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jueves, 31 de julio de 2014

- EL CID EN LA HISTORIA - (y III)



ÚLTIMAS HAZAÑAS. ESPLENDOR Y MUERTE DEL CID


Alfonso, avanzando a marchas forzadas, pasa por Hellín y se dirige directamente hacia Murcia antes de que lleguen los exploradores del Cid, por lo que el encuentro entre ambos ejércitos nunca se produjo, con el consiguiente enfado real. Si hubo algún error en los mensajes o fue una muestra más de la mala fe con la que solía obrar el Rey con el Cid no está nada claro pero, por suerte para todos, al acercarse el ejército real a Aledo, el emir Yusuf ordenó la retirada sin combatir y Alfonso volvió triunfante a Toledo, donde lo primero que hizo al llegar fue declarar traidor al Cid, confiscarle sus propiedades y apresar a Jimena y a sus hijos. En Diciembre, Rodrigo se entera de las malas noticias y envía un emisario al Rey con toda clase de explicaciones que no son aceptadas, aunque ordena la liberación de la esposa del Cid y de sus hijos. Nuevamente envía otro mensaje declarando bajo juramento los motivos del desencuentro y el Rey los rechaza.

Comienza mal el año 1089: Otra vez, Rodrigo se ha quedado solo y sin dinero para pagar a su ya formidable ejército. Arruinado decide hacer lo que nunca hizo antes y ataca la fortaleza de Polop, en la actual provincia de Alicante, donde estaba el tesoro de la taifa de su enemigo Al-Fagit, para hacerse con el dinero y salir de penurias. Una vez rico de nuevo, pero quizás arrepentido de haber hecho una guerra de saqueo, decide no volver a ofrecer sus servicios como guerrero a ningún Rey cristiano o musulmán. A partir de ahora luchará por su cuenta y no como mercenario, aunque siempre bajo la soberanía, aunque fuera nominal de Alfonso VI. A su propia costa mantiene su ejército protegiendo Valencia y sus alrededores de los esporádicos ataques de los almorávides. Al año siguiente, inquieto el reyezuelo de Lérida(1) ante la presencia del Cid en tierras muy cercanas a las suyas, contrata al conde de Barcelona Berenguer Ramón el Fratricida, para que derrote al Cid. El Conde lo intenta en Junio de 1090 y, como no podía se de otro modo, sufre otra estrepitosa derrota a manos de Rodrigo.

Pero el 8 de Septiembre vuelve por tercera vez la pesadilla de Yusuf Ibn Texufin a desembarcar en Andalucía y con toda la facilidad del mundo ocupa Granada y la pone bajo el gobierno de su primo Abú Bakú. Aterrado por las atrocidades que cometían los musulmanes invasores, el propio Al-Mutamid de Sevilla, quien había sido uno de los primeros en suplicar ayuda almorávide contra Alfonso años atrás, vuelve los ojos a sus antiguos protectores castellanos y reclama su ayuda. El Rey de Castilla y León envía en su socorro al sobrino del Cid, Alvar Fáñez de Miñaya, quien es derrotado por las tropas del emir Yusuf en Almodóvar del Río(2). El más trágico resultado de esta batalla fue el destronamiento y destierro a Marruecos del propio Al-Mutamid quien estaba tan arruinado al llegar a África que tuvo que vender a su propia hija como esclava para poder subsistir él y su esposa Rumaikiya, muriendo de pena en la miseria en la ciudad de Agmat el año 1096. La taifa de Sevilla sería convertida en una provincia más de Marruecos hasta su regreso a la civilización de la mano de Fernando III en 1248.

