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martes, 6 de mayo de 2014

- LOS PATRIARCALES TESTÍCULOS DE ABRAHAM - (ABRAHAM'S PATRIARCHAL TESTICLES)

El Antiguo Testamento está lleno de curiosidades que, relacionadas o no con el hilo genealógico del Mesías, merecen la pena divulgarlas aislándolas un poco del contexto general para hacernos una idea de las curiosas costumbres de la época y del entorno social en que se movían sus protagonistas. Este es el caso que vamos a relatar ahora y que está relacionado directamente con lo expresado en el título.

Estoy seguro que ahora, la mayoría de ustedes se están preguntando: ¿A dónde nos quiere llevar el blasfemo éste? Pues tengan un poco de paciencia porque se lo voy a explicar con detalle sin desviarme un milímetro de la Escritura. Pero antes, permítanme ponerlos en antecedentes.

Como todos sabemos, el Patriarca Abraham era oriundo de Ur; por tanto, criado entre las costumbres y usos de la ciudad y la época. Quizá por eso y porque, según el Talmud, su padre era fabricante y vendedor de ídolos, Dios le manda salir de aquel lugar contaminado de ritos y costumbres nada saludables, como la muy repugnante del sacrificio de los primogénitos varones en los fuegos en honor a Baal(1). Curtido tras largos años de estancia en el desierto y lejos de la ciudad que lo vió nacer, nos encontramos ante un Abraham ya anciano, viudo y con un hijo legítimo, Isaac, quien nunca destacó precisamente por su inteligencia y viveza. Abraham sabe que pronto abandonará este valle de lágrimas y que su hijo, por sí solo, no va a encontrar una esposa digna de perpetuar la estirpe; por lo que decide buscarla entre su propia parentela y que la vida nómada de Isaac la aísle de las atroces y repelentes costumbres de sus paisanos.

Pero ahora le cedo la palabra a la Sagrada Biblia porque, en el capítulo 24; 1-9 del Génesis, relata:

"Era Abraham ya viejo, muy entrado en años, y Yavé le había bendecido en todo. Dijo, pues, Abraham al más antiguo de los siervos de su casa, el que administraba cuanto tenía: «Pon, te ruego, tu mano bajo mi muslo, y júrame por Yavé, Dios de los cielos y de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos, en medio de los cuales habito, sino que irás a mi tierra, a mi parentela, a buscar mujer para mi hijo Isaac». Y le dijo el siervo: «Y si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra, ¿habré de llevar allá a tu hijo, a la tierra de donde saliste?» Díjole Abraham: «Guárdate muy bien de llevar allá a mi hijo. Yavé, Dios de los cielos, que me sacó de la casa de mi padre y de la tierra de mi nacimiento, que me ha hablado, y me juró, diciendo: A tu descendencia daré yo esta tierra, enviará a su ángel ante ti y traerás de allí mujer para mi hijo. Si la mujer no quisiere venir contigo, quedarás libre de este juramento, pero de ninguna manera volverás allá a mi hijo». Puso, pues, el siervo la mano bajo el muslo de Abraham, su señor, y le juró."(2)

Evidentemente no haré comentarios porque todos imaginamos lo que tocaba el criado bajo el muslo del Patriarca.

Pues ya tienen mis lectores otro artículo divulgativo muy en la línea de mis habituales trabajos sobre Historia de las Religiones. Concluyo que, en aquel tiempo y lugar, los testículos de un Patriarca eran algo muy sagrado ¿Han hallado ustedes blasfemia en este escrito? Si contestan afirmativamente les recomiendo una visita urgente a un buen Psiquiatra.


(1)Así no se extrañó nada cuando, años antes, recibe de Dios la orden de sacrificarle a su hijo. Episodio con final feliz y muy conocido, por lo que no insistiré en ello.

(2)La referencia es de la Biblia Nácar-Colunga, Undécima edición, 1961. Pero podría ser de cualquier otra versión.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta esta nueva versión de "tocar los cohones".
Conclusión: Nunca te irás sin saber una cosa más si por el blog de José te quieres pasar.

Unknown dijo...

Es más conocida la costumbre de jurar "por huevos" en el pueblo romano. Sería interesante indagar hasta dónde se remonta, que puede ser el principio de los tiempos. Sin una Biblia, está claro lo que siempre ha sido más sagrado para un hombre que encima es de origen politeísta: sus atributos. Aún perdura en las expresiones del tipo "me juego el huevo izquierdo a que...". Conclusión, el hombre no es teocéntrico o antropocéntrico, es gonadocéntrico por naturaleza.