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jueves, 8 de mayo de 2014

- ABRAHAM. UNA HISTORIA DE INCESTO Y CUERNOS - (ABRAHAM. A STORY OF INCEST AND HORNS)

Todos estamos dispuestos a contar cosas edificantes, heroicas y agradables; desde los sacerdotes en los púlpitos hasta los periodistas en sus medios de difusión, pasando por el resto de ciudadanos casi sin excepciones. Pero es muy diferente relatar asuntos sórdidos, máxime cuando estos asuntos nada ejemplares conciernen de manera directa a personajes que son puestos como ejemplo ante todos. Y no sólo me refiero a personajes bíblicos, ya que todos conocemos sordideces y guarradas de muchos de los llamados héroes civiles que han dejado huellas más o menos positivas en la Historia siendo, como eran, seres humanos a quienes las carambolas del destino llevaron a estar en el momento justo y en el lugar preciso(1).

Es natural que, desde siempre, nuestros líderes y sus delegados más cercanos a nosotros nos han contado las vidas y obras de héroes y santos. Como es lógico, sólo nos han contado lo aprovechable para que nos sirva de ejemplo, dejándose atrás otros asuntos que, como en el caso que nos ocupa, no hay que investigar en legajos antiguos ocultos en remotas bibliotecas sino que están ahí a la vista de quien tenga alguna curiosidad y quiera leerlos. En este sentido, la Biblia es una fuente de gran riqueza para nosotros los curiosos y vuestro servidor, como aficionado a juntar letras y a poner los puntos sobre las íes caiga quien caiga, siento la obligación de contar lo que inexplicablemente no suele conocerse a pesar de estar claramente expuesto a la luz del día.

Pero vamos al tema que nos ocupa y como estábamos hablando del patriarca Abraham en una entrada anterior, retomamos el personaje para contar algo que, aun estando ahí escrito, muy poca gente conoce y menos aun habla de ello. De ahí el título de este artículo cuyo contenido no le quita un ápice al resultado final del hilo bíblico que desemboca en el Mesías, pero que ilustra hasta qué punto hasta los más grandes Patriarcas eran también seres humanos. Con sus grandezas y sus miserias.

Ahora retomemos el asunto y vayamos de nuevo al Génesis a leer la historia de Abraham y sus andanzas desde que salió de Ur con su esposa, sus siervos y su ganado para vivir de nómada por esos desiertos de Dios. Para empezar, abramos el Libro por el capítulo 12:9 y leamos:

"Levantó Abram(2) sus tiendas para ir al Negueb; pero hubo un hambre en aquella tierra, y bajó a Egipto para peregrinar allí, por haber en aquella tierra gran escasez.. Cuando estaba ya próximo a entrar en Egipto, dijo a Sarai, su mujer: «Mira que sé que eres mujer hermosa, y cuando te vean los egipcios dirán: «Es su mujer», y me matarán a mí y a ti te dejarán la vida; di, pues, te lo ruego, que eres mi hermana, para que así me traten bien por ti, y por amor de ti salve yo mi vida. Cuando, pues, hubo entrado Abram en Egipto, vieron los egipcios que su mujer era muy hermosa; viéndola los jefes del Faraón, se la alabaron mucho y la mujer fue llevada al palacio del Faraón. A Abram le trataron muy bien por amor de ella, y tuvo ovejas, ganados y asnos, siervos y siervas, asnos y camellos. Pero Yavé afligió con grandes plagas al Faraón y a su casa por Sarai, la mujer de Abram; y llamando el Faraón a Abram, le dijo: «¿Por qué me has hecho esto? ¿Por qué no me diste a saber que era tu mujer? ¿Por qué dijiste: Es mi hermana, dando lugar a que la tomase yo por mujer? Ahora, pues, ahí tienes a tu mujer; tómala y vete». Y dio el Faraón órdenes acerca de él a sus hombres, y éstos le condujeron a él y a su mujer con todo cuanto era suyo."

