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lunes, 5 de mayo de 2014

- LOS CUERNOS DE LOS VIKINGOS - (THE HORNS OF THE VIKINGS)

Me decido hoy a tratar tan curioso tema. Desde que era niño y veía películas de guerreros medievales siempre me llamó la atención el hecho de que los cascos vikingos eran representados sistemáticamente adornados con un par de cuernos. Al ver las escenas de las peleas a espada siempre pensaba que cómo se las arreglaban para evitar que, con esas protuberancias en la cabeza, no acabaran siendo fácilmente abatidos por el contrario o, también, por un golpe de su propia espada. En ambos casos sería demasiado fácil desequilibrar y desorientar al portador de un casco tan incómodo. Aunque, siendo sinceros, ese detalle de "atrezzo" le daba un toque de romanticismo al relato visual.


Con los años fui olvidando el asunto y no me lo volví a plantear en serio, hasta que un día entré en una pequeña iglesia de la campiña irlandesa. Allí tenían un Viacrucis tallado en madera que, aunque de factura moderna, reproducía otras piezas mucho más antiguas. En este Viacrucis los sayones estaban representados por guerreros vikingos, perfecta encarnación de la maldad tal y como los antiguos irlandeses veían aquellos temibles piratas y ladrones que tanto daño hicieron en aquella preciosa y húmeda isla. Pues bien: en ningún caso estos sayones eran representados portando cascos cornudos; los que llevaban tenían una forma parecida a un gorro frigio, pero sin el arrollamiento superior que caracteriza a éste. Y nada de cuernos, por supuesto. Picada mi curiosidad me fui al Museo de Arqueología e Historia de Dublín en busca de cascos con cuernos o con señales de haberlos llevado y, como ya me recelaba, no encontré ni uno entre los ejemplares de cascos que se exhiben. Para reafirmar más aun lo extraño de su uso, las tremendas y pesadas espadas vikingas que se conservan allí confirman a la vista la imposibilidad de pelear con semejantes adornos en la cabeza que, por más terror que pudieran infundir a la vista, harían muy vulnerables en combate a estos terribles depredadores.



Me quedaba por averiguar dónde y por qué surgió la representación cornuda de los vikingos y ahí las pistas se diversifican hasta perderles el rastro, a pesar de que dicha representación debe tener un origen relativamente cercano en téminos históricos. Pudiera ser que tuviera su origen en las exageradas caracterizaciones operísticas de Wagner para la tetralogía de El anillo del nibelungo. En ella Sigfrido, el protagonista, luce un casco alado en contraposición a su enemigo Hagen, encarnación del mal, quien luce un par de hermosos cuernos en su casco.

Pero no podía terminar aquí este artículo porque, aparte del uso de recipientes que daban los vikingos a los cuernos, hay más historias cornudas que contar en relación a ellos. En aquella época y lugar era costumbre extendida que el jefe del poblado tenía derecho de cogunda(1) sobre todas las mujeres de sus súbditos. Pues bien; si la experiencia del jefe con una mujer casada había sido satisfactoria, éste hacía honrar al marido al distinguir su casa con una hermosa cornamenta de reno clavada en su dintel. Por decirlo en palabras más sencillas: el jefe le ponía los cuernos al sufrido dueño de la casa. Literalmente.



(1) El derecho de cogunda -o coyunda- es malamente conocido como derecho de pernada. En realidad, el de pernada era el derecho que tenía el señor de un lugar a recibir una pata o pernil de todo animal sacrificado en sus dominios. Quizá la palabra cogunda tenía una eufonía tan mala como la que tiene ahora y por eso fue sustituida por pernada que recuerda vagamente el uso del derecho de cogunda.

Aclaro también que tal derecho jamás existió como tal en Castilla y León. Sí llegó a ejercerse en Aragón como uno de los famosos "malos usos" contra los que lucharon en vano algunos de sus reyes. Claro que una cosa es el derecho constituido y escrito y otra cosa muy distinta era -y es- lo que hacían y siguen haciendo los que se creen poderosos. Si se les permite, claro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante, el asunto éste de los cuernos. Difícil puede ser desmontar la representación conocida de los vikingos. Nos gusta reconocer a los otros como caricaturas y así no hay que profundizar...
Besos.

Anónimo dijo...

Toma ya, qué descaro, encima de tirarse a la mujer del pobre súbdito, recochineo.