Hacia mayo de 1091 recibe el Cid una carta de su gran amiga la reina Constanza, entonces esposa de Alfonso y deseosa de la reconciliación entre su marido y Rodrigo, en la que se le avisaba que el Rey iba a emprender una campaña contra Granada. El Cid comprendió perfectamente el motivo de la misiva, ya que vio en su contenido la ocasión perfecta para reconciliarse definitivamente con Alfonso. El Cid fue bien recibido por el Rey pero, nada más acampar a la vista de la ciudad, Rodrigo colocó sus tiendas delante de las reales para que sus tropas sirvieran de parapeto ante un posible ataque y Alfonso lo interpretó como un intento de igualarse al propio Rey. Fracasada la campaña granadina, ocurren nuevos desencuentros y peleas por antiguas rencillas azuzadas por los enemigos del Cid, por lo que Alfonso marcha a Toledo y Rodrigo regresa a Valencia, donde monta su cuartel general en Peña Cadiella, hoy llamado Castillo de la Carbonera en Benicadell, en la actual provincia de Alicante y realiza otra serie de acciones para refuerzo de la ciudad que sería excesivamente prolijo enumerar aquí.

En Junio de 1092, el rey Alfonso, harto y celoso del poderío del Cid, decide acabar con el protectorado de Valencia y tomarla directamente e, incluso, llega a cercar la ciudad. En ese momento, Rodrigo estaba en Zaragoza reforzando su ejército para atacar a su antiguo enemigo, el conde García Ordóñez quien, a la sazón, estaba de gobernador en La Rioja. Para ganar tiempo, escribe el Cid unas cartas apaciguadoras a su Rey(3), en las que hacía votos para que el monarca no escuchara los malos consejos de los envidiosos y de las malas personas que tenía alrededor y consigue su objetivo de hacer dudar a Alfonso. En el tiempo de la duda real, Rodrigo ataca las tierras de La Rioja dando tal paliza a las tropas del conde que el Rey, en vez de enfadarse por la derrota de su amigo García Ordóñez, visiblemente aterrorizado por la exhibición de poderío del Cid, le envía cartas de reconciliación y perdón y le devuelve su rango y todos los bienes que le habían sido confiscados. Por supuesto, levanta el cerco de Valencia y se vuelve a casa, humillado y con el rabo entre las piernas.


Murallas de Albarracín (Teruel)

Pero en la vida del Cid hay poco sitio para la paz. En Septiembre de 1093 cae gravemente herido por una lanzada en la garganta en una emboscada en Santa María de Albarracín, en la actual provincia de Teruel y, aunque nadie daba una moneda por su vida, consigue recuperarse aunque, aprovechando su convalecencia, los almorávides al mando de Ben Yahaf toman Valencia y asesinan a su amigo y protegido Al-Qadir. Una vez recuperado de su gravísima herida, Rodrigo sitia Valencia para vengar a su amigo y para impedir la expansión musulmana. La tradición dice que fue en ese momento de la Historia cuando el Cid, ante las murallas de la ciudad, gritó las palabras que encabezan la primera entrega de este escrito y que resultaron proféticas, como veremos al final. La fama de Rodrigo trasciende las fronteras y el tristemente famoso emir Yusuf decide tomar cartas más serias en su contra, desembarcando tropas en 1094 para emplearlas contra él, pero llega tarde y Rodrigo entra triunfal en Valencia en Junio de ese año. En Julio, como experto que era también en el Corán, juzga según las leyes musulmanas a Ben Yahaf y le condena a muerte. Aterrado el vecino Rey Pedro I de Aragón, manda emisarios urgentes a Valencia para establecer un pacto de mutua ayuda entre el Cid y su reino y, como resultado, en Octubre se libra la batalla de Cuarte, a las puertas de Valencia, en la que Rodrigo y sus aliados aragoneses derrotan a un formidable ejército almorávide de ciento cincuenta mil jinetes a las órdenes directas del molesto Yusuf Ibn Texufin.

