes del mundo, dado el carácter sagrado que adquirieron estas construcciones se emplearon, además, para construir templos sobre ellas aunque, según las investigaciones actuales, nunca perdieron del todo su primitiva misión de tumbas de grandes personajes, como lo demuestran los hallazgos de enterramientos bajo pirámides americanas medio derruidas por el tiempo y la meteorología.

Pero, como todos sabemos, un montón de piedras no constituyen una pirámide con la perfección arquitectónica de las muchas que han llegado a dejarse contemplar por nuestra curiosidad o por nuestro afán de saber. Una construcción así nos indica que quienes la levantaron tenían organización y recursos suficientes para hacerlo; es imposible pensar que un pueblo que sólo tiene tiempo para ganar a duras penas el sustento diario, pueda dedicar sus esfuerzos a realizar grandes construcciones que requieren una mano de obra dedicada especialmente a ello y que tiene que ser alimentada por los demás. En definitiva: ante la visión de cualquier pirámide, por primitiva e imperfecta que sea, tenemos que concluir que en aquel lugar tuvo que existir una civilización nada insignificante.




Construcción piramidal en Helliniki (Grecia)


Por desgracia, no todas las que fueron construidas han llegado hasta nosotros en condiciones de ser reconocidas como tales: Por una parte, la erosión que el tiempo produce en materiales de mala calidad o en zonas geográficas en las que la meteorología no sea demasiado estable, hace estragos a los largo de cientos o de miles de años; por otra parte, en un plazo de tiempo dilatado como pueden ser varios milenios, el paso de sucesivas civilizaciones por las cercanías de una pirámide, también tiende a destruirla porque sabemos que todos los pueblos invasores han utilizado como materiales de construcción los restos de los monumentos antiguos  que  ellos  mismos  se  han encargado de asolar.



¿Restos de una pirámide? Montevechia (Italia)


Quizá nos hayamos perdido haber podido contemplar alguna que otra pirámide en Montevechia (Italia) como parece demostrar la topografía del terreno; quizás también, algunas más hayan desaparecido en el sur de los Estados Unidos, obra de aztecas y mayas; también hay referencias de una construcción en forma de terraza cerca de Perth, en Australia; sin olvidarnos, claro está, de los movimientos de placas tectónicas en zonas inestables del planeta, como Japón, que hayan podido mandar al fondo del mar algunas de estas construcciones. Como desdichado ejemplo de pirámide a medio derruir por el tiempo, tenemos una en Helliniki, cerca de Argos en Grecia.

Tampoco podemos dejarnos atrás otras pirámides no demasiado bien estudiadas pero que, por su cercanía a Egipto y su construcción paralela en el tiempo a las clásicas y por su decoración a base de jeroglíficos e inscripciones egipcias, podemos relacionarla íntimamente con esta civilización aunque no estén en Egipto. Me refiero a las situadas  en  Sudán, la antigua  Nubia, una  tierra  que tuvo fama en la antigüedad por ser la













Las pequeñas y esbeltas pirámides de Sudán

fuente de esclavos buenos, fuertes, dóciles y casi tan civilizados como los habitantes de los pueblos que los compraban. Es lógico hasta cierto punto que la cercanía a un pueblo tan poderoso como el egipcio, indujera sentimientos de emulación en los nubios e hiciera que también ellos dedicaran el excedente de mano de obra en la construcción de monumentos que pretendían imitar a los de sus vecinos y dominadores. Las pirámides sudanesas se distinguen por tener una mayor esbeltez que las egipcias y, aunque no compiten en tamaño y magnificencia con estas últimas, no podemos despreciarlas sin más y debemos dedicarles aunque sea una modesta mención.

Y ya, basta de preámbulos. En la próxima entrega entraremos de lleno en la cuestión empezando por las más cercanas a nosotros y en nuestra propia nación y que, quizá por eso, sean las menos conocidas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues a esperar el siguiente capítulo, pinta bien la cosa Jose.