El bueno de Abraham salió de Egipto con un par de faraónicos cuernos, pero con su caudal considerablemente aumentado. Algo es algo, se diría el Patriarca; porque en ocasión similar algún tiempo después reincide en la rentable búsqueda de la cornamenta según nos cuenta el capítulo 20 del Génesis, que no tiene desperdicio y no resisto la tentación de transcribirlo:

"Partióse de allí Abraham para la tierra del Negueb, y habitó entre Cades y Sur, y moró en Guerar. Abraham decía de Sara, su mujer: «Es mi hermana». Abimelec, rey de Guerar, mandó tomar a Sara; pero vino Dios a Abimelec en sueños durante la noche y le dijo: «Mira que vas a morir, por la mujer que has tomado, pues tiene marido». Abimelec, que no se había acercado a ella, respondió: «Señor, ¿matarías así al inocente? ¿No me ha dicho él: Es mi hermana?, y ¿no me ha dicho ella: Es mi hermano? Con pureza de corazón y con manos inocentes hice yo esto».

Y le dijo Dios en el sueño: «Bien sé yo que lo has hecho con pureza de corazón, por eso te he impedido que pecaras contra mí y no he consentido que la tocaras. Ahora, pues, devuelve la mujer al marido, pues él, que es profeta, rogará por ti, y vivirás; pero si no se la devuelves, sabe que ciertamente morirás tú con todos los tuyos». Por la mañana llamó Abimelec a sus servidores y les contó todo esto, y fueron presa de gran terror. Llamó después a Abraham, y le dijo: «¿Qué es lo que nos has hecho? ¿En qué te he faltado yo para que trajeras sobre mí y sobre mi reino tan gran pecado? Lo que has hecho con nosotros no debe hacerse». Y dijo Abimelec a Abraham: «¿Qué es lo que has visto para que eso hicieras?» Y le respondió Abraham: «Es que me dije: De seguro que no hay temor de Dios en este lugar, y van a matarme por causa de mi mujer. Aunque es también en verdad mi hermana, hija de mi padre, pero no de mi madre, y la tomé por mujer; 13 y desde que me hizo Dios errar fuera de la casa de mi padre, le dije: Has de hacerme la merced de decir en todos los lugares adonde lleguemos que eres mi hermana». Tomó, pues, Abimelec ovejas y bueyes, siervos y siervas, y se los dio a Abraham, y le devolvió a Sara, su mujer, y le dijo: «Tienes la tierra a tu disposición; mora donde bien te parezca». Y a Sara le dijo: «Mira, a tu hermano le he dado mil monedas de plata; sírvante de velo para los ojos a ti y a cuantos contigo están, y todo así estará en regla». Rogó Abraham por Abimelec, y curó Dios a Abimelec, a su mujer y a sus siervos, y engendraron, pues había Yavé cerrado enteramente todo útero en la casa de Abimelec por lo de Sara, la mujer de Abraham."


¡Vaya con el capítulo 20! De golpe nos descubre que Sara era también hija de Teraj y, por tanto, hermana de su marido. De paso nos pone a Abraham de cornudo voluntario que hasta acepta dinero y regalos a cambio de olvidarse de su cornificación.

Humano al fin y al cabo. Hasta el sol tiene manchas.

(1)Por ejemplo: Si repasamos la lista de los últimos galardonados con el Nobel de la Paz, salvo raras excepciones, parece que estamos leyendo la relación de personajes de la Historia de la Infamia. Y sálvese quien pueda.

(2)Respeto la grafía de los nombres. Aun Dios no había cambiado el nombre de Abram por Abraham ni el de Sarai por Sara.

(La referencia, como en la entrada anterior, es de la Biblia Nácar-Colunga. Undécima edición, 1961)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre me ha parecido la Biblia un culebrón sórdido y predecible, algunas veces, según en qué cosas, divertido.