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lunes, 12 de mayo de 2014

- DESMONTANDO MITOS (IV) -

La estirpe de Abraham ya ha sido liberada de los satánicos cultos de la naturaleza. Nunca más primogénitos arrojados al fuego de los altares de Baal y sus secuaces. Pero no todo ha terminado porque es con él cuando empieza la siguiente etapa.

Es cierto que con Abraham se acabaron los sacrificios humanos en el pueblo que él funda. No obstante, los satánicos cultos de la naturaleza aun tienen que seguir cobrándose sus tributos y, bien para que no se olviden aquellos horrores de los caldeos, o bien motivado por alguna extraña y nada improbable imposición de aquellos repugnantes dioses ancestrales, hasta el pueblo de Israel recuerda en algunas de sus leyes tales aberraciones. No se sacrificaba al primogénito, pero había que presentarlo en el templo y ofrecer por él un sacrificio de sangre de algún animal cuyo valor variaba en función de la fortuna de sus padres.

Tampoco olvidaban las leyes la existencia de dioses ajenos, aunque no los adorasen. En la ceremonia anual de la Expiación, se ordena tomar dos carneros sin defectos y echar suertes sobre ellos. Uno era para Yavé y otro para Azazel(1). El de Yavé era sacrificado en holocausto y el de Azazel, tras haber impuesto el sacerdote sus manos sobre él simbolizando el traspaso de los pecados del pueblo, era abandonado en el desierto o, según costumbres posteriores, despeñado por un precipicio, sin que esto significara un sacrificio a los otros dioses porque el animal era enviado vivo. Estas y otras muchas costumbres reflejadas en las leyes nos dan idea de que la nueva religión no se olvidaba de sus orígenes y respetaba, al menos de manera simbólica, los principios de los horrendos cultos de la naturaleza.

El mismo Dios estaba respetando unas reglas del juego impuestas por alguien o algo que no era Él. Aquí cobra sentido la tradición talmúdica del dominio de la Tierra por cesión divina al Príncipe de las Tinieblas. Cesión refrendada en el episodio evangélico de las Tentaciones de Jesús en las que el diablo se le presenta como dueño y señor del planeta.

Ahora sigamos y retomemos el hilo del artículo anterior. Ya hemos visto que se ha ido estableciendo, paralelamente a la nueva Ley, una línea genealógica bastante accidentada y llena de irregularidades como incestos, trampas para hacerse con la primogenitura e inclusiones de sangres extrañas a pesar de las prohibiciones legales(2). En un pueblo semita como el hebreo, era fundamental la transmisión de la memoria genealógica por línea paterna; no obstante, siguiendo ese hilo genealógico nos vamos a encontrar con la sorpresa de hallar contradicciones en esa línea y los exégetas, para variar, seguirán empeñados en hacer el ridículo tratando de ofrecernos explicaciones más o menos pintorescas de esas contradicciones. Nosotros vamos a verlo desde otro punto de vista. Al fin y al cabo ese es el objetivo de este trabajo.

En efecto: Los evangelistas Lucas y Mateo difieren bastante en sus genealogías de Jesús a partir de David ¿Qué está pasando? Pues en este caso debo confesar que ni lo sé ni me importa, ya que ambas genealogías tratan de desembocar en José y no es José quien puede ostentar el honor de ser el padre del Mesías. Nos basta con saber que era de todos conocido que ambos esposos, José y María, eran descendientes de David; y en alguna ocasión el mismo Jesús es llamado Hijo de David(3).

Ha llegado el momento de desvelar el interrogante que dejé abierto en el capítulo anterior y seguro que ustedes ya lo han adivinado. Todas las trapisondas, trucos, incestos y casualidades de la genealogía estaban destinadas a poner sobre la Tierra un ser humano excepcional. Un ser totalmente humano, hija de varón y mujer. Un ser tan especial que sería capaz de albergar en sus entrañas nada menos que al Redentor sin intervención humana. Casi dos mil años de refinamiento evolutivo y genealógico a partir de Abraham para traer al mundo a la Santísima Virgen María.

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(1)Personaje diabólico. Su nombre significa Soledad.

(2)En el caso de Rut, la moabita, la prohibición es burlada al haber sido antes esposa de un judío residente en Moab; por tanto, judía de adopción.

(3)Lc. 18:38

1 comentario:

Anónimo dijo...

Increíble lo de Abraham. Me ha gustado, la forma y el fondo.