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domingo, 11 de mayo de 2014

- DESMONTANDO MITOS (III) -

Pasan miles de años; quizá muchos miles de años. Aquellos grupos de cazadores-recolectores descubren las ventajas del pastoreo y la agricultura y se van asentando de manera permanente en ciudades. Esta nueva forma de vida requiere de más normativas y leyes, con lo que el ser humano se civiliza poco a poco. Pero no nos engañemos porque estas nuevas normativas ya traían la base contaminada de la salvaje época anterior. A mayor civilización más personas dedicadas a tareas no directamente productivas o, directamente, al ocio más vergonzoso. El aseguramiento de cosechas o victorias en guerras ya no sólo se confía a la suerte o al ingenio humano, sino que estas clases ociosas saben convencer al pueblo llano de su influencia sobre los poderes superiores invisibles.

Para aterrar más aun, si cabe, a la gente sencilla que los mantenía, estas clases que se presentaban como intermediarias entre dioses y hombres exigen en nombre de las divinidades sacrificios que, al principio, sólo servían para el mantenimiento de esa casta ociosa; pero muy poco después, con el constante aumento de su poder e influencia social, no dudan en exigir cosas que dejen huellas indelebles en los sufridos súbditos, como eran los sacrificios humanos. Muchos fueron los pueblos asentados en Asia Menor que ofrecían a los dioses sus varones primogénitos arrojándolos vivos al fuego de los templos. Desde luego que si estos dioses existían no tenían nada que ver con los conceptos de caridad que, de alguna forma, latían en los corazones humanos porque aun sentían el anhelo de evolucionar para ser cada vez más perfectos. Sin saber cómo, algo trataba de frenar esa evolución y, en contradicción permanente, los hombres de aquellas primitivas civilizaciones se debatían entre las normas impuestas y lo que sentían en su interior.

De nuevo intervino ¿el azar?

Hago un inciso. La Biblia no es en absoluto una obra histórica y el hilo de su relato no siempre es fiel a los hechos reales(1). Sin embargo, no pasa nada por tomar como ciertos los hechos que no contradicen la investigación histórica. Como es el caso que relatamos a continuación.

Asia Menor, Caldea, actual Irak, ciudad de Ur consagrada a Sin, dios de la luna. Contaminada hasta los cimientos por los ritos ancestrales del culto a los dioses de la naturaleza. Por decirlo en lenguaje actual, entregada de lleno a la degeneración natural a la que nos obliga el incremento de la entropía. Allí, un hombre rico llamado Abraham recibe o cree recibir una orden de un Dios desconocido que se presenta bajo el nombre de "El Que Es" o Yavé para que se marche al desierto con su familia, siervos y riquezas y que se aleje para siempre de las comodidades de la vida urbana. Muy fuerte tuvo que ser la capacidad persuasiva de esa orden cuando Abraham no lo duda y se pone en marcha.

Ahora empieza la verdadera Historia de la Evolución espiritual y del exitoso intento de escapar de aquellas fuerzas naturales que, a falta de mejor nombre, llamaremos satánicas a partir de este momento.

Un hombre solo en el desierto no era nada si no tiene descendencia; y Abraham no la tenía. Para colmo, su esposa era también su hermana por parte de padre y, de tener esa descendencia, era más que probable que no fuera del todo apta para sobrevivir en aquellas condiciones. Pero Abraham no se arredra y se fía de la orden recibida. Tras tener un hijo con su esclava Agar y tras años de intentarlo con Sara, su esposa, tiene un hijo legítimo al que llama Isaac que, como era de esperar, no sale demasiado inteligente ni demasiado sano. Empiezan ahora a ocurrir cosas muy extrañas. Sara da a luz a Isaac muchos años después de haberle cesado la menstruación, cosa que se repetirá en varias ocasiones a lo largo del relato bíblico(2). También se sucederán las uniones más o menos incestuosas entre miembros cercanos de la misma familia. Y hasta un par de generaciones después, se dio el caso de un suegro dejando embarazada a su nuera viuda(3).

Isaac se casa con una prima suya, también nieta de Teraj al igual que él, teniendo de ella dos mellizos. Saltándose con engaños la ley de primogenitura Jacob, el segundo en nacer, es el heredero de la saga y gracias a Dios que lo fue porque era el más brillante en inteligencia. A su vez, Jacob tiene doce hijos varones de cuatro mujeres, dos de ellas también primas hermanas suyas y, de las dos, una que fue estéril durante muchos años(4). También hubo algo de trampa con la primogenitura entre los hijos de Jacob ya que la hereda Judá, el cuarto hijo, en lugar de Rubén, el primero de ellos(5). A pesar de esta endogamia no se duda en recurrir a sangre extranjera cuando es necesario para mantener la línea de descendientes directos. Así, muchos años después, Boz tomaría por esposa a Rut, la joven viuda moabita.

A estas alturas del relato creo que ya empezamos a darnos cuenta que hay una trama planeada y una selección generacional que es totalmente ajena al azar. Parece como si algo o alguien buscara el nacimiento de un ser humano muy especial.

¡Y tan especial! Creo que muy pocos de ustedes se imaginan de quién estoy hablando(6).

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(1)Recordemos el episodio de la toma de Jericó. No pudo existir tal conquista porque la ciudad llevaba abandonada muchos años antes de la llegada de los israelitas. Sus murallas se habían derrumbado por abandono de sus habitantes.

(2)También santa Ana tuvo a su hijo Juan en las mismas circunstancias.

(3)Judá, continuador de la dinastía, dejó embarazada a su nuera Tamar sin saber que era ella. De esa unión nacieron los gemelos Fares y Zara.

(4)Raquel. Madre de José y Benjamín ya con cierta edad.

(5)Las razones exceden con mucho este artículo, ya que se necesitaría uno solo para ellos. Ya hay otra entrada en este blog en la que lo explico. Se llama: Judíos, no rubenitas. Es del 10-01-2009.

(6)Por favor. No hagan sus apuestas en este blog pero si ganan acuérdense del autor. Gracias. Es broma, claro.

1 comentario:

Revera dijo...

Me gustan los temas que nos expones y más, cuando son hechos después de muchos años de estudio y reflexiones. El azar pinta muy poco en esta vida y la trama planeada es muy palpable. Si analizamos nuestras vidas decimos: ¡Qué curioso! lo que ha sucedido para llegar a este punto…
Sigue así. Abzos