Pedro I de Aragón y Rodrigo Díaz de Vivar deciden acabar en lo posible con la amenaza almorávide por lo que, en Enero de 1097 deshacen en Bairen, al sureste de la actual provincia de Valencia, lo que quedaba del ejército de Yusuf; pero en Marzo, vuelve el emir por cuarta vez para ponerse en persona al frente de sus tropas y el 15 de agosto se produce en Consuegra (Toledo) el choque entre los ejércitos de Alfonso y de Yusuf con el trágico resultado de la muerte de Diego Rodríguez, único hijo varón de Rodrigo quien contaba con apenas veinte años de edad. Tras la victoria de Consuegra, Yusuf vence a Alvar Fáñez en Cuenca y, en su retirada, sus tropas casi exterminan una parte del ejército del Cid quien, por fortuna, no estaba con ellos. Tras sus tristes hazañas, Yusuf se retira a África de donde no volvería más, por suerte para todos. Poco más le queda por hacer al Cid. Resentido de sus heridas y de tantas guerras, aun le queda tiempo para conquistar la fortaleza de Almenara, muy cerca de Aledo en Murcia, en Febrero de 1098 y sitiar la de Murviedro (hoy llamada Sagunto, en Valencia) en Junio. Presintiendo su fin, volverá a Valencia donde morirá en paz el 10 de Julio de 1099, a los cincuenta y seis años de edad. Su muerte no sólo fue llorada por la cristiandad entera, sino que todos los musulmanes de buena voluntad, no contaminados del espíritu integrista de los almorávides, se unieron en el duelo a los cristianos.

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Pero ¿ha terminado ya la Historia de El Cid? Pues rotundamente, no. La historia de un héroe de semejante tamaño no se acaba con su muerte y pervive aun su sangre entre nosotros y entre muchas familias reales europeas. Terminemos con el relato porque merece la pena conocerlo.

En el año 1100, Cristina, hija del Cid, se casa con Ramiro Sánchez, Infante de Navarra, Señor de Monzón, hijo de Sancho Garcés. De su matrimonio nacieron el futuro rey de Navarra García IV Ramírez, llamado el Restaurador y Elvira. A finales del año siguiente los almorávides se preparan para atacar Valencia, con lo que Alfonso se pone en marcha y tras luchar infructuosamente contra la horda africana, se negocia la entrega de la ciudad y el mismo Rey ordena la retirada de sus gentes a Castilla. El 5 de Mayo de 1102, la ciudad es profanada por los sitiadores almorávides, pero dejan libre un pasillo para que salgan los defensores cristianos escoltando a Jimena y a los restos del Cid, a los que rinden homenaje de respeto. Insólito en aquellos salvajes.

Aun no he terminado. En 1104, María, la otra hija de El Cid, ya llevaba varios años casada con el Conde de Barcelona Ramón Berenguer III el Grande, hijo de Ramón Berenguer II Cabeza de Estopa y de Matilde de Apulia. De su matrimonio nacieron María Ramón y Jimena. Ella fallecería en 1105 y, cargado de razón, nos dice el Romancero que:

...llevan los Reyes de España
sangre del Cid en sus venas.



A ver cuándo lo demuestran de una vez...

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(1) He dicho Lérida y no Lleida ¿Pasa algo?


(2) No resisto a contar una anécdota de esta batalla: En el castillo de Almodóvar se había refugiado Zaida, nuera de Al-Mutamid, quien había quedado viuda de Al-Mamud ben Al-Mutamid al intentar éste defender Córdoba de los ataques de Yusuf. De alguna manera, Zaida logró escapar y refugiarse bajo el amparo de las tropas de Alvar Fáñez y fue con ellas hasta Burgos donde fue acogida en la corte del rey Alfonso. Tan bien cayó la presencia de la princesa mora que el propio Rey, recientemente viudo, se enamoró de ella y, tras recibir el bautismo con el nombre de Isabel, se casó con Alfonso y fue madre del infante Sancho, quien moriría siendo casi un niño en la batalla de Uclés en 1108. 


(3) Según las leyes de la época, un castellano desterrado por su Rey tenía perfecto derecho a guerrear contra él, ya que había sido relevado del vasallaje por la misma condena al destierro. El Cid jamás hizo uso de ese derecho.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando leo tus relatos mi mente me pide más. Siempre leí que el Cid ganó una batalla después de muerto ¿Me lo podrías explicar? Un abrazo

Anónimo dijo...

Leónidas: Un libro abierto eres Jose.